Ramlat al-Wahiba, nuestra experiencia en el desierto de Omán

Por Mteresatrilla
El desierto de Omán se conoce como Arenas de Al-Wahiba (Wahiba Sands en inglés y Ramlat al-Wahiba en árabe) y a pesar de su vasta extensión, es muy pequeño si lo comparamos con los grandes desiertos de nuestro Planeta. De Norte a Sur tiene aproximadamente 250km y 80km de Este a Oeste, lo que hace una superficie de unos 20.000 kilómetros cuadrados. Como casi siempre en estos casos, según la fuente de información hay un baile de cifras que va de los 12.000 a los 20.000 km2 pero mire como se mire, está muy lejos de alcanzar las dimensiones de otros desiertos como los de Atacama, Namib, Gobi, Kalahari o los más de 9 millones de kilómetros cuadrados del Desierto del Sáhara, el más extenso de la Tierra.


Se formó hace más de un millón y medio de años como consecuencia del encuentro del viento que sopla del suroeste y el viento alisio del noreste. Con las partículas que proceden de la erosión de las rocas y los sedimentos marinos, se ha moldeado una inacabable línea de dunas que sigue la dirección NE a SO y que avanza a una velocidad de unos 10 metros por año o, dicho de otra manera, para verlas desplazadas un kilómetro necesitaríamos cien años.

Según el tipo de dunas se divide en dos zonas:
En dirección Este, se encuentra Wahiba Alta, con enormes dunas que pueden alcanzar los 100 metros de altura, mientras que en el Norte está la Wahiba Baja, con dunas más pequeñas alternadas con amplias zonas llanas.
Contrariamente a lo que uno pueda pensar, en el desierto hay mucha vida y no sólo en los oasis. Son especies que se han adaptado a sus inhóspitas condiciones, de tal manera que se han contado cerca de 16000 invertebrados, 200 especies de vertebrados y 150 especies de flora autóctona.
Nunca antes habíamos dormido en el desierto y la posibilidad de vivir esta experiencia en Omán nos pareció muy atractiva.
Dónde dormir:
Hay diferentes campamentos donde se puede pernoctar. El precio incluye desayuno y cena pero no son baratos por lo que ofrecen. Nosotros nos quedamos en Desert Retreat Camp montado a los pies de una gran duna. El terreno pertenece al Gobierno, los beduinos se pueden establecer libremente donde quieran  porque se considera que son nómadas pero los campamentos deben pagar unos impuestos para poderse establecer.


Cómo llegar:
En coche desde Muscat hasta Ramlat al-Wahiba  hay unas 4 horas.Para circular por el desierto -aunque sea siguiendo las pistas- es totalmente imprescindible un 4x4 y además hay que ser bastante experimentado para no quedarse clavado en la arena o para no perderse.Todos los campamentos ofrecen servicio de transporte y en nuestro caso nos lo cobraron a 25OR (unos 50€) ida y vuelta por un trayecto de 20 minutos, no es ninguna ganga. Hay que tener en cuenta que es precio por vehículo, por lo que si hay más gente el coste se reparte.Nos recogió el propietario del campamento en Al Wasil, pasado el pueblo de Bidiya, a las puertas del desierto.
  Qué hacer:
Casi todos los campamentos ofrecen las mismas actividades. Las más comunes son el dune bashing que consiste en recorrer las dunas en 4x4 y las excursiones en camello.Otros campamentos ofrecen la posibilidad de montar a caballo, trekkings, excursiones en quad, etc.
Nuestra experiencia:
El campamento Desert Retreat Camp consta de 16 tiendas tipo jaima distribuidas en círculo.
Primero nos dieron la bienvenida en una jaima típica beduina donde nos ofrecieron frutas frescas, dátiles y té con cardamomo, todo ríquísimo.

Las tiendas son muy bonitas, paredes y techo de lana con motivos típicos beduinos.Detrás de cada tienda hay una caseta con wc, lavabo y ducha, cuyo techo es el cielo ya que está totalmente abierta. 




Después de instalarnos, lo que más nos apetecía era subir hasta la cima de la gran duna que se levanta frente al campamento, y esperar la puesta de sol desde la cresta.Caminar descalza sobre la arena es una sensación muy agradable aunque no sé si fue demasiada buena idea teniendo en cuenta el riesgo de picaduras de escorpión como me enteré posteriormente. No vimos ningún bicho viviente (a excepción de las cabras) aunque sí el rastro de diferentes huellas. 




A medida que el sol va bajando, las sombras se alargan y el desierto coge un color más dorado. Sentados en el punto más alto sólo pudimos escuchar el silencio y contemplar la inmensidad de aquel mar de arena.  





La cena se sirve a las 7 en la jaima–comedor. Sopa, ensalada, arroz, verdura hervida, pollo y brochetas de cordero a la barbacoa, todo preparado y servido por un simpático chaval de Nueva Delhi que nos cuenta sus proyectos de futuro para cuando regrese a su país después de haber ahorrado lo suficiente.  


Cuando se apaga el generador y todo queda a oscuras, es el mejor momento para observar el cielo completamente tapizado de estrellas, un raro lujo cada vez más difícil de conseguir en nuestros pueblos y ciudades.

Al día siguiente una densa niebla hizo desaparecer por completo la gran duna pero poco a poco se fue levantando y quedó un cielo azul y limpio como cada día. 

Niebla matutina


Tras el desayuno fuimos a visitar un asentamiento de beduinos.Los beduinos no viven en poblados, sino en asentamientos unifamiliares habitualmente nómadas y separados unos 5 o 6 kilómetrosunos de otros, no les gusta interactuar entre ellos.
Varias tribus de beduinos habitan Ramlat al-Wahiba, y la predominante, al–Wahiba, es la que da el nombre al desierto. Son los habitantes originarios de Arabia y a pesar de que en Omán no quedan muchos, en otros países de la Península, como en los Emiratos Árabes toda la población es de origen beduino, entre ellos los emires, de lo cual se sienten muy orgullosos.
Hay una cierta visión romántica sobre la vida de los beduinos, su libertad e independencia, su valentía, su legendaria hospitalidad pero lo cierto es que su existencia es difícil y forman una sociedad marginal en uno de los medios más inhóspitos de la Tierra.Aunque algunos de ellos siguen siendo nómadas, en Omán la mayoría se han sedentarizado. Muchos viven de la recolección de los dátiles que venden en los mercados de Ibra y Sinaw, donde las mujeres con sus máscaras tradicionales y sus ropas de colores contrastan con las negras abayas que visten el resto de mujeres.Algunos hombres se han convertido en guías del desierto o tienen algún negocio relacionado con el turismo.Los beduinos son unos grandes especialistas en cabalgar sobre camellos y de mitad de octubre a mitad de abril se celebran varias carreras en distintos lugares de la región.

Asentamiento beduino


El asentamiento que visitamos es fijo porque el hijo gestiona un campamento cercano, además tienen un negocio de camellos para hacer tours con los turistas y el hombre es el encargado de recoger a los niños beduinos de la zona y llevarlos cada día a la escuela.Solo encontramos a la mujer, de una edad indefinida pero se ve gastada.El vallado exterior está hecho con hojas de palma y el recinto donde viven es muy, muy básico. Un fuego en el centro, una especie de cabaña pequeña donde se cocina y la sala principal donde duermen, descansan y pasan el rato. Todas estas construcciones hechas también con hojas de palma que mantienen fresco el interior y dejan pasar el aire corriente.



En las paredes tienen colgados unos recipientes de barro que mantienen el agua fresca y unos calcetines gruesos de lana para caminar por la arena protegidos contra las picaduras de escorpión. En el suelo, alfombras y estoras.. y eso es todo, nada más. La mujer nos prepara el café, fuertísimo pero rico, y unos dátiles. En la bandeja, un recipiente con agua para mojarnos los dedos. Después se aparta, se sienta en un segundo plano y nos observa. Después de un rato prudencial va a buscar un bolsa de donde saca cuatro cosas hechas por ella con lana de cordero…. alguna pulsera, llaveros y una pequeña alfombra.  Pensaba que hubiéramos podido interactuar más con ella, por lo que me marché un poco decepcionada, aunque por otro lado pienso que tampoco me hubiera gustado encontrar un show preparado para los turistas…. es lo que hay.