El joven, con ínfulas de pensador original de la derechona, glosaba en artículos en “El Faro de Vigo” a un ex ministro carca de Franco, Gonzalo Fernández de la Mora, alías “Crepúsculario” en los que pretendía justificar lo injustificable y asentar la “originalidad” de la dictadura franquista.
Mariano Rajoy Brey, con un desastroso expediente académico, plagado de suspensos e insuficientes, quería así aparentar “intelectualidad” ante el cacique gallego y escalar alto en su recién iniciada carrera política.
“La igualdad biológica no es posible. Pero tampoco lo es la igualdad social: no es posible la igualdad del poder político (“no hay sociedad sin jerarquía”), tampoco la de la autoridad (¿sería posible equiparar la autoridad de todos los miembros de un mismo gremio, por ejemplo, de todos los pintores o los cirujanos?)
Esta es una de las perlas que, muy ufano, escribía el actual presidente del Gobierno, treinta años antes de coser al país a decretos y reformas de marcado carácter clasista y de fomentar la más descarada desigualdad social.
No aprendemos. Este loco ha campado por autonomías y ministerios dándose el pego de “intelectual orgánico”, nadie lo ha refrenado y ahora, el tremendo daño causado a la naturaleza de la nación y a los más débiles del mismo resulta irreparable.
Paso lo mismo con Aznar, un “iluminado”, un “aparecido” que dice en sus memorias que “habla con Dios” y que en sus parlamentos le ha encomendado “liderar a la humanidad”. Son esperpentos vivientes de lo que imaginara un paisano de Rajoy, Valle-Inclán. Son tiranos sin banderas.
Este magma, esta paranoia, es la que ha permitido que un partido político capte los sobornos de toda la derecha empresarial hispana, que haya un saqueo permanente y sistemático de las arcas públicas y que otro esperpento, otro loco, reúna 48 millones de euros en su cuenta particular en Suiza.
Bendecidos por estos detritus, por esta pacotilla de “intelectuales” con suspensos en matemáticas, por estas almas del goteo en sobresueldos y por este espasmo de la condición democrática, o reaccionamos o nuestra menesterosidad social nos pondrá en el mismo nivel que el Senegal.
Con estos “intelectuales” es preferible ser analfabeto.