Traducción : Kazuya Sakai
Colección Biblioteca Básica Universal
Centro Editor de América Latina
Año de esta publicación : 1970
El ver mezclado entre varios otros ejemplares de tamaño normal el lomo de un librito delgado resaltando el apellido Akutagawa hace que ipso facto mi brazo se acerque al estante, en un movimiento brusco, quizá hasta desesperado. Es increíble cuando vas sin la esperanza de encontrar algo y de pronto, ahí está, un libro que ni imaginaba podía encontrar, en este caso la obra de la presente entrada, en muy buen estado y a un monto muy accesible.
Esta recopilación trae cinco relatos del Ryunosuke Akutagawa (1892 – 1927) y abre con el que da título al libro, “Rashōmon” (羅生門, 1914), relato oscuro, donde nos muestra un Kioto en ruinas y la gente acostumbrada a vivir entre una miseria inhumana, donde pareciera no haber inocentes.
“La nariz” (鼻,”Hana”, 1916) nos trae la historia del monje Zenchi Naigu quien es portador de una enorme nariz que lo hace el hazmerreír de todos, que lo deja abstraído al punto de llegar a evitar el mencionar la palabra “nariz” en sus conversas. No imaginará cuál será el resultado al querer mudar de apariencia para mejorar su auto-estima. Cuando crees que estás mal no sospechas que podrías estar peor.
“En el bosque” (藪の中, “Yabu no naka”, 1922) es una de las obras maestras en este conjunto, sin desmerecer en lo absoluto las otras tres narraciones, ésta (y “El biombo del infierno” que cierra el libro”) la encuentro totalmente redonda, magistral. Un asesinato: conoceremos las declaraciones de un leñador; de un policía; una anciana; el arrestado por el policía, aquel, Tajomaru; la esposa del asesinado; y lo más deslumbrante, la declaración del fiambre con la ayuda de una médium. Con esta última declaración, la de la víctima, Akutagawa nos muestra cómo una sola verdad puede diferir bajo el prisma de cada declarante.
En “Kesa y Moritō” (1919) encontramos los soliloquios de ambos, filosofando sobre el amor, el amor que se prodigan, aunque Kesa sea casada con Wataru Saemon-no-Jō. Aquí comprobamos todo lo capaz de hacer cada uno por amor: Wataru aprendió el difícil arte de la poesía waka (forma poética nipona compuesta por treinta y un sílabas) para conquistar a Kesa, lográndolo; ya luego Moritō convencerá a Kesa asesinar a su esposo, en nombre del amor, convenciéndola también; fácil de convencer esta comadre. Las dudas embargan a ambos en varios momentos: Moritō reconoce en el odio a esta mujer la razón para amarla; Kesa recuerda a su esposo justo cuando resuelve participar en su asesinato, barajando la opción del suicidio. Ambos son discursos muy poéticos con final abierto que deja todo en el misterio.
“El biombo del infierno” (地獄変, Jigokuhen; abril de 1918) es la más extensa, quizá una novela corta, junto con “En el bosque” son las joyitas de este grandioso librito. Aquí un artista, Yoshihide, quien a pesar de cultivar con esmero el arte de la pintura es despreciado y generaba con facilidad la antipatía entre otros artistas, y también con el público de diferentes castas sociales. Con su actitud él mismo menoscaba su imagen, es consciente de ello y no parece importarle en lo más mínimo. Yoshihide es de los que encuentran la belleza en medio de la fealdad, de lo grotesco, y entre tanta vibra mala que sembraba a su paso el Señor de Horikawa le encargará pintar una obra especial que el artista llamará como el título del presente relato. Pero, para terminar su grandiosa obra, pedirá un modelo vivo, envuelto en las más finas ropas, en un coche elegante –en un “biroge”: carroza antigua usada en la corte por los nobles de las más altas jerarquías-, y ardiendo en fuego, que represente un sufrimiento más cercano a lo vivido en el infierno para poder graficar con más exactitud y su obra sea lo más verosímil posible.
Esta edición trae la traducción directa del japonés del artista argentino Kazuya Sakai (1927 - 2001), quien por lo visto era acostumbrado a difundir el arte japonés no solo para Argentina, sino a Latinoamérica.
Los cinco relatos son oscuros, odas a la decadencia, provocan e incitan a empaparse con más escritos del bueno de Akutagawa, y de no conocerlo a empezar a hacerlo. Sospecho que ninguna de sus obras se acerca a lo nimio, y varias son realmente magistrales. Es imperdible, de hecho necesario.