Raídos, de Diego Marcone

Publicado el 21 abril 2016 por María Bertoni

Cobertura de Espectadores.

Durante la proyección de Raídos, algunos espectadores nos acordamos de Ramón Puerta y de Gerónimo Momo Venegas o, mejor dicho, de las denuncias que en 2015 recayeron sobre el ex gobernador de Misiones y propietario de yerbatales por trata laboral y explotación de menores, y sobre el ex secretario general de la UATRE por el delito de coacción contra afiliados al Sindicato Argentino de Trabajadores Horticultores y Agrarios. Es que el enorme documental de Diego Marcone gira en torno a las familias de tareferos (cosecheros de hojas de yerba mate) que cuando la crisis de los ’90 se trasladaron a la periferia de la localidad misionera de Montecarlo, y hoy siguen ganándose el pan como jornaleros y viviendo en condiciones históricamente precarias.

El de Marcone es un trabajo enorme por dos razones fundamentales. La primera: a juzgar por la variedad y el grado de intimidad de los registros obtenidos, el realizador compartió mucho tiempo -al menos un año- con los tareferos. La segunda: el retrato de estos compatriotas da cuenta de una porción de realidad nacional irreductible a nuestro presente, ni siquiera a los veinticinco años que transcurrieron desde los tiempos de expulsión y exclusión menemistas.

Este documental participa de la competencia argentina del 18º BAFICI.

La secuencia de los nenes jugando con las grandes bolsas recolectoras, cargándolas sobre las espaldas como hacen sus padres e hicieron sus abuelos, ilustra la envergadura del daño que los Puerta y los Venagas provocan con la colaboración de un Estado cómplice, pusilánime y/o ausente. De los jóvenes filmados, uno solo puede escapar al círculo vicioso que se reproduce de generación en generación.

A mil kilómetros de distancia, los espectadores porteños nos enteramos de datos escandalosos. Por ejemplo, que los tareferos cobran a lo sumo 50 pesos por cada cien kilos de hojas recolectadas cuando el paquete de un kilo de yerba cuesta 35 pesos. También asistimos al pago del jornal: desde el interior de un auto, el emisario del patrón les entrega el dinero con el debido descuento de deudas contraídas, presumiblemente en el almacén propiedad del mismo explotador.

La película de Marcone comparte con Yatasto de Hermes Paralluelo y con Qu ‘ils reposent en révolte de Sylvain George el respeto por las personas retratadas: chicos cartoneros en el film del realizador catalán; inmigrantes ilegales en el largometraje del documentalista francés. Por otra parte, parece dedicarle algunas de sus imágenes al chamamé de Héctor y Félix Chávez, que el Chango Spasiuk musicalizó años atrás.

Para botón de muestra, vale transcribir la siguiente estrofa: