R.a.f.: facción del ejército rojo

Publicado el 29 septiembre 2010 por Lebonneloup
Título original: Der Baader-Meinhof Komplex

Dirección: Uli Edel

Año: 2008

Duración: 150′

País: Alemania

Guión: Bernd Eichinger (Según libro de Stefan Aust)

Música: Peter Hinderthür y Florian Tessloff

Fotografía: Rainer Klausmann

Intérpretes: Martina Gedeck, Moritz Bleibtreu, Bruno Ganz, Johana Wokalek, Nadja Uhl, Jan Josef Liefers,

Premios y nominaciones: Premio a la Excelencia del cine europeo, Nominada al Oscar, BAFTA y Globo de Oro como mejor película de habla no inglesa.

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Aunque no es la primera incursión del cine, especialmente el alemán, en algún aspecto de la historia de la R.A.F. (por cierto, cuya traducción al castellano siempre ha sido errónea utilizando facción, en lugar de fracción, lo cual además tiene cierto significado estratégico), esta es sin duda la película más ambiciosa sobre la historia de la también conocida como la banda Baader-Meinhof.

Rudi Dutschke poniendo en pie a los estudiantes

Estamos a finales de los 60, en plena Guerra Fría, cuando el mundo ardía por los cuatro costados en una miríada de conflictos alejados del mundo occidental, pero estrechamente ligados a lo que sucedía en él. Los reajustes geopolíticos tras la II Guerra Mundial seguían coleando, EEUU y la URSS trataban de repartirse el mundo, y los conflictos post-coloniales y anti-imperialistas florecían por Asia, Africa y América Latina con la guerrilla como máxima expresión. Una de las olas de terrorismo que el profesor Rapaport identifica como de la nueva izquierda, tuvo lugar en esta época.

Lo novedoso de las personas que participaron en estos hechos, y vamos centrándonos ya en el caso alemán, es que no eran precisamente desarraigados, oprimidos, explotados o gente pobre sin otro recurso. Muy al contrario el movimiento armado alemán surgió en las universidades y en las casas acomodadas, cuando no de más alto nivel. Jóvenes que apenas vivieron la II Guerra Mundial y a los que se les ofreció una Alemania (Federal, por supuesto), reconstruida a toda prisa por el Plan Marshall y recolocada en el primer plano mundial lo antes posible, no fuera a ser que el huevo olvidado en 1918 diese a luz una nueva serpiente gamada. En definitiva, la burguesía alemana vio como una parte de sus retoños rechazaban la nueva sociedad y el nuevo mundo que les eran ofrecidos. El 68, Mao, Sartre, el Ché y Ho Chi Mihn inocularon el compromiso internacional en favor de los oprimidos por el imperialismo capitalista en cualquier parte del mundo, y al monte que se echaron.

¿Una estética demasiado pop?

Cuentan que fueron dos momentos claves para la formación defitiva de la R.A.F.; la visita del Sha de Irán a la R.F.A., en cuya manifestación de protesta muere un estudiante por disparos de la policía, y el atentado contra el líder estudiantil Rudi Dutschke. Desde aquí la película hace una cronología bastante exhaustiva de los acontecimientos, intentando centrar los dos polos de la banda: la acción y los bajos instintos encarnados en Andreas Baader, y la pluma y la lucha intelectual de Ulrike Meinhof. Por el camino se adereza con referencias a los acontecimientos mundiales del momento y se esfuerza -aunque quizá sin conseguirlo demasiado-, por dar una imagen del tipo de jóvenes que eran. De hecho las mayores críticas a la película vienen porque hay momentos en que parecen un salvaje grupo de rock veinteañero, prefabricado y vestido en H&M. En cualquier caso la factura es excelente. Se reconstruyen los atentados, no cuesta demasiado seguir el hilo de determinados personajes sin necesidad de ser alemán, se muestran las relaciones exteriores del grupo (y por extensión un atisbo de la internacionalización del terrorismo), sus entrenamientos en campos de Al-Fatah (y los choques que hicieron que un grupo de alemanes desinhibidos -especialmente en lo tocante al sexo-, chocasen con las normas morales y de entrenamiento árabes hasta su expulsión), las detenciones, las emboscadas, los juicios y el internamiento en la cárcel de Stammheim, las huelgas de hambre, la aparición de la segunda generación, el episodio de la embajada alemana en Suecia,y por último, el abismo personal y las muertes carcelarias.

Policía montada dispersando manifestantes

Precisamente las muertes son uno de los grandes enigmas alimentados por las teorías de la conspiración. Ulrike Meinhof, desquiciada, apareció ahorcada con una toalla en 1976. En octubre del 77, justo al fracasar un intento de secuestro de un avión de Lufthansa, Baader apareció muerto de un disparo en su celda, Gudrun Ensslin, otra gran figura de la banda,  ahorcada, mientras que otros dos miembros, Jan-Carl Raspe e Irnmar Möller aparecieron también tiroteados. Möller fue la única en sobrevivir y siempre denunció que aquello fue una ejecución extra-judicial, alimentando las sospechas contra las investigaciones oficiales que concluyeron que todos los casos se trataron de suicidios. Hay un último punto de interés en el film, y es el que representa el personaje de Bruno Ganz, jefe de la policía, el cual, más allá de cumplir con su deber, se devana los sesos tratando de comprender. Son interesantes algunas de sus apostillas a subordinados cuando en mesas redondas tratan el asunto y él pretende ir siempre más allá del mero hecho criminal. No esperen grandes diatribas, pero supone el esfuerzo de lanzar al aire la gran pregunta: ¿por qué unos jóvenes que lo tenían todo escogieron este camino?, esta vez no estaban presentes las cohartadas habituales sobre el submundo urbano del paro, la pobreza, la dominación extranjera o cualquier otro de los agravios comunes para arrojarse a los brazos de la lucha armada. “¿Qué hemos hecho mal?”, se pregunta Ganz.

El jefe de policía poniendo a funcionar el cerebro

 En definitiva esta película es loable por sus virtudes cinematográficas centradas en una gran producción y ejecución, por ser muy seria en la reconstitución histórica y fiel a la cronología. Probablemente el magma teórico quede un poco oculto entre tanta acción, pero al menos saca a la palestra uno de los hechos recientes de la historia europea más interesantes, porque de nuevo, la civilizada y moderna Alemania, tenía sangre en sus calles, y porque contuvo una semilla de orientación sociológica y política que no necesariamente tiene porqué haberse eliminado con la desaparición de sus protagonistas. Fue una reacción generacional, incardinada en un contexto determinado, pero que nunca sabremos cuándo puede volver a emerger. 

Baader y la desinhibida Gudrun Ensslin


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