Rajoy amaga con otra espantada

Publicado el 13 julio 2016 por José Luis Díaz @joseluisdiaz2
Convoco a los marianólogos de guardia para que a la mayor celeridad interpreten este nuevo pasaje antológico del líder: "si yo tuviera la seguridad de que fuera imposible que se me eligiera, yo abriría un periodo de reflexión y plantearía: ¿qué salida le vamos a dar a esto?".  Ahí es nada la dificultad de desentrañar el intríngulis de la frase de marras. Leída así a la carrera sugiere que Rajoy, a la vista de que no consigue hacer muchos amigos para que le dejen seguir siendo presidente, está calibrando la posibilidad de volver a decirle nones al rey si  este le llega a pedir que suba a la tribuna de oradores a defender su investidura. 
Al menos eso es lo que se supone que debe de ocurrir por cuanto es Rajoy el más votado, como él mismo y su gente no se cansan de repetir desde por la mañana a la noche. A la espera de que los expertos en el pensamiento mariano den su parecer, entiendo que Rajoy está buscando también meterle más presión al PSOE para que caiga sobre Pedro Sánchez todo el peso de la responsabilidad por tener que ir a unas terceras elecciones generales en un año. Ocurre, sin embargo, que a Sánchez le ha quitado hoy un gran peso de encima Albert Rivera tras anunciar que Ciudadanos se abstendrá en la segunda votación para que Rajoy sea presidente. Y es que el pacto que se puso sobre la mesa desde la noche electoral pasaba porque los 32 diputados de Ciudadanos se sumaran a los 137 del PP más los 5 del PNV y el de CC. 
Ahora esas cuentas se descuadran y Rajoy sólo puede contar a estas alturas  del cuento con el único y solitario voto de CC, y no es aún completamente seguro. Magro resultado para formar gobierno cuando han pasado ya más de dos semanas desde las elecciones. Y menos mal que Rajoy tiene prisa para que haya gobierno cuanto antes, algo en lo que no le falta razón dado el panorama que tenemos por delante. De no haber urgencia lo podríamos dejar perfectamente para después de verano, que hace mucho calor estos días, o ya puestos para después de Navidad. 
Lo que ocurre es que, desmintiendo la imagen proactiva de los primeros momentos tras las elecciones, el presidente en funciones ha vuelto a desplegar la misma estrategia inmovilista de la pasada legislatura: sentarse en La Moncloa a esperar que el resto de partidos se inclinen a adorarle y apoyarle sin condiciones sólo porque fue el que ganó las elecciones. Se ha vuelto a olvidar Rajoy de que no tiene mayoría absoluta y si quiere seguir siendo el presidente tendrá que ganarse el puesto a pulso ofreciendo a sus potenciales socios algo que estos puedan asumir ante sus electores. 
Lejos de eso, ha seguido Rajoy manoseando ese documento de medio centenar de páginas con cinco grandes pactos vagos que usó sin éxito en la pasada legislatura. Nadie le compra sus papeles porque carecen de concreción y porque no son creíbles sus intenciones ni sus promesas. Incapaz de negociar y ceder después de cuatro años de mayoría absoluta, Rajoy aspira de nuevo a un cheque en blanco, en especial si va firmado por Pedro Sánchez. 
Pero el líder socialista resiste la presión y reitera que no habrá abstención para que Rajoy gobierne, si bien matiza con un "a día de hoy" que en este caso deberán desentrañar cuanto antes los pedrólogos de guardia. No es mi caso pero se me antoja que lo que dice Sánchez es similar a lo de "abstención, de entrada no". De salida ya veremos si se apoya a Rajoy o se busca otra alternativa de gobierno como pide desconsolado Pablo Iglesias mientras llora sobre la leche derramada. Sólo que esta otra opción está cercana a la utopía y no están los tiempos ni los actores de este psicodrama para tales alardes de virtuosismo político.
Y me temo que no hay más alternativas de las que agarrarse para evitar otro fracaso y una situación política esperpéntica.  Signifiquen las crípticas frases de Rajoy y de Sánchez lo que signifiquen, a día de hoy lo único cierto es que no hay visos de que esto lo pueda arreglar el médico chino y no sé yo si, a la vista de la experiencia reciente, servirían de mucho unas terceras elecciones salvo para que el PP recupere la mayoría absoluta. Dicho de otro modo, si hay que votar se vota, aunque a este paso van a ser los propios responsables políticos los que terminen convirtiendo el derecho al voto en algo vacío de contenido y efectos políticos si no son capaces de interpretar el mandato de las urnas y de actuar en consecuencia.  Y en eso, el que gana unas elecciones debe asumir la responsabilidad de intentar gobernar buscando con ese fin los apoyos necesarios y no esperando de forma pasiva a que se los ofrezcan en bandeja de plata y sin pedir nada a cambio.