Mientras no injertemos savia nueva el tronco que nos cobija, seguiremos, año tras año, festejando nuestro fracaso.
Después de treinta y cuatro años de ramas otoñales y flores primaverales. El árbol del Derecho, muestra síntomas de agotamiento en el huerto de los hechos. Los frutos del presente – decía Pepe, mientras contemplaba sus mástiles - no son los que brotaban en los tiempos de Cisneros. Aquellos limones de la España efervescente – sentenciaba el agricultor, con su boina descosida por los enganches de las ramas- eran como puños amarillos. Puños agarrados como "bebés succionando leche a la sombra de sus madres".
Hoy las aguas limpias que regaban los limoneros de José, han sido sustituidas por los lodos arrojados desde los vertederos del vecino. Con las raíces intoxicadas por el silencio del subsuelo, los picudos cabalgan a sus anchas por los troncos carcomidos.
El descontento civil ante la estampa de su huerto, se manifiesta mediante corrientes de indignación contra las plagas de sus árboles. La piedra angular de nuestro ordenamiento jurídico - el texto constitucional -, se desploma día tras día ante las distancias que separan la proclama de sus artículos, y la praxis de la empírica. El 25% de paro pone a la "altura del betún" el "pleno empleo" anunciado por la Suprema. Las "gallardonadas" del exalcalde ponen en jaque la "justicia igual para todos" manifestada, en el mensaje de nochebuena, por la deteriorada Corona. Las manifestaciones de discapacitados en las calles madrileñas dejan en evidencia la "no discriminación en el empleo" de la Ley de nuestras leyes. Los recortes en pupitres ridiculizan las garantías constitucionales de una educación de "calidad" para "todos" los españoles. Los embates de Mas a las velas de la fragata pone en cuestión el Estado de las Autonomías contemplado en la Suprema…
Pepe – el agricultor de arriba – tenía razón, mientras no injertemos savia nueva el tronco que nos cobija, seguiremos, año tras año, festejando nuestro fracaso.
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