abril 26, 2025

Maternidades con filtro: tradwives, cuerpos femeninos y domesticidad

¿Qué une a las amas de casa de los años sesenta con las tradwives que hoy comparten sus recetas en Tik Tok?



Para sorpresa de nadie, las redes sociales se han convertido en un canal de difusión masivo que reafirma los roles tradicionales de género, sobre todo aquellos asociados con las labores domésticas y la procreación. Esta tendencia se intensificó tras la pandemia del COVID-19, cuando el estereotipo occidental de la tradwife -o esposa tradicional- cobró fuerza en plataformas como Tik Tok e Instagram.

En los videos de dichas redes, esta figura aparece rodeada de los hijos y el esposo, en hogares limpios y estéticos, donde cocina platillos caseros y laboriosos. Al final, la familia se reúne a disfrutar de la comida, y se cierra la escena con imágenes que reflejan unión y estabilidad.

El modelo de familia tradicional es el que inspira este tipo de contenidos, cuyas formas y narrativas se apegan a ideales conservadores y heteropatriarcales.

Estas representaciones son expresiones performativas de una “maternidad ideal”; es decir, de una serie de actos repetitivos ligados a los deberes domésticos, en los que el cuerpo femenino está disponible siempre para el embarazo, el cuidado infantil y la administración del hogar. Tanto Instagram como Tik Tok se han vuelto artefactos culturales desde los cuales se reproducen valores y mandatos de género. Sin embargo, el éxito de estos contenidos y su circulación, no es algo novedoso; remiten al pasado, tanto sus discursos como estética evocan la publicidad de 1950 y 1960, con ese ideal del American way of life. Si bien, el medio de comunicación se ha transformado, el mensaje permanece.

Revistas, recetas y maternidad durante el milagro mexicano

Desde mediados del siglo XX, la figura de la madre ha sido minuciosamente construida en distintos formatos masivos: en el cine, en las revistas femeninas y en los anuncios de los productos para el hogar. Las tradwives, en ese sentido, no son un estereotipo nuevo en el universo de las representaciones femeninas, sino una reedición de modelos pasados.

En México, durante el llamado “milagro mexicano”, publicaciones femeninas como Claudia y Kena, mostraron mensajes afines. Aunque estas revistas también abordaron conversaciones sobre el feminismo, muchas veces quedaron atrapadas en la disyuntiva entre abrir espacios de reflexión y continuar en la promoción de consejos para ser una buena madre.

Por ejemplo, en 1965, la revista Kena se reflexionaba sobre el “síndrome del ama de casa”, definido por médicos como un estado de cansancio físico que provocaba enojo y tristeza. Las imágenes de mujeres jóvenes con 5 o 6 hijos agotadas de cambiar pañales eran motivo de conversación sobre el tema de retorno o “vuelta al hogar”. A pesar de los logros de los feminismos en esa década, en un mundo marcado por las guerras y amenazas nucleares, se encontraba como mejor opción la “plenitud de la mujer como esposa y madre, en lugar de hallarla fuera del hogar”.

El retorno a lo doméstico se justificaba con la necesidad de “realización personal”, en la cual, la mayoría de las mujeres aparentemente perseguían el sueño de casarse, en lugar de su desarrollo individual. Si bien en la revista se reconocía el desgaste físico y emocional que implicaba la maternidad, no ofrecía alternativas claras a los estragos domésticos

A esta preocupación se sumaban consejos cotidianos que reforzaban la idea de que el bienestar familiar dependía exclusivamente de la eficiencia femenina en el hogar. Por ejemplo, en un número de Claudia en el mismo año, se ofrecían recomendaciones para realizar compras “inteligentes” en los mercados y supermercados de la ciudad de México. Hablaba sobre lo común que era intercambiar comentarios sobre precios y calidad de alimentos con amigas o parientes era narrada como parte de la experiencia frecuente.

Para ayudar a las amas de casa en el gasto familiar, la publicación presentaba lista de precios comparados entre mercados públicos como La Merced y cadenas, como Sumesa o la Comercial Mexicana. Incluso, se sugería acudir al mandado con un atuendo sencillo, pero con zapatos de tacón bajo que permitieran agilizar la compra sin descuidar la apariencia.

El cuerpo como instrumento en los medios

Estas representaciones del pasado dejan ver con claridad la instrumentalización del cuerpo femenino en una atmósfera que exaltaba el orden, la entrega y el cuidado como virtudes naturales de las mujeres. Aunque ha transcurrido el tiempo, los discursos que idealizan el rol doméstico siguen vigentes; ahora se refuerzan por los medios digitales. Si en los años sesenta las revistas femeninas dictaban cómo vestir para el mercado y cómo mantener el ánimo a pesar del cansancio, hoy los algoritmos digitales promueven representaciones de una feminidad domesticada y eficiente, pensada para el bienestar familiar.

El cuerpo de la mujer continúa siendo mediador simbólico, pero ahora bajo la lógica de la performatividad digital. Las tradwives no solo replican los mandatos de género, sino que también los actualizan mediante lenguajes visuales. No hay que olvidar, que, aunque muchas de estas representaciones reproducen discursos conservadores, también existen otras que los cuestionan desde las mismas plataformas.

Además, la dinámica propia de los medios digitales —con mayor velocidad de difusión que la de sus antecesores impresos— modifica la forma en que estos contenidos se difunden, reciben y replican. Así, el cuerpo femenino sigue siendo un soporte de valores tradicionales, moldeado por exigencias que insisten en ubicar su plenitud en la reproducción y el cuidado, más que la agencia personal. Esta persistencia histórica exige ser vista y problematizada, pues los discursos de lo doméstico y tradicional, no han desaparecido, solo se han adaptado al presente.

Fuente: La Cadena de Eva

abril 25, 2025

Marcela Lagarde: "El feminismo sí está de moda. Veo un esfuerzo para una transformación"

Marcela Lagarde: "El feminismo sí está de moda"
Video: https://youtu.be/CMXzRjokQ1s

Hace más de dos décadas que la antropóloga mexicana Marcela Lagarde y de los Ríos (Ciudad de México, 1948) registra los feminicidios en Latinoamérica. "Nunca he dejado de contar", afirma en una entrevista con EFE, porque su vida –dice– "gira en torno a las mujeres y niñas tocadas por el feminicidio", concepto que ella misma acuñó en 2006, inspirada en sus predecesoras, para referirse a los asesinatos de mujeres "por el solo hecho de serlo".

En 2023, al menos 11 mujeres fueron asesinadas cada día por razón de género en Latinoamérica, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Referente del feminismo latinoamericano de raíz “pacifista”, Lagarde es hija de las revoluciones de finales de los 60 –"soy profundamente 68", presume– y hoy observa los logros del movimiento en el mundo con optimismo, a pesar del avance de la ultraderecha global, que está suponiendo un importante retroceso de los derechos fundamentales de mujeres y niñas, con un ataque directo a su autonomía y libertad.

“Nunca en la historia del mundo habíamos existido tantas feministas al mismo tiempo, haciendo la misma causa, articuladas país por país, región por región”, señala desde la III Feria Internacional del Libro y las Ciencias Sociales del popular barrio de Recoleta, en la capital santiaguina. 

Lagarde se opone a quienes dicen que el feminismo “pasó de moda” arrastrado por las corrientes reaccionarias y alude a las jóvenes que están “asumiendo” un movimiento que empezó cuando ellas aún no nacían.

"El feminismo sí está de moda. Veo un esfuerzo importante de hacer una transformación de las mentalidades", rebate la investigadora y política, autora de más de cien artículos y una docena de libros.

"Nunca antes había habido tantas profesionales formadas en la perspectiva de género; hay una visión incluyente del mundo y de los derechos”, añade. 
"No aliento mucho" las denuncias en redes sociales

Como diputada, Marcela Lagarde impulsó la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, vigente en México desde 2007. También presidió la comisión del Congreso mexicano que dio seguimiento a las primeras investigaciones relacionadas con los feminicidios (2003-2006).

“Ahora ya hay mecanismos para denunciar y exigir reparación del daño. Hemos creado una superestructura para enfrentar la violencia de manera integral y no represiva, de transformación legal, convirtiendo a los violentos en delincuentes”, señala la académica. 

Por esa razón, “no alienta mucho” las denuncias anónimas en redes sociales, donde muchas víctimas han decidido hacer públicas sus situaciones de violencia machista.

“Pueden no significar nada más que un acto ritual (...) Y contestar con ritualidad, está bien, pero ¿y luego qué?”, se pregunta. 

“Las feministas de mi generación apostamos a construir derechos legales, que funcione el Estado de Derecho, que se respete la ley. Hemos hecho leyes formidables para enfrentar la violencia”, insiste.
Trump “tiene una actitud de macho ultrajante y displicente con la presidenta"

Marcela Lagarde admite que vive “con singular alegría”, dice, la llegada al poder de la primera presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, el pasado octubre: “Por primera vez (tengo) las ganas de disfrutar de eso, por lo que he hecho política y he trabajado toda mi vida”, expresa.

La investigadora destaca que la elección fue un proceso “abierto, democrático y masivo” en el que la sociedad mexicana “mostró que puede ofrecer alternativas y propuestas, y que la utopía exótica puede construirse realmente”.

Un proceso que coincide con el escenario “antagónico”, dice, en el país vecino, con la llegada al poder del presidente estadounidense, Donald Trump, quien –dice– “mantiene una actitud de macho ultrajante y displicente con la presidenta”.

“Cuánto más gane la reacción, más podemos perder (las feministas)”, advierte la activista, que expresó su "preocupación" por la seguridad de Sheinbaum.

A pesar del complejo contexto nacional y global, "eso no obsta para no hacer", apunta Lagarde. El papel de las feministas mexicanas, concluye, es “construir en el día a día la igualdad, pero también la libertad (...) Hay que hacer hasta donde se puede".

Por Meritxell Freixas
Fuente: Efeministaa

abril 24, 2025

Las experiencias traumáticas y la genética pueden aumentar el riesgo de endometriosis, según un nuevo estudio


La endometriosis es una enfermedad inflamatoria crónica y sistémica en la que el tejido endometrial crece fuera del útero. El síntoma más común es un dolor pélvico debilitante antes y durante la menstruación o durante el coito. También puede causar infertilidad y problemas digestivos como deposiciones dolorosas, entre muchos otros síntomas. A nivel mundial, afecta a un asombroso 10-15 % de las mujeres en edad reproductiva: alrededor de 190 millones de personas.

A pesar de su prevalencia, los investigadores aún no han encontrado una causa definitiva para la endometriosis. Sin embargo, nuestro reciente estudio se suma a un creciente conjunto de pruebas que sugieren que la salud mental puede contribuir a un mayor riesgo.

Nuestro trabajo, publicado en JAMA Psychiatry en febrero de 2025, revela que las mujeres con endometriosis han sufrido experiencias traumáticas y eventos estresantes, tanto en la infancia como en la edad adulta, en una tasa más alta que aquellas sin la enfermedad.

Basamos nuestra investigación en la información clínica y genética disponible de casi 250 000 mujeres participantes inscritas en el UK Biobank, que incluía a más de 8000 pacientes con esta afección. Combinamos esta información con datos genéticos del Proyecto FinnGen y varias otras cohortes: un total de más de 500 000 mujeres y más de 30 000 casos de endometriosis.
Diferentes tipos de trauma

En los datos del Biobanco del Reino Unido, encontramos que las pacientes con endometriosis eran más propensas a reportar haber sufrido una agresión sexual en la edad adulta, haber recibido un diagnóstico potencialmente mortal o haber presenciado una muerte súbita. Cuando agrupamos los eventos traumáticos en categorías, encontramos que la endometriosis estaba asociada con una mayor probabilidad de experimentar trauma por contacto, maltrato infantil, trauma no interpersonal y trauma sin contacto.

Además, nuestro análisis encontró agrupaciones claras basadas en patrones de experiencias traumáticas. Un porcentaje más alto de mujeres con endometriosis se agruparon en categorías basadas en trauma emocional/físico (8 %) y trauma sexual (5 %) en comparación con las mujeres sin la enfermedad (5 % y 4 %, respectivamente).

Las mujeres sin endometriosis eran más propensas a ser colocadas en el grupo sin trauma (24 %) en comparación con las que tenían la afección (20 %).

La endometriosis también estaba genéticamente relacionada con el trastorno de estrés postraumático y el maltrato infantil. Otros rasgos relacionados con el trauma y las estimaciones observadas fueron consistentes en cohortes con diferentes características.

Curiosamente, descubrimos que los eventos traumáticos y los factores genéticos pueden contribuir de forma independiente al riesgo de desarrollar endometriosis, es decir, de maneras distintas y potencialmente agravantes.
Trauma y salud física

Un número creciente de estudios destaca el hecho de que la endometriosis es sistémica, lo que significa que no se limita a una zona y afecta a los sistemas biológicos fuera de los órganos reproductivos. De hecho, el trauma está relacionado con una serie de afecciones de salud, como el cáncer y las enfermedades cardíacas.

Aunque hasta la fecha pocos estudios han informado de asociaciones entre eventos traumáticos y endometriosis, se han realizado algunas investigaciones sobre los diferentes tipos de trauma y mecanismos biológicos que sustentan la relación.

Varias dinámicas podrían explicar esa vinculación. Por ejemplo, las respuestas al estrés ante experiencias traumáticas pueden desencadenar inflamación en el cuerpo, lo que contribuye al desarrollo de la endometriosis.

El trauma también puede alterar el equilibrio hormonal, especialmente al aumentar las hormonas del estrés como el cortisol. Estos cambios hormonales podrían empeorar los síntomas de la endometriosis o influir en su desarrollo al afectar los niveles de estrógenos.

El trauma también puede tener efectos a largo plazo en la epigenética, influyendo en las respuestas inmunitarias, la inflamación y la regulación hormonal, todo lo cual podría contribuir al desarrollo o empeoramiento de la enfermedad.
Atención informada sobre el trauma

La interacción entre el trauma y la endometriosis pone de relieve la importancia de evaluar tanto la salud física como la mental de las pacientes afectadas. Esto puede ayudar a proporcionar un tratamiento más completo y eficaz.

La atención informada sobre el trauma es un enfoque de la atención sanitaria que apoya y reconoce el impacto que ese tipo de acontecimientos tienen en las personas. Se centra en crear un entorno de seguridad, confianza y empoderamiento para las personas que han sufrido un trauma, entendiendo que este puede afectar a su forma de interactuar con los servicios o de responder a la atención.

Esta aproximación es especialmente importante en ginecología, donde los exámenes a menudo involucran áreas sensibles del cuerpo. Para las personas que han sufrido un trauma, especialmente sexual o físico, el examen ginecológico puede ser una experiencia potencialmente retraumatizante que las desalienta a buscar atención en el futuro.

Tal circunstancia puede incluso retrasar aún más el diagnóstico y el tratamiento, que ya es un proceso largo para las pacientes con endometriosis. A menudo se enfrentan a un retraso de entre 4 y 11 años antes de recibir la atención adecuada.

Nuestro estudio amplía las pruebas que respaldan el importante papel de la salud mental en la naturaleza sistémica de la endometriosis. En particular, nuestros esfuerzos por analizar el impacto de los acontecimientos traumáticos abren nuevas vías para comprender cómo los factores de riesgo psiquiátricos pueden conducir a resultados clínicos negativos en las mujeres.
Sobre la autora

Por Dora Koller, Postdoctoral Researcher in Women’s Health, Universitat de Barcelona y Renato Polimanti, Associate Professor of Psychiatry, of Chronic Disease Epidemiology, and of Biomedical Informatics and Data Science, Yale University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Ir al artículo original.

abril 23, 2025

Una deuda pendiente del feminismo: la relación de las mujeres y el dinero

 


Con la argentina Laura Visco, creadora del proyecto “Amiga, hablemos de plata”, que busca democratizar el acceso de las mujeres al conocimiento financiero y que pronto se convertirá también en libro.

Si bien el interés por los mercados y las criptomonedas viene acuñando un público deseoso de información desde hace ya varios años, lo cierto es que para quienes vivimos en el hemisferio sur (acostumbrados a crisis constantes, devaluaciones y un nivel de inflación que pondría colorado a cualquier europeo o norteamericano), la sed por contenidos de finanzas ha crecido desproporcionadamente. No sorprende tampoco que al mismo ritmo se encuentren más gurús o influencers, al tiempo que las billeteras virtuales y fondos de inversión se vuelven ubicuos y el modelo del millonario self-made atrae públicos cada vez más jóvenes.

Pareciera que hoy todos saben y opinan de finanzas, pero no sólo eso, sino que la fórmula es una y es simple, y si no podés lograrlo, el problema no es un sistema estructural de desigualdades –que afecta especialmente a mujeres y grupos minoritarios–, sino vos. Vos que debiste poner más atención, más empeño, invertir más. En este contexto, que también da lugar a escándalos cripto como el que hace unas semanas arrastró en Argentina a varios miles de jóvenes (en su mayoría varones) a la ruina, resulta acertada y necesaria la propuesta de “Amiga, hablemos de plata” (AHP), una comunidad de mujeres que discuten sobre plata, se autoeducan e invitan a pensar sobre aquellos temas estructurales que hacen a esta desigualdad histórica.

“Mi tía fue la primera mujer autosuficiente que conocí. Una docente de esas que todas las alumnas aman, soltera, sin hijos, que manejaba su vida con una convicción que desentonaba en una familia donde la norma era depender de un varón: del marido, del padre, del hermano. Ella me enseñó que tener tus propios ingresos no era sólo una cuestión de dinero, sino de libertad. De poder decir que sí o que no sin pedir permiso. Su casa era chiquita, pero su mundo era enorme. Tuvo una influencia gigante en mi vida, a pesar de que falleció cuando yo tenía sólo 16 años”, cuenta Laura Visco, creadora de AHP.

Luego de una carrera de casi dos décadas trabajando en publicidad internacional, con premios y reconocimientos varios (en 2019 fue incorporada a la lista de “Women Trailblazers”), y como CCO en agencias de Ámsterdam y Londres, donde vivió hasta hace poco, Visco dijo “no va más”. Su trabajo la posicionó como una voz influyente dentro de la industria, no sólo por su mirada creativa, sino por su compromiso con impulsar una agenda de género en un entorno históricamente masculinizado y machista como la publicidad. Así, luego de alcanzar su libertad financiera y buscando nuevas aventuras profesionales, nació “Amiga”, una comunidad que busca democratizar el acceso al conocimiento financiero.

Sin embargo, Visco no se presenta como una “influencer financiera” en un sentido estricto de la palabra –y tampoco busca serlo–, no vende cursos de finanzas, no está vinculada a ninguna marca o billetera virtual, y quizás lo más refrescante sea que tiene un enfoque accesible, local –sin repetir fórmulas de afuera que no aplican a la realidad latinoamericana–, y además con la perspectiva de género y la conciencia de clase que suele faltar en estos casos.

Sin modelos a seguir ni educación financiera adecuada, muchas terminan sintiéndose perdidas o dependiendo de terceros para tomar decisiones clave. Ahí entra a jugar esta comunidad, que hoy acumula casi 15.000 seguidores en Instagram, que también organiza encuentros y posee una newsletter. “El problema no es que las mujeres no sepan lo que valen, sino que el sistema está diseñado para que duden de ello. Y ahí está la deuda pendiente: ¿cómo transformar esta relación para que el feminismo no sólo pelee por la igualdad, sino también por autonomía financiera real?”, se pregunta Visco.

La fundadora de AHP está por estrenarse como autora cuando a fines de mayo publique su libro, que llevará el mismo nombre del proyecto y que también tendrá su presentación en Montevideo. En él aborda tópicos como la brecha financiera histórica entre varones y mujeres, la descapitalización en la pareja, el impuesto menstrual, menopausia y trabajo, maternidad y conciliación, negociación de sueldos, entre otros. Con un tono que oscila entre la ironía, la bronca y el dato, Visco convierte lo que podría haber sido un manual de autoayuda en un manifiesto. No propone soluciones fáciles al tema de la exclusión financiera, pero sí sugiere algunos pasos para empezar a invertir y construir un patrimonio, siempre con el objetivo de llevar la discusión a otras esferas y entendiendo que el conocimiento no sirve de nada si se queda encapsulado en círculos intelectuales.
¿Qué te llevó a escribir Amiga, hablemos de plata?

No sé si hubo un único momento en el que empecé a escribir este libro. Fueron varios. Cuando me enfrenté a una demanda por brecha salarial y entendí, con el cuerpo, que no era una estadística ajena: era yo. Cuando vi que, en pleno debate presidencial, se negaba la existencia de la brecha salarial como si fuera un mito urbano. Cuando me retiré y, aun con patrimonio y libertad financiera, me descubrí sintiéndome completamente vacía, por alcanzar algo que muy pocas mujeres pueden alcanzar. Ahí supe que tenía que escribir. Porque más allá de los números, lo que tenemos es una herida colectiva. Una desconexión histórica. Un silencio heredado. Un vacío que no se llena sólo con educación financiera. Y sentí que había que ponerle palabras a eso.Apoyá nuestro periodismo.
Suscribite por $230/mes
En un capítulo del libro hablás de “la difícil tarea de ponernos precio”. ¿A qué te referís?

Ponernos precio es una de las cosas más incómodas que nos puede tocar hacer. No porque no sepamos lo que valemos, sino porque nos enseñaron a no decirlo en voz alta. A las mujeres no se nos mide por lo que aportamos, sino por lo que estamos dispuestas a ceder. Se celebra nuestra entrega, nuestra capacidad de renuncia, nuestro sacrificio silencioso. Y así, nuestro valor queda completamente desdibujado, incluso para nosotras mismas. Por eso tantas veces aceptamos menos. No porque no sepamos negociar, sino porque sabemos lo que se nos juega en esa negociación: el juicio, el rechazo, la penalización. Para nosotras, ponerle precio a nuestro trabajo no es sólo una transacción económica. Es una batalla cultural.

Una de mis anécdotas favoritas es la de las 500 libras de Virginia Woolf.

Sí, muchos no lo saben, pero Virginia Woolf dijo que para escribir necesitás “dinero y una habitación propia”. Es más, después, en el capítulo de ese mismo libro [Una habitación propia, publicado en 1929], dice la cifra exacta: 500 libras. Esa frase que parece tan simple es en realidad una bomba: está hablando de independencia económica como base para la libertad creativa. ¿Cuántas voces femeninas se apagaron por no tener ese mínimo de seguridad? La historia de la literatura, y de casi cualquier ámbito, está llena de silencios que son pura falta de recursos. Esas 500 libras eran la diferencia entre vivir bajo tus propias ideas o vivir bajo las ideas de otros; significaban no tener que casarse por necesidad, no tener que agradar para sobrevivir, no tener que pedir permiso para pensar.
¿Y qué pensás que viene a decirnos eso hoy a nosotras?

Un siglo después, muchas mujeres todavía viven atadas a decisiones que no tomarían si tuviesen seguridad económica. Siguen postergando proyectos, callando opiniones, aceptando vínculos, trabajos o entornos que no las representan, sólo porque no tienen otra opción. La gran enseñanza de Woolf es profundamente económica: sin recursos, incluso la imaginación queda limitada. Y, sin libertad económica, no hay verdadera libertad.
Los capítulos finales del libro giran en torno a entender lo que pasa en materia de desigualdad laboral, desde el costo oculto de emprender a cómo somos ninguneadas en ámbitos profesionales constantemente.

Los últimos capítulos del libro son como un zoom a la trinchera. Ahí, en ese espacio donde las mujeres vivimos las desigualdades en carne propia, el panorama se vuelve crudo y directo. Emprender, por ejemplo, es un costo oculto que rara vez se menciona. Muchas de nosotras nos lanzamos al ruedo no por vocación o privilegio, sino por pura necesidad. Emprendemos sin una red de seguridad, sin capital inicial, empujadas por un sistema que no nos incluye, que no nos da opción más que la de salir a sobrevivir. Las barreras estructurales son otro monstruo al que nos enfrentamos a diario. Y no es sólo el “techo de cristal”; el edificio entero necesita reformas, y no de las superficiales. No es cuestión de trepar, sino de entender quién tiene la escalera. Por eso, por más que nos esforcemos, siempre estamos bajo ese techo invisible que nos limita, no sólo en lo profesional, sino en lo personal. Y ni hablar de la evaluación desigual. Hacemos las mismas tareas que nuestros compañeros, pero el reconocimiento nunca es el mismo. Lo que para ellos es visto como liderazgo, en nosotras es ser “mandona”. Nuestras evaluaciones son siempre en lo personal, no en lo profesional.

Y luego está la brecha de autoridad, esa constante sensación de que lo que decimos no cuenta. Nos interrumpen más, dudan más de nosotras, necesitamos repetirnos una y otra vez para que nos escuchen. Como si lo que proponemos, por el simple hecho de venir de nosotras, careciera de valor. Esto tiene un nombre: brecha de autoridad, y [la autora inglesa] Mary Ann Sieghart ha hecho un trabajo fenomenal desmenuzando este tema. Es una brecha en cómo se recibe y se responde a las ideas dependiendo de quién las propone. No importa que tu idea esté bien fundamentada o sea brillante; si sos mujer, es como si pasara por un filtro que le quita peso.
Incluso contás cómo se nos penaliza por no ser “corruptas” o tener menor tolerancia a la corrupción. Por otro lado, esto de las penalizaciones es un elemento recurrente en el libro, en el sentido de que sufrimos pérdidas o descapitalización económica no sólo por todo aquello que somos o hacemos, sino también por aquello que elegimos no hacer.

El sistema, como está construido, premia la transgresión. Los que juegan sucio, los que están dispuestos a torcer las reglas son los que ascienden. Y nosotras, las mujeres, muchas veces no encajamos en ese esquema. No es que no sepamos jugar, es que simplemente no queremos jugar de esa manera. La mayoría de las veces, nuestra tolerancia a la corrupción es baja. Preferimos quedarnos al margen de esos juegos sucios, aunque eso signifique perder oportunidades. En lo personal, fui muy penalizada por no acceder a situaciones de corrupción, especialmente en un mundo como el de la publicidad, donde los “vueltos” vuelan. Es una lección dura, pero es la que nos da este sistema: ser honesta te descapitaliza. 

Y, claro, la penalización de la maternidad. Si decidís ser madre, el mercado te castiga. Si no lo hacés, también, por las dudas que algún día decidas serlo. No hay forma de ganar. La maternidad es vista como un freno para el progreso profesional, como un retiro adelantado de la ambición.
Hablemos también de algo clave en relación a las mujeres, el trabajo y el dinero: lo poco pensados o adaptados que están los espacios laborales y las organizaciones a la realidad cotidiana de casi cualquier mujer, desde la menstruación, la maternidad y crianza si se elige, hasta la menopausia.

El mundo laboral fue diseñado para cuerpos lineales, sin ciclos, sin interrupciones, sin pausas. Pero las mujeres tenemos miles. El ciclo menstrual, la maternidad, la menopausia. Todo eso existe, nos atraviesa y, sin embargo, sigue siendo un tabú en la mayoría de los espacios de trabajo. La estructura del trabajo es vertical, rígida, inflexible. No contempla el tiempo no lineal, ni los cuidados, ni las curvas vitales. [La economista y premio Nobel 2023] Claudia Goldin lo dice claro: el trabajo fue pensado para quien puede estar siempre disponible. Por eso no sólo excluye a las mujeres. Excluye a cualquiera que tenga una vida fuera del Excel. ¿Cuántas mujeres quedan afuera del sistema por no haber llegado con los aportes mínimos? ¿Cuántas son directamente invisibilizadas después de los 50? ¿Cuántas no pueden sostener el ritmo y cargan con la culpa de sentir que el problema son ellas? El problema no somos nosotras. El problema es que todo esto fue construido sin nosotras. Y repensar el trabajo no es un beneficio sólo para las mujeres: es una puerta que puede abrir otra forma de vivir para todos.
Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2020 hubo una salida laboral de mujeres madres tan grande que “supuso 18 años de retroceso en los avances de inserción en la materia”. ¿Qué pasa en la pospandemia?

El dato de la Cepal es demoledor: la pandemia nos hizo retroceder 18 años en participación laboral de mujeres madres. No 18 meses. 18 años. Casi dos décadas perdidas en apenas dos. Y no porque las mujeres hayan decidido “volver al hogar” en masa, sino porque el sistema las expulsó. Las dejó sin opciones. Las eligió como variable de ajuste cuando todo lo demás colapsaba. La conciliación fue una ficción. Lo que hubo fue sobrecarga, colapso, agotamiento. Y una rejerarquización del trabajo femenino, como sucede con cualquier crisis social o económica, en este nuevo orden mundial que estamos viviendo pospandemia.

No es una “sensación”, estamos retrocediendo en materia de inclusión. Esto sucede porque se suele presentar la igualdad de género como un lujo que las economías no siempre pueden permitirse, especialmente en tiempos de crisis. Esa narrativa no sólo es peligrosa: es profundamente falsa. Ese es uno de los grandes engaños del momento: plantear la igualdad como una amenaza para el crecimiento, cuando en realidad es condición para que ese crecimiento sea sostenible y justo. 
Hablamos mucho de la carga mental que implican las tareas domésticas y de cuidado, no remuneradas, que muchas mujeres realizan, pero lo cierto es que pensar y hablar de la desigualdad también agota.

La desigualdad cansa. No sólo por lo que implica en términos prácticos –hacer más con menos, estirar el tiempo, sostener a otros, hacer malabares–, sino porque es un cansancio mental, invisible. Explicar una y otra vez por qué algo es injusto, justificar nuestra presencia en ciertos espacios, argumentar lo obvio. Vivir esas diferencias todos los días, con la carga emocional, el peso invisible de las barreras que nunca dejan de ser te consume. Te cansa. La desigualdad no sólo se mide en dinero, sino también en la energía que nos roba a diario.


Amiga, Hablemos de Plata estará disponible a fines de mayo en Amazon, Mercado Libre y algunas librerías, en formato papel y digital.

Fuente: La Diaria.es

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in