Suena a burla si no fuera patético que el portavoz diga que no se puede convocar a las comunidades autónomas para hablar de su financiación porque no hay consenso,cuando ese y no otro debería ser el objeto de esas reuniones. Ocurre que, acostumbrados a la mayoría absoluta y a imponer trágalas en todos los asuntos importantes, Rajoy y los suyos no se hayan muy a gusto con la nueva situación. Eso de tener que sentarse a negociarlo todo con la oposición es un engorro que no saben cómo resolver y, por eso, dan largas a cuestiones de la máxima urgencia.
Me temo que esa va a ser la estrategia del PP y de este gobierno. Por tanto, las promesas de diálogo y consenso empiezan a parecerse cada vez más a una cortina de humo para proyectar la falsa imagen de poseer una cintura política de la que en realidad se carece. Puede que in extremis y con calzador se aprueben los presupuestos, más que nada porque Bruselas nos echa el aliento en el cogote. Sin embargo, sería un milagro que se avanzara lo más mínimo en pensiones, educación o financiación autonómica. Al PP siempre le queda la opción de culpar a la oposición de no tener voluntad de diálogo, tal y como hizo de durante los 10 meses de gobierno en funciones en los que esperó a que la investidura le cayera del cielo como así terminó ocurriendo por la mala cabeza de la izquierda de este país.
Ahora el gobierno ya no está en funciones pero como si lo estuviera: los ministros nuevos y antiguos llevan una semana nombrando a sus equipos, comprándose ropa nueva para los actos oficiales, redecorando los despachos, intercambiándose carteras y posando para la posteridad. Rajoy, mientras, que ya tiene todo eso resuelto, sestea en La Moncloa y amenaza con darnos las uvas sin pegar palo al agua. Y el año que viene ya, si eso...