Un barco, por culpa de un temporal, arroja su carga de carbón y todos los habitantes de un pueblo luchan contra la noche, la inclemencia del tiempo hostil, el frío, la posibilidad de la muerte para conseguir una parte rescatándola de la playa y de las rocas. La familia de Sabas Jáuregui participa en la recogida alucinada y ciega, desesperada, antes de que amanezca y los carabineros vengan a detenerlos y a requisar todo lo que hayan conseguido arrancarle al mar. La narración de Ramiro Pinilla es épica pero nunca cede a la fácil entronización de lo extraordinario para separarlo de lo más común y realista, de lo más palpable y real: es el primer y mayor acierto con que nos topamos leyendo esta magnífica novela. Los personajes cuentan lo que van viendo y haciendo pero siempre desde su yo más íntimo, desde el lugar más descarnado en que habita su más honda verdad. Hay pasajes en que uno parece que está palpando a esos desdichados, a esos sufridores que siguen adelante porque el padre sigue adelante, que resisten todo y contra todo porque el padre ha entregado su alma al trabajo y a la misión del pobre de aquella época y de todas las épocas: la continua lucha hacia delante, sin pararse a pensar en nada que estorbe el avance. Las penalidades crecen, se enredan a los cuerpos de los personajes y a sus pensamientos, tratan de ahogarlos, pero, como en toda tragedia perfecta, sabemos que hasta el final no habrá tormenta, dolor ni ser mítico o real que pueda pararlos. Y Ramiro Pinilla nos conduce a la conclusión de este libro imperecedero con un brío y mediante un intachable procedimiento de pequeños giros en la trama y sanísimo suspense al que nadie podrá sustraerse.
"Las ciegas hormigas" se publicó por primera vez en 1961. Nadie lo diría. No ha envejecido ni un ápice. Al contrario: su vigencia es absoluta, tanto en el lenguaje como en la manera de contar y de presentar a unos personajes y una historia novelada que acaso está sacada de la más pura realidad y que a ratos nos deja el mejor sabor que un libro no autobiográfico puede suscitarnos, pues pensaremos siempre que todo cuanto hemos leído y descubierto es posible y no ha podido llegarnos de mejor forma. Asimismo, en la literatura española siempre quedará ya la figura de Sabas Jáuregui, un personaje inmarchitable, de calado tan profundo como el de Pascual Duarte o la Celestina. Con mucha felicidad y mucha satisfacción lo escribo.
Texto recomendado: Un excelente relato corto en el blog de Raúl Ariza: "Sangre de mi sangre"