Ya no es la crisis económica, sino la corrupción lo que hace tambalear al Gobierno del Partido Popular. Y al presidente del Gobierno, tocado en su credibilidad, por su responsabilidad activa o pasiva ante los escándalos de corrupción que sacuden a su formación política. De por sí, es muy grave que el tesorero nombrado por el propio presidente acabe en la cárcel por la fortuna que ha acumulado mediante una contabilidad “paralela” que, además de financiar ilegalmente al partido, ha servido para “gratificar” a cuantos dirigentes podían ser de utilidad para mantener una red clientelar de empresas que facilitaban “donaciones” a cambio de contratos con la Administración.
Ya no se puede mirar hacia otro lado y dejar sin respuesta las preguntas que acribillan a Mariano Rajoy en cuanto asoma la cabeza. No cabe parapetarse tras una pantalla de plasma ni exponer a portavoces tan descolocados que no saben cómo salir del entuerto sin repetir un argumentarlo ridículo e impropio de personas inteligentes, que deja “perlas” como aquella de la “indemnización en diferido”. Hay que dar explicaciones y, lo que es más importante y urgente, asumir responsabilidades.
Durante más de cuatro años, el PP ha mantenido en su puesto y dado su confianza a un Luis Bárcenas imputado por la trama Gürtel. Durante ese lapso de tiempo, quien lo nombró y le dio las llaves de la caja fuerte del partido, Mariano Rajoy, ha defendido al extesorero del Partido Popular, asegurando que “nadie podrá probar que no es inocente”. ¿Estaría equivocado el señor Rajoy?
El que fuera durante más de dos décadas gerente y tesorero del PP siguió cobrando un sueldo, teniendo despacho y contando con chofer a cargo del partido, hasta que tales privilegios fueron de conocimiento público, casi en coincidencia temporal con su negación a unas acusaciones que pasaban de simples indicios a pruebas contundentes en cuanto se hallaron fortunas a su nombre en cuentas ocultas al fisco en Suiza.
Es entonces cuando, de cubrir todos sus trapicheos, el PP deriva a evitar pronunciar su nombre, como si fuese un apestado, aunque abone una “indemnización en diferido” a un Bárcenas que ocupa ya una celda en la cárcel de Soto del Real. Se ha pasado en cuatro años de una imputación en la trama Gürtel a un caso Bárcenas, separado de aquel, y a una posible investigación por financiación ilegal del Partido Popular que demuestra las prácticas corruptas que durante décadas realizaba dicha formación política. ¿No tenía conocimiento de ello Mariano Rajoy?
Para evitar exponerse, Rajoy se refugia en su silencio habitual y en las elipsis verbales como respuesta cuando se ve obligado a enfrentarse a alguna pregunta. Incluso “blinda” su presencia en el Parlamento, donde gracias a la mayoría absoluta de su grupo parlamentario veta la celebración de una sesión extraordinaria y la creación de una comisión de investigación sobre la corrupción política, algo que contradictoriamente reclama con ahínco allí donde ejerce de oposición. Sin embargo, en el transcurso de esa Diputación Permanente no puede acallar las críticas de todos los demás partidos allí representados, que afean la actitud del PP de “esconder” a Mariano Rajoy, lo que desata la ira del portavoz popular, Alfonso Alonso, quien se defiende acusando a toda la oposición de “ejercer de abogados” de Bárcenas y de “apadrinarlo”. ¿Qué teme Rajoy?
Las investigaciones de los “papeles” de Bárcenas, que desde la cárcel se revuelve contra su partido, apuntan a una financiación ilegal del partido y a la percepción de sobresueldos a dirigentes del mismo, entre ellos al propio Mariano Rajoy, quien habría cobrado casi 7 millones de pesetas “extras” entre 1990 y 1993, siendo ministro. También aparecen indicios de “sobres” a Javier Arenas, Álvarez Cascos y Miguel Blesa, y otros muchos, a cambio de “favores” en las contrataciones públicas. Se trataría, si todo ello pudiera demostrarse, de la mayor trama de corrupción política jamás destapada en España, pues afectaría a un partido con responsabilidades de Gobierno en todas las administraciones del Estado durante décadas. Y si Rajoy acaba implicado, el escándalo sería mayúsculo, pues estaríamos ante el primer presidente de Gobierno acusado de corrupción por delitos fiscales al percibir, al menos, retribuciones ilegales.
Rajoy, pues, está tocado, pero no hundido. La trama Gürtel, que tiene flecos pendientes en Valencia y en Madrid, todavía está siendo investigada y juzgada, a pesar de ser tan poderosa que pudo apartar al juez que la instruyó, Baltasar Garzón, de la judicatura. Es curioso que otro juez expulsado de la Audiencia Nacional, Javier Gómez de Liaño, sea el abogado que represente a Luis Bárcenas ante la renuncia de sus letrados iniciales por discrepancias con la estrategia adoptada por el defendido desde que ingresó en prisión. Sería interesante repasar biografías y estas trayectorias que se entrecruzan en el camino.
De lo que no cabe duda es que en el Partido Popular hay temor y “ruido de sables”. Se está produciendo una agria pelea entre facciones populares dispuestas a deponer a quien consideran “tocado” y prácticamente hundido. En ese contexto de enfrentamientos es donde hay que situar las “salidas de tono” de Esperanza Aguirre y la descarada “colaboración” de El Mundo, diario en el que se alojan francotiradores que jamás mostraron predilección por el actual líder del Partido Popular. Hasta Aznar se permite enmendarle la plana conpropuestas fiscales y consejos políticos desde su fundación Faes. Pero contemplar a la “acoraza mediática” enfrentarse con editoriales y exclusivas por Mariano Rajoy es la muestra más evidente de que Rajoy está tocado… Muy tocado. Y mudo.