Rajoy en su Laberinto

Por Jmbigas @jmbigas
Cualquiera que esté habituado a intentar transmitir mensajes en público es consciente de que un mensaje formalmente perfecto sólo va a convencer a una parte del auditorio. Salvo, por supuesto, que el público esté entregado de antemano.

Mariano Rajoy, en su comparecencia en la sede de Génova
este lunes.
(Fuente: cuatro)

Cualquiera que intente vender un producto o un servicio, y tenga ocasión de realizar una presentación o exposición a un público presencial, sabe que el primer desafío es que el mensaje resulte creíble y que el público crea al presentador. Superado este obstáculo, que puede resultar bloqueante, algunos acabarán convencidos por el orador y otros no. De los convencidos, algunos acabarán comprando el producto y otros no, por diversas razones. Parece bastante claro que el Partido Popular y Mariano Rajoy en particular tienen un problema de comunicación, del que ellos mismos hablan cada vez que tienen ocasión. En un vídeo que se hizo famoso, Floriano decía eso de que nos ha faltado piel en la comunicación, como que hubiera sido demasiado fría. Pero creo que el problema es bastante más profundo. Este lunes, el día siguiente de unas elecciones que han marcado un vuelco muy significativo en las preferencias de los ciudadanos, y han propulsado a candidaturas a las que genéricamente podríamos denominar como alternativas, Mariano Rajoy dio, tras más de tres años de rehusar esa obligación, una rueda de prensa en la sede del PP, en la calle Génova. Si atendemos a sus palabras, al PP y al gobierno no les pasa nada grave. El PP sigue siendo el partido más votado (lo que es verdad, pero una verdad que muy poco significa en sí misma en este tipo de elecciones), y él sigue siendo el mejor candidato a la Presidencia del Gobierno por el Partido Popular para las Elecciones Generales de fin de año. No sé si yo mismo soy una buena muestra del ciudadano medio, pero voy a contar mis impresiones, que creo que no son, ni mucho menos, solamente mías. El problema no es que el discurso de Mariano Rajoy no me convenza. El problema real es que no me lo creo, lo que es mucho más grave, y significa que no se ha superado ni siquiera el primer estadio de la comunicación. Una concentración de capacidades como la cúpula directiva del Partido Popular, con el Presidente a la cabeza, es imposible que saque del resultado de las elecciones del domingo  las conclusiones que intenta transmitirnos Rajoy. No sé si el debate interno fluye con libertad, o todos los presentes prefieren callar y otorgar, y no significarse como mensajeros de malas noticias. Pero esa actitud condenaría al líder a la soledad total. Prefiero pensar que un debate interno en libertad les permite diagnosticar el problema de forma razonablemente afinada. Después, intentan elaborar un discurso público que es el que algunos dentro del PP piensan que les interesa vehicular hacia la opinión pública. Obviamente, eso es un problema de comunicación. Pero un problema gravísimo. Porque no se falla en comunicar mal lo que se hace o se debate dentro del Partido, sino que se intenta elaborar un discurso impostado que no sólo no convence a la opinión pública, sino que el ciudadano de a pie (yo, desde luego) ni siquiera se puede creer. En estos últimos tiempos hemos visto ya demasiados mensajes fallidos de este tipo en los dirigentes del Partido Popular. Mensajes impostados, artificiales, creados para su consumo, que en nada reflejan la realidad de las cosas y los hechos. A menudo he sentido cierta lástima por los papelones que les ha tocado desempeñar a gente como María Dolores de Cospedal o Carlos Floriano. Discursos que el público no puede creerse, mucho menos quedar convencido, claro, y que el propio orador parece haber aprendido de memoria, y para nada como conclusión de un debate inteligente y de un diagnóstico informado. Este problema grave de comunicación (la elaboración y transmisión de mensajes que no sólo no convencen, sino que ni siquiera son creíbles) ha venido provocando, inevitablemente, un alejamiento progresivo de una parte creciente de la opinión pública de su Presidente del Gobierno, del Gobierno en general y del partido que lo respalda. Los intentos burdos y a menudo zafios, de desmarcar al Partido de los muchos episodios de corrupción que lo han venido trufando, han sido muy torpes. Sólo han transmitido a la opinión pública la sensación de que están intentando esquivar el bulto y no afrontar con valentía los problemas, con ánimo de resolverlos y de evitar que se repitan episodios tan enojosos. Oír a la Cospedal balbuceando sobre la (presunta) indemnización en diferido de Bárcenas, o a Floriano intentando vendernos la idea de que el tesorero es un delincuente solitario que simplemente robó al Partido y traicionó la confianza en él depositada, resulta patético. Estoy convencido de que en la dirección del Partido Popular hay gente inteligente, empezando por su Presidente. Por ello no puedo creerme que los mensajes y discursos que intentan transmitir respondan a la realidad de sus conclusiones, sino que son mensajes inventados, pensando solamente en lo que, presuntamente, le interesa al Partido que piensen los ciudadanos. Sólo que ese discurso no sólo no convence, sino que no resulta en absoluto creíble. Intentando hacer comulgar a los ciudadanos con ruedas de molino, no sólo fracasan en su estrategia de comunicación, sino que se acuñan fama de trileros y mentirosos, que nunca dicen lo que realmente piensan. El ciudadano de a pie no sólo no acaba convencido, sino que no se los cree y piensa que intentan engañarle y que se creen que es tonto. Me temo que Rajoy, en su laberinto inacabable, se está quedando solo, en la cúspide. Es la soledad del corredor de fondo, el silencio de la cumbre. Le están faltando fusibles, y ni siquiera compraría tiempo destituyendo, por ejemplo, a María Dolores de Cospedal como Secretaria General del PP, tras su descalabro electoral en Castilla-La Mancha. Su equipo, al parecer, no abre la boca en las reuniones públicas, pero ya raja sin parar en privado, off the record o en entrevistas específicas. Como la excelente entrevista de Carlos Alsina esta mañana en Onda Cero, donde Juan Vicente Herrera, presidente en funciones de Castilla y León, entre otras lindezas sin desperdicio, le ha recomendado al jefe que se mire en el espejo antes de afirmar que sigue siendo el mejor candidato para el PP. De cara a las Elecciones Generales de fin de año, es imprescindible una reacción enérgica, o el PP chocará de forma abúlica con el iceberg. Si el PSOE no despliega más energías, es posible que el PP siga cosechando algunos votos más que los socialistas, pero que se conviertan en tercera y cuarta fuerza a nivel nacional.

A pesar de que los músicos parece que ya empiezan a desafinar, o directamente están guardando sus instrumentos en el estuche, el director de la Orquesta del Titanic, ignorando el iceberg, que es ya mucho más que una sombra en el horizonte, sigue moviendo la batuta como si nada fuera con él. Evidentemente, el PP y Mariano Rajoy tienen un problema de comunicación. Pero no se trata de que sus mensajes ya no convenzan, es que ni siquiera se pueden creer. O son tontos (que no lo creo) o se creen que los tontos somos los ciudadanos (que es lo que me temo). JMBA