En estos tiempos que corren, nuestros oídos están bastante necesitados de calidad, de grandeza (en incluso de grandilocuencia), de estilo... no de medianías y mediocridades. Así que imagínense nuestra sorpresa cuando nos enteramos que el de Linares iba a hacer parada y fonda en Alcalá de Henares para darnos a conocer en directo su Tour 'Mi Gran Noche'... La boca abierta que se nos quedó, señores.
Porque sinceramente creemos que Raphael es uno de los pocos artistas españoles que han llegado a romper los límites del tiempo, de las etiquetas y de los géneros. Y a las pruebas me remito: ha sobrevolado modas, su obra abarca generaciones enteras (en la Plaza se reunieron abuelos, padres y nietos) y... ¿de qué estilo va Raphael? ¿Me lo podrían decir? No… no pueden. Porque Raphael es Raphael: un artista atemporal, de estilo inconfundible, distinto, excéntrico y auténticamente genuino. Y como tal personalidad genera entre los oyentes tanto el rechazo más radical como la fidelidad más sólida... Porque no hay medias tintas con los genios.
Siempre inquieto, ansioso por sorprender e innovar, Raphael inició este mismo año con 'Mi Gran Noche' un ambicioso proyecto que consiste en subirse a los escenarios de nuevo para recuperar de su amplísimo repertorio lo que él llama "las joyas de la corona", es decir, esas grandes canciones que por una u otra razón no alcanzaron el estatus que se merecieron en su momento y retomarlas con una fuerza e intensidad renovadas. Una renovación y un lavado de cara de las composiciones que se aprecia tanto en estudio, pues están presentes y recopiladas en un disco titulado ‘Mi Gran Noche’ (que en principio sólo se podrá adquirir únicamente en los conciertos, firmados por el artista) como en riguroso directo mediante una gira mundial que le ha llevado a Méjico, Estados Unidos y más allá.
La noche era espectacular. La Luna, casi llena, iluminaba el cielo y se sentía a lo lejos el aroma de tormenta de verano, pero no queríamos descentrarnos y perdernos el espectáculo que teníamos delante. El repaso que Raphael estaba dando a su obra era para quitarse el sombrero: “Digan Lo Que Digan”, la didáctica y poderosa “Poco A Poco” (una de mis canciones favoritas descubiertas esa misma noche), “Nada”… Es decir, insuperable.
Vanidades aparte, es reconfortante ver que un artista de su edad y veteranía siga queriendo conmover almas con su voz, que no se ha acomodado en ningún momento. Llevaba ya un buen número de canciones y su garganta no flaqueó en ningún momento… algo que no se puede decir de muchos vocalistas actuales, la verdad sea dicha.
En cuanto a su nivel interpretativo, creo que está mejor que nunca. Su histrionismo y teatralidad se ha moderado pero es que eso da igual, pues con el paso del tiempo ha aprendido a proyectar su imagen con tal seguridad, que lo que él quiere llega al público inmediatamente, al segundo.
El acompañamiento musical que llevaba a sus espaldas era menor que en otras citas. No había ‘big band’ u orquesta a sus espaldas, pero los instrumentistas que le acompañaron esta noche cumplieron el papel a la perfección. No se percibió ni una carencia de sonido, ningún hueco, ningún vacío o remiendo postizo. Más bien al contrario, surgieron escenas brillantes como la labor del pianista en la canción “Despertar Al Amor”, otorgando a la pieza un toque de elegante Jazz que le sentó muy bien; o como la de la sección rítmica en la canción “Hoy Mejor Que Mañana”, setentera a más no poder; o la presencia de esa Gibson dorada en “La Canción Del Trabajo”; o… Miles de detalles y ejemplos.Siguieron rodando como si no costara canciones de la talla de “Cuando Tenga Mil Años” (con un arreglo nuevo Funk más limpio y potente), “Maravilloso Corazón” o “Yo Sigo Siendo Aquél” (encandilando al público, que rompió en aplausos cuando Raphael soltó y entonó en alta voz la coletilla final "¡siempre fui yo mismo!"), pero se oía ya entre el aforo el runrún de canciones como “Balada De La Trompeta”, “Escándalo”, “Yo Soy Aquél”… Pero no pudo ser. La tormenta de verano que nos estaba rondando desde el inicio de la noche hizo acto de presencia. La lluvia caía suavemente e iluminaba como un aura el escenario mientras sonaba mágicamente “Y Fuimos Dos”, canción con la que se cerró triste y repentinamente el concierto. Tras la última nota, Raphael cogió el libreto de sus canciones, lo cerró, se lo puso bajo el brazo, saludó al respetable y se metió en el camerino.