Rajoy: Desaparecido en Combate

Por Jmbigas @jmbigas
M.I.A. (Missing In Action). Esta es la sutil expresión que utilizan los anglosajones para expresar que no tienen ni idea de lo que ha sido de un soldado. No está en su unidad, pero no consta que haya muerto, ni que esté herido; nadie ha reportado que fuera hecho prisionero y no consta que haya desertado.

Rajoy, hablando este lunes en el Instituto de la
Empresa Familiar.
(Fuente: Moncloa)

En castellano utilizamos más bien la expresión Desaparecido en Combate. Los anglosajones, en su sutileza, no dejan ni suponer que el soldado desapareciera necesariamente combatiendo, es decir, cumpliendo su misión. Pudiera ser que hubiera huido campo a través hacia la granja más próxima, a buscar refugio, o que fuera sorprendido por el enemigo cuando dormitaba en su hamaca. Rajoy, como Presidente del Gobierno, está Desaparecido en Combate, pero en los términos anglosajones. Sólo habla cuando no se dirige a nosotros, los que le han votado o los que podríamos votarle... ¡o botarle!. Como un boxeador noqueado, farfulla sobre una realidad que sólo él visualiza, y sus explicaciones más bien parecen delirios de iluminado. Sigue convencido de que la mayoría absoluta de que disfruta le otorga la posesión eterna de la verdad, y nos desprecia a los ciudadanos, olvidando que somos su Jefe, los que le pusimos donde ahora está y los que podemos despedirle. Aunque nadie lo vea, estamos mejor de lo que estábamos. Francamente, si nadie lo ve, si nadie aprueba el examen, la culpa es del profesor. No hay millones de vehículos circulando contradirección, sino que es el Gobierno el que lo está haciendo. En dieciséis meses de (des)gobierno, ha añadido otro millón y pico a la nómina de los parados de este país; aunque no se le puede llamar ni nómina, pues más de la mitad ni cobramos ya subsidio. La economía real no funciona. Las pequeñas empresas y los autónomos se ahogan por cientos o por miles, y miles de negocios han cerrado o van a cerrar. Con sus estrategias económicas de austeridad y persecución del objetivo de déficit por encima de cualquier otra cosa, va a conseguir que lo alcancemos al final de la espiral diabólica en la que estamos montados: cero ingresos, cero gastos, cero déficit: España echó el cierre. Había ciertas esperanzas en el anunciado paquete de medidas económicas que se iba a hacer público tras el Consejo de Ministros del pasado viernes. Aunque no suben los impuestos (eso dijeron Montoro y el propio Rajoy los días previos) hay medidas de retoques fiscales. Se prolonga el aumento del IRPF un año más, se tocarán impuestos especiales (alcohol, tabaco,...) y se crearán impuestos medioambientales y a los depósitos bancarios. Un intento desesperado para que el Estado se quede cada vez un trozo más grande de un melón que es cada vez más pequeño. Los ciudadanos no vemos ninguna de las medidas que aplaudiríamos con las orejas: la racionalización de la organización del Estado, el ahorro cierto y decidido en los gastos de funcionamiento de la propia maquinaria que nos está devorando, el desmantelamiento de empresas públicas que sólo son justificadoras de nóminas y empleos vacíos de contenido para primos y cuñados; nos gustaría ver la desaparición de la gran mayoría de asesores y puestos de libre designación, otro pozo sin fondo de favores inconfesables; nos gustaría ver cómo las grandes fortunas y las multinacionales se ven obligadas a una mayor contribución a la lucha contra la crisis; nos gustaría ver cómo se persigue la evasión fiscal, cómo se trinca a los que escondieron un trozo del melón (presuntamente robado) lejos de aquí. Sin embargo, como el boxeador que ya no ve con claridad a través de la nube de sangre que le enturbia los ojos, avanza con furia hacia el gigantón que le tumbará con un gancho propinado con desgana. Cuando llegue el día en que el Estado se quede el melón entero, el melón desaparecerá como por encanto, porque España habrá echado el cierre. Venderemos lo que quede a los rusos, los chinos o los catarís, y con lo que saquemos nos correremos una orgía de cerveza y salchichas en las carpas de Munich hasta que nos reviente el hígado, los intestinos o la vejiga.
Nos convertiremos en polvo, pero en polvo indignado. JMBA