¡Buenas, pecadores!
¿Os suena esto de algo?
Quizá solo lo recuerde la gente de mi edad. Es el logo de Frasier, una emblemática serie de televisión que se emitió hace unos diez años, en la que presenciábamos las vivencias de un psiquiatra muy peculiar. Aunque realmente no vengo a hablaros de Frasier, ni de ninguna otra serie de televisión (eso vamos a dejárselo a nuestra querida Teresa que lo hace de una manera soberbia), pero ni se os ocurra no seguir leyendo ¿eh? Lo que yo quiero es que os fijéis en la parte del logo que no son letras. En esas líneas rectas que parecen dibujar un arbitrario y caprichoso perfil urbano. ¿Pensáis que es una idea-bombilla de algún inspirado creativo de la serie? ¿Que alguien se lo ha inventado?
Sin duda, los Chinooks no serían lo mismo si no tuviéramos Seattle de fondo. Tal es su presencia que podríamos hacer un recorrido por algunos de sus rincones más emblemáticos siguiendo los lugares que se mencionan en las novelas.
La ciudad está situada entre el lago Washington y la bahía Puget Sound, junto al océano Pacífico. Por lo que se asienta sobre el territorio de una manera muy peculiar, siendo esencialmente, una ciudad marítima.
Dada la longitud de la saga, voy a centrarme en los que considero los dos libros más representativos para daros una pincelada rápida de la ciudad: Simplemente irresistible (1º) y Amor verdadero y otros desastres (5º).
Para empezar, os voy a desvelar una curiosidad en la que se fija poca gente: ambos libros tienen un inicio casi idéntico que nos da una imagen muy clara del entorno. Tan clara, que me lleva a pensar que la intención de la autora es, desde el principio, que conozcamos bien la ciudad y su famosa bahía como escenario de la novela. Y desde luego nos sitúa tan bien que lady Envidia se fue directa a un mapa para no perderse.
La noche anterior a la boda de Virgil Duffy, una tormenta de verano asoló la bahía de Puget Sound, en Seattle, estado de Washington. Pero a la mañana siguiente ya habían desaparecido las nubes grises, dejando paso a la espectacular vista de la bahía de Elliott y la silueta de la ciudad de Seattle. Algunos de los invitados de Virgil levantaron la mirada al cielo despejado, y se preguntaron si Virgil controlaría a la madre naturaleza de la misma forma que controlaba su imperio naviero. Se preguntaron si podría controlar a su joven prometida o si sería para él otro más de sus juguetes como el equipo de hockey. (Simplemente irresistible)
La noche antes del sepelio de Virgil Duffy, una tormenta asoló la bahía de Punget Sound. Pero a la mañana siguiente ya habían desaparecido las nubes grises, dejando en su lugar una impresionante vista de la bahía de Elliott y la silueta de la ciudad de Seattle. Los rayos de sol caían sobre la propiedad que el difunto había poseído en la Isla Bainbridge y atravesaban los altos ventanales. (Amor verdadero y otros desastres)
Veamos otras curiosidades Seattle-Chinooks
En el primer libro de la saga, Simplemente Irresistible, nos encontramos con que el protagonista masculino, John Kowalsky, vive en una houseboat, o lo que es lo mismo una barcaza transformada en casa. Una realidad que, por lo que pude comprobar, es bastante frecuente en Seattle.
Lanzó miradas de soslayo a la foto de Lexie posada sobre el salpicadero y, una vez que aparcó el Range Rover en su plaza, agarró la foto y se dirigió al extremo del embarcadero donde estaba anclada su casa flotante de trescientos metros cuadrados.
Hacía dos años que había comprado la casa flotante de cincuenta años de antigüedad y había contratado a un arquitecto de Seattle y a un diseñador de interiores para rediseñarla de los flotadores para arriba. Cuando terminaron el trabajo, John poseía una casa flotante de tres dormitorios, con techo de cristal y varios balcones y ventanas alrededor. Hasta hacía dos horas, la casa flotante le parecía perfecta. Pero mientras metía la llave en la pesada puerta de madera para abrirla no se sentía seguro de que fuera el lugar adecuado para una niña.
En Amor verdadero y otros desastres encontramos una escena -que particularmente me encanta-, en la que no podemos dejar de fijarnos en un edificio de Seattle en particular.
—¿Estás nerviosa?
Los tacones de los peeptoes de Chanel rosados repicaron sobre el suelo cuando se acercó al cristal y miró hacia el exterior.
—¿Cómo lo has notado?
—Hablas más.
Ella puso las manos contra el cristal y contempló las luces del Space Needle, que brillaban en la oscuridad haciendo que el famoso mirador pareciera un platillo volante. En el camino a casa desde el restaurante, se habían detenido en una farmacia donde Ty había comprado una caja de preservativos. Marca Magnums.
—Tú me pones nerviosa.
Él se acercó a su espalda.
—¿Por qué?
Por muchas razones.
—¿Eran necesarios los Magnums? —Empezó.
—Son los que me resultan más cómodos.
¡Oh, Dios!
Iba a contaros también algunas curiosidades sobre el Space Needle, conocido por ser uno de los edificios más emblemáticos de Seattle, pero me vais a permitir que lo deje para otro momento; creo que tras haber leído las palabras de Gibson y con esa foto tan sugerente de cómo acaban la noche, es una tontería hacer cualquier comentario al respecto. Además... estoy segura de que vuestros pensamientos se concentran ahora en otras cuestiones que tienen poco que ver con el Space Needle...
Porque no sé a vosotros, pero a mí me han entrado una envidia incontenible y unas ganas horribles de... viajar hasta Seattle y subir al dichoso Space Needle para disfrutar en mi propia piel de... esta fantástica vista. Juasssss... ¿he resultado creíble?
¡Tened una buena semana, pecadores! Nos vemos el miércoles que viene.