domingo, 2 de marzo de 2025

SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES

Nº 105 – Marzo de 2025 – Año XVI

ISSN 2250-5385 – Edición trimestral

 

Inscripción gratuita como LECTOR o COLABORADOR
si escribe a zab_he@hotmail.com
(por favor, revisar correo no deseado)
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).

 

“Free Palestine”
Mónica Villarreal (2024)
(Mixta sobre papel, 12" x 9")

 

Sumario:

• Gustavo LÓPEZ LAGE (Uruguay - Chile)
• Sara VANÉGAS COVEÑA (Ecuador)
• Luis CUADROS FALLA (Perú)
• Natalia DOÑATE (Argentina)
• Edwin Javier ÁLVAREZ DÍAZ (Venezuela - Andorra)
• Lissete E. LANUZA SÁENZ (Panamá)
• Juan Carlos VARELA BUJÁN (España)
• Juan GIL PALAO (España)
• Verónica VENTURA MÁRQUEZ (España)
• Iván POZZONI (Italia)
• Gustavo VACA NARVAJA (Argentina)
• Julia OROZCO (España)

 

 

GUSTAVO LÓPEZ LAGE

Nació en Montevideo (Uruguay) un 8 de noviembre. Como les ocurre a los artistas que no encuentran en la academia el espacio para la curiosidad ni la libertad para la duda, abandonó los estudios para dedicarse al teatro y a la escritura. En esta ruta, concretó diversos trabajos performáticos de protesta social.

En el año 2000, llegó a Santiago de Chile a dedicarse de lleno al yoga y a la meditación. En el 2015 se mudó a la precordillera de Curicó (Maule). Como en una especie de retiro, en soledad, realizó el viaje de reencuentro con el mundo de la escritura, de ahí su primer poemario Palabras en juego (2022).

En 2023, publica su segundo libro Ecos de pensamientos con la editorial argentina Vuelo de Quimera. Sus poemas aparecen en varias antologías poéticas internacionales; colabora como redactor y editor en AVPLA-Revista de Poesía ese mismo año y desde este número en Realidades y Ficciones. 

En 2024, lanza en Chile Intersecciones con la editorial Ediciones del Gato, un poemario donde dialoga con el trabajo de Lars Von Traer, descubriendo las intersecciones que se producen entre el cine y la lírica. En un viaje a lo profundo y los claroscuros del amor y el desamor.

Actualmente está dedicado a escribir su primer novelle para publicarla en 2025.

Vive en la hermosa y fascinante región de la Araucanía.

tavolopezlage@gmail.com

 

 

Selección de poemas del libro Intersecciones

Gustavo Lopez ©

 

I-2

 

«Quizás lo que me diferencia de la mayor parte de la gente 

es que siempre le he pedido más a la puesta del sol».

Ninfomanía 

 

                                                                                 Distintos planos

Distintos mundos

Loka plano

Bhuvana mundo

Distintos lokas

Distintos bhuvanas

Cada uno como gotas en el océano

Cada océano como gotas

 

Fuera de mí

Dentro de mí

 

La contención

No va a ningún sitio

El universo / tú / yo 

 

 

Te identificas solo cuando ves el universo en tu cuerpo.

 

 

I-4

 

«Por encima de un rango audible se encuentra el ultrasonido».

 

el bosque no tiene ningún sonido

                                  el agua corre 

                                  en silencio

la oscuridad llega aquí pronto

                                 camino dentro 

                             dentro

                                       dentro

salas de conciertos  

                            ocultan tenores 

 

invisibles

 

invisibles e imposibles 

                                 de escuchar

 

la paciencia de un micrófono 

capta la reproducción

                          gotas

                                   gotas de lluvia 

sobre el bien 

                  y el mal

 

 

                         empieza la tormenta.

 

 

I-12

 

La luz penetraba ahora en cada 

imperfección».

Dogville 

 


El calor

había transformado

la tierra

de rebosantes arbustos

en piedra

estéril, rígida, caliente

 

como tus manos

                   calientes

 

quemando y golpeando

la sombra

de mi mente

hecha piedra

 

                  lejana

 

de esos colores

cuando el sol

golpea el horizonte.

 

 

II-1

 

«Sonrío y sonrío y sonrío…-Nos estás mintiendo 

a todos».

Melancolía  

 

más te vale que estés feliz

 

¡Maldición!

 

más te vale que seas feliz

la felicidad se destruye

 

¡Maldición!

 

la vida en la tierra es malvada

como la sal en la malva

la felicidad existe 

solo en la tierra

 

tierra de lo inhóspito 

como tu corazón

inhóspito

 

sutil tentación

sobre el mío

ahogándose en la bravura

de

                    la desesperación

 

                                     inhóspita  

 

 

II-2

 

Te repito…

 

Hay procede de no hay

 

                                  Si tienes alas ¿por qué no ibas a volar?

 

 

 

II-6

 

«Pude ver a un hombre que cargaba con la misma cruz que yo. La soledad».

 

Ninfomanía 

 

La soledad

golpea mi cara 

como granizo 

cayendo 

un día caluroso 

de verano 

          sin refugio

 

el calor 

es humedad en tus manos

deseo presente…

 

           Tal vez

somos dos hombres que nadan 

           en un lago 

                     desde orillas distintas

 

podríamos 

mantener las cosas como están

sin ningún futuro

 

¿Desde cuándo las flores se encojen en un minuto? Es demasiado tarde

para traerlas de vuelta.

 

 

II-7

 

                                                                             «—Te oigo respirar.

—¿Me oyes tú a mí?!».

Rompiendo las olas 

 

No sé quién eres. 

Te siento lejano. 

No confío en ti.

No confío en nada

solo 

confío en que algún día 

moriré. 

 

El mundo dice que te quiero tanto

                                    tanto que no soy yo

                                    que nada queda de mí. 

 

Solo

         amor 

sin saber que es el amor. 

 

He rezado mil años para que llegaras y 

quieres irte.

                  ¡Quédate!

 

Te besaré hasta que la luna 

desaparezca en el sol.

 

 

SARA VANÉGAS COVEÑA

Embajadora Universal de la Paz (París/Ginebra). Embajadora de la Palabra (Madrid). Miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. PhD. en Filología Germánica (Múnich). Profesora de Lengua y Literatura Española (Madrid). Magíster en Docencia Universitaria (Cuenca). Ex becaria de Alemania y España. Ex profesora en las universidades de Cuenca, Múnich y Bielefeld. Profesora invitada del Programa de Verano Leonir Rhyne College (2023). Consultora Internacional de Castellano como segunda lengua. Docente-investigadora de la Universidad del Azuay, Ecuador.

Su obra consta en la Biblioteca Básica de Autores Ecuatorianos. Presidió el I Encuentro Internacional de Literatura, Cuenca 2007. Directora-fundadora de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo Cuenca. Directora en Ecuador de la revista internacional de literatura y arte Francachela, y de revistas nacionales. Consta en múltiples antologías. Se han escrito tesis de maestría y doctorado sobre su obra poética.

Reconocimientos y publicaciones: Condecoración Matilde Hidalgo de Prócel al Mérito Cultural, Asamblea Nacional del Ecuador, 2017. Varios premios y homenajes a su trayectoria literaria en Ecuador. Consta en el Archivo de Poesía Mundial la Voce Regina (Bolonia, Italia). Diploma de Excelencia (Madrid, 2010). Premio Hoja de Encina (Madrid, 2011). Mención Especial Pegaso Editores (Rosario, 2008.). Pluma de Plata (Universidad del Azuay, Ecuador, 2024). Melhor Poesia del año 2024 (Recife, Brasil).

Publicaciones: 42 libros (poemarios, antologías literarias críticas, una novelita para niños, un diccionario de autores ecuatorianos) y decenas de ensayos. Poemas traducidos al inglés, alemán, portugués, italiano, francés, rumano y kichwa.

svanegas@uazuay.edu.ec

 

 

SIGNOS

Sara Vanégas Coveña ©

 

el oleaje al retirarse deja en la arena

trazos indescifrables

como huellas de pájaros

 

caminas sobre esos signos

y ensayas

ausente

tu propio vuelo

 

 

PASEO

Sara Vanégas Coveña ©

 

una torre de hojas se desploma contra tu sombra

y tu sombra cruje toda verde

húmeda y libre mientras te alejas

 

un pájaro extraviado sueña anidar en ella

 

 

DE CHIRICO

Sara Vanégas Coveña ©

 

el que pintaba edificios

en ruinas y estatuas congeladas

plazas de antiguo linaje y

sombras

el tren en el horizonte que se confunde

con las nubes o el humo de una chimenea

que ya no existe/

de Chirico y su sueño de poeta

solitario empedernido

ausente en su propio cuerpo

único habitante en esa su soledad a solas

 

***

 

LA FARAONA

Sara Vanégas Coveña ©

 

fantasmal

la borrada de la historia y la memoria

Hatshepsut

ronda su antiguo paraíso

con una flor de arena perpetua entre las manos

tan cerca del Nilo sagrado

de su templo y de su tumba/

sepultada por siglos de arena y tiempo

 

***

 

ALUCINADA

Sara Vanégas Coveña ©

A Alejandra

 

cómo acallar las voces que me

habitan cómo ignorar la insólita

presencia de pájaros muertos en

mis manos cómo desmantelar la

tienda de la locura y volver a la

sencillez desnuda de mi

nombre…

 

***

 

sobre este poema crecerá hierba

y crecerán cerezas

la sombra alargada del ocaso/

tus ojos tristes lo leerán mil veces

hasta que la maleza lo cubra por completo

y solo permanezca su sombra en tus ojeras

ya sombra también

 

 

LUIS CUADROS FALLA

(Lima, Perú, 1961). Poeta y periodista. Ha publicado los libros de poesía: Nocturno (2000), La velocidad del amor (2004), El abismo (2013), Cartas a Federico (2014) y Ámbar (2023). Fue incluido en la antología de poesía Voz Celestial, publicada por Ediciones Vicio Perpetuo Vicio Perfecto y Vallejo vuelve al Callao (Perú). Sus poemas han visto la luz en las revistas Maestra Vida (Perú), Herederos del Kaos (San Francisco-Barcelona), Letras y Voces (México), Noche Laberinto (Colombia), Reflejos Literarios (Argentina), Alhucema (España) y desde este número en el Suplemento de Realidades y Ficciones (Argentina). Es colaborador permanente en el Club de Escritura de la Fundación Fuentetaja (España).

luiscuadrosfalla@gmail.com

https://issuu.com/aukieditor/docs/issu_libro_cartas_a_federico_luis_cuadros_falla

https://issuu.com/aukieditor/docs/el_abismo

 

 

ARTE POÉTICA

Luis Cuadros Falla ©

a Luchito Hernández

 

detrás

del mar Austral

en el que hoy

hay unas huellas

tan parecidas

a tu añil transparencia

hay musgo suave

estrellas labradas

el alba

como relámpago

de ti

he salvado

el tapiz del

mar

los cristales

de mi corazón

de agua

 

 

POEMA DEL VIEJO POETA A LA MUERTE DE SU PADRE

Luis Cuadros Falla ©

 

no hay tristeza donde termina

la tristeza hay bordes rojos

coloreando un corazón difuminado

como astro transparente viento

que se endulza como viento de

la tarde que llueve detenida en

el recuerdo de un hombre dulce

y ciego de estrellas ciego de flores

de arena y lleno de nubes y césped

sobre montañas de quietud húmeda

ahí donde brota la tristeza en donde

no hay olas con alas y palabras como

fuego de agua azul como tapiz del

mar y estrellas de mar y mar diurno

mar de flor y caracolas de espuma

en donde el paso cansado del hombre

es un helado rostro un mirador de

bosques desnudos desnudados y

una mano hurgando una mano desatada

flotando en el oleaje buscando un

punto tan solo un punto de cristal

al cual asirse y sal de la memoria

fulgurante y noche de tu asediado

corazón retumbando como tambor de

nubes infinitas se ha descolgado

el viandante de su cuerpo y de

su cuerpo un soplo frío bordea la

mañana la luz vacía la pena adormecida

la blanda invasión de ramas con que

retorna a la tierra para rodar como

aliento galopando caballo torso hundido

de mi sangre un minuto de astillas

callado como calla la amarilla tristeza

abierta en dos como una palma

sembrada de voces y de almendras

 

 

ALMAS

Luis Cuadros Falla ©

 

almas opacas luminosas dulces

amargas pietá crueles de luz

y sombra desaparecen tarde o

temprano viven inflaman acarician

el frío acero brillantes son y oscuras

almas que llegan como espada al

océano seco de tus días y se vuelven

manantial luminoso almas enteras

partidas almas eternas fugaces

silenciosas bullangueras vibrando

licenciosas benevolentes hembras

rugosas hermosos hombres que parten

llegan almas de fuego que alivian

y abruman y amorosamente

desaparecen para ascender por

la fabulosa escalera de la sangre

que gota a gota horada las almas

venas bisagras almas montaña

egos empinados amamantada lluvia

embriagado verbo enamorada nube

silencio derrotado suben las almas

calla la noche pero tus pechos no

callan y mi lengua es la tromba opaca

y luminosa que revela el universo

 

 

NATALIA DOÑATE

Autora argentina nacida en Buenos Aires. Inició su carrera recientemente con un desafío autoimpuesto: escribir un cuento corto al día durante un mes. El resultado fueron tres meses de pequeñas historias que se confabularon para armar, casi sin quererlo, su primer libro: La casa de las arenas. Al día de hoy conserva el blog donde fueron inicialmente publicadas y también administra una cuenta de Instagram donde comparte sus producciones en forma gratuita. A la fecha ha publicado dos novelas en Amazon: La torre del sol y Plus ultra - la vida detrás de los espejos.

En la actualidad busca difundir sus cuentos en diarios y revistas.

lacasadelasarenas@gmail.com

IG: @lacasadelasarenas

ww.acasadelasarenas.com

linkedin/n/natalia-doñate-27988a270

 

 

PUNTOS SUSPENSIVOS SUSPENSIVOS

Natalia Doñate ©

 

Puntos supensivos suspensivos (..). La repetición suena a error. La ausencia, a descuido. Bien lo sabe el corrector de Word, que apura una oferta salvadora:

—Un módico click y los mando a dormir con los peces.

Elijo redoblar la apuesta.

—Café café —canta mi teclado cual tambor de guerra (gracias, Ariel, por eso).

El programa pisa el palito y subraya la segunda palabra. Se lleva «Sustantivos adjetivados» a marzo.

Ya era tiempo de soñar un poco. Con el sol invocando espejismos en su ouija de chapa, el aire se vuelve rancio. Aprender a volar bajo techo es cuestión de vida o muerte. Hoy, sin ir más lejos, probé hacerlo en la ducha. Atrapé un problema que casqué hasta sacar esta idea: los puntos suspensivos son para las gotas que caen por los azulejos, pero no aplican a las que se atascan en la mampara. Estas merecen una puntación acorde.

Lo dije y se desató la tormenta. Afuera cae el agua, recta y filosa, como largos signos de admiración. La mayoría repudia mi pequeño acto de rebeldía, aunque unas pocas me felicitan e incluso, me llaman.

—¡Traé tus ideas! ¡Nos juntamos en el lago!

Les arrojo un punto solitario que les ofende. No comprenden.

Los puntos suspensivos suspensivos me están ayudando con la vida. Resuelven paradojas, como la de aquella amistad que no se terminó y que tampoco continuará. Son la sal de la gota evaporada, aunque versátiles, pues rebosan de libertad. Sin ir más lejos, usted está leyendo mi texto, completamente desprevenido. De pronto, yo le arrojo una pelota, mi signo nuevo (..). Tiene dos opciones: borrar un punto y dar la conversación por terminada (punto final) o sumar su puntito de arena y seguirme el juego…

Aquí lo espero.

 

 

DUPLICADOS

Natalia Doñate ©

 

Décadas de guardado de ropa limpia avalan mi técnica: lo grande primero, para no agobiarse, luego las bombachas y calzones —estirar y doblar— y, por último, el ritual de apareamiento de las medias. A pesar de toda precaución, es usual que a veces falte alguna, cosa que me descoloca. O lo hacía, hasta que ocurrió la anomalía.

Fue un viernes, hará dos años atrás. Tenía ya formadas cinco pelotitas de algodón, cuando me percaté de una rareza. Sobre el acolchado, una del derecho, otra del revés, otra hecha un bollo, había tres medias rosadas con corazones blancos. Las preferidas de mi hija. Me sentí mareada.

De pequeña, calculo que entre los ocho y los diez años, tuve una pesadilla recurrente. Despertaba en plena mañana y me desayunaba con que tenía dos objetos en lugar de uno. Muchos sueños se tornan ridículos a la luz de la coherencia, pero el concepto intrínsecamente maligno de que algo se duplique, aún me inspira aprensión. Podía ser la silla del escritorio o el libro de fotos de caballos. Pero el más frecuente era, por lejos, mi gato Félix; un peluche rosado y cabezón que habíamos comprado en una feria en Mar del Plata. Los Doppelgängers felinos me observaban con ojos de lana negra, cabeza contra cabeza, desde lo alto de la estantería laqueada. Sabía que me culpaban por desterrarlos de mi cama.

Volviendo al presente yo juro, como que tengo dos ojos y dos orejas, que mi nena sólo tiene un par de esas medias (si habré evitado berrinches lavándolas a mano, secándolas con prisa en el radiador para que las sacara a pasear sábado y domingo). ¿Qué podía hacer con la intrusa? De saber cuál era, la habría incinerado. Pero había una agujereada y dos percudidas a la altura del talón. Unirlas en una gran bola se me antojó perverso, así que tomé dos al azar y escondí la tercera en mi propio cajón de medias, bajo vigilancia. Esa noche soñé que tenía tres celulares rosados.

Al día siguiente, frente al espejo mañanero, noté que el cepillo de dientes del reflejo no estaba, aunque sí el de mi mano. Sufro de una condición neurológica que causa puntos ciegos en la visión, pero estos suelen acompañar el movimiento de los ojos, como moscas flotantes. En esta ocasión, la mancha parecía ensañada con mi utensilio dental. Anticipando una migraña, hice un buche apresurado y salí en busca de ibuprofeno. El asunto quedó zanjado hasta después del almuerzo, cuando regresé al baño.

Encontré el cepillo a un lado de la pileta, tal y como lo había dejado. Otro, idéntico a este e igual de húmedo, esperaba pacientemente su turno en el vaso, junto al anaranjado de mi marido. El pánico me coaguló la sangre y tiñó todo de negro. Antes de caer al suelo, busqué consuelo en mi reflejo, pero no lo vi. Mi propia imagen me había abandonado.

Me despertaron unos pasos. Una mujer idéntica a mí me bordeaba con cautela, esquivando el cabello derramado. Prorrogué el desmayo hasta sentirla salir por la derecha, hacia el dormitorio. Con un golpe afelpado anunció su regreso. «El cierre de un cajón a tope», recuerdo haber pensado. Volví a entornar los ojos. Cómplice de su curiosidad, me dejé observar. Luego, como quien sube un escalón muy alto, tomó impulso y se adentró en el espejo.

Volvió a latir mi corazón, irrigando sudor y valentía. Me reconcilié con el rostro pálido, los cabellos revueltos.

Vamos, que nos hemos visto peor.

El cepillo se erigía en el vaso como quien se sabe único en el mundo. No necesité rebuscar en el cajón para confirmar que la media extra también había desaparecido.

Desde entonces, no permito que nadie haga la colada, a excepción de mi persona. Es demasiado arriesgado. Cada tanto, desaparece una media.

Ahora que conozco la alternativa, prefiero vivir con eso.

 

 

LA TENTACIÓN DE CORTAR POR LO SANO

Natalia Doñate ©

 

Subsiste entre mis contactos un eminente cirujano, cuyo vínculo con mi persona carece de justificación al presente. Esta contravención inocente limita su punibilidad a los confines de este relato, a modo de excepción a la conclusión de que todos usamos al prójimo. No tengo nada que ofrecerle, más que el placer de pagar alguna deuda que aún no contrajo. Su ambición literaria conjuga la falta de fe ciega tanto en autores noveles como en Nobeles. ¿Mis razones para enviarle el borrador? Optimismo y estupidez en sus justas proporciones.

Para abril recibí el manuscrito de regreso, pulcramente diseccionado. La tinta roja, aunque seca, daba fe de su agonía. Aún respiraba. Para no entrar en pánico, me enfrasqué en descifrar una palabra que se repetía a lo largo de los márgenes en forma de firma. Los renglones tachados fueron la pista que me llevó a buen puerto:

“Rimumim”,

“Remumir”,

«RESUMIR».

 

Puse manos a la obra.

Amputados el 90% de los personajes y anécdotas varias, la pueril novela reencarnó en un cuento corto y decente: una escritora perdía la fuerza creativa por buscar adeptos en las redes sociales. Como un David que emerge de un bloque de mármol, la historia se había librado de lo superfluo. ¿Acaso era yo el mismísimo Michelangelo, lijando mis abscesos de ingenio? Procuré descansar el borrador por unos días, pero, al retomarlo, seguía perdida. ¿Cómo reconocer la instancia final? ¿Cómo sabe el escultor que dentro del gigante no hay un niño, o incluso dos —uno encima del otro—, o un caballo rampante?

Un mate mullido me ayudó a apaciguar el impulso de publicar e hizo de grata compañía durante otra ardua fase de síntesis. Al final ya no hubo relato, sólo frase:

“Tendemos redes, ignorando que somos la mosca”.

 

El esfuerzo merecía una portada acorde, un índice (si bien austero) y un anillado. Imprimí dos copias y envié la correspondiente al doc por correo expréss, ya que detesta las pantallas. Debió de empatizar con mis ansias. Accedió a vernos ese mismo día.

Agradecida por el gesto, lo cité en un bar de Belgrano. Llegué temprano para elegir la mesa de la ventana. Necesitábamos buena luz. Acomodé las lapiceras de colores, un bloc de hojas y mi propia copia de la obra. Me apenó no saber cómo prefería el café. Lo sé ahora.

Al grano.

—Así que tendemos redes —preguntaba tras los saludos de rigor—. ¿Quién vendría a ser la araña?

Revolví la taza, fingiendo pensar.

—Supongo que son los demás. Que hay muchas arañas.

—¿Y quiénes son los demás?

Su interés me hizo ganar firmeza.

—En este caso, los que están al otro lado de la red. Los que me siguen para que los siga, los que comparten cosas que no leyeron, los que elogian la foto y no las letras. Aquellos que succionan la atención, el tiempo, la vida ajena.

De reojo vi cómo apoyaba el celular en el regazo, los codos en la mesa, la frente en las palmas. El dominó de carne me obligó a confesar.

—OK, ya veo. Yo también soy araña.

—Entonces sos mosca y araña —asintió.

—A veces, sí.

Un vistazo fugaz al reloj y supe que el tiempo se acababa. Hice una seña al mozo.

—Deberías ser psicólogo —protesté mientras buscaba la billetera—. Si te sirve de algo, yo no quiero ser araña. Ni mosca.

Me extendió su copia abierta del manuscrito y noté con alivio que estaba blanca y pulcra. Entonces señaló su aporte con un golpecito del índice: un diminuto signo de interrogación que lo estropeaba todo.

—Tranquila, ya sabrás qué hacer.

Fastidiada ante tanta amabilidad, arranqué una hoja en blanco, la doblé al medio y se la entregué con una reverencia.

—He aquí la versión final —bromeé.

Comprendí que el chiste había salido mal cuando, tras ajustarse los lentes, asintió con aprobación.

—Es un buen comienzo.

Sobra decir que invité el café.

 

 

EDWIN JAVIER ÁLVAREZ DÍAZ

Nació el 30 de mayo de 1992 en Barquisimeto, Venezuela. Es escritor, poeta, además de profesor en ciencias sociales, graduado con honores de la UPEL-IPB. Es un enamorado de la lectura, que ha ido buscando su “propia voz” en la medida en que construye poemas e historias con un carácter realista, auténtico y profundo. Gran apasionado por la filosofía, intenta fundir en sus escritos la idea filosófica con el lenguaje poético a fin de acercarnos más a una visión clara del mundo desde su perspectiva, la cual se puede ver reflejada en su primer libro Un viaje poético (versos e historias), publicado en Andorra en 2024. Actualmente, espera la segunda edición de su libro bajo la firma editorial ECU, prestigiosa casa editorial de España.

Asimismo, en 2023 logró mención honorífica en el Premio Oscar Wilde 2023, certamen literario de prestigio, realizado por el Grupo Bernavil Internacional a través de su firma editorial en Venezuela.

Con esta edición, ha sido incorporado a Realidades y Ficciones como colaborador permanente.

alvarezdiazedwin@gmail.com

IG @soyeidenn

https://edwinalvarezdiaz.com

 

 

HOMBRE ANÓNIMO

Edwin Javier Álvarez Díaz ©

 

No me preocupa escribir desde el anonimato, ciertamente que nadie te conozca es, de alguna manera, ser un escritor anónimo, y me parece hasta algo gratificante porque nadie espera una frase trascendental que provenga de tu pluma o en este caso del teclado. Me basta con escribir desde la soledad, con una taza de café o una copa de vino tinto, alterar un poco el orden de mi mente y que salga lo que tenga que salir, siendo un desconocido tengo la ventaja de que fluyan las ideas como si estuviera escribiendo al desierto. Por eso, no logro comprender a los escritores que se empecinan en escribir frases sumamente rebuscadas como para quedar en la historia de la literatura, para ser centro de atracción de una sociedad que olvida con bastante facilidad. No hay que apresurarse, algunos escritores como Bukowski o Nietzche fueron estudiados a una edad bastante tardía o en su muerte, esto en comparación con el enorme talento que sostenían. Así que, evito a toda costa la enorme frustración que supone que no me conozcan, al fin y al cabo, que seas un escritor no reconocido no te hace mal escritor, sino un escritor no reconocido.

 

 

PARA NO OLVIDAR

Edwin Javier Álvarez Díaz ©

 

Escribir es una de las cosas que más vida "extra" me han dado, no solo porque me induce a leer y releer libros para acercar más palabras a mi vocabulario, también para expandir el mundo en cada palabra, conocerlo, entenderlo, aceptarlo en sus distintas formas. Esta manera, muchas veces sutil y otras no tanta, de traducir la vida en textos me ha dado la oportunidad de crecer como ser humano, de profundizar en la sensibilidad, así como experimentar nuevos aprendizajes a los cuales estamos expuestos día a día. No somos ajenos al saber; solo que hemos elegido ignorar, porque la búsqueda de la Verdad tiene sus consecuencias y pocos están dispuestos ha asumirlas. Vivir inmerso en el mundo de las letras es algo que llena el alma como pocas cosas lo hacen, el amor se nutre de ellas, la pasión se alimenta de ellas, cada espacio de nuestra catalcatálogosentido, en esa lucha lingüística de explicar todo; aunque las cosas que suceden así nomás son un cielo que las palabras no pueden tocar; pero ahí están, continúan. Escribir es una batalla constante y vencer las mentiras es la guerra del escritor, tenemos por tanto la responsabilidad de plasmar nuestras ideas con compromiso, en pro de la vida, de la Verdad, de la belleza. Escribir para ser libres, para fomentar conocimiento, para no olvidar.           

 

 

SINERGIA DE DOS ALMAS

Edwin Javier Álvarez Díaz ©

 

Tu blancura es de estepas,

de cumbres polares,

el sol de tus ojos

es una estrella que no se apaga.

 

Vives aquí en mi mente.

Recordándote.

Amándote.

Imaginándote.

 

Tú allá, donde no te toco

y no aquí, donde te requiero.

Mientras invierto mis horas

en tratar de dilatar el tiempo.

 

Busco incesante tu boca,

el verde de tu arcoíris,

el dorado de tu cabello.

 

Para tenerte hay que viajar

al extremo sur del mundo,

trasladarme de hemisferio;

pero soporto la distancia

que nos separa y

pienso en la sinergia

de nuestros cuerpos.

 

¿Cómo será besar tus insomnios?

¿Cómo domar el tsunami de tu boca?

Eres el Faro que marca el horizonte,

al que sucumben mis fuerzas,

del que no quiero separarme nunca.

 

 

ITINERARIO DE UN POETA

Edwin Javier Álvarez Díaz ©

 

Levantarse por la mañana

cerca de las 9:00 a.m,

es lo apropiado,

hacer un café,

comer algo sencillo,

hacer ejercicio,

buscar un libro,

leer el libro,

fumar un poco,

tener sexo luego

(si hay con quien).

 

Luego comer el almuerzo,

leer un poco más,

preparar el ordenador,

sentarse frente a él,

empezar a jugar

el efecto dominó con

las palabras,

que caigan una tras otra,

dejar el libro,

terminar el primer poema,

fumar otro cigarrillo,

volver a la cama.

 

Continuar con el libro,

tener sexo de nuevo,

retomar el poema,

ir al baño,

retomar el poema,

tomar un descanso,

retomar el poema,

finalizar el segundo poema,

cenar ligero,

releer los poemas,

acomodarlos,

agregarlos al catálogo

de posibles para publicar.

 

Ir a la cama,

leer un poco más el mismo

puto libro de todo el día,

sentirse realizado por

haber escrito,

ser feliz,

y dormir.

 

Al siguiente día:

el mismo itinerario,

hasta que se haga lunes

para dejar de ser artista

cinco días a la semana.

 

 

LISSETE E. LANUZA SÁENZ

(Panamá, 1984). Escritora. Abogada por la Universidad de Panamá. Maestría en globalización, comercio internacional y mercados emergentes por la Universidad de Barcelona. Egresada del Diplomado en Creación Literaria de la Universidad Tecnológica de Panamá. Autora de Destinos circulares (2010) y Ad infinitum (2011), las que recibieron distinciones literarias nacionales. Ha publicado en 2022 su último libro, Cuando sea grande, en el que reitera y perfecciona su minuciosa mirada sobre las pequeñas grietas de la vida, en la que profundiza para arrastrar al lector a una búsqueda cómplice de finales, muchas veces ásperos, pero de una belleza literaria que vale la pena seguir.

Más sobre su trayectoria y obra literaria en: https://cultura.utp.ac.pa/escritores/

lissete.lanuza@gmail.com

 

 

LA MESA

Lissete E. Lanuza Sáenz ©

 

Hay una mesa en el centro de la habitación. No es una mesa cualquiera, no. Es una mesa grande, de esas que evoca a tiempos pasados, a gente importante y familias distanciadas, porque comer en una esquina significa que nunca podrás conversar con la persona en el otro lado. Así de grande es.

Nunca quise quedármela, pero fue un regalo de mi mamá (regalo, imposición, la palabra que más les guste). Era una reliquia familiar y tenía que permanecer en la familia.

Tampoco voy a decirles que es que comíamos en ella todos los días cuando estábamos chicos, pero lo que sí es verdad es que cuando nosotros nos fuimos de casa y los viejos se quedaron solitos ya nadie usaba la condenada cosa. Pero ahí se quedó, porque, en el fondo, les traía buenos recuerdos. Luego mamá se enfermó y no podía caminar bien y la casa ya no era el mejor lugar para ellos. Ya no podían vivir solos. En ese momento pensamos en venderla. Nadie la quería, después de todo. Ninguno de nosotros tenía espacio suficiente para ella.

Pero mamá pegó el grito al cielo, que si su mesa, que si había estado en su familia por generaciones, que primero muerta que sin su mesa, y bueno, al final, qué remedio, me las llevé para mi casa. A la mesa y a mamá.

Quedaba horrible, eh. Por ahí comienzo. Ocupaba casi todo el comedor, y los niños tenían que agacharse y pasarle por debajo para llegar al otro lado. Además, todo el mundo odiaba comer ahí, porque teníamos que arreconchinarnos todos del mismo lado. Si nos sentábamos de la manera normal era casi como si cada uno estuviera comiendo en su cuarto.

Obvio, no pude deshacerme de ella. Estuvo con nosotros, en las buenas y en las malas. Comenzamos a usarla como depósito después de un rato, y nos resignamos a comer en la cocina. Pepe hizo miles de tareas sentado en ella, y lo mejor era que ni siquiera tenía que guardar sus cosas, podía dejar todo tirado y seguía habiendo espacio. A mí ni me importaba, solo era cuestión de cerrar las puertas del comedor y ya está. Igual se veía horrible llena de chécheres que vacía.

Tú siempre quisiste que la usáramos en una fiesta, que invitáramos muchísimas personas y la llenáramos de comida. (Siempre pensé que esto hubiera salido carísimo, es que era bien grande la condenada). Nunca lo hicimos en tu vida, pero creo que, de verla hoy, estarías contenta. Papá no parece complacido, pero tú sabes ya como son los hombres. No aprecian nada. Hay muchísima gente aquí hoy. Podría decirse que es casi una fiesta.

Lástima que no hayas podido disfrutarlo, mamá. No te preocupes, dentro de un ratito, cuando se termine esto, iré directamente donde estás a contarte cómo fue que pusieron mi ataúd sobre la bendita mesa el día de mi funeral. Y pensar que me rehusé a hacerlo en el tuyo.

(De su libro Cuando sea grande)

 

 

JUAN CARLOS VARELA BUJÁN

(Vitoria, 1971). Reside en Vitoria (País Vasco, España) y está vinculado a Galicia por sus raíces familiares. Electrónico de profesión, se especializó en la rama de diseño por su inquietud por las nuevas tecnologías. De mente inquieta, su interés genuino por el saber en sentido amplio le lleva a acercarse al campo de las humanidades. Tras realizar un módulo de Técnico en Coaching Ejecutivo comienza el grado Filosofía en la UNED y realiza un máster en Escritura Creativa.

Su pasión por la escritura es tardía. En el 2014 crea el blog Deportebiencomun (inactivo) en el que escribe sobre otra de sus pasiones: el deporte. A partir de su contenido nace su primera novela, Por un Sueño (2020, Amazon), en la que plasma sus experiencias personales relacionadas con las competiciones de montaña.

En el 2023 se une a un grupo de personas con las que comparte su pasión por la escritura creando el blog Estantesdepapel (estantesdepapel.com) en el que invierte ilusión y contenido.

Su segunda obra publicada es un cuento: Los Otxoa (2023, Amazon), dedicado y basado en sus sobrinos.

Cuatro Damas (2024, Círculo Rojo) es su segunda novela. Esta vez es un thriller con un marcado tono realista con altas dosis de contenido subjetivo y psicológico.

Escribe por satisfacción personal y su alta dosis de creatividad le permite tocar distintos géneros: desde cuentos para niños, pasando por los relatos cortos y la novela realista, hasta la novela negra, que es donde se siente más cómodo. Actualmente se encuentra en proceso de escritura de su tercera novela.

Web de autor: www.juancarlosvarelabujan.com

varelabujanjuancarlos@gmail.com

 

 

POR UN SUEÑO

Juan Carlos Varela Buján ©

 

Detuve mis manos. Las elevé unos centímetros por encima del teclado. Algo se escapaba de este entramado. Dejé la mente en blanco esperando la pregunta que me aclarase lo que estaba pasando. Una siempre es, siempre una.

«¿Qué estoy haciendo?»

Escribir. Era la incógnita que impedía que continuase. Aparté las manos del teclado. Las crucé en el pecho… reflexioné. Cómo una pregunta puede ser la causa de tantos desafíos, pensé.

«¿Por qué escribir?»

Leí de los más ilustrados que el nacimiento del lector comienza con la muerte del autor. No estaba de acuerdo. En cierta manera otorgamos a nuestro público las obras que parimos, para que sean otros las que las amamanten y las hagan crecer. Sin embargo, esos relatos siguen siendo nuestros, pues mantienen nuestra esencia, nuestra semilla, nuestros sueños. Siguen conectados a nosotros, pues no todo lo que se sueña, se piensa o se decide… se escribe y se manifiesta.

Y escribo por eso. Por un sueño. Por hacerlo vivo.

Porque quiero hacer realidad el mío. Pues escribiendo, aportando realidad a mis personajes, convierto esa historia en algo tan auténtico que transmite sensaciones. Porque lo que relato es en verdad real, vive en mi imaginación, lo siento. Y me implico de verdad en la historia, en ese suceso. Me traslado a esa realidad. Y lloro, rio, me alegro, o me entristezco, según la trama de la historia, según como la siento.

Porque es una historia viva. Porque así sueño despierto.

Porque quiero ilustrar y tengo algo que decir. Porque la única forma de que los sueños se conviertan en realidad, es compartiéndolos.

Porque lo que no se cuenta, no se sabe.

Porque las palabras, las frases, los textos que no se comparten… se mueren y se pierden, desvaneciéndose con ellos cierta sabiduría, tal vez conocimiento sobre las personas. Sobre qué piensan, sobre cómo actúan, sobre qué sueñan. Cómo viven o mueren. A quién aman, y a quién odian.

Porque no solo quiero escribir para mí, sino para los demás. Para conseguir que todos ellos, por unos instantes, se encuentren algo mejor mientras leen un simple texto que les evada de un mundo sinrazón.

Porque la vida, está compuesta de sueños que se pueden convertir en realidad si crees en ellos. Y para los menos atrevidos, los menos intrépidos y cohibidos, esas palabras pueden ser aliento para retomar los sueños perdidos, las ilusiones, los deseos.

Escribo por necesidad. Para hacer reales los míos y sentirme vivo. Porque sin sueños, no hay verdadero motivo para seguir viviendo.

 

 

POR UNA FRAGANCIA

Juan Carlos Varela Buján ©

 

Prometí a la abuela que estaría más tiempo en casa. Pero ese despropósito no lo podía cumplir. Se preocupaba por mí, quería cuidarme, pero para ello tendría que estar más tiempo con ella, cosa que no deseaba.

Pasaba todo el día de reunión en reunión o en el gimnasio o corriendo o que sé yo con tal de no aparecer por casa, así que el apartamento era un desastre. Tal era el desorden, que la abuela, sin decirme nada contrató los servicios de una empresa de limpieza para que enviara personal doméstico al domicilio.

Un día llegué a comer al mediodía. Me sorprendí al entrar. No porque el salón estuviese en orden o todo bien recogido, sino por el aroma. El perfume reinante me sorprendió removiendo recuerdos. Agudicé nuevamente mis sentidos, absorbiendo de nuevo la fragancia. Me trasladé al pasado, a momentos mágicos, momentos cálidos, sexuales.

Inhalé de nuevo. La conocía, era de Jean Paul Gaultier. Notas de fondo: sándalo, haba tonka, ámbar, vainilla y cedro, las que perduran en el tiempo.

Busqué por toda la casa a la persona poseedora de esa fragancia que envolvía todo: no la hallé.

Necesitaba saber quién era, por lo que decidí no ir a trabajar esperando a la persona portadora de ese elixir. Pasé la tarde en casa, también el día siguiente.

El sonar de la llave en la cerradura calmo mi espera. Me levanté enfrentándome a la puerta para ver bien quién la abría.

Entró tranquilamente, me observó y me sorprendí.

 

 

LA ENCONTRÉ

Juan Carlos Varela Buján ©

 

Muchas historias han comenzado por… érase una vez o había una vez… La que os voy a narrar hoy, por Hay. Y digo… Hay, porque existe.

No os voy a hablar de un objeto, ni de un animal, ni de un sentimiento. Quizá de una idea. Pero es mucho más que eso, es un lugar que crea. Por eso es tan importante para mí encontrarlo. Porque necesito saber su naturaleza, de dónde mana su esencia.

 

Una vez leí que la suerte no es más que la habilidad de aprovechar las ocasiones favorables. Puede que yo haya tenido suerte, pero la suerte se busca.

Y buscando lo que se busca… se encuentra.

Y hoy la encontré. Pero no termina aquí mi búsqueda, sino que comienza.

Y eso es lo que hoy os quiero relatar, el comienzo de mi búsqueda.

 

Pero ¡Ay…! Que no os quiero liar más, que soy muy lianta y no me he presentado aún: mi nombre es Jone y soy arqueóloga. Más adelante os contaré más detalles sobre mí y cómo llegué hasta este maravilloso lugar. De momento os diré que me encuentro delante de la FÁBRICA DE LOS MUNDOS, una factoría abandonada que esconde fabulosos secretos.

Como os podéis imaginar… voy a entrar. Por eso quiero contaros esta historia y compartir con vosotros en directo lo que me voy encontrando. Que por cierto… es lo que se lleva ahora… lo de compartir en directo todo lo que hacemos. Pero vosotros no lo hagáis ¿eh…? No compartáis vuestros secretos.

 

A lo que estamos… Voy a entrar en la fábrica, pero no sé muy bien cómo. Hay una puerta, un timbre… y una cámara de vigilancia que me está enfocando.

La fábrica debería de estar abandonada, pero sospecho que hay alguien dentro que me está vigilando. Voy a acercarme a la puerta y llamar al timbre, que mis madres me enseñaron a no entrar en sitio ajeno sin avisar.

 

¿Qué es está luz tan cálida que se proyecta sobre mí? ¡Qué me está pasando!

¡No me lo puedo creer! Me han tele-transportado al interior de una habitación donde solo hay cuatro ascensores. Ahora sí que tengo claro que hay alguien dentro de la fábrica y creo además que me deja visitarla. Voy a llamar a un ascensor y veremos a ver que pasa.

 

Monto en el primero que abre sus puertas y ahora estoy bajando sin saber los pisos que desciendo porque no hay un indicador numérico que me lo indique los pisos.

El elevador se detiene, me bajo. Camino por el único lugar por el que puedo hacerlo: un sucio pasillo oscuro y feo.

Pienso que ha sido fácil entrar, ya veremos si es tan fácil el regreso.

 

Llego a un pabellón, al fondo veo una puerta entreabierta. Me dirijo hacia ella con la sensación de que alguien me observa, pero no veo a nadie. Transito entre charcos de agua observando las paredes, este edificio lleva muchos años abandonado.

Al cruzar la puerta, descubro un nuevo pabellón aún más grande con multitud de accesos. El lugar en el que me encuentro bien podía ser la avenida de una ciudad. O igual es lo que es: puede que haya descubierto la Avenida de los Mundos.

Sigamos. Continúo hasta una especie de casa…

 

… y entro.

 

Desciendo unas escaleras hasta lo que puede ser su bodega y me detengo antes de entrar en una habitación. Tengo el presentimiento de que tras estas paredes se encuentra lo que he venido a buscar. Tomo aire, suspiro y cruzo el umbral de la puerta.

Me detengo sobrecogida, no doy crédito a lo que veo. Al fondo de la habitación, como si hubiese un enorme ventanal sin ventana, contemplo un espacio exterior imposible. Veo una amplia extensión, parece una llanada, y doce bolas de cristal levitando en el aire que alojan una especie de… parecen otros mundos. Pero no comprendo como puede estar esto bajo tierra. Es como si estuviese en otra dimensión o plano sideral. No me atrevo ahora a cruzar la ventana y ver con más detalle lo que hay ahí fuera.

 

Decido abandonar y volver otro día, quizá con compañía. Las ideas se analizan mejor con varios cerebros pensando juntos.

Busco una salida. Una flecha me indica el camino a seguir.

 

Subo unas escaleras, llego a un pasillo. Al fondo se aprecia luz. Continúo.

Abro una puerta de madera antigua y… salgo al exterior. No al lugar desde el que había entrado. Ojeo el GPS de mi teléfono, me encuentro a dos manzanas de donde inicié mi viaje. ¡Es alucinante!

 

Regreso a mi apartamento, debo comunicar mi hallazgo a mi equipo. Volveré muy pronto a este lugar junto a ellos.

Estoy muy contenta con haber encontrado este misterioso lugar que tanto tiempo llevaba buscando. Del trabajo con esfuerzo, siempre se obtiene recompensa.

 

 

JUAN GIL PALAO

(Yecla, Murcia, España, 1970) Escribe su primera novela a los 18 años, La Sierra del Cuervo, a la que siguieron Vulpes (1994), Hay cosas que tiran más (2004) y Aracil.

Ha escrito más de un centenar de cuentos y relatos breves de diferentes géneros, sintiéndose desde siempre impulsado a escribir.

Hasta finales de 2013, todos sus trabajos permanecieron inéditos, fue entonces cuando publicó Hay cosas que tiran más, una novela corta que trata el tema de la violencia de género desde diferentes perfiles y diferentes puntos de vista.

En 2015 publica Cuentos, leyendas, vivencias e historias de miedo, una colección de relatos en los que el miedo psicológico es el protagonista y donde da cabida a vivencias personales y a leyendas, siendo este el antecedente del libro Misterios, cuentos y leyendas.

En 2016, publica dos libros simultáneamente, primero el de relatos Mucho más que un sueño y, poco después, Aracil, una novela sobre el acoso escolar y que además supone para los lectores un viaje en el tiempo a los años ochenta.

Tras participar en algunas antologías, llega la publicación de Por un paquete de celtas, obra que resultó ganadora del X Premio Internacional Vivendia-Villiers de Relato. Un libro de relatos de temática variada con la violencia como elemento común.

Ha participado en las antologías Cuentos del coronavirus y Cuentos del Mar Menor, de Ediciones Irreverentes. Y en las antologías: Historias del románico; Fantasía y terror rural; Castilla y León, territorio mítico; y “El verano de tu vida”, de M.A.R Editor.

Es de destacar que en el libro Castilla y León, territorio mítico comparte antología con el Premio Cervantes, Luis Mateo Díez, y el premio nacional de literatura José María Merino, junto con otros conocidos autores. Así como en la antología El verano de tu vida.

Misterios, cuentos y leyendas es su primer libro en solitario en M.A.R Editor, publicado en 2023.

Todavía tiene mucho material inédito: tres novelas (entre ellas las dos primeras que escribió); un libro, parte ensayo y parte autobiográfico, sobre la violencia de género; y muchos relatos y textos breves.

juangilpalao@hotmail.com

https://www.mareditor.com/narrativa/Misterios_cuentos_y_leyendas.html

 

 

LA OUIJA

(de Misterios, cuentos y leyendas, 2015)

Juan Gil Palao ©

 

No sé quién trajo aquella tabla ouija, o si ya estaba en el albergue, pero la sacaron y, a la luz de la lumbre y las velas comenzaron la sesión.

La mayoría estaba de cachondeo, hacían preguntas como «espíritu, ¿tienes alas?», «espíritu, ¿tienes cuernos?», «espíritu, ¿eres imbécil?». Había quien parecía impulsar el vaso con el dedo hacia el “sí” o hacía el “no”. Otros se aguantaban la risa, y hacían chanza después. A mí no me gustan este tipo de bromas. Ni me gustaba nada esa tabla tan siniestra.

Me callaba con frecuencia, por prudencia, aunque algunos sabían de la Tata, mi abuela. Hablaban de que tenía poderes curativos. Es cierto que yo, en mi infancia, apenas pisé la consulta de un médico, ella me curaba con remedios naturales, y sabía lo que me pasaba nada más verme. También de mayor. Parecía adivinar mis pensamientos, hasta los íntimos, y a veces me sacaba los colores.

Eran muchas las personas que acudían hartas de los médicos y buscando su remedio, otras iban para sacar el “mal de ojo”. Sanaba heridas, quitaba herpes, aliviaba dolores musculares con un masaje, y decía que veía los males internos y sabía su cura. No aceptaba nada a cambio. Y nunca aceptaba dinero de nadie, algunos le dejaban una propina sobre la mesa porque en mano no cogía nada. Nunca empleaba sus dones para el mal de nadie, y le llamaban “curandera”, porque era a lo que se dedicaba instintivamente y por evidente necesidad. Era algo que le venía de nacimiento.

Tuvo una infancia atormentada, llena de pesadillas y visiones. Sus padres no sabían qué hacer ni adónde llevarla, hasta que dieron con alguien, como ella, que les dijo claramente lo que le pasaba a aquella criatura. Curando, y discretamente y a escondidas en terribles tiempos, pudo hacer una vida medianamente normal para la época.

Decían que tenía comunicación con el mundo de los…, bueno, de las almas en pena, de los difuntos, o más bien de los espíritus o las ánimas.

Me hablaba con contundencia de la vida al otro lado, bastante consciente tanto de mi escepticismo como de mi curiosidad, duda y perplejidad.

Recuerdo cuando me habló de los seres luz y de las almas que vagan por las tinieblas.

Mi hermana le pedía que no le hablara de estas cosas porque le daban miedo.

Al margen de creer o no, yo sé que tenía algo. No lo sé. Pero sus premoniciones y sus visiones me dejaban más que perplejo. Y le oía decir cosas que me dejaban atónito.

Su casa parecía un santuario de estampas, cruces, imágenes y escapularios.

Cuando le comenté lo de la tabla Ouija y lo que vi, manteniéndome yo en todo momento apartado del juego, pero estando allí, se exaltó.

«Nene, ni se os ocurra. No sabéis lo peligroso que es eso».

Me aseguró que aquello no era ninguna tontería, que era posible que aquello la mayoría de las veces quedara en nada, pero me aseguró que a eso acuden los espíritus malos antes que los buenos, y que pueden desgraciar la vida de una persona.

Cuando fuimos otra vez al albergue, estaba la ouija en el mismo sitio, o era del sitio o alguien la había llevado y la había dejado allí.

Yo, les dije que se dejaran de tonterías, me dijeron que se trataba de pasar un rato. Opiné que aquello era una tontería que no tenía gracia ninguna y que a mí esas cosas me daban respeto. Entonces alguien salió con lo de mi abuela. Y asintiendo les dije «por eso… por eso». Les di a entender que la Tata me hacía tener mis dudas sobre estas cosas, y que, por si acaso, yo me apartaba.

Parecían buscar un punto de morbo o sensaciones diferentes o fuertes. La mayoría estaban tan escépticos como yo, otros estaban pasivos, otros se dejaban llevar, y muy pocos eran los que tenían este tipo de iniciativas que terminaban siguiendo casi todos.

José contaba historias de fantasmas, no sé ni de dónde se las sacaba, yo creo que se las inventaba sobre la marcha, era muy audaz y agudo para eso.

Comenzamos yendo de acampada, pero terminamos pidiendo la llave del albergue en la sierra, y así más veces. Allí se estaba mucho mejor y parecía no haber nunca problema para que nos la dieran.

Todos los que lo utilizábamos parecíamos tenerle el mismo respeto y cuidado.

En principio íbamos a lo que íbamos, a comer, beber, fumar unos porros algunos, reírnos, hacer juegos y, en conjunto, pasarlo bien.

Así que aquello se había convertido en aquellos tiempos en un lugar habitual de ocio nuestro. José, en su manía de poner ese punto de misterio o morbo, sacó un fantasma, y hasta le pusimos nombre: Saturnino.

Se oía un ruido, un golpe, «escuchad», y se volvía a oír. Algunos se acojonaban. Era un ruido en principio inexplicable y sin sentido, misterioso. Y fui yo quien puse fin a la vida de Saturnino. Clavando un clavo en la caja de la persiana.

Saturnino era el viento que entraba por una rendija dando golpes aislados y secos en la caja de aquella persiana.

No sé quién sacó la ouija y ni de dónde la sacó, pero estaba allí cada vez que íbamos. Así que repetimos esto en varias ocasiones. Bueno, como he dicho, yo me mantenía al margen, incluso me salía a la calle a respirar el aire puro de la sierra y mirar un cielo inmensamente estrellado y sin contaminación lumínica alguna.

Iniciaban la sesión, decían invocar a espíritus. Pero bueno. Yo creo que todo era psicológico y que allí no había nada. José parecía buscar algo, sabía las normas de la ouija, y era el que se ponía serio.

Pero aquella noche parecía que todos tenían seriedad, estaban todos concentrados, y no había ningún atisbo de broma. Cuando entré me quedé perplejo de cómo estaban todos. En aquel momento Paco puso cara de espanto, yo creo que hasta se le puso blanca, los ojos por un momento parecían salirse de sus casillas, y levantó el vaso. Pareció oírse como un silbido y un zumbido cortando el aire, como algo que se esfumaba. Todos nos miramos.

Aquella noche tuve pesadillas, oí un susurro a mi oído, y noté ese mismo zumbido. Después oí la voz de mi abuela tranquilizándome. Y desperté notando un peso sobre mi cuerpo que me asfixiaba. Así, al abrir los ojos despertando sobresaltado, aquello me dejo de oprimir, y no había nada. Todos dormían, menos Paco, que tenía los ojos muy abiertos.

Al día siguiente Paco no hablaba, no comía, no decía nada. Estaba…, como ausente. Algo le pasaba. Hasta que empezó a responder muy entrecortadamente, y a volver en sí. Tomando una actitud aparentemente normal. Nadie le comentó nada de la sesión de ouija, y desde entonces no volvieron a jugar.

Pero Paco a los pocos días me buscó diciendo que quería ver a mi abuela, que no se encontraba bien y que lo que le pasaba no era cosa de médicos.

La Tata cuando lo vio se echó las manos a la cabeza, «Virgen Santísima, Madre del Amor Hermoso, pero nene… Ay, ay Dios mío… Lo que llevas… ¿Qué te dije?». Negó con la cabeza, «no puedo hacer nada…, bueno, espera…». Sacó algo, a mí me pareció agua bendita. Marcó con el dedo varias veces la señal de la cruz y dijo como…, unas oraciones o un conjuro, o algo, no sé, como en latín. «Que se vaya, yo no puedo hacer más».

Unos días después Paco parecía estar normal, me decía que estaba bien. Después me dijo que unos días antes de lo de la ouija había tomado éxtasis en una fiesta.

Ya no le comenté nada a mi abuela, ni me preguntó ni le dije.

Fui perdiendo poco a poco el contacto con Paco, nos fuimos distanciando, y él se fue juntando con otra gente. Nosotros, por otra parte, fuimos dejando de ir al albergue. Después de aquella última sesión de ouija iríamos al albergue un par de veces más, y espaciadas en el tiempo. Y dejamos de ir por completo.

El tiempo fue pasando, nos fuimos haciendo novios, y la vida nos fue cambiando hábitos y circunstancias.

Me enteré de que Paco, en las fiestas de un pueblo vecino, aseguró ver demonios. Después, cuando hablé con él encontrándomelo de casualidad, oliéndose de que yo sabía algo, me dijo que aquella noche le pareció que todos le miraban y se reían de él, que veía caras demoníacas. Por otro lado, me lo contaron quienes iban con él, y, uno de ellos, cachondeándose, se hizo pasar por el Demonio y le dijo «tú y yo dominaremos el mundo», entonces Paco la dio una bofetada que le marcó la cara. Y salió corriendo sólo por una calle diciendo que se iba por el buen camino.

Se las vieron y se las desearon para montarlo en el coche y podérselo traer.

Parece ser que aquella noche le habían dado alguna sustancia alucinógena.

Paco ya no dio un paso derecho, se desvinculó de nosotros, y se dio por el mundo de las drogas, primero tomando éxtasis esporádicamente en aquellas rutas de discotecas, y después terminaría con adicción a la cocaína.

Aunque salió de la adicción, se le habían desarrollado varias enfermedades mentales, y se diría que eran achacables a las drogas.

Primero estuvo interno en un centro de desintoxicación, pero después terminaría interno en un psiquiátrico.

Hablando con mis amigos me dijeron que había quienes habían tomado más drogas que Paco y durante más tiempo y que después de aquella etapa lo dejaron por completo y llevaban una vida normal. Yo opiné que las drogas le hacen más daño a unas personas que a otras, dependiendo de cómo es cada persona y la naturaleza que tiene, con independencia de ser tremendamente nocivas para la salud y generadoras de enfermedades mentales.

El tiempo pasa, y muy deprisa. La vida avanza imparable. Mi abuela murió hace diez años, y me da la sensación de que me sigue visitando y hablando. Y sigo opinando que todo el mal de Paco empezó a raíz de aquella tabla ouija.

 

 

VERÓNICA VENTURA MÁRQUEZ

Escritora de origen español, más concretamente de Sevilla capital. Nació en 1977, siendo la menor de cuatro hermanos. Fue criada en una familia humilde. Con todo estudió química y bioquímica, aunque ganó varios premios en redacciones en el colegio y después de mayor, en temas de poesías.

Siempre le gustó escribir, con un estilo propio, particular. Desde hace tiempo tiene su propio canal de YouTube (Historias para recordar) donde cuenta historias cortas de misterio, amor y humor. También tiene un grupo de Facebook (Obras de Verónica Ventura) que le recomendaron para darle publicidad a sus novelas. Ahora, está intentando hacer un canal de ivoox donde también habla de obras, de momento de ella, espera que se unan más escritores y comentaristas.

Tiene cuatro novelas en el mercado, todas se venden en Amazon. Dos de amor (Manuela y Manuela 15 años después) en formato tapa blanda y ebook y dos de misterio (La herencia y Cuando el niño llora) formato en tapa blanda y ebook. En los temas de misterio, dice ella es el tema donde mejor se mueve.

veronicaventuramarquez@gmail.com

 

 

SIN ROSTRO

Verónica Ventura Márquez ©

 

La noche era fría y se había levantado algo de niebla.

Los chavales, sin ver el peligro, decidieron, atravesar la sierra, para ir a la discoteca de otro pueblo. No estaba muy lejos, pero la noche se había vuelto desapacible, y, aun así, los jóvenes, sin escuchar a los mayores, cogieron el coche y se fueron, por la carretera de la sierra, estrecha y llena de curvas.

Llegaron allí, a Aracena, pueblo grande de la sierra de Huelva, y en la puerta de la discoteca, ya había mucha gente. Allí los chavales hablaban, reían, se movían y daba la sensación, que ya había coqueteos.

Entraron, Jesús y sus amigos, a la disco, que como todas o la gran mayoría, tenía en los alrededores de la pista de baile, aquellos sofás alargados y bajos y aquellas sillas redondas y sin espaldar; aquellas mesas cuadradas y pequeñas. Tenía una barra de bar, no muy larga, con luces blancas y, un mueble, todo lleno de bebidas alcohólicas y de todos los colores que se pueda imaginar. Y también tenía, por supuesto, una gran pista redonda con luces de colores que iban y venía, sin poderse ver bien, pero haciendo a los jóvenes perder el sentido, cuando los focos se movían al mismo ritmo que la música. Allí, parecía que todo el mundo era bailarín y todos guapos, aunque, siempre se seleccionaba.

Llegó las tres de la madrugada, y Jesús, les dijo a sus amigos que se iba, que al día siguiente quería salir con el quark y se quería levantar temprano.

Los amigos pusieron mala cara, pero, pensaron, que se irían con otra gente que conocían allí, que era del mismo pueblo o del pueblo de al lado y, esa gente los llevaría para atrás.

Jesús salió del local, al silencio de la noche de Aracena, pitándole los oídos por haber estado expuesto a la música tan alta.

Cogió su coche como siempre, y se fue para la carretera estrecha, llenas de curvas, por la cual, habían llegado al pueblo de Aracena.

Había una niebla ligera y, la noche estaba muy oscura, pero a él, no le importaba, ponía las luces largas de su coche y ya está. Además, era un joven que le gustaba correr y tenía mucha seguridad al volante.

De pronto, le pareció ver que venía un coche al contrario y quitó las luces largas, pero en la recta, que terminaba con otra curva, no apareció ningún coche, sólo, vislumbró lo que parecían personas por la carretera.

Volvió a encender la luz larga y paró el coche en seco.

En medio de la carretera, había cuatro figuras altas, con túnicas de capuchas. No tocaban el suelo; sus túnicas se movían al viento y caminaban despacio hacia él.

Se fijó en las capuchas, a ver si les veía el rostro, pensando que era alguna broma de los amigos.

Metió primera, y anduvo despacio con su coche, con la luz larga… pero no tenían cara, no había rostro tras las capuchas.

El humo del motor salía por el tubo de escape… una brisa fría comenzó a mover las ramas finas y las hojas de los árboles. Las túnicas de esos cuatro hombres empezaron a volar con el aire, más de lo que ya lo hacían.

El crepitar de las ramas, motivado por el viento, estaba haciendo un ambiente tenso… de recelo, quizás de temor.

Jesús pegó su espalda al sillón del coche. Una gota de sudor le apareció en la frente. Se dio cuenta, muy a pesar suyo, que esas personas, o lo que fueran, estaban yendo hacia él. El aire sopló más fuerte y la capucha de uno de ellos se fue para atrás, dejando una cabeza, sin rostro… sólo oscuridad; una oscuridad profunda, sin sombras, ni ningún tipo de luz había en ella; ni brillo de ojos… sólo oscuridad, más oscura que la noche.

Jesús tragó saliva, y pisó el acelerador. El coche rugió.

Los hombres con las túnicas parecían que se acercaban con más rapidez hacia él.

Jesús tomó aire, y lo dejó escapar por la boca. Puso el coche en punto muerto… luego volvió a meter primera y aceleró.

A todo lo que da el coche murmuró.

Y fue acelerando progresivamente, hasta atravesar a esos hombres… No saltaron, no se fueron, no gritaron… simplemente, al pasarlos el coche, desaparecieron.

Cuando el coche los pasó, sólo había humo, niebla… por mucho que Jesús miró por uno y por otro retrovisor, no los volvió a ver.

Llegó a casa con la cara algo desencajada, pero nadie lo vio, y él, no se lo diría a nadie, aunque le serviría para tener más respeto a la carretera por las noches.

 

 

IVAN POZZONI

Ivan Pozzoni nació en Monza en 1976. Ha introducido en Italia la materia Derecho y Literatura. Ha publicado ensayos sobre filósofos italianos, y sobre la ética y la teoría jurídica del mundo antiguo, y ha colaborado en varias revistas italianas e internacionales. Entre 2007 y 2018 se publicaron varias colecciones de sus versos: Underground y Riserva Indiana (A&B Editrice), Versi Introversi, Mostri, Galata morente, Carmina non dant damen, Scarti di magazzino, Qui gli Austriaci sono più severi dei Borboni, Cherchez la troïka y La malattia invettiva (Limina Mentis), Lame da rasoi (Joker), Il Guastatore (Cleup), Patroclo non deve morire (deComporre Edizioni).

Fue fundador y director de la revista literaria Il Guastatore - Quaderni «neon»-avanguardisti; fundador y director de la revista literaria L'Arrivista; redactor jefe de la revista filosófica internacional Información Filosófica; es o ha sido director de las series Esprit (Limina Mentis), Nidaba (Gilgamesh Edizioni) y Fuzzy (deComporre).

Fundó una quincena de editoriales socialistas autogestionadas. Ha escrito/editado 150 volúmenes, redactado 1000 ensayos, fundado un movimiento de vanguardia (NeoN-avant-gardismo, aprobado por Zygmunt Bauman), con un millar de movimientistas, y redactado un Antimanifiesto NeoN-avant-gardista. Se le menciona en los principales manuales universitarios de historia de la literatura, historiografía filosófica y en los principales volúmenes de crítica literaria. Su volumen La malattia invettiva ganó el premio Raduga, mencionado en la crítica de Montano y Strega. Está incluido en el Atlas de poetas italianos contemporáneos de la Universidad de Bolonia y aparece en varias ocasiones en la importante revista literaria internacional Gradiva. Sus versos se han traducido al francés, inglés y español. En 2024, tras seis años de retirarse de los estudios académicos, regresó al mundo artístico italiano y fundó la Kolektivne NSEAE (Nuova antropología socio/etno/estética).

ivan.pozzoni@gmail.com

 

Ivan Pozzoni è nato a Monza nel 1976. Ha introdotto in Italia la materia della Law and Literature. Ha diffuso saggi su filosofi italiani e su etica e teoria del diritto del mondo antico; ha collaborato con con numerose riviste italiane e internazionali. Tra 2007 e 2018 sono uscite varie sue raccolte di versi: Underground e Riserva Indiana, con A&B Editrice, Versi Introversi, Mostri, Galata morente, Carmina non dant damen, Scarti di magazzino, Qui gli austriaci sono più severi dei Borboni, Cherchez la troika e La malattia invettiva (Limina Mentis), Lame da rasoi (Joker), Il Guastatore (Cleup), Patroclo non deve morire (deComporre Edizioni). È stato fondatore e direttore della rivista letteraria Il Guastatore – Quaderni «neon»-avanguardisti; è stato fondatore e direttore della rivista letteraria L’Arrivista; è stato direttore esecutivo della rivista filosofica internazionale Información Filosófica; è, o è stato, direttore delle collane Esprit (Limina Mentis), Nidaba (Gilgamesh Edizioni) e Fuzzy (deComporre).

Ha fondato una quindicina di case editrici socialiste autogestite. Ha scritto/curato 150 volumi, scritto 1000 saggi, fondato un movimento d'avanguardia (NeoN-avanguardismo, approvato da Zygmunt Bauman), con mille movimentisti, e steso un Anti-Manifesto NeoN-Avanguardista, È menzionato nei maggiori manuali universitari di storia della letteratura, storiografia filosofica e nei maggiori volumi di critica letteraria. Il suo volume La malattia invettiva vince Raduga, menzione della critica al Montano e allo Strega. Viene inserito nell’Atlante dei poeti italiani contemporanei dell’Università di Bologna ed è inserito molteplici volte nella maggiore rivista internazionale di letteratura, Gradiva. I suoi versi sono tradotti in francese, inglese e spagnolo. Nel 2024, dopo sei anni di ritiro totale allo studio accademico, rientra nel mondo artistico italiano e fonda il collettivo NSEAE (Nuova socio/etno/antropologia estetica).

 

 

LA ENFERMEDAD INVECTIVA

Ivan Pozzoni ©

 

Para descubrir las causas de mi experiencia disentérica en cada evento,

vertieron tinta, un gran error, en la cánula del gastroscopio,

los médicos patólogos, y me diagnosticaron la enfermedad invectiva,

asociada al reflujo literario, que me bajaba por el esófago y me oxidaba las encías.

 

Cuando, como perro cínico con collar, olfateo el olor de la mala moral o el hedor de la egolatría,

no tolero al otro-mundo, víctima de una xenofobia excesiva,

olvido toda forma de juego limpio, me hundo en la niebla del Berserker,

furioso y negro como un zulú obligado a soportar a un afrikaner,

digo romaní al sinti, sinti al gitano, gitano al rumano, rumano al romaní...

y no podría contenerme de gritar Aleikhem Shalom a Hitler.

 

Si no te digiero, oigo «uh, uh, uh», como Leónidas en las Termópilas,

identificando a los gusanos que me rodean, de ahí el aumento de mis eosinófilos,

emito ácido clorhídrico en exceso y dejo de desinhibir la bomba de protones

con la desesperación de un Mazinger rechazado por la mujer biónica,

escupiendo hectolitros de cianuro en mi cara con la habilidad de Naja nigricollis

y me aburre estar condenado a hacer cualquier cosa.

 

Comprender el ethos de mi vida necesitada de ataraxia,

el bárbaro se encuentra con el ciudadano en la coral de la antipoesía,

todos ustedes, nadie excluido, se verán obligados a aventurarse en grupo

en los laberínticos meandros de mi enfermedad invectiva.

 

 

LA MALATTIA INVETTIVA

Ivan Pozzoni ©

 

Per scoprire le cause del mio vivere ogni evento come in dissenteria,

hanno versato inchiostro, enorme svista, nella cannula della gastroscopia

i medici anatomopatologi, e mi hanno diagnosticato la malattia invettiva,

associata a reflussi letterari, dilagati dall’esofago, a ossidarmi la gengiva.

 

Quando, cane cinico al collare, fiuto odor di malcostume o lezzo d’egopatia

non riesco a tollerare l’altro-nel-mondo, vittima d’abuso di xenofobia

dimentico ogni forma di fair-play, calo nella nebbia del Berserker,

incazzato nero come uno Zulu costretto a sopportare un afrikaner,

dico rom al sinti, sinti allo zingaro, zingaro al rumeno, rumeno al rom

non riuscirei nemmeno a trattenermi dall’urlare a Hitler aleikhem Shalom.

 

Se non vi digerisco sento dentro «uh, uh, uh» come Leonida alle Termopili,

identificando i vermi, che mi stanno intorno, coll’acuirsi del valore dei miei eosinofili

emetto, in eccesso, acido cloridrico e smetto di disinibire la pompa protonica

con la disperazione di un Mazinga mandato in bianco dalla donna bionica,

sputando, con l’accortezza del Naja nigricollis, ettolitri di cianuro

in faccia a chi, dandomi noia, sia condannato a sbatter la testa al muro.

 

Per comprendere l’ethos del mio vivere in assenza d’atarassia

barbaro che incontra un cittadino nella chora dell’anti-«poesia»,

sarete tutti, nessuno escluso, costretti a inoltrarvi in comitiva

nei meandri labirintitici della mia malattia invettiva.

 

 

FIORELLO ME ABURRE

Ivan Pozzoni ©

 

Me duermo frente a la pantalla de papel

culpable de no tener nada nuevo que decir

las letras en mi sangre no fluyen hacia mi aorta

aislado como el padre Ralph de Drogheda en Birds of Bramble,

Me prometo que serán las últimas, estas letras, tipo Jacopo (A) Ortis,

F.r.i.d.a. me espera en el sofá envuelta en su pequeño gris.

 

Cuando no tengo nada que decir el cursor late a ritmo de blues

cuando escribes a mano, al menos muerdes el capuchón del bolígrafo

aparece, toque a toque, un texto de vana consistencia à la De Signoribus,

te distraes, te levantas, de un lado a otro, con la culpa de un rompehuelgas,

la conciencia de que escribir sobre nada sigue siendo escribir

el equivalente a vivir de la nada es siempre vivir.

 

Tal vez una oportunidad perdida para seguir haciendo un signo,

o tal vez un fragmento insignificante al estilo de Tomas Tranströmer,

no me conmueven los hechos crónicos, que no sirven para nada

la caja de arena del perro una vez caducada la suscripción anual a l'Atelier,

tal vez, quién sabe, sin darme cuenta, estoy escribiendo una obra maestra

como millones de escritores italianos con sus violines de Ingres.

 

Hoy me siento anfibio, mitad Rottweiler y mitad Chihuahua,

mitad anfibio, mitad vehículo blindado de asalto en la batalla de Okinawa,

experimentando la sensación profesional de los mercenarios de Mondadori

su locura no me sorprende

ni que se refugien, como pareja, renunciando a sus contratos farisaicos,

para hundirse, junto con el hecho cultural, en el barco de Teseo.

 

 

FIORELLO M'ANNOIA

Ivan Pozzoni ©

 

Mi addormento davanti allo schermo di carta

reo di non aver da raccontare niente di nuovo,

le lettere che ho nel sangue non fluiscono all’aorta

segregate come Padre Ralph a Drogheda in Uccelli di Rovo,

riprometto che siano le ultime, lettere, tipo Jacopo (A)Ortis,

F.r.i.d.a. mi anticipa sul divano avvolta nel suo petit-gris.

 

Quando non hai niente da dire il cursore batte ritmi blues

scrivendo a mano, almeno, mordicchi il tappo della biro,

appare, tasto tasto, un testo d’inutile consistenza De Signoribus

ti distrai, ti alzi, cammini, ritorni, coi sensi di colpa di un crumiro,

dalla consapevolezza che scrivere di niente è sempre scrivere

nasce l’equivalenza che vivere di niente è sempre vivere.

 

Questa è un’occasione sprecata di continuare a dare un segnale,

magari, invece, è un frammento, anodino, nello stile di Tomas Tranströmer,

non mi emozionano fatti di cronaca, sarà forse il modo in cui uso il giornale,

come lettiera del cane, mi è scaduto l’abbonamento annuale ad Atelier,

chissà, forse, senza accorgermene sto scrivendo un capolavoro

come i miliardi di scrittori italiani con prospettive da dopolavoro.

 

Oggi mi sento anfibio, mezzo Rottweiler e mezzo Chihuahua,

mezzo anfibio, blindo d’assalto, nella battaglia di Okinawa,

sperimentando la sensazione dei mestieranti della Mondadori

di sfornare word su ordinazione, non mi sorprendo che diano fuori

e si rifugino, a coppie, rinunziando a contratti da fariseo,

ad affondare, col far cultura, dentro La nave di Teseo.

 

 

¿TE HAS QUEDADO SIN LENGUA?

Ivan Pozzoni ©

 

En Unomattina nos han dado una noticia sensacional,

traídas por WhatsApp y por el mal funcionamiento de los telediarios,

con la débil esperanza de que el homo sapiens sapiens no se extinga,

que están perdiendo su lengua.

 

Todo empezó en el 900, con la caída de los muros del subjuntivo,

y continuó a lo largo del siglo con la hipertrofia del adjetivo,

bellissime, splendidissime, hyper-méga-convenable,

para nosotros, Sanremasques, obligados a afeitar los muros a contracorriente.

 

Consumidores disciplinados de la lengua cockney,

compradores de palabras de segunda mano en eBay,

patentadores de neologismos de penique, au Gr

buscando la aprobación de cualquier público.

 

El mundo Casca, la tierra Casca en pìcarescos frascos

Los Bruti ocupados en integrar pugi en la lengua del César

entierran los léxicos sin el beneficio del condicional

acusados de crimen incesti con una virgen ex-virgen.

 

 

HAI PERSO LA LINGUA?

Ivan Pozzoni ©

 

A Unomattina hanno dato una notizia sensazionale,

a forza di WhatsApp e dei disservizi del telegiornale,

nella flebile speranza che non si estingua

l’homo sapiens sapiens sta perdendo la lingua.

 

Tutto iniziò, nel ‘900, dalla caduta dei muri del congiuntivo,

e continuò, a cavaliere del secolo, con l’ipertrofia dell’aggettivo,

tutto bellissimo, splendidissimo, iper-mega-conveniente

a noi Sanremi costretti a romolar controcorrente.

 

Consumatori disciplinati a sproloquiare cockney

acquistando vocaboli usurati su eBay,

brevettano neologismi, da una lira, al Gr

alla ricerca del gradimento di un qualsiasi parterre.

 

Casca il mondo, Casca la terra, in scappatelle pìcare

Bruti intenti a intinger pugi nella lingua di Cesare

seppelliscono lessici senza usufruire di condizionale

accusati di crimen incesti con una ex-vergine Vestale.

 

 

GUSTAVO A. VACA NARVAJA

Nació en Córdoba, Argentina. Médico cirujano en Neuquén. Médico del inicio del Plan de Salud Neuquino 1970. Ministro de salud de la Provincia de Neuquén desde 1987 a 1991 y diputado provincial desde 1995 a 1999.

Ha escrito las siguientes novelas: Jonás, el pintor (2003 y 2007), Las puertas del poder (2004), El santo padre (2008), El poeta (2008), La pesadilla (2008), Abú y las mil una bombas (2009), El libro de los sueños (2010), Carroña / Gac (2013), Lewu “El arco iris” (2018).

Es autor de varias obras técnicas y científicas referentes a medicina. Fue asilado político en México desde marzo de 1976 a octubre de 1982.

gustavovaca.narvaja@gmail.com

 

 

EL AVE Y EL ANCIANO

Gustavo Vaca Narvaja ©

 

Luz…

 

Desde lo alto, casi a un salto de nubes, un ave seguía al anciano con curiosidad. Resolvió hablar con él. Aquel pájaro de colores múltiples volaba en anillos enajenados para superar todo peligro. Decidió bajar a orillas del estanque, inserto en medio de una plantación de naranjos a orillas del camino de tierra donde caminaba el longevo a paso cansino pero firme. Sorprende sí su silencio, como si estuviese contagiado de la experiencia del sabio, mientras que el ave, conserva curiosamente la perfección del ángel con el vuelo del águila.

Dicen que el tiempo, había hecho de este hombre un mensajero sin destino. ¡Sí! Deambula sin pausa. Todo envejece a su alrededor, solo las remembranzas, trepan como hiedras de la memoria superando todos sus rincones. Pero antes, desde esa altura en vuelo de danza… se le ocurrió su primera pregunta:

—¿Cuál es tu camino, anciano?… porque te veo desde lo alto transitando caminos y senderos en soledad, como si toda tu visión se resumiera solo en lo que te rodea y nada más interesara o despertara curiosidad ante lo inesperado. No te quedes en esa ausencia de esperanza, porque revela que tu mundo es frío y distante y que te atormenta esa confusión que oscurece tu modestia, edificada en terrazas de soledad. Debes sentir y tener el mérito suficiente para conquistar tu propia liberación y también proteger tus convicciones.

Es cierto, pensó el anciano, pero aquella aureola de eterna dignidad dibujada en su rostro, justificaba con plenitud, el mutismo elegido. El longevo se preguntó muchas veces en soledad: ¿cuál era el símbolo de la fortuna en este reino de profecías, y cuál el beneficio de una comedia? En realidad, la clave de su grandeza residía más en la fortaleza de su propia intuición a cualquier ilusión de lo efímero. Con esa actitud vacilante, comenzó a recorrer agitadas fronteras de la deserción, buscando aminorar todo efecto negativo que pudiera devorar su pasado de éxitos. Pero esa tarde, escuchó la pregunta del ave como un susurro cristalino e interesado en su desconocida vida. Acostumbrado al silencio, elevó su mirada a un cielo despejado donde el ave danzaba no muy lejos de su persona, con una extraña suavidad en su aleteo que a veces aparentaba estar suspendida en ese espacio intangible. Cubrió con su mano derecha los rayos de un sol intensamente luminoso y, asombrado, detectó que el ave, no solo le hablaba desde lo alto al comienzo, sino que también en pocos segundos lo miraba desde el borde del estanque, con intensa curiosidad, esperando tal vez una repuesta. Entonces decidió incursionar en el absurdo diálogo de un hombre con un ave.

 

—Mi camino es seguir hacia adelante porque la curiosidad no es lo que ha pasado sino lo que ha de llegar, y el futuro que no se construye, lo encuentra a uno con él; por eso no comprendo qué haces en el aire revoloteando a veces sin sentido en un ir y venir e interesarte en este anciano que en las rutas ha crecido. ¿Quién eres entonces para preguntar sobre mi vida, si ni siquiera tengo plumas que me asemejen a tu raza?

¿O acaso revoloteas con una pesada carga, tratando de dominar en el mundo todos los pensamientos surgidos en el fango de tus melancolías?

—Hay que animarse a dominar el vuelo, anciano, no es fácil. Tú envidias mi vuelo y yo… envidio tus pasos sin alas. Nunca estamos conformes, somos tal vez, parte de un mismo mundo creado en la contradicción, mostrando que el caminar y volar, hablar o cantar, reír o llorar, son lo mismo. Tus palabras, anciano… son para nosotros como el canto de las aves. Pero mira este extraordinario paisaje de montañas y lagos que dejas en tu andar sin prestarle atención. Curiosamente, es aquí donde nos hemos encontrado sin buscarnos; quizás, porque soy de un pasado no muy lejano, donde yo también me recuerdo como anciano de caminos. Y si bien tu palabra, que respeto y escucho, es como una semilla que germina sin cesar, nuestros cantos alumbran todos tus amaneceres, porque tenemos el humor del sonido y siempre de alegría. Yo encontré en esta mutación involuntaria un lugar de privilegio. Vivo en una libertad codiciada por muchos, pero desconocida por todos. No hay pájaros tristes.

El anciano, asombrado, se detuvo y miró al ave en la orilla del estanque, ahora sin desconfianza. Sabe por experiencia que todo llamado a la realidad desparrama dudas y a veces vergüenzas. Observó que la mirada del ave era serena y cálida, y a veces, batía sus pequeñas alas como enviando un saludo afectuoso al anciano que desdibujaba sus dudas, tal vez, en aquella húmeda aflicción de su pasado, logrando debilitar y morder esa estampa artificial, creada entre fantasías y ocurrencias para mantener intacto su honor. Fue entonces que todo cobró sentido en el abanico de vacilaciones, cuando la coartada elegida colmó su historia antes ensayada sin auditorio. Sin embargo, su curiosidad incipiente, mantuvo la solemne fascinación de la sorpresa, ante un ave que invadió su rutinaria intriga disimulada al comienzo como una burla de una comedia repetida. Cautivado en una lánguida vanidad punzante, agitó su visible y sofocante agonía, envolviendo la soberbia que tuvo alguna vez, para convivir obligadamente con la miseria, y fue tal vez, por esa novedosa ironía, la que no le impidió una elección de amable opción: “Encontrar el camino disponible para buscar la verdad”. El ave tenía razón.

 

—No me recuerdo ave —dijo el anciano en tono afectuoso—, pero tampoco niego que sí me gustaría volar, de ese modo mis piernas cansadas de tanto andar solo serían dos alas de plumas ligeras permitiendo transitar espacios ilimitados y alturas increíbles. Pero ser solo un ave, me dejaría alejado de todo cuanto he atesorado en mi vida en el arte, las letras y en la vida misma, pero también sé que toda esta emoción nueva, seguramente rejuvenece el alma que en forma involuntaria obliga a definir qué es lo fundamental en la vida. Es cierto que muchas veces miro sin ver y veo sin mirar, por no valorar lo poco o mucho que tengo y lo mucho que me rodea, pero así es la humanidad del ignorante.

—Bien, anciano, pero no menosprecies la vida de las aves. ¿Crees, quizá, que por no tener tus habilidades, tenemos una vida vacía? Mira, has visto acaso en nuestro reino sombras de algo que muchos ignoren. ¿O acaso desconoces que no tenemos odios, guerras, envidias o ambiciones? Nunca, anciano. Nunca serás testigo de tamañas aberraciones. Vivimos todo lo que tú no vives y somos felicidad con alas, esperando madrugadas para que un gran coro musical de pájaros anime al mundo. Piensa entonces en cual de esos mundos te gustaría existir. Solo debes hacer un repaso de tu vida.

El anciano recapacitó en silencio. Lo que cosechó de sus errores juveniles, ya en su madurez, fueron lecciones tomadas con admirable resignación, como símbolo a esa genialidad nacida de un ave. Entonces lo invadió una célebre satisfacción reposada en su rostro como una cosecha añosa de racimos de honores olvidados. Su candidez, aún viva, también le permitió volar con plenitud ante la pesada incógnita de las dudas, y buscó con soltura, un tiempo para tomar la iniciativa. La imagen del ave fue impactante; había encallado en su propia melancolía, como virtud a su ingenua inocencia, ante el adormecido lenguaje intencional del pájaro. Solo quedó el silencio abrazando sutilezas de sinceridad, cuya estima se proyectó, hiriendo con luz grata sus ojos y deseos de las antes inalcanzables utopías soñadas.

—No fue mi intención descalificarte —respondió el anciano—. Sin embargo, tus afirmaciones no dejan de tener sentido en muchas cosas que ignoramos por la rutina cotidiana. Las montañas y el mar que dominan el planeta los puedes ver desde esas alturas que tenemos prohibido visualizar. Solo en solitarios vuelos, en pájaros de acero cuando viajamos, logramos una visión distinta, pero todo se transforma luego en una espesa nube blanca que nos separa de la tierra y nos acerca a un enorme y eterno, eterno vacío celeste. Pero ¿quién puede amar la eternidad, si esta no existe?, ¿o existe acaso? ¡Mira! a veces, en honor a una incipiente demencia, toda verdad tiene el valor de una conquista.

—Ya ves, anciano; es el planeta el que existe y ustedes lo ignoran. Peor aún, destruyen y contaminan; no se dan cuenta de nuestros reclamos día a día. Nosotros vivimos en la simplicidad de la misma naturaleza que cuidamos y alentamos. Vamos del calor al frío, de la sequía a la lluvia, de la luz a la oscuridad, del sol a la luna, vivimos en nidos y ramas que luego son habitados por otros y volamos siempre al futuro. Siempre con alegría, algo que vemos van perdiendo ustedes en forma inconsciente. Ve y mírate en el espejo de ese lago el reflejo de tu rostro, y te darás cuenta, que esa imagen tiene vida propia y también un mensaje, cuya contraseña puede ser la versión de lo que hoy parece imposible.

El anciano tomó la decisión. Se acerco a orillas del lago manso y transparente y entonces observando su propia imagen ondulante con una vida propia, anunció el fin de una estación, cuya virtud más célebre y recordada será mantener altivez e integridad en sus emociones, como réplica a la descalificación que muchos habían hecho de su talento acumulado en silencio. Tal vez, este sea el signo más bello de su nuevo vuelo. En teoría, esa nueva imagen estampada en aquel paisaje de otoño era la buscada estación anhelada, donde la música instrumental encontró perfección y complemento de lo imaginado, ante una admirable curiosidad agitada en ese encuentro conmocionado con un ave, cuya célebre virtud fue iluminar escalones que le permitieron ascender con su lenguaje de libertad como nexo entre la fantasía del prudente soñador y la realidad de la vida. Para él, graduarse en la vida, lo llevó a una obsesiva prisa, imposible de iniciar, y su terquedad lo arrastró, con razón, de la batalla… al triunfo, y desde ese lugar, se presentó en futuro y pasado porque su temporalidad hoy duerme dejando al tiempo, compitiendo con la nada, y sabe eso sí, que permanecerá conspirando en secreto, entre lunas insomnes de espera y lluvias mansas, de imágenes pasadas. Pero tenía algo más para decirle al ave, no como revancha sino como comparación:

—Escucha, ave solitaria. Adivina quién despojó al desierto de gritos y falsedades, cuando una tormenta atravesó a todos vosotros cuando escapaban del viento y arena. ¿O ignoras que el paso de la historia, es un camino ciego que escapa… pero no desaparece?

Sorprendida el ave no contestó y alzó vuelo.

—Adiós, anciano de caminos y senderos solitarios. Lo pensaré. Nos encontraremos seguramente en el futuro; pero espero humildemente que este diálogo haya sido de prudentes reflexiones para que lo que buscas, puedas encontrarlo y valorarlo. Si lo haces, podrás volar… igual que nosotros. Y recuerda siempre que la palabra, muchas veces, aprende del abrazo de la mirada.

 

Con esas palabras de despedida, el ave tomó vuelo. Ese momento fue la clave de su cambio. Entonces, valoró la tentación que le permitió mantener un equilibrio al reconocer la innovadora dicha de lo visible cuando el elogio inesperado del ave se manifestó como símbolo de madurez. Curiosamente en ese momento, el anciano comenzó a caminar con soltura como si volara sin alas, con una libertad desconocida, corroborando todo lo que aquella ave inesperada había relatado. Los ríos lloraban en los valles. Los lagos acumulaban lágrimas de un mundo extraño y las montañas eran acariciadas en sus pies por espumas de mar y, en sus picos, exponían baños de intensa nieve blanca. La vida cobraba súbitamente otro cariz, donde la alegría predominaba a la tristeza, la libertad a la prisión de lo material, las angustias desaparecían y el dolor había sido abandonado como un acto de magia. Seguro entonces de que este era su vuelo, lo asumió como propio y fue en su búsqueda, convencido de haber encontrado el camino correcto.

 

 

JULIA OROZCO

Nació en Córdoba (Andalucía), España, el 18 de febrero de 1950. Segunda entre ocho hermanos, su vida transcurrió entre juegos y risas, entre llanto y amor. Terminó el bachiller superior y estudió secretariado y dos años de Bellas Artes, cuyos estudios abandonó al casarse a sus 22 años.

En la actualidad, además de dos hijos y cuatro nietos, tiene un libro publicado y, como dice, ha sembrado un árbol, parece que cumplió con lo que allá en España dicen que si haces todo esto, lograste hacer lo bueno de la vida.

Actualmente publica en varias redes sociales en las que ha recibido distinciones, escribe en revistas de Inglaterra, Francia e incluso la Patagonia argentina. Ha colaborando en varias radios y ahora para Realidades y Ficciones.

Mientras estuvo en Bellas Artes, sentía que cada obra que pintaba (abstracta) era una poesía que volaba en el lienzo del cuadro terminado.

yiasuerte@yahoo.es

 

 

LLORABA

Julia Orozco ©

 

La bailarina lloraba mirando al suelo,

le dolían los pies de no bailarlos,

se humedecían sus ojos solo al mirarlos,

eran bellos los dos y estaban cansados.

 

La bailarina, no recordaba, cómo pararon su baile,

sus saltos, sus risas, su calma, corazón contento y lleno de risas.

bailes de nubes, saltos al viento, oh sí, era feliz bailando el tiempo.

 

Se arrodilló, mirando al Cielo, miles de bailes hacíanle muchos luceros.

Dios de los Cielos, haz que me sane, que me bailen los pies como era antes

que llegue entre los vientos bailando, Padre,

y siga esta alma mía, bailando siempre danza de amores.

 

Mándame, Señor, aquel que baile, y mi

cuerpo se eleve sólo al mirarte,

y te prometo, que bailaré, danza de amor y cielo, ¡oh, Padre amado!, ayúdame.

 

Apareció un dulce Cisne, blanco como la paz, sereno y calmo,

y púsose a bailar, como si del Cielo, diéranle ese baile con los luceros.

y la Bailarina, secó su rostro, elevó los pies hacia los vientos,

y el bello Cisne, bailó con ella, y el mismo Dios sonrió al verla.

 

Báilame, bailarina (dijole Dios), pues nada es imposible, querida mía,

si dejas que mente y sentir, bailen entre esperanzas y amor.

 

 

¿PIDES?

Julia Orozco ©

 

Pidió ayuda a la lluvia, y esta le contestó, con una puerta de luz y un arco iris de amor que alegró su corazón.

Suplicó a los vientos también, porque llevasen temor, y en remolino de luces, ese viento acudió.

Chilló a la tierra buena, que cobijase tristezas, y envolviese en claro de luna, todos los pensamientos que daño hiciesen alma, y acabará con sus miedos.

Miró a los Cielos altos, vio las aves volar, escuchó los sonidos de calma, que el Dios de los Cielos susurra al llegar, y supo que fue escuchado, que no debía temer, que todo lo malo marchaba,

 

Clamó auxilio a los Cielos, pidiendo ayuda y luz y sin apenas saberlo viose envuelto en dulce canto de tierra, lluvia y viento, que enredándose en los tiempos hasta su alma llegó;

 

Llegó tu canción, no temas.

Escuchó el amor, sé feliz.

Porque allá donde miraste

bailan la danza de la paz…

en ti.

 

Y volvióse hacia Cielo, y besó su alma, y sintió que todo lo bueno, eternamente abrazaba.

 

 

¿TE DIJERON?

Julia Orozco ©

 

¿Te contaron que todo tiene su instante?

el nacer y llegar a la vida, nos viste de

mieles, de luz y de ser, nos ponen zapatos de nubes y nos hacen reír y padecer.

 

Porque así, como viento suave mece nube y juega con él, así cuando llegan bravías las olas del mar hace estremecer, y ya, no acunan gaviotas, ni cantan al sol

ni bailan bien, así llega el temor.



SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 105 – Marzo de 2025 – Año XVI

ISSN 2250-5385 – Edición trimestral
EX-2024-113696545-APN-DNDA#MJ del 17/10/2024, incorporado a RL-2018-52427183-APN-DNDA#MJ, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina


Propietario y director: Héctor Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
zab_he@hotmail.com
http://hector-zabala.blogspot.com/
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 40:
https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2019/12/realidades-y-ficciones-revista.html
 

Colaboradores

Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
alfana79@hotmail.com
http://noelia-barchuk-literatura.blogspot.com.ar/
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 88:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/12/suplemento-derealidades-y-ficciones-n.html



Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
monvillarreal@hotmail.com
@mon_villarreal
https://www.facebook.com/monvillarreal22
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2014/06/
 

 

El listado completo de colaboraciones al Suplemento de REALIDADES Y FICCIONES se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite ÍNDICE DE AUTORES. A la fecha, comprenden 409 colaboradores desde la fundación del suplemento. 


REVISTA: https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/
@RyFRevLiteraria

SUPLEMENTO: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/
@RyF_Supl_Letras


Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.


“Realidades y Ficciones”
Mónica Villarreal (2014)
acrílico y óleo sobre
papel-lienzo, 30 cm x 30 cm