Raja Ampat, Día Uno

Por Amoreno
Después de cruzar Indonesia en avión por fin habíamos llegado a Nueva Guinea. Nuestro primer reto era conseguir un medio de transporte para movernos por las islas de Raja Ampat. Descartada la opción del crucero liveaboard, sólo podíamos optar por un speed-boat o un long-boat. El speed-boat es una lancha rápida, capaz de alcanzar grandes velocidades en el mar. Sin embargo, al ser únicamente tres pasajeros el precio se nos disparaba: Rp 7.000.000/día (unos 570€). Un long-boat era más asequible.

El long-boat es un tipo de embarcación bimotor que se utiliza en muchos países del sudeste asiático, incluido Indonesia, para transportar gente y mercancías entre las islas. No tiene mucha potencia, ya que las distancias que cubre normalmente apenas son de 10 a 20 km.

Nuestra idea, no obstante, era utilizar un long-boat durante una semana como medio de transporte para grandes distancias al mismo tiempo que como alojamiento en caso de que no pudiéramos encontrar un sitio donde hacer noche.

Alquilar un long-boat no era un procedimiento complicado, sólo había que pagar al dueño el equivalente de lo que suele ganar al día (probablemente más por ser extranjeros). En Sorong el precio estándar que se maneja es de Rp 1.000.000/día, sin incluir la gasolina. Uno puede acercarse al puerto y negociar con los patrones de las embarcaciones.

Nosotros íbamos con los deberes hechos. Conseguimos el número de teléfono del dueño de la embarcación que utilizaron Fernán y compañía, llamado Agus. Dani se puso en contacto con él unas semanas antes para acordar el día del encuentro y hablar del precio. Al aterrizar en Sorong, el bueno de Agus nos estaba esperando.

Nada más llegar ya percibimos que la barrera del idioma iba a ser uno de los principales obstáculos del viaje. Moverse por Raja Ampat, y en general por cualquier parte de Papúa Occidental requiere tener nociones de indonesio, ya que aquí hablan muy poco o nada de inglés. Conseguimos salvar este obstáculo gracias a que Dani había aprendido indonesio durante los últimos años, algo admirable sin duda. Supo ocuparse de lo fundamental, negociar con el patrón las condiciones de alquiler del barco durante una semana y conseguir alojamiento a lo largo de la travesía, como luego veréis. Sin duda, uno de los momentos más duros de la negociación con el dueño del long-boat fue decidir la ruta que íbamos a seguir. Nuestro objetivo era llegar a Pulau Wayag, un pequeño grupo de islas al norte del archipiélago de Raja Ampat. El paraíso en la Tierra.

Desde Sorong hasta Pulau Wayag hay unos 250 km, una distancia que se puede salvar en pocas horas yendo en speed-boat, pero que sobrepasa el límite para un long-boat. Íbamos a necesitar por lo menos dos días. Teníamos de plazo una semana, así que planeamos tres días para la ida, un día para la estancia en Pulau Wayag, y otros tres días para la vuelta. Quisimos dejar margen por si algún día las condiciones meteorológicas no eran propicias para navegar, sobre todo teniendo en cuenta que el long-boat es un tipo de embarcación ligera poco fiable en mar abierto. No fue extraño que en algunos lugares en los que paramos se sorprendieran de que nos hubieramos propuesto llegar a Pulau Wayag en long-boat, e incluso nos dijeran que estábamos locos. De todas formas, además de por precaución queríamos ir con calma para detenernos por el camino en algunos puntos interesantes.

Agus desde el primer momento ya nos puso pegas con el itinerario. Era previsible, los indonesios son bien conocidos por tener una cachaza que a veces puede llegar a ser desesperante. Al patrón no le hacía ninguna gracia tener que navegar tan lejos de Sorong teniendo que entrar en la Bahía de Aljui, al norte de la isla de Waigeo. Pero ir a Raja Ampat y no ver Aljui para luego continuar hasta Pulau Wayag no tenía mucho sentido, así que nos pusimos serios y le dijimos que no tenía excusa. Ya lo habíamos hablado antes por teléfono y, aparte, si había ido antes con Fernán ya conocía de sobra la ruta.

Negociamos un precio de Rp 1.000.000/día, en total 7 para una semana, y Rp 9.000.000 de gasolina para los 250 km de ida y vuelta. En total nos salía a pagarle Rp 16.000.000, pero lo conseguimos rebajar a Rp 15.000.000 con la excusa de pagar Rp 3.000.000/ocupante. Dani es un as de las negociaciones.

Agus aceptó y le entregamos Rp 9.000.000. Se marchó a comprar la gasolina mientras nosotros comprábamos algunas provisiones en Sorong, principalmente comida para 5-6 días y unas colchonetas para dormir. En dos horas regresamos al puerto y cargamos las provisiones en el barco.

Además de Agus, al que bautizamos el llorón porque durante todo el viajaba no dejaba de quejarse, viajaban con nosotros un niño, Iksan, que más tarde descubrimos que era el sobrino de Agus que justamente estaba de vacaciones escolares, y Pinongui, o como le llamábamos nosotros, el señor del sombrero, un tipo que no sabemos por qué siempre estaba contento y riendo. Agus iba a la cola del long-boat, manejando los motores y el timón, mientras que al frente viajaba siempre el señor del sombrero.

La misión de este señor era importantísima. En los mares de Raja Ampat existen multitud de bancos de arena y barreras de coral, alguien tenía que llevar la vista unos metros por delante del barco y avisar en caso de que el nivel del mar no fuera lo suficientemente profundo y pudiéramos encallar. Más de un susto nos llevamos.

Sobre el mediodía abandonamos el puerto y pusimos rumbo por fin hacia las islas de Raja Ampat, con destino Wayag. La primera parada programada del viaje era Pulau Kri. Confiábamos llegar en unas tres o cuatro horas y así tener tiempo de buscar un lugar donde pasar la noche. Aquí tenéis un vídeo que grabé al rato de haber dejado Sorong (no se escucha bien con el ruido así que activad los subtítulos).

No llegamos muy lejos. Al poco tiempo el motor comenzó a dar problemas y parecía que se calaba. Tuvimos que detenernos en la primera isla que había frente a Sorong. Todavía no lo sabíamos, pero a Agus le habian vendido gasolina mezclada con agua.

¡Pues sí que empezamos bien el viaje!

Mientras Agus reparaba el motor con ayuda de los locales, nosotros desembarcamos y dimos un paseo por la pequeña isla. Era nuestro primer encuentro con una comunidad de papúes y fue divertido ser el centro de atención por un rato. Parece ser que no se ven muchos occidentales fuera de Sorong.

Había niños jugando en el embarcadero, a pesar de que las aguas no estaban muy limpias que digamos. Cuando nos vieron llegar empezaron a señalarnos con el dedo mientras gritaban "Orang bule!", que significa persona de raza blanca y muy pronto algunos vencieron su timidez y se acercaron para saludarnos, "Hey, misterrr".

Al cabo de una hora el problema en el motor parecía estar solucionado y de nuevo nos echamos al mar. Según nos alejábamos de Sorong apenas veíamos rastro de civilización en las islas.

Cuando llevábamos otra hora de travesía, cerca de la media tarde, nos encontramos el mar picado y el cielo amenazaba con lluvia. Agus decidió parar en un poblado en la esquina de la isla de Batanta.

Podéis ver como por encima de las casas de madera destaca una iglesia. Más tarde aprendimos que la religión mayoritaria en Papúa Occidental es el Cristianismo, que fue introducido por los protestantes holandeses.

Esperaríamos en este pueblo para ver si las aguas se calmaban y podíamos continuar. Los ánimos decayeron un poco. Tras la parada en boxes se nos había hecho un poco tarde y no estábamos muy convencidos de que pudiéramos alcanzar el objetivo del primer día, llegar hasta Pulau Kri. Entre las dos islas quedaban dos horas de travesía por mar sin tierra de por medio. Para no comernos la cabeza demasiado con la espera decidimos salir a dar un paseo por el pueblo. Sus habitantes nos recibieron con las manos abiertas. Todo el mundo salió de casa para saludarnos y nos estuvieron enseñando el pueblo. Fueron muy amables.

Aquí recibimos una de esas lecciones de humildad que el sudeste asiático suele brindar inesperadamente. La mayoría de los habitantes del poblado eran niños, más de cien calculo yo. Mientras los mayores se dedicaban a jugar al fútbol con una pelota medio deshinchada descalzos sobre un rudimentario campo de cemento, los más pequeños guiaban ruedas viejas con un palo corriendo de aquí para allá. El juguete era muy simple; los niños, los más felices y sonrientes que haya visto jamás.

Al cabo de media hora parecía que el mar se calmaba y Agus decidió continuar rumbo a Pulau Kri. Salíamos a mar abierto sobre las 5 de la tarde pasadas. Parecía que quedaban todavía algunas horas de luz pero la noche nos cayó encima rápidamente. Al cabo de una hora nos encontrábamos en medio del mar, a decenas de kilómetros de la isla más cercana, impulsados por un par de motores que un rato antes habían tenido que ser reparados. El sol se puso en el horizonte y con el cielo nublado dejamos de ver absolutamente nada. La oscuridad nos envolvió de repente y vimos únicamente las partículas de plancton luminiscente salpicando contra el casco del barco. Un espectáculo tan alucinante como aterrador. El señor del sombrero, que iba de pie en la proa, sacó una linterna y con su foco alumbraba apenas 4 o 5 metros por delante de la embarcación. Con tan poca visibilidad y a la velocidad a la que íbamos un banco de arena o un arrecife de coral sería difícil de esquivar.

Fue un momento de bastante tensión. Salir de Batanta a una hora tan tardía había sido una decisión precipitada. Si nos ocurría algo allí en mitad del mar no nos encontrarían hasta la mañana siguiente. Pero no nos quedaba otra que continuar hasta llegar a Pulau Kri. Lo primero era llevar sanos y salvos. Una vez allí nos preocuparíamos de dónde pasar la noche. Aunque nuestra intención era dormir al raso la mayoría de las noches, por si acaso, antes de hacer el viaje apuntamos en el mapa la localización de algunos homestay situados en la zona comprendida entre Pulau Kri, Pulau Gam y Arborek. Se trata de familias papúes que viven en las islas y comparten algún cuarto de sus cabañas con viajeros ocasionales. Las condiciones son muy humildes, pero son lo más parecido a un alojamiento que uno puede encontrar en Raja Ampat, junto a los cuatro resorts de lujo Kri Eco, Sorido, Raja Ampat Dive Lodge y Pulau Pef. Como referencia, todos los lugares están marcados en el mapa de arriba.

Ya de noche, y con más suerte que orientación llegamos a Yenkoranu Homestay en la isla de Kri. Por supuesto, no habíamos hecho ninguna reserva, y el precio que llevábamos apuntado de internet era de Rp 400.000/día/persona, un gasto que no estábamos dispuestos a asumir, menos aún el primer día. Sin embargo, no teníamos más alternativa. Se nos había hecho demasiado tarde y en la oscuridad de la noche era imposible encontrar un punto donde anclar el barco y montar el campamento. Así que Dani se armó de valor y bajó del barco para negociar con los dueños del homestay. Llegaba el momento de sacar a relucir sus mejores armas de regateo en indonesio. A los cinco minutos regresó y trajo buenas noticias. Había acordado que nos dejaran una habitación a los tres por el módico precio de Rp 350.000. Un precio bastante asequible por no tener que pasar la primera noche al descubierto. La fortuna nos había sonreído ese día.

Estábamos agotados. Había sido un día larguísimo, cargado de experiencias desde el momento en que habíamos bajado del avión a las 7 de la mañana. A pesar de habernos encontrado con algunos problemas nada más abandonar Sorong habíamos logrado cumplir nuestro objetivo de llegar a Pulau Kri. Podíamos descansar a gusto, ya estábamos en Raja Ampat.
¿Qué nos depararía el día siguiente? Estad atentos al siguiente capítulo.