Terapia de letras

«Todo cambia en un instante»

«Todo cambia en un instante»

Beni Domínguez es subyugante. Así se reveló en «Delirios de un sátiro enajenado» (Fagus Editorial, 2021), su primer libro, y así se confirma en Todo cambia en un instante (Loto Azul, 2023), su nueva publicación. Relatos. Cuenten con relatos. Porque Beni es monógamo: autor (y lector) de un solo género. No se le conocen infidelidades. Maestro del cuento, es uno de los principales conocedores y estudiosos del género en la narrativa actual.

Efectivamente, todo cambia en un instante. «La vida son momentos y nos cambian. A todos», comparto en «Dios Momentos» (de mi poemario Certezas al sol, Gravitaciones, 2021). Hay un antes y un después de leer el libro de Beni Domínguez. En el después, llorarás, te espeluznarás y también sonreirás como una boba romanticona o entornarás los ojos… No esperes salir indemne de la lectura de estos cuentos. La ficción que a mí me gusta tiene alma, el de quien la escribe (no se crean que todxs lxs autorxs escriben con el alma, solo algunxs). Bien, pues el sátiro se halla entre ellxs. Obras con poso. Al finalizar el ejercicio, se podría leer dentro de ti: cafeomancia literaria.

Comparto con vosotrxs algunas sensaciones experimentadas durante este viaje. Prisa, mucha prisa por saber; Beni Domínguez domina la intriga. Las miserias y las injusticias del mundo te miran de frente desde sus páginas: realidad descarnada, nada de relatos amables; lectura incómoda. Entre los personajes tipos duros, marginados, mujeres (muchas mujeres), hastiados, expuestos, arrasados… Risas: el humor siempre presente en su obra, desde la frescura de los protagonistas, tan reales que parece tenerlos a tu lado en la cama o el sofá, con su descaro. Al lado del humor, el amor. Os confieso que hay un relato con el que he soltado la lagrimina, La vieja que leía historias de amor: ¡qué bonitoooooo! Frente a los cuentos más desazonadores, e incluso en estos, encontramos pinceladas de ternura, la sensibilidad del autor bajo su máscara gamberra, su socarronería.

Decía Tolstoi que si algo te duele es que eres un ser vivo, pero que si te duelen lxs otrxs es que eres un ser humano. La prosa de Beni es la de un ser humano. Y eso es mucho decir. Aquí lo dejo.

Cenizas

Cenizas

Ayer noche me vi releyendo a Neruda. «Puedo escribir los versos más tristes esta noche». Sus palabras vinieron a mí como mosca al cristal. No lo he hecho. No los he escrito aún. Una mano invisible me paraliza. Pesan los zapatos tanto como las pestañas. Se encogen los hombros tanto como las manos. «Estírate, nena, que andes toa agachada siempre», la estoy oyendo. Y mis ojos echan agua. Principio, camino y fin. Aqua summus.

«Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella».

La orfandad es algo físico. Se ha sentado a mi lado. Camina conmigo. Se mete bajo mis sábanas y me toca.

«Sentir que la he perdido».

Recibo cariño, que no remedia, pero calienta. Sol en el Ártico. Recibo amor, lo único que importa. De eso va vivir, de amar. Quien no lo haya entendido aún es un muerto que respira.

«La misma noche que hace blanquear los mismos árboles».

Dice Tunia que a los muertos les gustan las flores. Tengo flores en casa. Las he traído del cementerio. A lo peor, estoy muerta.

«A lo lejos alguien canta. A lo lejos».

El ser humano es el animal más despreciable de todos. Mata, intriga, vapulea, daña. Para poco le vale el raciocinio que le diferencia. Sus emociones son intensas. No le encuentro ventaja a esta militancia. Quiero ser oveja.

«Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos».

Dios, no te encuentro. No me escuchas. No me arropas. Jesús del XXI, no te entiendo. Mis ofrendas, mis ruegos, mis promesas te resbalan. Agua.

«Mi alma no se contenta con haberla perdido».

Para salir del infierno, no hay más opción que atravesarlo. Quema, pero no mata. Prendes, pero no fundes. No es el momento de tus cenizas.

«Eso es todo».

«Que te jodan sin que parezca que te joden»

«Que te jodan sin que parezca que te joden»


El buen mobbing es sibilino, doble cabrón. «Que te jodan sin que parezca que te joden», me lo definió una vez un colega. Y me gustó. Porque es una definición certera.

Hay humanos desprovistos del gen de la sumisión y el peloteo. Profesionales con voz crítica que no tragan con la chapuza ni el «a dedo» por toda razón. Esto funciona así para ti, asó para to y asú para tú. En el momento en que alguien no traga, en algunos sitios es carne de cañón. Le convierten en paria en menos que podrece una pera.

Ilustración: Deva Gil Valle.
Ilustración: Deva Gil Valle.

Raro que la víctima de mobbing sea una persona insensible, un mueble de salón. Normalmente, les afecta, aún a los más plantados, a esos que la vida ha convertido en personas fuertes sin preguntar. El buen mobbing es difícil de denunciar, porque sus practicantes no dejan pruebas, simulan, sonríen o ignoran a la presa en su ejercicio (hay las dos técnicas).

Los del mobbing sibilino nunca hablan claro. El tirano se esconde. La marioneta disimula. Comparten lenguaje, reparten papeles.

Dentro de las organizaciones hay personas que sufren. Que tragan. Que desarrollan y aplican estrategias de supervivencia para enfrentarse a ese abuso.

Se habla más del acoso escolar que de este otro y lo entiendo, porque sus víctimas son personas por hacer, niños y niñas, vulnerables per se; el mobbing en cambio, lo padecen adultos. El acoso escolar lo practican menores, el acoso laboral lo practican adultos. Sangra la sociedad adulta que habita algunas empresas.

«Animales hambrientas», de Aida Sandoval

«Animales hambrientas», de Aida Sandoval

Mujer madura en naufragio. Animalismo. Pasión sexual. «Animales hambrientas», de la escritora Aida Sandoval, es todo eso. Van por ahí los tiros, sin destripar, para las lectoras y lectores hambrientos de historias y de formas de contar.

Llegué a la autora desde las redes atraída por su frescura y afinidad intuida y a su libro, desde los escaparates libreros de la ciudad que ambas compartimos, Gijón, y porque una colega de escritura, Carolina Sarmiento, se hizo con un ejemplar y lo publicó en sus cuentas. Culito veo… culito quise.

«Mujeres hambrientas».

También la portada hizo de gancho conmigo. Qué importantes los diseños de las cubiertas: cada vez lo tengo más claro. Hay buenos libros ocultos tras portadas de m… Y libros de m… brillando desde portadas chulísimas. Que ya lo decía nuestro profesor Arturo Merayo en la Facultad de Periodismo: «Para que elijan mi caramelo tiene que tener un buen envoltorio». La mujer azul captó mi atención. Autora y editorial han elegido una cabeza femenina con gesto ¿de extrañeza? que echa humo azul para ilustrar la portada. Mola.

Ediciones Difácil, Valladolid, una editorial independiente con proyección, interesante. Gusta. Me gusta.

Desde el principio supe lo que me iba a pasar con esta obra, que no me iba a durar nada, que si me atrapaba me iba a quedar con ganas de más. Yes. Ansina ye.

Hay que estirarla. Es cortita. Danos más alimento en la siguiente, Aida, que me he quedado hambrienta.

Una empieza a leer y asume que se encuentra ante una historia femenina maja, en la que va hallar puntos de conexión personal, entretenida, con su hondura y diatribas existenciales, pero… hay más. Empiezas a darte cuenta. La estructura. La metaliteratura. Los valores. Y una belleza muy discreta en la escritura (algo que yo aprecio mucho en cualquier género literario; siempre busco la belleza, cuando leo y cuando vivo). Los finales de los capítulos, los cierres. Esa sensación de que quien cuenta recoge, esa mano haciendo cántaro en los finales. Leí varias veces la oración con que la novela termina…

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«Maldad», Leticia Sierra

«Maldad», Leticia Sierra

Buen trabajo oscuro. Trabajo. Es una palabra que se abre camino una y otra vez en mi cabeza mientras leo. Porque, detrás de «Maldad», imagino a Leticia Sierra, su autora, documentándose en cada detalle, revisando sus conocimientos de rutinas y protocolos periodísticos, conectando una y otra vez con sus fuentes policiales y pedagógicas. La escritora es una curranta nata, antes, durante y después de la creación. Seguir su agenda de promoción da vértigo, porque no para. Es persona de pico y pala. La suerte la atrapará trabajando.

Maldad.
«Maldad», lectura de verano.

«Maldad» es una novela negra. Nuevamente, como en «Animal», su ópera prima en el género, el crimen inicial es brutal, sin concesiones. No voy a destripar cómo aparece la víctima de la primera novela, pero… telita. Imagen fuerte. Esta otra obra nos lleva a la infancia, con lo que el vello se nos eriza no solo en los brazos. Ataca en la etapa más vulnerable del ser humano. En ella viviremos de principio a final de la trama. Un tema que, particularmente, me interesa, el del acoso escolar, y de cuya persecución he aprendido en estas páginas.
La prosa de Sierra es ligera, va sobre dos ruedas en alta cilindrada, como su dueña. No se detiene a contemplar el paisaje. Vuela.

Los detalles, la información en cada punto. Periodista que novela, escritora que informa.

Los diálogos se suceden largos y abundantes, sobre el caso policial sobremanera. Para mantenerlos durante tal tiempo, se precisa un conocimiento del modus operandi investigador ante el que me quito la pañoleta. Buen trabajo, me repito.

Engancha. No hace falta darle segunda oportunidad a la lectura, porque la historia te atrapa desde las primeras líneas.

Es generoso en volumen, pero se lee en un plis, por todo cuanto comento.
Trama multihilo, como la buena negra. Y tejedora diestra, gran jersey con esas lanas.

Novela local. Asturiana. Leticia siempre utiliza el hashtag #novelanegrasturiana. Detalles en las localizaciones, que nos sitúan en calles y espacios de Oviedo y Asturias.

Las lectoras y lectores quieren a Leticia Sierra y yo me alegro de verla crecer. Enhorabuena, escritora.

Título: Maldad
Autora: Leticia Sierra
Editorial: Ediciones B
Año: 2022