Director: George C. Scott
"Rage" me llamaba mucho la atención por varias cosas: su título, que no puede ser más preciso y directo al grano (por lo demás, qué poderosa palabra, ¿eh?); su director, George C. Scott, famoso actor que ha demostrado lo suyo en importantes películas; y su género, y es que estamos ante un thriller setentero del bueno, que no es un thriller explosivo al uso como los que se hacen actualmente, sino que tiene tremebunda rabia de fondo ejecutada con pulso y cuidado (al contrario de la desmedida acción carente de contenido de hoy en día), lo que finalmente acaba por potenciarla a niveles superlativos, poco a poco adentrándonos en una película cada vez más brutal y contundente. Así es la opera prima de Scott (que antes hizo una película para la tele), un interesante y recomendable alegato contra la injusticia institucional estadounidense.
La vida de Dan Logan comienza a cambiar cuando él, su hijo y su rebaño comienzan a sufrir los negativos efectos de un mortal gas que fue liberado por accidente por el ejército, justo en los terrenos de nuestro hombre.
Voy a usar las mismas afirmaciones que en el primer párrafo: "Rage" no es un thriller explosivo cualquiera en que, tras un hecho muy lamentable cuyos responsables no se preocupan de los afectados sino de sus propios traseros (vamos, si se entera la prensa el escándalo será colosal), el protagonista entra en modo rampage y se vuelve un asesino carnívoro capaz de enfrentar a mil soldados por su cuenta. "Rage" es un thriller denso en su narración, más preocupado de la ira interior, pausado pero contundente (lo pausado lo hace más contundente), pero no por ello menos furioso; sin miedo a repetirme, la "calma" con la que el director va desatando la injusticia y construyendo la ira hacen que la liberación de ésta sea, además de convincente, avasalladora y apabullante, y ojo, sin tener que recurrir a mecanismos efectistas, pues la parsimonia con que Scott dirige estos momentos de ira sigue ahí, tan fuerte como al inicio: el hombre no pierde el control, su manejo estético permanece igual de certero. "Rage" es de esa forma en parte porque no se trata únicamente de la desesperación de un padre, no es una venganza cuya mecánica nos revela un sólo lado; "Rage" también incluye todos los tejemanejes del ejército y otras instituciones por mantener sus errores en secreto, así tengan que mentir o incluso matar, pues ya saben que el bien común (eufemismo para "no queremos ser despedidos") es preferible a los "caprichos" de un granjero común y corriente: es como si la película se configurara en una suerte de duelo moral en donde ambos tienen la oportunidad de explicarse al espectador. En este sentido, "Rage" es la historia de un hombre versus la maquinaria, relato que, además, recibe un tratamiento fascinante por cuanto sus elementos no son arquetipos básicos de moral: ejemplo, los antagonistas del ejército no son malos mundiales sino que sujetos comunes y corrientes, despreciables e inmorales y desvergonzados pero no potenciales destructores nucleares ni nada por el estilo, aunque la falta de nobleza es innegable. Lo peor, lo más desasosegante, es la normalización de la mentira, la rapidez con que los personajes se acostumbran a mentir, incluso aquellos que considerábamos amigos. No serán los personajes más profundos y complejos, pero me parecen realistas y convincentes en su planteamiento, construcción e interpretación: todos mentimos, al fin y al cabo, esa es la premisa de la que no podemos huir. A propósito de actuaciones, la de George C. Scott está genial: una notable combinación de físico y expresión.
Así, el material escrito se levanta a la perfección gracias a la cuidada y bien pensada y notablemente ejecutada puesta en escena de Scott, con un tratamiento de la imagen fenomenal y un montaje realmente interesante (sobre todo al inicio, pongan atención a las transiciones entre lugar y lugar, motivadas por acciones), dando como resultado una atmósfera de extrañeza, alarma e inquietud, de verdadera violencia subyacente transformada en violencia de tomo y lomo. No sólo eso, pues Scott demuestra tener pulso al momento de narrar, haciendo que la "lentitud" con que se suceden los acontecimientos sea un atractivo aliciente, amén de ese tempo inherente de la imagen. No hay baches narrativos, no hay tiempos muertos, sólo una violenta y fluida espiral de desesperanza. "Rage" es sesenta minutos de tensa calma y violencia contenida y treinta minutos finales de rampage ultraviolento. El equilibrio es ideal y, más aún, Scott utiliza esos cien minutos a la perfección para explicar lo que sigue: cuando ya no tienes nada, no piensas en las consecuencias.