SUPLEMENTO DE REALIDADES Y FICCIONES
Nº 105 – Marzo de 2025 – Año XVI
ISSN
2250-5385 – Edición trimestral
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“Free Palestine” Mónica Villarreal (2024) (Mixta sobre papel, 12" x 9") |
Sumario:
• Sara VANÉGAS COVEÑA (Ecuador)
• Luis CUADROS FALLA (Perú)
• Natalia DOÑATE (Argentina)
• Edwin Javier ÁLVAREZ DÍAZ (Venezuela - Andorra)
• Lissete E. LANUZA SÁENZ (Panamá)
• Juan Carlos VARELA BUJÁN (España)
• Juan GIL PALAO (España)
• Verónica VENTURA MÁRQUEZ (España)
• Iván POZZONI (Italia)
• Gustavo VACA NARVAJA (Argentina)
• Julia OROZCO (España)
GUSTAVO LÓPEZ LAGE
En el año 2000, llegó a
Santiago de Chile a dedicarse de lleno al yoga y a la meditación. En el 2015 se
mudó a la precordillera de Curicó (Maule). Como en una especie de retiro, en
soledad, realizó el viaje de reencuentro con el mundo de la escritura, de ahí
su primer poemario Palabras en juego
(2022).
En 2023, publica su
segundo libro Ecos de pensamientos
con la editorial argentina Vuelo de Quimera. Sus poemas aparecen en varias
antologías poéticas internacionales; colabora como redactor y editor en
AVPLA-Revista de Poesía ese mismo año y desde este número en Realidades y Ficciones.
En 2024, lanza en Chile
Intersecciones con la editorial
Ediciones del Gato, un poemario donde dialoga con el trabajo de Lars Von Traer,
descubriendo las intersecciones que se producen entre el cine y la lírica. En
un viaje a lo profundo y los claroscuros del amor y el desamor.
Actualmente está
dedicado a escribir su primer novelle
para publicarla en 2025.
Vive en la hermosa y
fascinante región de
Selección de poemas del
libro Intersecciones
Gustavo Lopez ©
I-2
«Quizás lo que me diferencia de la mayor
parte de la gente
es que siempre le he pedido más a la
puesta del sol».
Ninfomanía
Distintos planos
Distintos mundos
Loka plano
Bhuvana mundo
Distintos lokas
Distintos bhuvanas
Cada uno como gotas en
el océano
Cada océano como gotas
Fuera de mí
Dentro de mí
La contención
No va a ningún sitio
El universo / tú /
yo
Te identificas solo
cuando ves el universo en tu cuerpo.
I-4
«Por encima de un rango audible se
encuentra el ultrasonido».
el
bosque no tiene ningún sonido
el agua
corre
en silencio
la
oscuridad llega aquí pronto
camino
dentro
dentro
dentro
salas de
conciertos
ocultan
tenores
invisibles
invisibles e
imposibles
de escuchar
la paciencia de un
micrófono
capta la reproducción
gotas
gotas de
lluvia
sobre el bien
y el mal
empieza la tormenta.
I-12
La luz penetraba ahora en cada
imperfección».
Dogville
El
calor
había
transformado
la
tierra
de rebosantes arbustos
en piedra
estéril, rígida,
caliente
como tus manos
calientes
quemando y golpeando
la sombra
de mi mente
hecha piedra
lejana
de esos colores
cuando el sol
golpea el horizonte.
II-1
«Sonrío y sonrío y sonrío…-Nos estás
mintiendo
a todos».
Melancolía
más
te vale que estés feliz
¡Maldición!
más te vale que seas
feliz
la felicidad se
destruye
¡Maldición!
la vida en la tierra es
malvada
como la sal en la malva
la felicidad
existe
solo en la tierra
tierra de lo
inhóspito
como tu corazón
inhóspito
sutil tentación
sobre el mío
ahogándose en la
bravura
de
la desesperación
inhóspita
II-2
Te repito…
Hay procede de no hay
Si tienes alas ¿por qué no ibas a volar?
II-6
«Pude ver a un hombre
que cargaba con la misma cruz que yo. La soledad».
Ninfomanía
La soledad
golpea mi cara
como granizo
cayendo
un día caluroso
de verano
sin refugio
el calor
es humedad en tus manos
deseo presente…
Tal vez
somos
dos hombres que nadan
en un lago
desde orillas distintas
podríamos
mantener las cosas como
están
sin ningún futuro
¿Desde
cuándo las flores se encojen en un minuto? Es demasiado tarde
para
traerlas de vuelta.
II-7
«—Te oigo respirar.
—¿Me oyes tú a mí?!».
Rompiendo las
olas
No sé quién eres.
Te siento lejano.
No confío en ti.
No confío en nada
solo
confío en que algún
día
moriré.
El
mundo dice que te quiero tanto
tanto que
no soy yo
que nada
queda de mí.
Solo
amor
sin saber que es el
amor.
He
rezado mil años para que llegaras y
quieres
irte.
¡Quédate!
Te besaré hasta que la
luna
desaparezca en el sol.
SARA VANÉGAS COVEÑA
Su obra consta en
Reconocimientos y
publicaciones: Condecoración Matilde Hidalgo de Prócel al Mérito Cultural,
Asamblea Nacional del Ecuador, 2017. Varios premios y homenajes a su
trayectoria literaria en Ecuador. Consta en el Archivo de Poesía Mundial
Publicaciones: 42
libros (poemarios, antologías literarias críticas, una novelita para niños, un
diccionario de autores ecuatorianos) y decenas de ensayos. Poemas traducidos al
inglés, alemán, portugués, italiano, francés, rumano y kichwa.
SIGNOS
Sara Vanégas Coveña ©
el oleaje al retirarse
deja en la arena
trazos indescifrables
como huellas de pájaros
caminas sobre esos
signos
y ensayas
ausente
tu propio vuelo
PASEO
Sara Vanégas Coveña ©
una torre de hojas se
desploma contra tu sombra
y tu sombra cruje toda
verde
húmeda y libre mientras
te alejas
un pájaro extraviado
sueña anidar en ella
DE
CHIRICO
Sara Vanégas Coveña ©
el que pintaba
edificios
en ruinas y estatuas
congeladas
plazas de antiguo
linaje y
sombras
el tren en el horizonte
que se confunde
con las nubes o el humo
de una chimenea
que ya no existe/
de Chirico y su sueño
de poeta
solitario empedernido
ausente en su propio
cuerpo
único habitante en esa
su soledad a solas
***
Sara Vanégas Coveña ©
fantasmal
la borrada de la
historia y la memoria
Hatshepsut
ronda su antiguo
paraíso
con una flor de arena
perpetua entre las manos
tan cerca del Nilo
sagrado
de su templo y de su
tumba/
sepultada por siglos de
arena y tiempo
***
ALUCINADA
Sara Vanégas Coveña ©
A Alejandra
cómo acallar las voces
que me
habitan cómo ignorar la
insólita
presencia de pájaros
muertos en
mis manos cómo
desmantelar la
tienda de la locura y
volver a la
sencillez desnuda de mi
nombre…
***
sobre
este poema crecerá hierba
y crecerán cerezas
la sombra alargada del
ocaso/
tus ojos tristes lo
leerán mil veces
hasta que la maleza lo
cubra por completo
y solo permanezca su
sombra en tus ojeras
ya sombra también
LUIS CUADROS FALLA
https://issuu.com/aukieditor/docs/issu_libro_cartas_a_federico_luis_cuadros_falla
https://issuu.com/aukieditor/docs/el_abismo
ARTE
POÉTICA
Luis Cuadros Falla ©
a Luchito
Hernández
detrás
del mar Austral
en el que hoy
hay unas huellas
tan parecidas
a tu añil transparencia
hay musgo suave
estrellas labradas
el alba
como relámpago
de ti
he salvado
el tapiz del
mar
los cristales
de mi corazón
de agua
POEMA
DEL VIEJO POETA A
Luis Cuadros Falla ©
no hay tristeza donde
termina
la tristeza hay bordes
rojos
coloreando un corazón
difuminado
como astro transparente
viento
que se endulza como
viento de
la tarde que llueve
detenida en
el recuerdo de un
hombre dulce
y ciego de estrellas
ciego de flores
de arena y lleno de
nubes y césped
sobre montañas de
quietud húmeda
ahí donde brota la
tristeza en donde
no hay olas con alas y
palabras como
fuego de agua azul como
tapiz del
mar y estrellas de mar
y mar diurno
mar de flor y caracolas
de espuma
en donde el paso
cansado del hombre
es un helado rostro un
mirador de
bosques desnudos
desnudados y
una mano hurgando una
mano desatada
flotando en el oleaje
buscando un
punto tan solo un punto
de cristal
al cual asirse y sal de
la memoria
fulgurante y noche de
tu asediado
corazón retumbando como
tambor de
nubes infinitas se ha
descolgado
el viandante de su
cuerpo y de
su cuerpo un soplo frío
bordea la
mañana la luz vacía la
pena adormecida
la blanda invasión de
ramas con que
retorna a la tierra
para rodar como
aliento galopando
caballo torso hundido
de mi sangre un minuto
de astillas
callado como calla la
amarilla tristeza
abierta en dos como una
palma
sembrada de voces y de
almendras
ALMAS
Luis Cuadros Falla ©
almas opacas luminosas
dulces
amargas pietá crueles
de luz
y sombra desaparecen
tarde o
temprano viven inflaman
acarician
el frío acero
brillantes son y oscuras
almas que llegan como
espada al
océano seco de tus días
y se vuelven
manantial luminoso
almas enteras
partidas almas eternas
fugaces
silenciosas
bullangueras vibrando
licenciosas
benevolentes hembras
rugosas hermosos
hombres que parten
llegan almas de fuego
que alivian
y abruman y
amorosamente
desaparecen para
ascender por
la fabulosa escalera de
la sangre
que gota a gota horada
las almas
venas bisagras almas
montaña
egos empinados
amamantada lluvia
embriagado verbo
enamorada nube
silencio derrotado
suben las almas
calla la noche pero tus
pechos no
callan y mi lengua es
la tromba opaca
y luminosa que revela
el universo
NATALIA DOÑATE
En la actualidad busca
difundir sus cuentos en diarios y revistas.
IG: @lacasadelasarenas
linkedin/n/natalia-doñate-27988a270
PUNTOS
SUSPENSIVOS SUSPENSIVOS
Natalia Doñate ©
Puntos supensivos
suspensivos (..). La repetición suena a error. La ausencia, a descuido. Bien lo
sabe el corrector de Word, que apura una oferta salvadora:
—Un módico click y los
mando a dormir con los peces.
Elijo redoblar la
apuesta.
—Café café —canta mi
teclado cual tambor de guerra (gracias, Ariel, por eso).
El programa pisa el
palito y subraya la segunda palabra. Se lleva «Sustantivos adjetivados» a
marzo.
Ya era tiempo de soñar
un poco. Con el sol invocando espejismos en su ouija de chapa, el aire se vuelve rancio. Aprender a volar bajo
techo es cuestión de vida o muerte. Hoy, sin ir más lejos, probé hacerlo en la
ducha. Atrapé un problema que casqué hasta sacar esta idea: los puntos
suspensivos son para las gotas que caen por los azulejos, pero no aplican a las
que se atascan en la mampara. Estas merecen una puntación acorde.
Lo dije y se desató la
tormenta. Afuera cae el agua, recta y filosa, como largos signos de admiración.
La mayoría repudia mi pequeño acto de rebeldía, aunque unas pocas me felicitan
e incluso, me llaman.
—¡Traé tus ideas! ¡Nos
juntamos en el lago!
Les arrojo un punto
solitario que les ofende. No comprenden.
Los puntos suspensivos
suspensivos me están ayudando con la vida. Resuelven paradojas, como la de
aquella amistad que no se terminó y que tampoco continuará. Son la sal de la
gota evaporada, aunque versátiles, pues rebosan de libertad. Sin ir más lejos,
usted está leyendo mi texto, completamente desprevenido. De pronto, yo le
arrojo una pelota, mi signo nuevo (..). Tiene dos opciones: borrar un punto y
dar la conversación por terminada (punto final) o sumar su puntito de arena y
seguirme el juego…
Aquí lo espero.
DUPLICADOS
Natalia Doñate ©
Décadas de guardado de
ropa limpia avalan mi técnica: lo grande primero, para no agobiarse, luego las
bombachas y calzones —estirar y doblar— y, por último, el ritual de
apareamiento de las medias. A pesar de toda precaución, es usual que a veces
falte alguna, cosa que me descoloca. O lo hacía, hasta que ocurrió la anomalía.
Fue un
viernes, hará dos años atrás. Tenía ya formadas cinco pelotitas de algodón,
cuando me percaté de una rareza. Sobre el acolchado, una del derecho, otra del
revés, otra hecha un bollo, había tres medias rosadas con corazones blancos.
Las preferidas de mi hija. Me sentí mareada.
De
pequeña, calculo que entre los ocho y los diez años, tuve una pesadilla
recurrente. Despertaba en plena mañana y me desayunaba con que tenía dos
objetos en lugar de uno. Muchos sueños se tornan ridículos a la luz de la
coherencia, pero el concepto intrínsecamente maligno de que algo se duplique,
aún me inspira aprensión. Podía ser la silla del escritorio o el libro de fotos
de caballos. Pero el más frecuente era, por lejos, mi gato Félix; un peluche
rosado y cabezón que habíamos comprado en una feria en Mar del Plata. Los
Doppelgängers felinos me observaban con ojos de lana negra, cabeza contra
cabeza, desde lo alto de la estantería laqueada. Sabía que me culpaban por
desterrarlos de mi cama.
Volviendo
al presente yo juro, como que tengo dos ojos y dos orejas, que mi nena sólo
tiene un par de esas medias (si habré evitado berrinches lavándolas a mano,
secándolas con prisa en el radiador para que las sacara a pasear sábado y
domingo). ¿Qué podía hacer con la intrusa? De saber cuál era, la habría
incinerado. Pero había una agujereada y dos percudidas a la altura del talón.
Unirlas en una gran bola se me antojó perverso, así que tomé dos al azar y
escondí la tercera en mi propio cajón de medias, bajo vigilancia. Esa noche
soñé que tenía tres celulares rosados.
Al día
siguiente, frente al espejo mañanero, noté que el cepillo de dientes del
reflejo no estaba, aunque sí el de mi mano. Sufro de una condición neurológica
que causa puntos ciegos en la visión, pero estos suelen acompañar el movimiento
de los ojos, como moscas flotantes. En esta ocasión, la mancha parecía ensañada
con mi utensilio dental. Anticipando una migraña, hice un buche apresurado y
salí en busca de ibuprofeno. El asunto quedó zanjado hasta después del
almuerzo, cuando regresé al baño.
Encontré
el cepillo a un lado de la pileta, tal y como lo había dejado. Otro, idéntico a
este e igual de húmedo, esperaba pacientemente su turno en el vaso, junto al
anaranjado de mi marido. El pánico me coaguló la sangre y tiñó todo de negro.
Antes de caer al suelo, busqué consuelo en mi reflejo, pero no lo vi. Mi propia
imagen me había abandonado.
Me
despertaron unos pasos. Una mujer idéntica a mí me bordeaba con cautela,
esquivando el cabello derramado. Prorrogué el desmayo hasta sentirla salir por
la derecha, hacia el dormitorio. Con un golpe afelpado anunció su regreso. «El
cierre de un cajón a tope», recuerdo haber pensado. Volví a entornar los ojos.
Cómplice de su curiosidad, me dejé observar. Luego, como quien sube un escalón
muy alto, tomó impulso y se adentró en el espejo.
Volvió a
latir mi corazón, irrigando sudor y valentía. Me reconcilié con el rostro
pálido, los cabellos revueltos.
Vamos, que
nos hemos visto peor.
El cepillo
se erigía en el vaso como quien se sabe único en el mundo. No necesité rebuscar
en el cajón para confirmar que la media extra también había desaparecido.
Desde
entonces, no permito que nadie haga la colada, a excepción de mi persona. Es
demasiado arriesgado. Cada tanto, desaparece una media.
Ahora que
conozco la alternativa, prefiero vivir con eso.
Natalia Doñate ©
Subsiste entre mis
contactos un eminente cirujano, cuyo vínculo con mi persona carece de
justificación al presente. Esta contravención inocente limita su punibilidad a
los confines de este relato, a modo de excepción a la conclusión de que todos
usamos al prójimo. No tengo nada que ofrecerle, más que el placer de pagar
alguna deuda que aún no contrajo. Su ambición literaria conjuga la falta de fe
ciega tanto en autores noveles como en Nobeles. ¿Mis razones para enviarle el
borrador? Optimismo y estupidez en sus justas proporciones.
Para abril
recibí el manuscrito de regreso, pulcramente diseccionado. La tinta roja,
aunque seca, daba fe de su agonía. Aún respiraba. Para no entrar en pánico, me
enfrasqué en descifrar una palabra que se repetía a lo largo de los márgenes en
forma de firma. Los renglones tachados fueron la pista que me llevó a buen
puerto:
“Rimumim”,
“Remumir”,
«RESUMIR».
Puse manos
a la obra.
Amputados
el 90% de los personajes y anécdotas varias, la pueril novela reencarnó en un
cuento corto y decente: una escritora perdía la fuerza creativa por buscar
adeptos en las redes sociales. Como un David que emerge de un bloque de mármol,
la historia se había librado de lo superfluo. ¿Acaso era yo el mismísimo
Michelangelo, lijando mis abscesos de ingenio? Procuré descansar el borrador
por unos días, pero, al retomarlo, seguía perdida. ¿Cómo reconocer la instancia
final? ¿Cómo sabe el escultor que dentro del gigante no hay un niño, o incluso
dos —uno encima del otro—, o un caballo rampante?
Un mate
mullido me ayudó a apaciguar el impulso de publicar e hizo de grata compañía
durante otra ardua fase de síntesis. Al final ya no hubo relato, sólo frase:
“Tendemos
redes, ignorando que somos la mosca”.
El
esfuerzo merecía una portada acorde, un índice (si bien austero) y un anillado.
Imprimí dos copias y envié la correspondiente al doc por correo expréss, ya que
detesta las pantallas. Debió de empatizar con mis ansias. Accedió a vernos ese
mismo día.
Agradecida
por el gesto, lo cité en un bar de Belgrano. Llegué temprano para elegir la
mesa de la ventana. Necesitábamos buena luz. Acomodé las lapiceras de colores,
un bloc de hojas y mi propia copia de la obra. Me apenó no saber cómo prefería
el café. Lo sé ahora.
Al grano.
—Así que
tendemos redes —preguntaba tras los saludos de rigor—. ¿Quién vendría a ser la
araña?
Revolví la
taza, fingiendo pensar.
—Supongo
que son los demás. Que hay muchas arañas.
—¿Y
quiénes son los demás?
Su interés
me hizo ganar firmeza.
—En este
caso, los que están al otro lado de la red. Los que me siguen para que los
siga, los que comparten cosas que no leyeron, los que elogian la foto y no las
letras. Aquellos que succionan la atención, el tiempo, la vida ajena.
De reojo
vi cómo apoyaba el celular en el regazo, los codos en la mesa, la frente en las
palmas. El dominó de carne me obligó a confesar.
—OK, ya
veo. Yo también soy araña.
—Entonces
sos mosca y araña —asintió.
—A veces,
sí.
Un vistazo
fugaz al reloj y supe que el tiempo se acababa. Hice una seña al mozo.
—Deberías
ser psicólogo —protesté mientras buscaba la billetera—. Si te sirve de algo, yo
no quiero ser araña. Ni mosca.
Me
extendió su copia abierta del manuscrito y noté con alivio que estaba blanca y
pulcra. Entonces señaló su aporte con un golpecito del índice: un diminuto
signo de interrogación que lo estropeaba todo.
—Tranquila,
ya sabrás qué hacer.
Fastidiada
ante tanta amabilidad, arranqué una hoja en blanco, la doblé al medio y se la
entregué con una reverencia.
—He aquí
la versión final —bromeé.
Comprendí
que el chiste había salido mal cuando, tras ajustarse los lentes, asintió con
aprobación.
—Es un
buen comienzo.
Sobra
decir que invité el café.
EDWIN JAVIER ÁLVAREZ DÍAZ
Asimismo, en 2023 logró
mención honorífica en el Premio Oscar Wilde 2023, certamen literario de
prestigio, realizado por el Grupo Bernavil Internacional a través de su firma
editorial en Venezuela.
Con esta edición, ha
sido incorporado a Realidades y Ficciones
como colaborador permanente.
IG @soyeidenn
HOMBRE
ANÓNIMO
Edwin Javier Álvarez
Díaz ©
No me preocupa escribir
desde el anonimato, ciertamente que nadie te conozca es, de alguna manera, ser
un escritor anónimo, y me parece hasta algo gratificante porque nadie espera
una frase trascendental que provenga de tu pluma o en este caso del teclado. Me
basta con escribir desde la soledad, con una taza de café o una copa de vino
tinto, alterar un poco el orden de mi mente y que salga lo que tenga que salir,
siendo un desconocido tengo la ventaja de que fluyan las ideas como si
estuviera escribiendo al desierto. Por eso, no logro comprender a los
escritores que se empecinan en escribir frases sumamente rebuscadas como para
quedar en la historia de la literatura, para ser centro de atracción de una
sociedad que olvida con bastante facilidad. No hay que apresurarse, algunos
escritores como Bukowski o Nietzche fueron estudiados a una edad bastante
tardía o en su muerte, esto en comparación con el enorme talento que sostenían.
Así que, evito a toda costa la enorme frustración que supone que no me conozcan,
al fin y al cabo, que seas un escritor no reconocido no te hace mal escritor,
sino un escritor no reconocido.
PARA
NO OLVIDAR
Edwin Javier Álvarez
Díaz ©
Escribir es una de las
cosas que más vida "extra" me han dado, no solo porque me induce a
leer y releer libros para acercar más palabras a mi vocabulario, también para
expandir el mundo en cada palabra, conocerlo, entenderlo, aceptarlo en sus distintas
formas. Esta manera, muchas veces sutil y otras no tanta, de traducir la vida
en textos me ha dado la oportunidad de crecer como ser humano, de profundizar
en la sensibilidad, así como experimentar nuevos aprendizajes a los cuales
estamos expuestos día a día. No somos ajenos al saber; solo que hemos elegido
ignorar, porque la búsqueda de
SINERGIA
DE DOS ALMAS
Edwin Javier Álvarez
Díaz ©
Tu blancura es de
estepas,
de cumbres polares,
el sol de tus ojos
es una estrella que no
se apaga.
Vives aquí en mi mente.
Recordándote.
Amándote.
Imaginándote.
Tú allá, donde no te
toco
y no aquí, donde te
requiero.
Mientras invierto mis
horas
en tratar de dilatar el
tiempo.
Busco incesante tu
boca,
el verde de tu
arcoíris,
el dorado de tu
cabello.
Para tenerte hay que
viajar
al extremo sur del
mundo,
trasladarme de
hemisferio;
pero soporto la
distancia
que nos separa y
pienso en la sinergia
de nuestros cuerpos.
¿Cómo será besar tus
insomnios?
¿Cómo domar el tsunami
de tu boca?
Eres el Faro que marca
el horizonte,
al que sucumben mis
fuerzas,
del que no quiero
separarme nunca.
ITINERARIO
DE UN POETA
Edwin Javier Álvarez
Díaz ©
Levantarse por la
mañana
cerca de las 9:00 a.m,
es lo apropiado,
hacer un café,
comer algo sencillo,
hacer ejercicio,
buscar un libro,
leer el libro,
fumar un poco,
tener sexo luego
(si hay con quien).
Luego comer el
almuerzo,
leer un poco más,
preparar el ordenador,
sentarse frente a él,
empezar a jugar
el efecto dominó con
las palabras,
que caigan una tras
otra,
dejar el libro,
terminar el primer
poema,
fumar otro cigarrillo,
volver a la cama.
Continuar con el libro,
tener sexo de nuevo,
retomar el poema,
ir al baño,
retomar el poema,
tomar un descanso,
retomar el poema,
finalizar el segundo
poema,
cenar ligero,
releer los poemas,
acomodarlos,
agregarlos al catálogo
de posibles para
publicar.
Ir a la cama,
leer un poco más el
mismo
puto libro de todo el
día,
sentirse realizado por
haber escrito,
ser feliz,
y dormir.
Al siguiente día:
el mismo itinerario,
hasta que se haga lunes
para dejar de ser
artista
cinco días a la semana.
LISSETE E. LANUZA SÁENZ
Más sobre su
trayectoria y obra literaria en: https://cultura.utp.ac.pa/escritores/
Lissete E. Lanuza Sáenz
©
Hay una mesa en el
centro de la habitación. No es una mesa cualquiera, no. Es una mesa grande, de
esas que evoca a tiempos pasados, a gente importante y familias distanciadas,
porque comer en una esquina significa que nunca podrás conversar con la persona
en el otro lado. Así de grande es.
Nunca quise quedármela,
pero fue un regalo de mi mamá (regalo, imposición, la palabra que más les
guste). Era una reliquia familiar y tenía que permanecer en la familia.
Tampoco voy a decirles
que es que comíamos en ella todos los días cuando estábamos chicos, pero lo que
sí es verdad es que cuando nosotros nos fuimos de casa y los viejos se quedaron
solitos ya nadie usaba la condenada cosa. Pero ahí se quedó, porque, en el
fondo, les traía buenos recuerdos. Luego mamá se enfermó y no podía caminar
bien y la casa ya no era el mejor lugar para ellos. Ya no podían vivir solos.
En ese momento pensamos en venderla. Nadie la quería, después de todo. Ninguno
de nosotros tenía espacio suficiente para ella.
Pero mamá pegó el grito
al cielo, que si su mesa, que si había estado en su familia por generaciones,
que primero muerta que sin su mesa, y bueno, al final, qué remedio, me las
llevé para mi casa. A la mesa y a mamá.
Quedaba horrible, eh.
Por ahí comienzo. Ocupaba casi todo el comedor, y los niños tenían que
agacharse y pasarle por debajo para llegar al otro lado. Además, todo el mundo
odiaba comer ahí, porque teníamos que arreconchinarnos todos del mismo lado. Si
nos sentábamos de la manera normal era casi como si cada uno estuviera comiendo
en su cuarto.
Obvio, no pude
deshacerme de ella. Estuvo con nosotros, en las buenas y en las malas.
Comenzamos a usarla como depósito después de un rato, y nos resignamos a comer
en la cocina. Pepe hizo miles de tareas sentado en ella, y lo mejor era que ni
siquiera tenía que guardar sus cosas, podía dejar todo tirado y seguía habiendo
espacio. A mí ni me importaba, solo era cuestión de cerrar las puertas del
comedor y ya está. Igual se veía horrible llena de chécheres que vacía.
Tú siempre quisiste que
la usáramos en una fiesta, que invitáramos muchísimas personas y la llenáramos
de comida. (Siempre pensé que esto hubiera salido carísimo, es que era bien
grande la condenada). Nunca lo hicimos en tu vida, pero creo que, de verla hoy,
estarías contenta. Papá no parece complacido, pero tú sabes ya como son los
hombres. No aprecian nada. Hay muchísima gente aquí hoy. Podría decirse que es
casi una fiesta.
Lástima que no hayas
podido disfrutarlo, mamá. No te preocupes, dentro de un ratito, cuando se
termine esto, iré directamente donde estás a contarte cómo fue que pusieron mi
ataúd sobre la bendita mesa el día de mi funeral. Y pensar que me rehusé a
hacerlo en el tuyo.
(De su libro Cuando sea grande)
JUAN CARLOS VARELA BUJÁN
Su pasión por la
escritura es tardía. En el 2014 crea el blog Deportebiencomun (inactivo) en el
que escribe sobre otra de sus pasiones: el deporte. A partir de su contenido
nace su primera novela, Por un Sueño
(2020, Amazon), en la que plasma sus experiencias personales relacionadas con
las competiciones de montaña.
En el 2023 se une a un
grupo de personas con las que comparte su pasión por la escritura creando el
blog Estantesdepapel (estantesdepapel.com) en el que invierte ilusión y
contenido.
Su segunda obra
publicada es un cuento: Los Otxoa
(2023, Amazon), dedicado y basado en sus sobrinos.
Cuatro
Damas
(2024, Círculo Rojo) es su segunda novela. Esta vez es un thriller con un marcado tono realista con altas dosis de contenido
subjetivo y psicológico.
Escribe por
satisfacción personal y su alta dosis de creatividad le permite tocar distintos
géneros: desde cuentos para niños, pasando por los relatos cortos y la novela
realista, hasta la novela negra, que es donde se siente más cómodo. Actualmente
se encuentra en proceso de escritura de su tercera novela.
Web de autor: www.juancarlosvarelabujan.com
varelabujanjuancarlos@gmail.com
POR
UN SUEÑO
Juan Carlos Varela
Buján ©
Detuve mis manos. Las
elevé unos centímetros por encima del teclado. Algo se escapaba de este
entramado. Dejé la mente en blanco esperando la pregunta que me aclarase lo que
estaba pasando. Una siempre es, siempre una.
«¿Qué estoy haciendo?»
Escribir. Era la
incógnita que impedía que continuase. Aparté las manos del teclado. Las crucé
en el pecho… reflexioné. Cómo una pregunta puede ser la causa de tantos
desafíos, pensé.
«¿Por qué escribir?»
Leí de los más
ilustrados que el nacimiento del lector comienza con la muerte del autor. No
estaba de acuerdo. En cierta manera otorgamos a nuestro público las obras que
parimos, para que sean otros las que las amamanten y las hagan crecer. Sin
embargo, esos relatos siguen siendo nuestros, pues mantienen nuestra esencia,
nuestra semilla, nuestros sueños. Siguen conectados a nosotros, pues no todo lo
que se sueña, se piensa o se decide… se escribe y se manifiesta.
Y escribo por eso. Por
un sueño. Por hacerlo vivo.
Porque quiero hacer
realidad el mío. Pues escribiendo, aportando realidad a mis personajes,
convierto esa historia en algo tan auténtico que transmite sensaciones. Porque
lo que relato es en verdad real, vive en mi imaginación, lo siento. Y me
implico de verdad en la historia, en ese suceso. Me traslado a esa realidad. Y
lloro, rio, me alegro, o me entristezco, según la trama de la historia, según
como la siento.
Porque es una historia
viva. Porque así sueño despierto.
Porque quiero ilustrar
y tengo algo que decir. Porque la única forma de que los sueños se conviertan
en realidad, es compartiéndolos.
Porque lo que no se
cuenta, no se sabe.
Porque las palabras,
las frases, los textos que no se comparten… se mueren y se pierden,
desvaneciéndose con ellos cierta sabiduría, tal vez conocimiento sobre las
personas. Sobre qué piensan, sobre cómo actúan, sobre qué sueñan. Cómo viven o
mueren. A quién aman, y a quién odian.
Porque no solo quiero
escribir para mí, sino para los demás. Para conseguir que todos ellos, por unos
instantes, se encuentren algo mejor mientras leen un simple texto que les evada
de un mundo sinrazón.
Porque la vida, está
compuesta de sueños que se pueden convertir en realidad si crees en ellos. Y
para los menos atrevidos, los menos intrépidos y cohibidos, esas palabras
pueden ser aliento para retomar los sueños perdidos, las ilusiones, los deseos.
Escribo por necesidad.
Para hacer reales los míos y sentirme vivo. Porque sin sueños, no hay verdadero
motivo para seguir viviendo.
POR
UNA FRAGANCIA
Juan Carlos Varela
Buján ©
Prometí a la abuela que
estaría más tiempo en casa. Pero ese despropósito no lo podía cumplir. Se
preocupaba por mí, quería cuidarme, pero para ello tendría que estar más tiempo
con ella, cosa que no deseaba.
Pasaba todo el día de
reunión en reunión o en el gimnasio o corriendo o que sé yo con tal de no
aparecer por casa, así que el apartamento era un desastre. Tal era el desorden,
que la abuela, sin decirme nada contrató los servicios de una empresa de limpieza
para que enviara personal doméstico al domicilio.
Un día llegué a comer
al mediodía. Me sorprendí al entrar. No porque el salón estuviese en orden o
todo bien recogido, sino por el aroma. El perfume reinante me sorprendió
removiendo recuerdos. Agudicé nuevamente mis sentidos, absorbiendo de nuevo la
fragancia. Me trasladé al pasado, a momentos mágicos, momentos cálidos,
sexuales.
Inhalé de nuevo. La
conocía, era de Jean Paul Gaultier. Notas de fondo: sándalo, haba tonka, ámbar,
vainilla y cedro, las que perduran en el tiempo.
Busqué por toda la casa
a la persona poseedora de esa fragancia que envolvía todo: no la hallé.
Necesitaba saber quién
era, por lo que decidí no ir a trabajar esperando a la persona portadora de ese
elixir. Pasé la tarde en casa, también el día siguiente.
El sonar de la llave en
la cerradura calmo mi espera. Me levanté enfrentándome a la puerta para ver
bien quién la abría.
Entró tranquilamente,
me observó y me sorprendí.
Juan Carlos Varela
Buján ©
Muchas historias han
comenzado por… érase una vez o había una
vez… La que os voy a narrar hoy, por Hay.
Y digo… Hay, porque existe.
No os voy
a hablar de un objeto, ni de un animal, ni de un sentimiento. Quizá de una
idea. Pero es mucho más que eso, es un lugar que crea. Por eso es tan
importante para mí encontrarlo. Porque necesito saber su naturaleza, de dónde
mana su esencia.
Una vez
leí que la suerte no es más que la habilidad de aprovechar las ocasiones
favorables. Puede que yo haya tenido suerte, pero la suerte se busca.
Y buscando
lo que se busca… se encuentra.
Y hoy la
encontré. Pero no termina aquí mi búsqueda, sino que comienza.
Y eso es
lo que hoy os quiero relatar, el comienzo de mi búsqueda.
Pero ¡Ay…!
Que no os quiero liar más, que soy muy lianta y no me he presentado aún: mi
nombre es Jone y soy arqueóloga. Más adelante os contaré más detalles sobre mí
y cómo llegué hasta este maravilloso lugar. De momento os diré que me encuentro
delante de
Como os
podéis imaginar… voy a entrar. Por eso quiero contaros esta historia y
compartir con vosotros en directo lo que me voy encontrando. Que por cierto… es
lo que se lleva ahora… lo de compartir en directo todo lo que hacemos. Pero
vosotros no lo hagáis ¿eh…? No compartáis vuestros secretos.
A lo que
estamos… Voy a entrar en la fábrica, pero no sé muy bien cómo. Hay una puerta,
un timbre… y una cámara de vigilancia que me está enfocando.
La fábrica
debería de estar abandonada, pero sospecho que hay alguien dentro que me está
vigilando. Voy a acercarme a la puerta y llamar al timbre, que mis madres me
enseñaron a no entrar en sitio ajeno sin avisar.
¿Qué es
está luz tan cálida que se proyecta sobre mí? ¡Qué me está pasando!
¡No me lo
puedo creer! Me han tele-transportado al interior de una habitación donde solo
hay cuatro ascensores. Ahora sí que tengo claro que hay alguien dentro de la
fábrica y creo además que me deja visitarla. Voy a llamar a un ascensor y
veremos a ver que pasa.
Monto en
el primero que abre sus puertas y ahora estoy bajando sin saber los pisos que
desciendo porque no hay un indicador numérico que me lo indique los pisos.
El
elevador se detiene, me bajo. Camino por el único lugar por el que puedo
hacerlo: un sucio pasillo oscuro y feo.
Pienso que
ha sido fácil entrar, ya veremos si es tan fácil el regreso.
Llego a un
pabellón, al fondo veo una puerta entreabierta. Me dirijo hacia ella con la
sensación de que alguien me observa, pero no veo a nadie. Transito entre
charcos de agua observando las paredes, este edificio lleva muchos años
abandonado.
Al cruzar
la puerta, descubro un nuevo pabellón aún más grande con multitud de accesos.
El lugar en el que me encuentro bien podía ser la avenida de una ciudad. O
igual es lo que es: puede que haya descubierto
Sigamos.
Continúo hasta una especie de casa…
… y entro.
Desciendo
unas escaleras hasta lo que puede ser su bodega y me detengo antes de entrar en
una habitación. Tengo el presentimiento de que tras estas paredes se encuentra
lo que he venido a buscar. Tomo aire, suspiro y cruzo el umbral de la puerta.
Me detengo
sobrecogida, no doy crédito a lo que veo. Al fondo de la habitación, como si
hubiese un enorme ventanal sin ventana, contemplo un espacio exterior
imposible. Veo una amplia extensión, parece una llanada, y doce bolas de
cristal levitando en el aire que alojan una especie de… parecen otros mundos.
Pero no comprendo como puede estar esto bajo tierra. Es como si estuviese en
otra dimensión o plano sideral. No me atrevo ahora a cruzar la ventana y ver
con más detalle lo que hay ahí fuera.
Decido
abandonar y volver otro día, quizá con compañía. Las ideas se analizan mejor
con varios cerebros pensando juntos.
Busco una
salida. Una flecha me indica el camino a seguir.
Subo unas
escaleras, llego a un pasillo. Al fondo se aprecia luz. Continúo.
Abro una
puerta de madera antigua y… salgo al exterior. No al lugar desde el que había
entrado. Ojeo el GPS de mi teléfono, me encuentro a dos manzanas de donde
inicié mi viaje. ¡Es alucinante!
Regreso a
mi apartamento, debo comunicar mi hallazgo a mi equipo. Volveré muy pronto a
este lugar junto a ellos.
Estoy muy
contenta con haber encontrado este misterioso lugar que tanto tiempo llevaba
buscando. Del trabajo con esfuerzo, siempre se obtiene recompensa.
JUAN GIL PALAO
Ha escrito más de un
centenar de cuentos y relatos breves de diferentes géneros, sintiéndose desde
siempre impulsado a escribir.
Hasta finales de 2013,
todos sus trabajos permanecieron inéditos, fue entonces cuando publicó Hay cosas que tiran más, una novela
corta que trata el tema de la violencia de género desde diferentes perfiles y
diferentes puntos de vista.
En 2015 publica Cuentos, leyendas, vivencias e historias de
miedo, una colección de relatos en los que el miedo psicológico es el
protagonista y donde da cabida a vivencias personales y a leyendas, siendo este
el antecedente del libro Misterios,
cuentos y leyendas.
En 2016, publica dos
libros simultáneamente, primero el de relatos Mucho más que un sueño y, poco después, Aracil, una novela sobre el acoso escolar y que además supone para
los lectores un viaje en el tiempo a los años ochenta.
Tras participar en
algunas antologías, llega la publicación de Por
un paquete de celtas, obra que resultó ganadora del X Premio Internacional
Vivendia-Villiers de Relato. Un libro de relatos de temática variada con la
violencia como elemento común.
Ha participado en las
antologías Cuentos del coronavirus y Cuentos del Mar Menor, de Ediciones
Irreverentes. Y en las antologías: Historias
del románico; Fantasía y terror
rural; Castilla y León, territorio
mítico; y “El verano de tu vida”,
de M.A.R Editor.
Es de destacar que en
el libro Castilla y León, territorio
mítico comparte antología con el Premio Cervantes, Luis Mateo Díez, y el
premio nacional de literatura José María Merino, junto con otros conocidos
autores. Así como en la antología El
verano de tu vida.
Misterios,
cuentos y leyendas es su primer libro en solitario en M.A.R
Editor, publicado en 2023.
Todavía tiene mucho
material inédito: tres novelas (entre ellas las dos primeras que escribió); un
libro, parte ensayo y parte autobiográfico, sobre la violencia de género; y
muchos relatos y textos breves.
https://www.mareditor.com/narrativa/Misterios_cuentos_y_leyendas.html
(de Misterios, cuentos y leyendas, 2015)
Juan Gil Palao ©
No sé quién trajo
aquella tabla ouija, o si ya estaba
en el albergue, pero la sacaron y, a la luz de la lumbre y las velas comenzaron
la sesión.
La mayoría
estaba de cachondeo, hacían preguntas como «espíritu, ¿tienes alas?»,
«espíritu, ¿tienes cuernos?», «espíritu, ¿eres imbécil?». Había quien parecía
impulsar el vaso con el dedo hacia el “sí” o hacía el “no”. Otros se aguantaban
la risa, y hacían chanza después. A mí no me gustan este tipo de bromas. Ni me
gustaba nada esa tabla tan siniestra.
Me callaba
con frecuencia, por prudencia, aunque algunos sabían de
Eran
muchas las personas que acudían hartas de los médicos y buscando su remedio,
otras iban para sacar el “mal de ojo”. Sanaba heridas, quitaba herpes, aliviaba
dolores musculares con un masaje, y decía que veía los males internos y sabía
su cura. No aceptaba nada a cambio. Y nunca aceptaba dinero de nadie, algunos
le dejaban una propina sobre la mesa porque en mano no cogía nada. Nunca
empleaba sus dones para el mal de nadie, y le llamaban “curandera”, porque era
a lo que se dedicaba instintivamente y por evidente necesidad. Era algo que le
venía de nacimiento.
Tuvo una
infancia atormentada, llena de pesadillas y visiones. Sus padres no sabían qué
hacer ni adónde llevarla, hasta que dieron con alguien, como ella, que les dijo
claramente lo que le pasaba a aquella criatura. Curando, y discretamente y a
escondidas en terribles tiempos, pudo hacer una vida medianamente normal para
la época.
Decían que
tenía comunicación con el mundo de los…, bueno, de las almas en pena, de los
difuntos, o más bien de los espíritus o las ánimas.
Me hablaba
con contundencia de la vida al otro lado, bastante consciente tanto de mi
escepticismo como de mi curiosidad, duda y perplejidad.
Recuerdo
cuando me habló de los seres luz y de las almas que vagan por las tinieblas.
Mi hermana
le pedía que no le hablara de estas cosas porque le daban miedo.
Al margen
de creer o no, yo sé que tenía algo. No lo sé. Pero sus premoniciones y sus
visiones me dejaban más que perplejo. Y le oía decir cosas que me dejaban
atónito.
Su casa
parecía un santuario de estampas, cruces, imágenes y escapularios.
Cuando le
comenté lo de la tabla Ouija y lo que
vi, manteniéndome yo en todo momento apartado del juego, pero estando allí, se
exaltó.
«Nene, ni
se os ocurra. No sabéis lo peligroso que es eso».
Me aseguró
que aquello no era ninguna tontería, que era posible que aquello la mayoría de
las veces quedara en nada, pero me aseguró que a eso acuden los espíritus malos
antes que los buenos, y que pueden desgraciar la vida de una persona.
Cuando
fuimos otra vez al albergue, estaba la ouija
en el mismo sitio, o era del sitio o alguien la había llevado y la había dejado
allí.
Yo, les
dije que se dejaran de tonterías, me dijeron que se trataba de pasar un rato.
Opiné que aquello era una tontería que no tenía gracia ninguna y que a mí esas
cosas me daban respeto. Entonces alguien salió con lo de mi abuela. Y
asintiendo les dije «por eso… por eso». Les di a entender que
Parecían
buscar un punto de morbo o sensaciones diferentes o fuertes. La mayoría estaban
tan escépticos como yo, otros estaban pasivos, otros se dejaban llevar, y muy
pocos eran los que tenían este tipo de iniciativas que terminaban siguiendo
casi todos.
José
contaba historias de fantasmas, no sé ni de dónde se las sacaba, yo creo que se
las inventaba sobre la marcha, era muy audaz y agudo para eso.
Comenzamos
yendo de acampada, pero terminamos pidiendo la llave del albergue en la sierra,
y así más veces. Allí se estaba mucho mejor y parecía no haber nunca problema
para que nos la dieran.
Todos los
que lo utilizábamos parecíamos tenerle el mismo respeto y cuidado.
En
principio íbamos a lo que íbamos, a comer, beber, fumar unos porros algunos,
reírnos, hacer juegos y, en conjunto, pasarlo bien.
Así que
aquello se había convertido en aquellos tiempos en un lugar habitual de ocio
nuestro. José, en su manía de poner ese punto de misterio o morbo, sacó un
fantasma, y hasta le pusimos nombre: Saturnino.
Se oía un
ruido, un golpe, «escuchad», y se volvía a oír. Algunos se acojonaban. Era un
ruido en principio inexplicable y sin sentido, misterioso. Y fui yo quien puse
fin a la vida de Saturnino. Clavando un clavo en la caja de la persiana.
Saturnino
era el viento que entraba por una rendija dando golpes aislados y secos en la
caja de aquella persiana.
No sé
quién sacó la ouija y ni de dónde la
sacó, pero estaba allí cada vez que íbamos. Así que repetimos esto en varias
ocasiones. Bueno, como he dicho, yo me mantenía al margen, incluso me salía a
la calle a respirar el aire puro de la sierra y mirar un cielo inmensamente
estrellado y sin contaminación lumínica alguna.
Iniciaban
la sesión, decían invocar a espíritus. Pero bueno. Yo creo que todo era
psicológico y que allí no había nada. José parecía buscar algo, sabía las
normas de la ouija, y era el que se
ponía serio.
Pero
aquella noche parecía que todos tenían seriedad, estaban todos concentrados, y
no había ningún atisbo de broma. Cuando entré me quedé perplejo de cómo estaban
todos. En aquel momento Paco puso cara de espanto, yo creo que hasta se le puso
blanca, los ojos por un momento parecían salirse de sus casillas, y levantó el
vaso. Pareció oírse como un silbido y un zumbido cortando el aire, como algo
que se esfumaba. Todos nos miramos.
Aquella
noche tuve pesadillas, oí un susurro a mi oído, y noté ese mismo zumbido.
Después oí la voz de mi abuela tranquilizándome. Y desperté notando un peso
sobre mi cuerpo que me asfixiaba. Así, al abrir los ojos despertando
sobresaltado, aquello me dejo de oprimir, y no había nada. Todos dormían, menos
Paco, que tenía los ojos muy abiertos.
Al día
siguiente Paco no hablaba, no comía, no decía nada. Estaba…, como ausente. Algo
le pasaba. Hasta que empezó a responder muy entrecortadamente, y a volver en
sí. Tomando una actitud aparentemente normal. Nadie le comentó nada de la
sesión de ouija, y desde entonces no
volvieron a jugar.
Pero Paco
a los pocos días me buscó diciendo que quería ver a mi abuela, que no se
encontraba bien y que lo que le pasaba no era cosa de médicos.
Unos días
después Paco parecía estar normal, me decía que estaba bien. Después me dijo
que unos días antes de lo de la ouija
había tomado éxtasis en una fiesta.
Ya no le
comenté nada a mi abuela, ni me preguntó ni le dije.
Fui
perdiendo poco a poco el contacto con Paco, nos fuimos distanciando, y él se
fue juntando con otra gente. Nosotros, por otra parte, fuimos dejando de ir al
albergue. Después de aquella última sesión de ouija iríamos al albergue un par de veces más, y espaciadas en el
tiempo. Y dejamos de ir por completo.
El tiempo
fue pasando, nos fuimos haciendo novios, y la vida nos fue cambiando hábitos y
circunstancias.
Me enteré
de que Paco, en las fiestas de un pueblo vecino, aseguró ver demonios. Después,
cuando hablé con él encontrándomelo de casualidad, oliéndose de que yo sabía
algo, me dijo que aquella noche le pareció que todos le miraban y se reían de
él, que veía caras demoníacas. Por otro lado, me lo contaron quienes iban con
él, y, uno de ellos, cachondeándose, se hizo pasar por el Demonio y le dijo «tú
y yo dominaremos el mundo», entonces Paco la dio una bofetada que le marcó la
cara. Y salió corriendo sólo por una calle diciendo que se iba por el buen
camino.
Se las
vieron y se las desearon para montarlo en el coche y podérselo traer.
Parece ser
que aquella noche le habían dado alguna sustancia alucinógena.
Paco ya no
dio un paso derecho, se desvinculó de nosotros, y se dio por el mundo de las
drogas, primero tomando éxtasis esporádicamente en aquellas rutas de
discotecas, y después terminaría con adicción a la cocaína.
Aunque
salió de la adicción, se le habían desarrollado varias enfermedades mentales, y
se diría que eran achacables a las drogas.
Primero
estuvo interno en un centro de desintoxicación, pero después terminaría interno
en un psiquiátrico.
Hablando
con mis amigos me dijeron que había quienes habían tomado más drogas que Paco y
durante más tiempo y que después de aquella etapa lo dejaron por completo y
llevaban una vida normal. Yo opiné que las drogas le hacen más daño a unas
personas que a otras, dependiendo de cómo es cada persona y la naturaleza que
tiene, con independencia de ser tremendamente nocivas para la salud y
generadoras de enfermedades mentales.
El tiempo
pasa, y muy deprisa. La vida avanza imparable. Mi abuela murió hace diez años,
y me da la sensación de que me sigue visitando y hablando. Y sigo opinando que
todo el mal de Paco empezó a raíz de aquella tabla ouija.
VERÓNICA VENTURA MÁRQUEZ
Siempre le gustó
escribir, con un estilo propio, particular. Desde hace tiempo tiene su propio
canal de YouTube (Historias para recordar)
donde cuenta historias cortas de misterio, amor y humor. También tiene un grupo
de Facebook (Obras de Verónica Ventura)
que le recomendaron para darle publicidad a sus novelas. Ahora, está intentando
hacer un canal de ivoox donde también habla de obras, de momento de ella,
espera que se unan más escritores y comentaristas.
Tiene cuatro novelas en
el mercado, todas se venden en Amazon. Dos de amor (Manuela y Manuela 15 años
después) en formato tapa blanda y ebook y dos de misterio (La herencia y Cuando el niño llora) formato en tapa blanda y ebook. En los temas
de misterio, dice ella es el tema donde mejor se mueve.
veronicaventuramarquez@gmail.com
SIN
ROSTRO
Verónica Ventura
Márquez ©
La noche era fría y se
había levantado algo de niebla.
Los
chavales, sin ver el peligro, decidieron, atravesar la sierra, para ir a la
discoteca de otro pueblo. No estaba muy lejos, pero la noche se había vuelto
desapacible, y, aun así, los jóvenes, sin escuchar a los mayores, cogieron el
coche y se fueron, por la carretera de la sierra, estrecha y llena de curvas.
Llegaron
allí, a Aracena, pueblo grande de la sierra de Huelva, y en la puerta de la
discoteca, ya había mucha gente. Allí los chavales hablaban, reían, se movían y
daba la sensación, que ya había coqueteos.
Entraron,
Jesús y sus amigos, a la disco, que como todas o la gran mayoría, tenía en los
alrededores de la pista de baile, aquellos sofás alargados y bajos y aquellas
sillas redondas y sin espaldar; aquellas mesas cuadradas y pequeñas. Tenía una
barra de bar, no muy larga, con luces blancas y, un mueble, todo lleno de
bebidas alcohólicas y de todos los colores que se pueda imaginar. Y también
tenía, por supuesto, una gran pista redonda con luces de colores que iban y
venía, sin poderse ver bien, pero haciendo a los jóvenes perder el sentido,
cuando los focos se movían al mismo ritmo que la música. Allí, parecía que todo
el mundo era bailarín y todos guapos, aunque, siempre se seleccionaba.
Llegó las
tres de la madrugada, y Jesús, les dijo a sus amigos que se iba, que al día
siguiente quería salir con el quark y se quería levantar temprano.
Los amigos
pusieron mala cara, pero, pensaron, que se irían con otra gente que conocían
allí, que era del mismo pueblo o del pueblo de al lado y, esa gente los
llevaría para atrás.
Jesús
salió del local, al silencio de la noche de Aracena, pitándole los oídos por
haber estado expuesto a la música tan alta.
Cogió su
coche como siempre, y se fue para la carretera estrecha, llenas de curvas, por
la cual, habían llegado al pueblo de Aracena.
Había una
niebla ligera y, la noche estaba muy oscura, pero a él, no le importaba, ponía
las luces largas de su coche y ya está. Además, era un joven que le gustaba
correr y tenía mucha seguridad al volante.
De pronto,
le pareció ver que venía un coche al contrario y quitó las luces largas, pero
en la recta, que terminaba con otra curva, no apareció ningún coche, sólo,
vislumbró lo que parecían personas por la carretera.
Volvió a
encender la luz larga y paró el coche en seco.
En medio
de la carretera, había cuatro figuras altas, con túnicas de capuchas. No
tocaban el suelo; sus túnicas se movían al viento y caminaban despacio hacia
él.
Se fijó en
las capuchas, a ver si les veía el rostro, pensando que era alguna broma de los
amigos.
Metió
primera, y anduvo despacio con su coche, con la luz larga… pero no tenían cara,
no había rostro tras las capuchas.
El humo
del motor salía por el tubo de escape… una brisa fría comenzó a mover las ramas
finas y las hojas de los árboles. Las túnicas de esos cuatro hombres empezaron
a volar con el aire, más de lo que ya lo hacían.
El
crepitar de las ramas, motivado por el viento, estaba haciendo un ambiente
tenso… de recelo, quizás de temor.
Jesús pegó
su espalda al sillón del coche. Una gota de sudor le apareció en la frente. Se
dio cuenta, muy a pesar suyo, que esas personas, o lo que fueran, estaban yendo
hacia él. El aire sopló más fuerte y la capucha de uno de ellos se fue para
atrás, dejando una cabeza, sin rostro… sólo oscuridad; una oscuridad profunda,
sin sombras, ni ningún tipo de luz había en ella; ni brillo de ojos… sólo
oscuridad, más oscura que la noche.
Jesús
tragó saliva, y pisó el acelerador. El coche rugió.
Los
hombres con las túnicas parecían que se acercaban con más rapidez hacia él.
Jesús tomó
aire, y lo dejó escapar por la boca. Puso el coche en punto muerto… luego
volvió a meter primera y aceleró.
—A todo lo que da el
coche —murmuró.
Y fue
acelerando progresivamente, hasta atravesar a esos hombres… No saltaron, no se
fueron, no gritaron… simplemente, al pasarlos el coche, desaparecieron.
Cuando el
coche los pasó, sólo había humo, niebla… por mucho que Jesús miró por uno y por
otro retrovisor, no los volvió a ver.
Llegó a
casa con la cara algo desencajada, pero nadie lo vio, y él, no se lo diría a
nadie, aunque le serviría para tener más respeto a la carretera por las noches.
IVAN POZZONI
Fue fundador y director
de la revista literaria Il Guastatore -
Quaderni «neon»-avanguardisti; fundador y director de la revista literaria L'Arrivista; redactor jefe de la revista
filosófica internacional Información
Filosófica; es o ha sido director de las series Esprit (Limina Mentis), Nidaba
(Gilgamesh Edizioni) y Fuzzy
(deComporre).
Fundó una quincena de
editoriales socialistas autogestionadas. Ha escrito/editado 150 volúmenes,
redactado 1000 ensayos, fundado un movimiento de vanguardia (NeoN-avant-gardismo, aprobado por
Zygmunt Bauman), con un millar de movimientistas, y redactado un Antimanifiesto NeoN-avant-gardista. Se
le menciona en los principales manuales universitarios de historia de la
literatura, historiografía filosófica y en los principales volúmenes de crítica
literaria. Su volumen La malattia
invettiva ganó el premio Raduga, mencionado en la crítica de Montano y
Strega. Está incluido en el Atlas de
poetas italianos contemporáneos de
Ivan Pozzoni è nato a Monza nel 1976. Ha
introdotto in Italia la materia della Law
and Literature. Ha diffuso saggi su filosofi italiani e su etica e teoria
del diritto del mondo antico; ha collaborato con con numerose riviste italiane
e internazionali. Tra 2007 e 2018 sono uscite varie sue raccolte di versi: Underground e Riserva Indiana, con A&B
Editrice, Versi Introversi, Mostri, Galata morente, Carmina non dant damen,
Scarti di magazzino, Qui gli austriaci sono più severi dei Borboni, Cherchez la
troika e La malattia invettiva
(Limina Mentis), Lame da rasoi
(Joker), Il Guastatore (Cleup), Patroclo non deve morire (deComporre
Edizioni). È stato fondatore e direttore della rivista letteraria Il Guastatore – Quaderni
«neon»-avanguardisti; è stato fondatore e direttore della rivista
letteraria L’Arrivista; è stato
direttore esecutivo della rivista filosofica internazionale Información Filosófica; è, o è stato,
direttore delle collane Esprit
(Limina Mentis), Nidaba (Gilgamesh
Edizioni) e Fuzzy (deComporre).
Ha fondato una quindicina di case
editrici socialiste autogestite. Ha scritto/curato 150 volumi, scritto 1000
saggi, fondato un movimento d'avanguardia (NeoN-avanguardismo,
approvato da Zygmunt Bauman), con mille movimentisti, e steso un Anti-Manifesto NeoN-Avanguardista, È
menzionato nei maggiori manuali universitari di storia della letteratura,
storiografia filosofica e nei maggiori volumi di critica letteraria. Il suo
volume La malattia invettiva vince
Raduga, menzione della critica al Montano e allo Strega. Viene inserito nell’Atlante dei poeti italiani contemporanei
dell’Università di Bologna ed è inserito molteplici volte nella maggiore
rivista internazionale di letteratura, Gradiva.
I suoi versi sono tradotti in francese, inglese e spagnolo. Nel 2024, dopo sei
anni di ritiro totale allo studio accademico, rientra nel mondo artistico
italiano e fonda il collettivo NSEAE
(Nuova socio/etno/antropologia estetica).
Ivan Pozzoni ©
Para descubrir las
causas de mi experiencia disentérica en cada evento,
vertieron tinta, un
gran error, en la cánula del gastroscopio,
los médicos patólogos,
y me diagnosticaron la enfermedad invectiva,
asociada al reflujo
literario, que me bajaba por el esófago y me oxidaba las encías.
Cuando, como perro
cínico con collar, olfateo el olor de la mala moral o el hedor de la egolatría,
no tolero al
otro-mundo, víctima de una xenofobia excesiva,
olvido toda forma de
juego limpio, me hundo en la niebla del Berserker,
furioso y negro como un
zulú obligado a soportar a un afrikaner,
digo romaní al sinti,
sinti al gitano, gitano al rumano, rumano al romaní...
y no podría contenerme
de gritar Aleikhem Shalom a Hitler.
Si no te digiero, oigo
«uh, uh, uh», como Leónidas en las Termópilas,
identificando a los
gusanos que me rodean, de ahí el aumento de mis eosinófilos,
emito ácido clorhídrico
en exceso y dejo de desinhibir la bomba de protones
con la desesperación de
un Mazinger rechazado por la mujer biónica,
escupiendo hectolitros
de cianuro en mi cara con la habilidad de Naja nigricollis
y me aburre estar
condenado a hacer cualquier cosa.
Comprender el ethos de
mi vida necesitada de ataraxia,
el bárbaro se encuentra
con el ciudadano en la coral de la antipoesía,
todos ustedes, nadie
excluido, se verán obligados a aventurarse en grupo
en los laberínticos
meandros de mi enfermedad invectiva.
Ivan Pozzoni ©
Per scoprire le
cause del mio vivere ogni evento come in dissenteria,
hanno versato inchiostro, enorme svista,
nella cannula della gastroscopia
i medici anatomopatologi, e mi hanno
diagnosticato la malattia invettiva,
associata a reflussi letterari, dilagati
dall’esofago, a ossidarmi la gengiva.
Quando, cane cinico al collare, fiuto
odor di malcostume o lezzo d’egopatia
non riesco a tollerare
l’altro-nel-mondo, vittima d’abuso di xenofobia
dimentico ogni forma di fair-play, calo
nella nebbia del Berserker,
incazzato nero come uno Zulu costretto a
sopportare un afrikaner,
dico rom al sinti, sinti allo zingaro,
zingaro al rumeno, rumeno al rom
non riuscirei
nemmeno a trattenermi dall’urlare a Hitler aleikhem Shalom.
Se non vi digerisco sento dentro «uh,
uh, uh» come Leonida alle Termopili,
identificando i vermi, che mi stanno
intorno, coll’acuirsi del valore dei miei eosinofili
emetto, in eccesso, acido cloridrico e
smetto di disinibire la pompa protonica
con la disperazione di un Mazinga
mandato in bianco dalla donna bionica,
sputando, con l’accortezza del Naja
nigricollis, ettolitri di cianuro
in faccia a chi, dandomi noia, sia
condannato a sbatter la testa al muro.
Per comprendere l’ethos del mio vivere
in assenza d’atarassia
barbaro che incontra un cittadino nella
chora dell’anti-«poesia»,
sarete tutti, nessuno escluso, costretti
a inoltrarvi in comitiva
nei meandri labirintitici della mia
malattia invettiva.
FIORELLO
ME ABURRE
Ivan Pozzoni ©
Me duermo frente a la
pantalla de papel
culpable de no tener
nada nuevo que decir
las letras en mi sangre
no fluyen hacia mi aorta
aislado como el padre
Ralph de Drogheda en Birds of Bramble,
Me prometo que serán
las últimas, estas letras, tipo Jacopo (A) Ortis,
F.r.i.d.a. me espera en
el sofá envuelta en su pequeño gris.
Cuando no tengo nada
que decir el cursor late a ritmo de blues
cuando escribes a mano,
al menos muerdes el capuchón del bolígrafo
aparece, toque a toque,
un texto de vana consistencia à
te distraes, te
levantas, de un lado a otro, con la culpa de un rompehuelgas,
la conciencia de que
escribir sobre nada sigue siendo escribir
el equivalente a vivir
de la nada es siempre vivir.
Tal vez una oportunidad
perdida para seguir haciendo un signo,
o tal vez un fragmento
insignificante al estilo de Tomas Tranströmer,
no me conmueven los
hechos crónicos, que no sirven para nada
la caja de arena del
perro una vez caducada la suscripción anual a l'Atelier,
tal vez, quién sabe,
sin darme cuenta, estoy escribiendo una obra maestra
como millones de
escritores italianos con sus violines de Ingres.
Hoy me siento anfibio,
mitad Rottweiler y mitad Chihuahua,
mitad anfibio, mitad
vehículo blindado de asalto en la batalla de Okinawa,
experimentando la
sensación profesional de los mercenarios de Mondadori
su locura no me
sorprende
ni que se refugien,
como pareja, renunciando a sus contratos farisaicos,
para hundirse, junto
con el hecho cultural, en el barco de Teseo.
FIORELLO
M'ANNOIA
Ivan Pozzoni ©
Mi addormento davanti allo schermo di
carta
reo di non aver da raccontare niente di
nuovo,
le lettere che ho nel sangue non
fluiscono all’aorta
segregate come Padre Ralph a Drogheda in
Uccelli di Rovo,
riprometto che siano le ultime, lettere,
tipo Jacopo (A)Ortis,
F.r.i.d.a. mi anticipa sul divano
avvolta nel suo petit-gris.
Quando non hai niente da dire il cursore
batte ritmi blues
scrivendo a mano, almeno, mordicchi il
tappo della biro,
appare, tasto tasto, un testo d’inutile
consistenza De Signoribus
ti distrai, ti alzi, cammini, ritorni,
coi sensi di colpa di un crumiro,
dalla consapevolezza che scrivere di
niente è sempre scrivere
nasce l’equivalenza che vivere di niente
è sempre vivere.
Questa è un’occasione sprecata di
continuare a dare un segnale,
magari, invece, è un frammento, anodino,
nello stile di Tomas Tranströmer,
non mi emozionano fatti di cronaca, sarà
forse il modo in cui uso il giornale,
come lettiera del cane, mi è scaduto
l’abbonamento annuale ad Atelier,
chissà, forse, senza accorgermene sto
scrivendo un capolavoro
come i miliardi di scrittori italiani
con prospettive da dopolavoro.
Oggi mi sento anfibio, mezzo Rottweiler
e mezzo Chihuahua,
mezzo anfibio, blindo d’assalto, nella
battaglia di Okinawa,
sperimentando la sensazione dei
mestieranti della Mondadori
di sfornare word su ordinazione, non mi
sorprendo che diano fuori
e si rifugino, a coppie, rinunziando a
contratti da fariseo,
ad affondare, col far cultura, dentro La
nave di Teseo.
¿TE
HAS QUEDADO SIN LENGUA?
Ivan Pozzoni ©
En Unomattina nos han
dado una noticia sensacional,
traídas por WhatsApp y
por el mal funcionamiento de los telediarios,
con la débil esperanza
de que el homo sapiens sapiens no se extinga,
que están perdiendo su
lengua.
Todo empezó en el 900,
con la caída de los muros del subjuntivo,
y continuó a lo largo
del siglo con la hipertrofia del adjetivo,
bellissime,
splendidissime, hyper-méga-convenable,
para nosotros,
Sanremasques, obligados a afeitar los muros a contracorriente.
Consumidores
disciplinados de la lengua cockney,
compradores de palabras
de segunda mano en eBay,
patentadores de
neologismos de penique, au Gr
buscando la aprobación
de cualquier público.
El mundo Casca, la
tierra Casca en pìcarescos frascos
Los Bruti ocupados en
integrar pugi en la lengua del César
entierran los léxicos
sin el beneficio del condicional
acusados de crimen
incesti con una virgen ex-virgen.
HAI PERSO
Ivan Pozzoni ©
A Unomattina hanno dato una notizia
sensazionale,
a forza di WhatsApp e dei disservizi del
telegiornale,
nella flebile speranza che non si
estingua
l’homo sapiens sapiens sta perdendo la
lingua.
Tutto iniziò, nel ‘900, dalla caduta dei
muri del congiuntivo,
e continuò, a cavaliere del secolo, con
l’ipertrofia dell’aggettivo,
tutto bellissimo, splendidissimo,
iper-mega-conveniente
a noi Sanremi costretti a romolar
controcorrente.
Consumatori disciplinati a sproloquiare
cockney
acquistando vocaboli usurati su eBay,
brevettano neologismi, da una lira, al
Gr
alla ricerca del gradimento di un
qualsiasi parterre.
Casca il mondo, Casca la terra, in
scappatelle pìcare
Bruti intenti a intinger pugi nella
lingua di Cesare
seppelliscono lessici senza usufruire di
condizionale
accusati di crimen incesti con una
ex-vergine Vestale.
GUSTAVO A. VACA NARVAJA
Ha escrito las
siguientes novelas: Jonás, el pintor
(2003 y 2007), Las puertas del poder
(2004), El santo padre (2008), El poeta (2008), La pesadilla (2008), Abú y
las mil una bombas (2009), El libro
de los sueños (2010), Carroña / Gac
(2013), Lewu “El arco iris” (2018).
Es autor de varias
obras técnicas y científicas referentes a medicina. Fue asilado político en
México desde marzo de 1976 a octubre de 1982.
EL
AVE Y EL ANCIANO
Gustavo Vaca Narvaja ©
Luz…
Desde lo
alto, casi a un salto de nubes, un ave seguía al anciano con curiosidad.
Resolvió hablar con él. Aquel pájaro de colores múltiples volaba en anillos
enajenados para superar todo peligro. Decidió bajar a orillas del estanque,
inserto en medio de una plantación de naranjos a orillas del camino de tierra
donde caminaba el longevo a paso cansino pero firme. Sorprende sí su silencio,
como si estuviese contagiado de la experiencia del sabio, mientras que el ave,
conserva curiosamente la perfección del ángel con el vuelo del águila.
Dicen que
el tiempo, había hecho de este hombre un mensajero sin destino. ¡Sí! Deambula
sin pausa. Todo envejece a su alrededor, solo las remembranzas, trepan como
hiedras de la memoria superando todos sus rincones. Pero antes, desde esa
altura en vuelo de danza… se le ocurrió su primera pregunta:
—¿Cuál es tu camino, anciano?… porque te veo
desde lo alto transitando caminos y senderos en soledad, como si toda tu visión
se resumiera solo en lo que te rodea y nada más interesara o despertara
curiosidad ante lo inesperado. No te quedes en esa ausencia de esperanza,
porque revela que tu mundo es frío y distante y que te atormenta esa confusión
que oscurece tu modestia, edificada en terrazas de soledad. Debes sentir y
tener el mérito suficiente para conquistar tu propia liberación y también
proteger tus convicciones.
Es cierto,
pensó el anciano, pero aquella aureola de eterna dignidad dibujada en su
rostro, justificaba con plenitud, el mutismo elegido. El longevo se preguntó
muchas veces en soledad: ¿cuál era el símbolo de la fortuna en este reino de
profecías, y cuál el beneficio de una comedia? En realidad, la clave de su
grandeza residía más en la fortaleza de su propia intuición a cualquier ilusión
de lo efímero. Con esa actitud vacilante, comenzó a recorrer agitadas fronteras
de la deserción, buscando aminorar todo efecto negativo que pudiera devorar su
pasado de éxitos. Pero esa tarde, escuchó la pregunta del ave como un susurro
cristalino e interesado en su desconocida vida. Acostumbrado al silencio, elevó
su mirada a un cielo despejado donde el ave danzaba no muy lejos de su persona,
con una extraña suavidad en su aleteo que a veces aparentaba estar suspendida
en ese espacio intangible. Cubrió con su mano derecha los rayos de un sol
intensamente luminoso y, asombrado, detectó que el ave, no solo le hablaba desde
lo alto al comienzo, sino que también en pocos segundos lo miraba desde el
borde del estanque, con intensa curiosidad, esperando tal vez una repuesta.
Entonces decidió incursionar en el absurdo diálogo de un hombre con un ave.
—Mi camino es seguir hacia adelante porque la
curiosidad no es lo que ha pasado sino lo que ha de llegar, y el futuro que no
se construye, lo encuentra a uno con él; por eso no comprendo qué haces en el
aire revoloteando a veces sin sentido en un ir y venir e interesarte en este
anciano que en las rutas ha crecido. ¿Quién eres entonces para preguntar sobre
mi vida, si ni siquiera tengo plumas que me asemejen a tu raza?
¿O acaso revoloteas con una pesada carga,
tratando de dominar en el mundo todos los pensamientos surgidos en el fango de
tus melancolías?
—Hay que animarse a dominar el vuelo, anciano,
no es fácil. Tú envidias mi vuelo y yo… envidio tus pasos sin alas. Nunca
estamos conformes, somos tal vez, parte de un mismo mundo creado en la
contradicción, mostrando que el caminar y volar, hablar o cantar, reír o
llorar, son lo mismo. Tus palabras, anciano… son para nosotros como el canto de
las aves. Pero mira este extraordinario paisaje de montañas y lagos que dejas
en tu andar sin prestarle atención. Curiosamente, es aquí donde nos hemos
encontrado sin buscarnos; quizás, porque soy de un pasado no muy lejano, donde
yo también me recuerdo como anciano de caminos. Y si bien tu palabra, que
respeto y escucho, es como una semilla que germina sin cesar, nuestros cantos
alumbran todos tus amaneceres, porque tenemos el humor del sonido y siempre de
alegría. Yo encontré en esta mutación involuntaria un lugar de privilegio. Vivo
en una libertad codiciada por muchos, pero desconocida por todos. No hay
pájaros tristes.
El
anciano, asombrado, se detuvo y miró al ave en la orilla del estanque, ahora
sin desconfianza. Sabe por experiencia que todo llamado a la realidad
desparrama dudas y a veces vergüenzas. Observó que la mirada del ave era serena
y cálida, y a veces, batía sus pequeñas alas como enviando un saludo afectuoso
al anciano que desdibujaba sus dudas, tal vez, en aquella húmeda aflicción de
su pasado, logrando debilitar y morder esa estampa artificial, creada entre
fantasías y ocurrencias para mantener intacto su honor. Fue entonces que todo
cobró sentido en el abanico de vacilaciones, cuando la coartada elegida colmó
su historia antes ensayada sin auditorio. Sin embargo, su curiosidad
incipiente, mantuvo la solemne fascinación de la sorpresa, ante un ave que invadió
su rutinaria intriga disimulada al comienzo como una burla de una comedia
repetida. Cautivado en una lánguida vanidad punzante, agitó su visible y
sofocante agonía, envolviendo la soberbia que tuvo alguna vez, para convivir
obligadamente con la miseria, y fue tal vez, por esa novedosa ironía, la que no
le impidió una elección de amable opción: “Encontrar el camino disponible para
buscar la verdad”. El ave tenía razón.
—No me recuerdo ave —dijo el
anciano en tono afectuoso—, pero tampoco
niego que sí me gustaría volar, de ese modo mis piernas cansadas de tanto andar
solo serían dos alas de plumas ligeras permitiendo transitar espacios
ilimitados y alturas increíbles. Pero ser solo un ave, me dejaría alejado de
todo cuanto he atesorado en mi vida en el arte, las letras y en la vida misma,
pero también sé que toda esta emoción nueva, seguramente rejuvenece el alma que
en forma involuntaria obliga a definir qué es lo fundamental en la vida. Es
cierto que muchas veces miro sin ver y veo sin mirar, por no valorar lo poco o
mucho que tengo y lo mucho que me rodea, pero así es la humanidad del
ignorante.
—Bien, anciano, pero no menosprecies la vida de
las aves. ¿Crees, quizá, que por no tener tus habilidades, tenemos una vida
vacía? Mira, has visto acaso en nuestro reino sombras de algo que muchos
ignoren. ¿O acaso desconoces que no tenemos odios, guerras, envidias o
ambiciones? Nunca, anciano. Nunca serás testigo de tamañas aberraciones.
Vivimos todo lo que tú no vives y somos felicidad con alas, esperando
madrugadas para que un gran coro musical de pájaros anime al mundo. Piensa
entonces en cual de esos mundos te gustaría existir. Solo debes hacer un repaso
de tu vida.
El anciano
recapacitó en silencio. Lo que cosechó de sus errores juveniles, ya en su
madurez, fueron lecciones tomadas con admirable resignación, como símbolo a esa
genialidad nacida de un ave. Entonces lo invadió una célebre satisfacción
reposada en su rostro como una cosecha añosa de racimos de honores olvidados.
Su candidez, aún viva, también le permitió volar con plenitud ante la pesada
incógnita de las dudas, y buscó con soltura, un tiempo para tomar la
iniciativa. La imagen del ave fue impactante; había encallado en su propia
melancolía, como virtud a su ingenua inocencia, ante el adormecido lenguaje
intencional del pájaro. Solo quedó el silencio abrazando sutilezas de
sinceridad, cuya estima se proyectó, hiriendo con luz grata sus ojos y deseos
de las antes inalcanzables utopías soñadas.
—No fue mi intención descalificarte
—respondió el anciano—. Sin embargo, tus
afirmaciones no dejan de tener sentido en muchas cosas que ignoramos por la
rutina cotidiana. Las montañas y el mar que dominan el planeta los puedes ver
desde esas alturas que tenemos prohibido visualizar. Solo en solitarios vuelos,
en pájaros de acero cuando viajamos, logramos una visión distinta, pero todo se
transforma luego en una espesa nube blanca que nos separa de la tierra y nos
acerca a un enorme y eterno, eterno vacío celeste. Pero ¿quién puede amar la
eternidad, si esta no existe?, ¿o existe acaso? ¡Mira! a veces, en honor a una
incipiente demencia, toda verdad tiene el valor de una conquista.
—Ya ves, anciano; es el planeta el que existe y
ustedes lo ignoran. Peor aún, destruyen y contaminan; no se dan cuenta de
nuestros reclamos día a día. Nosotros vivimos en la simplicidad de la misma
naturaleza que cuidamos y alentamos. Vamos del calor al frío, de la sequía a la
lluvia, de la luz a la oscuridad, del sol a la luna, vivimos en nidos y ramas
que luego son habitados por otros y volamos siempre al futuro. Siempre con
alegría, algo que vemos van perdiendo ustedes en forma inconsciente. Ve y mírate
en el espejo de ese lago el reflejo de tu rostro, y te darás cuenta, que esa
imagen tiene vida propia y también un mensaje, cuya contraseña puede ser la
versión de lo que hoy parece imposible.
El anciano
tomó la decisión. Se acerco a orillas del lago manso y transparente y entonces
observando su propia imagen ondulante con una vida propia, anunció el fin de
una estación, cuya virtud más célebre y recordada será mantener altivez e
integridad en sus emociones, como réplica a la descalificación que muchos
habían hecho de su talento acumulado en silencio. Tal vez, este sea el signo
más bello de su nuevo vuelo. En teoría, esa nueva imagen estampada en aquel
paisaje de otoño era la buscada estación anhelada, donde la música instrumental
encontró perfección y complemento de lo imaginado, ante una admirable
curiosidad agitada en ese encuentro conmocionado con un ave, cuya célebre
virtud fue iluminar escalones que le permitieron ascender con su lenguaje de
libertad como nexo entre la fantasía del prudente soñador y la realidad de la
vida. Para él, graduarse en la vida, lo llevó a una obsesiva prisa, imposible
de iniciar, y su terquedad lo arrastró, con razón, de la batalla… al triunfo, y
desde ese lugar, se presentó en futuro y pasado porque su temporalidad hoy
duerme dejando al tiempo, compitiendo con la nada, y sabe eso sí, que
permanecerá conspirando en secreto, entre lunas insomnes de espera y lluvias
mansas, de imágenes pasadas. Pero tenía algo más para decirle al ave, no como
revancha sino como comparación:
—Escucha, ave solitaria. Adivina quién despojó
al desierto de gritos y falsedades, cuando una tormenta atravesó a todos
vosotros cuando escapaban del viento y arena. ¿O ignoras que el paso de la
historia, es un camino ciego que escapa… pero no desaparece?
Sorprendida
el ave no contestó y alzó vuelo.
—Adiós, anciano de caminos y senderos
solitarios. Lo pensaré. Nos encontraremos seguramente en el futuro; pero espero
humildemente que este diálogo haya sido de prudentes reflexiones para que lo
que buscas, puedas encontrarlo y valorarlo. Si lo haces, podrás volar… igual
que nosotros. Y recuerda siempre que la palabra, muchas veces, aprende del
abrazo de la mirada.
Con esas
palabras de despedida, el ave tomó vuelo. Ese momento fue la clave de su
cambio. Entonces, valoró la tentación que le permitió mantener un equilibrio al
reconocer la innovadora dicha de lo visible cuando el elogio inesperado del ave
se manifestó como símbolo de madurez. Curiosamente en ese momento, el anciano
comenzó a caminar con soltura como si volara sin alas, con una libertad
desconocida, corroborando todo lo que aquella ave inesperada había relatado.
Los ríos lloraban en los valles. Los lagos acumulaban lágrimas de un mundo
extraño y las montañas eran acariciadas en sus pies por espumas de mar y, en
sus picos, exponían baños de intensa nieve blanca. La vida cobraba súbitamente
otro cariz, donde la alegría predominaba a la tristeza, la libertad a la
prisión de lo material, las angustias desaparecían y el dolor había sido
abandonado como un acto de magia. Seguro entonces de que este era su vuelo, lo
asumió como propio y fue en su búsqueda, convencido de haber encontrado el
camino correcto.
JULIA OROZCO
En la actualidad,
además de dos hijos y cuatro nietos, tiene un libro publicado y, como dice, ha
sembrado un árbol, parece que cumplió con lo que allá en España dicen que si
haces todo esto, lograste hacer lo bueno de la vida.
Actualmente publica en
varias redes sociales en las que ha recibido distinciones, escribe en revistas
de Inglaterra, Francia e incluso
Mientras estuvo en
Bellas Artes, sentía que cada obra que pintaba (abstracta) era una poesía que
volaba en el lienzo del cuadro terminado.
LLORABA
Julia
Orozco ©
La
bailarina lloraba mirando al suelo,
le
dolían los pies de no bailarlos,
se
humedecían sus ojos solo al mirarlos,
eran
bellos los dos y estaban cansados.
La
bailarina, no recordaba, cómo pararon su baile,
sus
saltos, sus risas, su calma, corazón contento y lleno de risas.
bailes
de nubes, saltos al viento, oh sí, era feliz bailando el tiempo.
Se
arrodilló, mirando al Cielo, miles de bailes hacíanle muchos luceros.
Dios
de los Cielos, haz que me sane, que me bailen los pies como era antes
que
llegue entre los vientos bailando, Padre,
y
siga esta alma mía, bailando siempre danza de amores.
Mándame,
Señor, aquel que baile, y mi
cuerpo
se eleve sólo al mirarte,
y
te prometo, que bailaré, danza de amor y cielo, ¡oh, Padre amado!, ayúdame.
Apareció
un dulce Cisne, blanco como la paz, sereno y calmo,
y
púsose a bailar, como si del Cielo, diéranle ese baile con los luceros.
y
y
el bello Cisne, bailó con ella, y el mismo Dios sonrió al verla.
Báilame,
bailarina (dijole Dios), pues nada es imposible, querida mía,
si
dejas que mente y sentir, bailen entre esperanzas y amor.
¿PIDES?
Julia
Orozco ©
Pidió
ayuda a la lluvia, y esta le contestó, con una puerta de luz y un arco iris de
amor que alegró su corazón.
Suplicó
a los vientos también, porque llevasen temor, y en remolino de luces, ese
viento acudió.
Chilló
a la tierra buena, que cobijase tristezas, y envolviese en claro de luna, todos
los pensamientos que daño hiciesen alma, y acabará con sus miedos.
Miró
a los Cielos altos, vio las aves volar, escuchó los sonidos de calma, que el
Dios de los Cielos susurra al llegar, y supo que fue escuchado, que no debía
temer, que todo lo malo marchaba,
Clamó
auxilio a los Cielos, pidiendo ayuda y luz y sin apenas saberlo viose envuelto
en dulce canto de tierra, lluvia y viento, que enredándose en los tiempos hasta
su alma llegó;
Llegó
tu canción, no temas.
Escuchó
el amor, sé feliz.
Porque
allá donde miraste
bailan
la danza de la paz…
en
ti.
Y
volvióse hacia Cielo, y besó su alma, y sintió que todo lo bueno, eternamente
abrazaba.
¿TE DIJERON?
Julia
Orozco ©
¿Te
contaron que todo tiene su instante?
el
nacer y llegar a la vida, nos viste de
mieles,
de luz y de ser, nos ponen zapatos de nubes y nos hacen reír y padecer.
Porque
así, como viento suave mece nube y juega con él, así cuando llegan bravías las
olas del mar hace estremecer, y ya, no acunan gaviotas, ni cantan al sol
ni
bailan bien, así llega el temor.
Nº 105 – Marzo de 2025 – Año XVI
ISSN 2250-5385 – Edición trimestral
EX-2024-113696545-APN-DNDA#MJ del 17/10/2024, incorporado a RL-2018-52427183-APN-DNDA#MJ, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina
Propietario y director: Héctor Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
zab_he@hotmail.com
http://hector-zabala.blogspot.com/
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 40:
https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2019/12/realidades-y-ficciones-revista.html
Colaboradores
Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
alfana79@hotmail.com
http://noelia-barchuk-literatura.blogspot.com.ar/
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 88:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/2020/12/suplemento-derealidades-y-ficciones-n.html
Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
monvillarreal@hotmail.com
@mon_villarreal
https://www.facebook.com/monvillarreal22
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2014/06/
El listado completo de colaboraciones al Suplemento de REALIDADES Y FICCIONES se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite ÍNDICE DE AUTORES. A
la fecha, comprenden 409 colaboradores desde la fundación del suplemento.
REVISTA: https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/
@RyFRevLiteraria
SUPLEMENTO: https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/
@RyF_Supl_Letras
Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.
“Realidades y Ficciones” Mónica Villarreal (2014) acrílico y óleo sobre papel-lienzo, 30 cm x 30 cm |