Radiohead - Hail to the Thief (2003)

Publicado el 01 febrero 2015 por Syntheticman @vozdelosvientos

Tras el impacto conseguido con “OK Computer”, la música de Radiohead sufrió una transformación radical, especialmente en cuanto a la instrumentación. Los dos discos siguientes nos mostraron a una banda cuya paleta sonora había incorporado la electrónica en grandes cantidades lo que provocó un importante desconcierto entre sus seguidores y, no sin verse sacudida por la sorpresa inicial, una reacción de la crítica mayoritariamente favorable.
Hablamos de los dos discos posteriores, “Kid A” y “Amnesiac” casi como si de uno sólo se tratase ya que todas las grabaciones y temas pertenecían a las mismas sesiones. Durante aquellos meses, la banda cambió por completo su forma de trabajar. Hasta “OK Computer”, siempre habían buscado un enfoque directo en su música, con interpretaciones casi en vivo y la menor cantidad de retoques y trabajo de estudio posibles. La incorporación de tantos elementos electrónicos en las nuevas canciones obligó a una mayor elaboración posterior, a muchas horas empleadas en dar forma a sonidos y texturas en detrimento de la propia ejecución de la música en directo. No se trata de que el grupo renegase de ese modo de hacer las cosas pero en entrevistas de la época indicaban que aquel método había sido agotador y que no serían capaces a corto plazo de volver a hacer algo así.
No se trataba tampoco de volver al modus operandi de los viejos tiempos porque la electrónica casaba perfectamente con la música del grupo y no había motivo alguno para descartarla pero sí de reducir todo el trabajo de laboratorio posterior a la grabación al estrictamente necesario. La música sonaría muy cercana a lo que la banda podría ejecutar en vivo. De hecho, varias de las canciones fueron probadas en la gira de “Amnesiac” con este enfoque y funcionaron bien; realmente bien, ya que algunas eran descartes de los discos anteriores que no llegaron a sonar como la banda quería entonces y que ahora parecían haber encontrado su forma más adecuada. La formación de Radiohead en el disco es: Thom Yorke (voz, guitarra, piano, electrónica), Jonny Greenwood (guitarra, Ondas Martenot, electrónica, piano de juguete y glockenspiel), Colin Greenwood (bajo, teclados), Ed O'Brien (guitarra, voces) y Phil Selway (batería, percusiones).

Radiohead.


“2+2=5” - Una serie de sonidos electrónicos sincopados acompañan a la guitarra acústica y la voz de Yorke en los primeros compases del disco. Thom canta al natural, sin la gran cantidad de efectos, distorsiones y aditamentos de los dos trabajos anteriores y eso nos lleva a fijarnos de nuevo en la gran expresividad del líder de Radiohead. La canción enseguida se transforma en un torbellino de energía en el que apreciamos algunos elementos del sonido primario de la banda en discos como “The Bends” aunque muy evolucionados. La canción concluye de forma abrupta en su momento más intenso.
“Sit Down. Stand Up” - Un ritmo muy básico abre una canción acompañando al siempre delicado sonido del glockenspiel y a las guitarras. El tema se basa en una repetición, casi a modo de letanía, del título mientras se van sumando instrumentos a la mezcla hasta construir un ambiente poderoso e inquietante que se transforma en una suerte de drum'n'bass frenético hasta el final.

“Sail to the Moon” - Cambiamos de estilo con un tema tranquilo de piano y guitarras en sus comienzos que torna hacia sonoridades cercanas a Pink Floyd cuando se une la batería y algún aditamento electrónico. Es entonces cuando comienza a cantar Thom en ese frágil falsete tan característico y la balada gana muchos enteros. Uno de los grandes momentos del disco, en nuestra opinión.
“Backdrifts” - “Loops” electrónicos nos reciben en el comienzo de una de las piezas más sintéticas del disco. Yorke empieza a cantar junto con una agresiva caja de ritmos que late de modo irregular. Es fascinante el uso que hacen los miembros de Radiohead de los sonidos electrónicos, muy diferente al de cualquier otra banda pero lleno de sofisticación. Todo parece extremadamente sencillo pero la realidad es que hay un trabajo muy complejo detrás de piezas como esta.
“Go to Sleep” - La guitarra del comienzo con un riff muy simple nos traslada casi de inmediato a territorios propios del rock americano de los noventa, cercano al “grunge” y más o menos por esa senda transcurre la canción que podría ser un guiño a los comienzos del grupo con “Pablo Honey” o “The Bends”. EL tema fue el segundo single del disco.

“Where I End And You Begin” - Una introducción de corte ambiental abre una pieza que pronto se sube a lomos del bajo. Éste, con una melodía adictiva nos conduce durante toda la canción en la que tenemos que destacar también la batería de Selway. Hay algo de U2 en la melodía central de una canción que, pese a estar entre lo más “comercial” del disco, no deja de ser un gran tema.
“We Suck Young Blood” - Un melancólico tema de piano abre una canción con aire de balada gótica, impresión reforzada por el quebradizo hilo de voz con el que Yorke canta y por el fúnebre acompañamiento de palmas que lo acompaña. Quizá contraste en exceso con el resto del disco pero en modo alguno podemos decir que sea una mala canción. Muy al contrario, tomada de forma individual, estaría entre nuestras preferidas del trabajo (en contra de la opinión de Yorke, quien habría prescindido de ella de haber podido rectificar meses después del lanzamiento del CD).
“The Gloaming” - Vuelven los sonidos sintéticos, los samples, loops y demás parafernalia para conformar otra de esas bases rítmicas que tanto contrastan con la suave cadencia del vocalista en la mayoría de las canciones.
“There There” - Un ritmo de corte tribal cargado de sensualidad (cercano al “Human Behaviour” de Bjork, por ejemplo) ocupa la parte central del que fue primer single del disco. Sin ser nuestra canción favorita, no le podemos negar varias virtudes. Mantiene la esencia del sonido de la banda, tiene un punto de originalidad nada desdeñable y navega con soltura entre varios registros musicales muy diferentes.

“I Will” - La siguiente balada comienza con un bonito juego de voces que se combina con la guitarra acústica para conseguir un delicado efecto muy propio del malogrado Jeff Buckley. Hay también un ligero aire clasicista en alguna segunda melodía muy inspirado.
“A Punchup at a Wedding” - Una atractiva combinación de bajo, ritmo electrónico y piano nos recibe en este corte extraño pero muy interesante. Y lo es porque bajo una apariencia nada convencional se oculta una canción realmente inspirada; con un leve regusto a Pink Floyd, un remoto espíritu “blues” y un enfoque muy actual.
“Myxomatosis” - Aunque pocas reseñas hacen especial hincapié en este corte, por algún motivo que se nos escapa, es uno de nuestros preferidos del disco. Un contundente sonido electrónico procedente de sintetizadores analógicos acompaña a un ritmo irregular y cambiante. En este entorno, Yorke interpreta un extraño texto mientras más y más capas de sonido van añadiéndose sin pausa hasta crear una atmósfera realmente particular.
“Scatterbrain” - Volvemos a registros más clásicos dentro de la discografía de la banda si es que un grupo como Radiohead puede tener algo así. Se trata de un tiempo medio en el que la voz doliente de Yorke encuentra el ambiente ideal para expresarse. Los juegos de guitarras de Jonny Greenwood nos revelan su excepcional talento para crear preciosos tapices sonoros con su instrumento así como una gran visión musical que ha llamado la atención de lumiarias como Steve Reich.
“A Wolf at the Door” - Con unos acordes clásicos en el inicio (muy Beatles, si se nos permite la comparación) se abre la despedida del disco. Estamos ante otra cuidada canción con efectivos juegos vocales y una elegante interpretación por parte de todos los miembros de la banda en la que parecen dejar de lado cualquier excentricidad para terminar firmando un tema redondo.
Cuando apareció “Hail to the Thief”, Radiohead eran una banda que había alcanzado un prestigio elevadísimo y la acogida por parte de la crítica fue buena en general siendo hoy en día uno de los discos mejor valorados de la formación. Sin embargo, los propios miembros del grupo creen que podía haber sido mejor, que algunas cosas se pudieron trabajar más y que habría sido mejor idea reducir el número de canciones (Yorke llegó a proponer un “tracklist” alternativo con sólo 10 temas). El disco fue también la despedida de la banda de Parlophone, su sello hasta entonces y supuso el final de una etapa y el comienzo de otra que vendría marcada por algunos trabajos en solitario de sus motores creativos, Thom Yorke y Jonny Greenwood antes de meterse de lleno en un terreno en el que fueron pioneros (al menos a este nivel de popularidad): la autoedición. Ese será, en todo caso, objeto de una entrada futura. Por ahora nos quedamos con “Hail to the Thief”, un disco extraordinario de una banda que será recordada en las décadas venideras como una de las grandes de su tiempo. Os dejamos un par de enlaces en los que adquirirlo.
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