«Ragtime», de E.L. Doctorow

Publicado el 16 mayo 2018 por María Bravo Sancha @Labocadellibro
En 1902 Padre construyó una casa en lo alto de la colina de Broadview Avenue, en New Rochelle, Nueva York. Era una casa marrón con buhardillas, ventanas en saliente y un porche con mosquiteras. Unos toldos a rayas cubrían las ventanas. La familia tomó posesión de aquella sólida construcción un soleado día de junio y durante años tuvieron la impresión de que en ella todos sus días serían tranquilos y felices (pág. 13). 

Título original: Ragtime
Género: ficción histórica
Año de aparición: 1975
Editorial: Miscelánea
Año de edición: 2009
País de origen: Estados Unidos
Páginas: 301

Merecía la pena leer a Doctorow y ver cómo emplea su habilidad con la pluma. Solo el título del libro ya te transporta a otra época, así que me decanté por esta novela estadounidense. Es decir, escritor norteamericano que escribe para un público norteamericano (sí, creo que un lector estadounidense la disfrutaría mucho más). Llegados a este punto, y es preciso ir con calma, cabe preguntarse de qué trata, porque la de personajes y acontecimientos que recorren estas páginas es bastante considerable, todos ocurridos en las primeras décadas del siglo XX. 
La historia comienza con personajes sin un nombre propio establecido. Se habla de Padre, Madre y Hermano Menor como una familia neoyorkina más, pero pronto descubrimos que esta familia se enlaza con personajes relevantes de la época como la anarquista Emma Goldman, la actriz Ebelyn Nesbit, Freud o Henry Ford. Todo ello con el transfondo social de la inmigración, las primera huelgas obreras, el papel de la mujer en la sociedad o la oposición de los negros contra la discriminación racial.
Vamos, toda una enciclopedia resumida en 300 páginas. Sí, Ragtime constituye una ingente cantidad de información enmarcada entre los años 1902 y 1912. Lo que hace Doctorow es revisar la historia en ese periodo sin que apenas se noten las costuras entre los sucesos que cuenta. Solo al final parece que la línea temporal se alarga y llegamos hasta la figura de Francisco de Austria con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Estamos así ante una obra con un sustrato cultural bastante potente.
He de reconocer que en esta novela cuesta encontrar los puntos de giro, pero esto no implica que sea una mala obra. De una forma soberbia, coge tres o cuatro hilos argumentales y los va solapando de manera perfecta. Por ejemplo, la historia de Coldhouse, la expedición al Ártico de Padre, la historia de Tateh, la de Houdini o la de Hermano Menor, entre otras. Hay aspectos de los personajes que no son verdad y una tiende a consultar constantemente Google para saber si Houdini realizó tal o cual truco de escapismo o si Freud y Jung se montaron en el tren de amor. Lo que hace Doctorow es establecer un marco real y meter dentro a los personajes, por eso la novela tiene importancia, porque cuestiona la historia.
 
Doctorow consigue hacer una novela con trozos de otros relatos, de tal forma que todas las historias cabalgan unas con otras, y los hilos constituyen el esqueleto de la novela. Y eso es exactamente Ragtime, un género musical que se popularizó a finales del siglo XIX y que se caracterizaba por una melodía sincopada, que enlazaba ritmos movidos. Su máximo representante fue Scott Joplin. Lo que vais a escuchar a continuación son varias líneas musicales que se solapan; y eso es la novela Ragtime, un constante cabalgamiento de historias y situaciones.

Todo ello lo emplea con un estilo llano, donde usa frases cortas y las palabras justas, donde menos es más. Sabe manejar muy bien el ritmo y la prosodia del narrador. Un narrador que, en ocasiones se supone que es Hermano Menor, pero a veces habla de él en tercera personal; esto se puede volver un poco lioso, un narrador poco fiable porque no se sabe desde qué punto de vista cuenta la historia. Peor para nada complica su lectura.
Doctorow comenzó a escribir esta novela como un proyecto de investigación gracias a la beca Guggenheim. La novela consiguió rápidamente el Premio Nacional de la Crítica, la medalla de la Academia Americana de las Artes y las Letras, el galardón Edith Wharton a la trayectoria literaria y la medalla Nacional de las Humanidades. Como veis, es una novela de la que hay que aprender, su estructura es una maravilla. No os voy a engañar, y quizá por eso este pero lo dejo para el final. No es una novela que enganche, no estaréis deseando terminar el capítulo 10 para comenzar el 11, pero merece la pena leerla, y más si sois asiduos a la lectura, porque descubriréis una forma de narrar insual con la que fardaréis en vuestro club de lectura de los jueves. 

Y vosotros, ¿conocéis alguna novela que represente la historia de Estados Unidos y que os haya gustado especialmente?

E. L. Doctorow (Nueva York, 6 de enero de 1931 - Nueva York, 21 de julio de 2015) se licenció en Filosofía por el Kenyon College. Trabajó como lector y editor de varias editoriales y como profesor de varias universidades, haciéndolo durante sus últimos años en la de Nueva York. Dos de sus novelas fueron llevadas con éxito al cine. Escritor de novelas, Doctorow trató en diversos géneros temas variados, en especial sobre diferentes etapas de la historia de su país, con abundante crítica social y reflexiones sobre los hechos que relata. Con frecuencia mezcló en sus textos la realidad con la ficción. Desde 1984, fue miembro de la Academia Americana y también del Instituto Nacional de Artes y Letras. De entre su obra habría que destacar títulos como El libro de Daniel, La gran marcha o Ragtime, entre otros (fuente: Lecturalia).

Escrito por María Bravo