Primero fue Zapatero, aquel presidente que juraba y perjuraba que nunca tocaría los derechos de los trabajadores. Ahora el escenario es bien distinto: el Partido Popular goza de una mayoría absoluta, y un PSOE en la oposición vuelve a posar a la izquierda. Bajo estas premisas, Rajoy insiste en pedir más sacrificios a los españoles de a pié, ¡cómo si tuviéramos que buscar nuestra redención! Sin embargo, más allá de los recortes en sí mismos, hay algo que me gustaría plantear en primer lugar. ¿Es acertado aplaudir con esa efusividad un discurso que impone unas condiciones tan duras al pueblo que dicen representar? Ese vitoreo generalizado entre las filas conservadoras, es el modo de reafirmar la adhesión al líder, quien, no conviene olvidar, decide, en última instancia, quien se va y quien se queda. No obstante, mostrar un gesto de respeto por la crudeza de la situación habría sido más acertado; también en Mariano, quien no mostraba signos de estar afectado durante su locución.
Dicho esto, la mayoría de recortes que se están llevando a cabo suelen ir en la dirección equivocada. Ya que, es bien conocido que el problema del déficit en España no viene porque se gaste mucho, sino porque se ingresa poco. Para demostrar el exiguo gasto del Estado español, no es necesario siquiera compararse con países del entorno, de hecho una sencilla comparación con Cuba ya deja en mal lugar a España. Mientras España destina sendas partidas del 9,7% del PIB para educación y sanidad, Cuba gasta el 11,8% de las mismas[1]. ¡Y eso en el 2011! Permitidme la puntilla: Cuba, esa “terrible dictadura”, se preocupa más por la salud y educación de sus ciudadanos que España de la de los suyos.
Por lo tanto, para solucionar el problema del déficit habría que ingresar más, pero con la subida del IVA se ha optado por la solución más injusta. En ese aspecto, Rajoy si estuvo acertado al señalar que él no es partidario de subir el IVA, pero en cambio justificaba su actuación aludiendo que se ha visto obligado por las circunstancias. A lo que inmediatamente debemos preguntarnos: ¿le obliga una especie de ente sobrenatural a llevar a cabo esa medida y no otras? El IVA es un impuesto que todos pagamos por igual, porque no atiende a nuestro nivel de renta, sino a nuestro consumo; y por mucho que pueda sorprender no solo de patatas y pan vive el hombre, también se consume, por ejemplo, luz eléctrica y gas.
Esa medida, como irónicamente señalaba el PP cuando criticó al PSOE por lo mismo, desincentiva el consumo, lo que en una crisis de estas características contribuirá a ralentizar cualquier atisbo de mejora. En vez de eso, se podría haber optado por renovar el sistema fiscal para conseguir que fuera más progresivo; para ello bastaría con añadir nuevos tramos máximos para las rentas más altas. Asimismo, tampoco sería desafortunado que el Gobierno cobrara un poco más por ese blanqueo de dinero legal que se está llevando a cabo. A su vez, no sería desdeñable, el lanzamiento de algunas medidas de presión, para que los ciudadanos españoles que hubieran conseguido jugosos beneficios en el extranjero, los tributaran en España. Por último, en una situación que se entiende de tanta gravedad, situar el fin del, restituido a medias, impuesto de patrimonio en el 2013 es cuánto menos atrevido.
Por el contrario, prefieren subir el IVA, y recortar de todo servicio público. Sin olvidarse de los funcionarios, que tras una campaña de desprestigio bien orquestada se han convertido (con el permiso de controladores aéreos y liberados sindicales) en uno de los colectivos más odiados del país; por ese motivo los tijeretazos a los funcionarios son de los que menos antipatía despiertan. No obstante, es posible encontrar entre los recortes, también, un aparente gesto de sacrificio personal por parte de la clase política. A partir de ahora los partidos recibirán un 20% menos de dinero, pero fusionados, como están, con el Estado en pocas ocasiones se encontrarán faltos de recursos. Sobre la reducción de concejales habrá que observar cómo se materializa, porque bajo el actual sistema de transformación de votos a escaños (Ley D´Hondt), cuantos menos puestos a cubrir haya, se dificultará la entrada de más pluralidad en los consistorios. ¿Puede ser, acaso, una maniobra para menguar el creciente apogeo de las fuerzas políticas minoritarias? ¿No sería más acertado proponer una rebaja generalizada en el sueldo de toda la clase política?
Los recortes, son muy numerosos, por lo que es imposible nombrarlos todos, pero no puedo cerrar el artículo sin mencionar a los grandes vencedores de todo este proceso: La Iglesia y la Corona. La Iglesia sigue sin pagar el IBI (ese reto pendiente), y además se ha librado de la mayoría de recortes que si afectan a la ciudadanía. Probablemente responda a un calculo electoralista del PP, pero no deja de sorprender la cantidad de dinero y privilegios que es capaz de amasar una hipótesis que no puede ser demostrada. Por otra parte, la Corona, esa institución que se resiste a desaparecer, se encuentra en una situación ajena a los males de los demás, mientras sus miembros disfrutan de yates, viajes, safaris y copiosas comidas.
El pueblo cada vez con más hambre; los servicios públicos menguando sin cesar; unos impuestos regresivos que ahogan cada vez más a la población; y el tándem Iglesia – Corona gozando de una extraordinaria salud. ¿Siglo XXI? Quien lo diría.Volver a la sección de actualidad
[1] Según el Informe de Desarrollo Humano (IDH) del 2011, que elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)