Este post comparte cuatro capturas de una misma radiografía tomada a esta pequeña pieza de campaña cuyo ejemplar -valga la contextualización- fue uno entre tantos otros distribuidos en Villa Urquiza, barrio porteño con alto porcentaje de ciudadanos sensibles al discurso opositor.
Admitamos, a grosso modo, que las radiografías muestran huesos que conforman una estructura (ósea). Con esta definición en mente, invito a los lectores de Espectadores a detenerse en las palabras clave de una prosa montada sobre tres grandes pilares conceptuales: clase media, prosperidad, acuerdo (en torno a verdades indiscutibles pero trilladas y sentimentaloides).
Contraste entre clase media y pobres/pobreza. Nótese la tensión permanente entre ambos actores en una sociedad donde “los que menos tienen” parecen condenados a un techo en términos de “prosperidad”, a una movilidad acotada que con suerte (por favor repasar la definición académica de la palabra “prosperidad”) podrán “ser de clase media”.
Número cabalístico si los hay: siete párrafos posee este texto, y siete veces aparece el sustantivo “prosperidad” y sus derivaciones adjetiva (“próspero”) y verbal (en su modo infinitivo, “prosperar”, y subjuntivo, “prosperen”).
[En realidad, son ocho las repeticiones si contamos el título, pero mejor mantengamos la ilusión de cábala].
¿Cómo construye la Coalición Cívica su mensaje positivo? ¿Qué huesos componen el esqueleto de la prosperidad prometida?.. Distingamos entre adjetivos, verbos, sustantivos y expresiones compuestas (“potencialidad del ciudadano”, “cultura del trabajo”, “educación y salud pública de calidad”, “calidad de vida”, “techo digno”, “respetados por el mundo”). A todas luces, el consenso debería estar garantizado.
Concentrémonos en los términos de connotación negativa: la CC se distingue de “lo conservador”, “lo retrógrado”, “lo reaccionario”, y también del falso progresismo que esconde su verdadera esencia usurera y corrupta.