Ramonet: “Las redes sociales son el perturbador más dominante”

Publicado el 02 abril 2015 por Jmartoranoster

Ignacio Ramonet señala que “la prensa escrita está en crisis”.

Credito: Hoy Venezuela

28 Mar. 2015 – Ignacio Ramonet va directo al grano. Por ello sostiene que “la prensa escrita está en crisis” y señala que hay un cambio de era en este campo. El director de Le Monde Diplomatique en español cree que hay un “meteorito de Internet” que afecta a los medios tradicionales, esos dinosaurios que atraviesan graves problemas para mantenerse. Y del mismo modo reflexiona sobre el rol de las redes y del comportamiento político de los medios tradicionales con los gobiernos progresistas de nuestra región. De visita la semana pasada en nuestro país (Ecuador), dictó algunas charlas y sostuvo varios encuentros con políticos y periodistas para conversar sobre los acontecimientos del mundo.
—¿En América Latina hay medios de comunicación y gremios que se han convertido en actores políticos incluso contradictores de los gobiernos progresistas?
—Esto tiene un tiempo. Evidentemente han sido los principales opositores. En la experiencia que han vivido los países latinoamericanos donde gobiernos progresistas han sido elegidos por los ciudadanos, con base en un programa de reformas y transformaciones sociales muy importantes y no han sido elegidos, sino que han sido reelegidos. Observamos que ningún programa de transformación social en América Latina ha perdido una elección desde hace 15 años. Allí donde este tipo de reforma constructiva de izquierda, progresista, ha llegado al poder, democráticamente se ha mantenido hasta hoy, aunque los líderes han cambiado, como en Venezuela, Brasil, Paraguay…
—Pero, ¿están los casos de Honduras y Paraguay?
—Pero son golpes de Estado, no son los electores. En ningún caso los electores han rechazado esta propuesta. El único caso, si quieres, aunque no es pertinente, es el gobierno de Bachelet, cuando ella no podía volver a presentarse, pero el primer gobierno de Bachelet no podíamos calificarlo neoprogresista porque estaba gobernando con una alianza socialdemócrata, democratacristiano, aun en ese caso, después de la experiencia, Bachelet ha regresado con una coalición aún más ampliada con el partido comunista. Los electores no la han rechazado y, por consiguiente, eso ha significado la derrota de las fuerzas conservadoras tradicionales, que en algunos países han desaparecido, como en el caso de Ecuador.
—¿Quién ha sustituido en esos casos a las fuerzas conservadoras?
—Los medios, porque el empresariado, el poder económico, históricamente dominante en estos países, ha creído que con estos medios iba a manipular, llevar a cabo la contraofensiva conservadora. Por eso esa lucha ha sido tan importante y por ello muchos gobernantes han hecho de esa lucha una confrontación central, como es en Venezuela, Ecuador, en donde Rafael Correa, quizá de todos los presidentes de América Latina, es el que más ha tenido conciencia de que esa lucha era fundamental; también en Argentina, en donde ha habido un enfrentamiento importante contra el grupo Clarín, que domina el 80% de medios (prensa, radio y TV) de ese país. Estos medios se han erigido en oposición oficial, cuando no es su función, pues su función es informar, no ser partidos políticos.
—Pero esa función tiene eco y prestigio en ciertos sectores y al mismo tiempo cuentan con un gremio (la SIP) que quiere incidir hasta en las mismas elecciones, como ocurrió en Brasil…
—Claro, precisamente los amigos del Partido de los Trabajadores (PT), gobernante, Lula (Da Silva) o Dilma (Rousseff) no consagraron la importancia necesaria a crear un sistema público de comunicación e información. Primero, porque nunca tuvieron mayorías claras, gobernaron con los parlamentos que negociaban, no tuvieron las manos libres y los empresarios que en Brasil disponen de grupos importantes, como el Grupo Globo, no les permitieron. De hecho, no creo que tuvieran la voluntad, y así la hubieran tenido, no creo que les habrían dejado desarrollar un grupo público de medios como se ha hecho en otros países, como Ecuador, Venezuela y Argentina.
—¿Hay un cambio en el terreno de los políticos para constituirse en comunicadores políticos y asumir como parte de su estructura formativa la comunicación?
—Sí, el ejemplo lo tienes aquí. El presidente que más ha integrado esa idea es Correa. Desde el punto de vista teórico y académico, es alguien que ha estudiado la comunicación después de llegar a la Presidencia. Ha sacado una serie de conclusiones sobre el poder mediático, su funcionamiento, cómo se puede elaborar un contrapoder mediático y esto hoy en día es indispensable, es un parámetro fundamental. Pero claro, también hay que ver que eso evoluciona. Muchos dirigentes hacen un análisis de los medios, que es lo que se podía hacer hace 10 o 15 años, pero hoy la reflexión debe integrar las redes sociales, que son el principal actor en la movilización social. De hecho, si quieres, la mayoría de estos gobiernos padece una ofensiva que ya no es megamediática, sino micromediática.
—¿Es aconsejable enfrentarse a la gente en redes como lo hace el presidente Correa? ¿Eso es válido en el tema de la disputa política?
—No sé si un presidente debe entrar ahí. Una cosa es hacer una consideración general y otra poner en marcha igual que un gobierno o una empresa, que tienen un departamento de comunicación, y hoy día los gobiernos y empresas inteligentes tienen un departamento de respuesta rápida mediante el uso de Twitter, Facebook, blogs, páginas bien elaboradas en la web. Ese es el buen nivel de respuesta. Excepto que haya algo más importante. Yo no veo a un presidente establecer un diálogo crítico con un tuitero, o algo así.
—Decía esto porque, en alguna medida, la derrota que ha infligido Rafael Correa a ese sistema de comunicación tradicional se trasladó a las redes, en las que ahora los ciudadanos son los que confrontan esa tensión con el Presidente…
—De igual manera que frente a los megamedios, los medios públicos han desarrollado una política de financiación y desarrollo de megamedios públicos, de igual manera hay que desarrollar una política en el campo de la comunicación con respecto a los micromedios. Para eso hay que tener una reflexión de cómo están funcionando.
—¿Hasta dónde los actores políticos progresistas, de izquierda, deben modificar sus comportamientos políticos en función de generar una comunicación política para un mundo más polarizado en ese territorio?
—La mayoría de los gobernantes hoy se ha preocupado de desarrollar su comunicación, mediante Twitter, e informan personalmente, como el presidente Maduro, que tiene un seguimiento de Twitter continuo. Obama tiene 47 millones de seguidores en Twitter, tiene mayor alcance cuando comunica por Twitter antes que por la televisión, porque no hay ninguna televisión en EE.UU. que tenga 47 millones de telespectadores. Hoy forma parte de la comunicación elemental de un dirigente.
—Y a pesar de ello, como ocurre en Venezuela, Maduro no logra romper el desequilibrio sobre la realidad de ese país…
—Porque allí sí hay una conspiración mediática internacional y contra Venezuela siempre hubo una alianza de contrarios, porque la característica de Venezuela es que acumuló los adversarios socialdemócratas y los adversarios del conservatismo tradicional. En particular hay un odio socialdemócrata hacia Chávez, porque lideró la rebelión del 92 contra un presidente socialdemócrata con mucha influencia en la Internacional Socialista, Carlos Andrés Pérez. Eso creó mucha confusión en el seno de la izquierda durante mucho tiempo, y entonces, mientras hubo esta confusión, los medios edificaron una imagen primero de Chávez como dictador, autoritarista, cuando era lo contrario, pero esa imagen se quedó y hoy día esa ofensiva sigue con nuevas formas, porque a los medios internacionales se ha sumado la operación de tipo de ‘revolución de colores’ con las redes sociales que también difunden este mismo mensaje.
—¿De qué manera la viralidad de la información no contrastada de estas redes afecta a la democracia? ¿Qué puede hacer el ciudadano?
—Estar bien informado siempre es muy difícil; si antes no fue fácil, peor va a ser ahora; entonces el problema no ha cambiado. Lo que las redes añaden ahora es más confusión y más ruido. Las redes no imponen una versión dominante, aún no son el medio dominante. Son el perturbador dominante, pero no son el medio dominante. Por el momento, los medios dominantes siguen siendo los medios tradicionales. El problema de los medios tradicionales es que económicamente no son viables, tienen los pies sobre unos cimientos frágiles, pero siguen siendo dominantes.
—En la generación de opinión pública…
Claro, siguen generando la matriz dominante.
—¿Cuán mejor estamos comunicados ahora con la proliferación de medios, fuentes, redes, etc.?
—La característica de la información es que siempre es mala información, siempre estar bien informado es un trabajo. Tú no puedes exigir de manera pasiva que vas a recibir buena información. Eso es prácticamente imposible. Yo digo en uno de mis libros: “Informarse cansa”, es un trabajo y, si lo tomamos como tal, podemos informarnos, si no, no nos vamos a informar bien. La información se ha vuelto muy compleja y, por consiguiente, las críticas que se desarrollan obligan al sistema mediático a corregirse o a adoptar una posición dogmática afirmada. Por ejemplo, hoy se desarrollan mucho los medios partidarios que han admitido que no son objetivos, como la cadena Fox, en EE.UU., que es un canal ultrarreaccionario, ultraconservador, que así se asume y la gente lo ve porque así se reconoce.
—Muchos catedráticos hablan de la telebasura, ¿es factible hablar hoy de redes basura? ¿Cómo se puede recuperar la calidad de la información en estas redes basura?
—Hay telebasura y teleexcelente.
—Entonces ¿ahora hay redes basura y redes excelentes…?
Así es. Si yo tengo una página de Facebook, puedo decir que no es basura, evidentemente, pero hay bastante gente que tiene redes sociales o blogs. Hoy en día hay blogs de una inmensa calidad. Recuerdo cuando ocurrió lo de Fukushima; nadie sabía qué era y hubo una cobertura mediática que ignoraba lo que era Fukushima y no sabía que era una central nuclear.-Entonces los medios empezaron a decir que no había peligro, que se podía seguir consumiendo las legumbres, pero varios profesores de asuntos nucleares, en sus blogs, demostraron científicamente lo que pasaba. Y eso, reproducido por algunos periodistas que se dieron el trabajo de leerlos, tuvo una influencia muy interesante. Los blogs o la información de las redes puede ser muy buena o muy mala, pero eso forma parte de la vida.
—¿Pero no ponen en riesgo la calidad de la información?
—No, la mejoran, porque hoy día, por ejemplo, las redes funcionan como un gran corrector. Si un medio dice una enorme mentira, las redes lo van a corregir y van a difundir el error. Las redes han hecho las principales revelaciones de este tiempo. No son los periódicos, no son los medios los que han hecho las 2 grandes revelaciones de los últimos 5 años, como son WikiLeaks y Edward Snowden, de cómo el superpoder imperial estadounidense ocultaba información sobre los atropellos cometidos en Afganistán o en Irak. Eso no lo hubiéramos sabido por los medios, lo supimos por las redes, por WikiLeaks. Tampoco sabíamos que la NSA nos estaba vigilando; y no tanto a nosotros, que no tenemos importancia, sino que estaba vigilando a nuestros presidentes, a nuestras FF.AA., a nuestros servicios de inteligencia y a las empresas de punta; y eso lo supimos gracias a WikiLeaks y Snowden. Hoy, las redes son el complemento indispensable y, en sí, un medio de información.
—Usted tiene un libro que se llama La explosión del periodismo, ¿cómo está manifestándose esa explosión de redes sociales, blogs, medios digitales, en el ejercicio real y práctico del periodismo? ¿No cree que puede ocurrir, paradójicamente, una incomunicación por saturación?
—Mi último libro de comunicación esencialmente trata de la crisis de la prensa escrita. Es decir, cómo la prensa escrita está padeciendo el impacto de Internet y de las nuevas tecnologías de la información. Parto de una constatación: hoy en el mundo centenares de periódicos —que aún no hace mucho tiempo dominaban la opinión pública— han desaparecido. Llamo a esto la gran extinción, al igual como en ecología se habla de extinción de animales. Como cuando hubo un meteorito que cayó en Yucatán y puso fin a la era jurásica con la desaparición de los dinosaurios, de igual manera, el impacto de Internet ha provocado una serie de consecuencias que hace que los ‘dinosaurios’, los grandes grupos mediáticos de prensa, estén desapareciendo. Prácticamente hoy, en el mundo desarrollado central, no hay un periódico de prensa escrita que no tenga enormes dificultades.
—¿Qué tipo de dificultades?
—Que hayan reducido su paginación, si han sobrevivido, que hayan reducido su plantilla, cesando a miles de trabajadores. En este momento, en el mundo, hay decenas de miles de periodistas que han sido despedidos. Un diario como El Pais, de España, despidió hace año y medio a 30% de su plantilla de un solo golpe. La mayoría de los diarios están perdiendo dinero. Algunos semanarios que hace algún tiempo temían una influencia radical en la sociedad como en EE.UU, The Time, News Week, han desaparecido o se han vendido por un euro. Estamos ante el fin de una era del periodismo.
—¿Algunos autores estadounidenses llaman el inicio del periodismo posindustrial?
—La constatación es esta: donde antes había unos imperios mediáticos, basados en particular en la influencia de la prensa escrita, hoy día hay unos desiertos o unas ruinas y efectivamente porque la prensa escrita aún pertenece al mundo industrial. Por ejemplo, aquí en los pasillos de este diario he visto unas fotografías que son típicamente de la era industrial: con unas rotativas, galpones, imprentas, una clase obrera vinculada directamente, eso ya no existe; es decir eso desaparece en la era de lo inmaterial. Los aspectos industrial y material de la prensa escrita ahora juegan contra ella, en una era en donde lo inmaterial se impone. Partiendo de esa constatación, la pregunta es: ¿qué es el periodismo hoy?, por una parte está esa interrogante, pero por otro hay otro cuestionamiento fundamental: ¿qué es un periodista hoy?
—¿Y qué es el periodismo hoy?
—Al mismo tiempo que ocurre esa desaparición masiva, esa extinción masiva de toda una especie de periodismo, al mismo tiempo se está produciendo lo que podríamos llamar un cambio de era. Estamos viendo cómo surge una nueva generación de periodistas porque ahora se plantea una situación central: ¿qué es el periodismo? En la medida en que el periodista o el periodismo ha perdido el monopolio de la información. En una sociedad hasta ahora, la información la manejaban los periodistas.
—¿Y ahora la información está manejada por los ciudadanos?
—Ahora, la maneja todo el mundo y eso evidentemente es —estructuralmente— un cambio enorme. A la vez eso es la realización de un sueño de los que pensaron una democracia avanzada, en la medida que es una democratización de la información teóricamente. Por qué me cuestiono: -¿qué es la democratización de la información? Que todo ciudadano pueda producir su información.
—¿El prosumidor?
—Sí, es decir el ‘prosumidor’ que es productor y consumidor. No es solo consumidor, sino, también, productor. Él sabe producirla y eso crea que hoy no se sepa qué es un periodista. Si todos somos periodistas, entonces ¿qué es ser un periodista? En dónde está la especificidad, quiero decir. Si tú y yo, la gente de la calle es periodista, que tiene de particular un periodista
—¿Perdió ese prestigio y esa autoridad que tenía?
—Perdió la autoridad, el monopolio de la información y también su rango social, el estatus social. Pero esto no quiere decir que todo esto se perdió al mismo tiempo en todos los países. He analizado como la televisión, 5 o 6 años después, está viviendo el mismo fenómeno; es decir, la desaparición de las masas de audiencia. La televisión lo que hoy pierde es la audiencia, la audiencia se le va. Ningún canal de televisión en el mundo tiene hoy decenas de millones de telespectadores porque han desaparecido por la multiplicidad de la oferta y de las posibilidades de comunicar o de ocio. Si te pasas 3 o 4 horas con tus redes sociales, pues es obvio que no estás delante de la televisión.
—En esta crisis que usted menciona, de la prensa escrita frente a la tecnología, ¿se puede hablar de comunicación al poner una información en 160 caracteres cómo permiten las redes sociales como Twitter y Facebook? ¿Es esto comunicación o mera información?
—No, es comunicación. No sé si sea información, esa actividad de “mosquito” perturba al funcionamiento de la información porque ahora en Twitter se puede enviar de todo, se pueden enviar fotos y video. Twitter ya no es los 140 caracteres, Twitter mismo ha evolucionado porque la tendencia general hoy de las redes sociales es de abandonar los caracteres de la escritura para ir a la imagen. Hay un cambio de la esfera Gutemberg a la esfera icónica, imagen. Evidentemente no estamos aquí hablando de calidad, sino sencillamente de masividad de la información, que crea varios problemas.
—¿Qué tan bueno es que el ciudadano tenga el control de estos medios?
—El ciudadano tiene la ilusión de que tiene el control de estos medios. El ciudadano lo que sabe hoy, cada vez más, es utilizar estos dispositivos. Primero porque son fáciles de utilizar, segundo porque son relativamente baratos y tercero porque estos dispositivos permiten tener una centralidad que hasta ahora no tenía el ciudadano. Hasta ahora lo que caracterizaba al ciudadano es su pasividad frente a los medios. Su única función era recibir, salvo algunas variaciones en las radios en donde se puede telefonear y dar su opinión, pero los medios centrales tenían una posición que yo llamó del sol. Eran soles, el sol solo tiene planetas que giran a su alrededor y envía sus rayos y lo que podemos hacer es padecer los rayos del sol. Hoy no hay sol, desaparecen los soles y lo que hay son soles reducidos al formato de un granito de polvo. Cada uno somos granitos de polvo. Pero si tomamos otra metáfora y decimos que somos una abeja o una avispa, entonces, cada avispa puede construir en un momento determinado un enjambre que puede actuar unido, que es lo que ha sucedido con lo que llamamos las revoluciones de los colores, la pirámide árabe, los indignados, etc. Esa pequeña posibilidad de comunicar con mis 40, 60, 200 amigos, en el mismo momento, todos aquellos que tienen 200 amigos, transmiten una información que, inmediatamente, de manera viral, comunica a decenas de millones de personas, eso pone en marcha un efecto palanca, que puede incluso tener el efecto de derrocar una dictadura como ocurrió en Túnez. Pero también puede tener la debilidad o la flaqueza de ser penetrado por un virus, que le hace hacer acciones al servicio de una inteligencia que está manipulando a ese grupo como se hace en Venezuela.
—¿Los medios tradicionales deben voltear a mirar a estas nuevas plataformas?
—Hoy, un medio debe tener diferentes plataformas. Debe tener su plataforma on-line porque un periódico por definición sale una vez al día, en 24 horas ocurren cantidad de cosas. Hoy el ritmo normal de la información ya no es 24 horas, hoy el ritmo normal de la información es la instantaneidad, por muchos defectos que tenga la instantaneidad y por más críticas, que por ejemplo yo he generado para la instantaneidad. El periodista es el analista de un período, pero hoy el período es el instante. Hoy hay instantaneistas y si no hay instantaneistas hay que tener por lo menos una persona que siga al instante la información y que complete el periódico que es más de análisis, que tiene un ritmo más lento por definición. Además hay que tener sus propias redes sociales (Twitter, Facebook) y por qué no plataformas audiovisuales. La característica tecnológica permite que un medio sea todos los medios. Hoy los medios deben ser multimedia. Ya no hay distinción tecnológica entre lo escrito, sonido e imagen. No hay distinción, con la misma tecnología puedes difundir texto, imagen y sonido.
Orlando Pérez y María Elena Vaca/Rebelión