Raúl Gómez García: Por eso yo no he muerto

Publicado el 14 diciembre 2018 por Santamambisa1

Por César Gómez Chacón

Hecho prisionero luego de la heroica resistencia como parte del grupo que tomó el hospital civil Saturnino Lora, uno de los puntos de apoyo al grupo principal que asaltó el Cuartel Moncada, aquel 26 de julio de 1953, Raúl Gómez García, el poeta y periodista de la Generación del Centenario, fue, según varios testigos, brutalmente golpeado hasta morir. Como el resto de sus compañeros de martirio, el joven no traicionó ni a sus camaradas ni sus ideales. Este “monólogo interior” de sus horas postreras pretende un acercamiento a la vida y pensamiento de aquel en quien Fidel y el movimiento confiaron para llevar al papel el ideario que los llevó al ataque. Las frases en cursiva están tomadas de sus múltiples escritos y poemas. ¡Seguimos en combate, Raúl!

¿Estaré muerto? No, porque todavía duele, duele muchísimo, sólo que ya no puedo diferenciar los dolores, quema tanto por dentro como por fuera. El primer golpe fue el peor, ¿un culatazo?, no sé… tal vez el teniente aquel que chillaba como un loco a mis espaldas. Pero el primer golpe fue también el otro, cuando Abel nos confirmó lo que ya todos sabíamos: algo salió mal en el Moncada y nosotros atrapados en aquella ratonera del hospital… Lo veo todo, pero no puedo mover el cuerpo, ni siquiera los labios, quiero gritar más no me salen las palabras, en su lugar el sabor a sangre pegajosa, sangre endurecida… Y esta incertidumbre que mata…

¿Habrán atrapado a Fidel? ¿Qué sucedió en el cuartel? Nos quedamos esperándolos… quizás demasiado tiempo, porque nunca salieron por detrás como nos dijeron, ni los guardias huyendo, ni ninguno de nuestros muchachos… Pero algo salió mal, porque en el Moncada los tiros cesaron, y luego del silencio aquel insoportable, los guardias se nos vinieron encima a nosotros…
Estúpidos, asesinos… Me han dado durísimo, tengo el cuerpo destrozado, la boca… me han hecho escupir los dientes… pero los ojos, al menos los ojos siguen vivos… Y lo he visto todo, o casi todo aquí… Ya vuelven a gritarme, ya vuelven a golpearme…
Imbéciles, claro que no voy a decir una palabra, si supieran que lo mío es escribir, que no necesito hablar, pero voy a ponerlo todo en blanco y negro, y ya sé cómo publicarlo, yo sé a dónde ir, no va a pasar como el 10 de marzo, cuando aquellos que se dicen periodistas y publicistas me miraban como a un marciano cuando les pedía publicar mi artículo contra el golpe de Batista… el miedo, el medio es el que mata… El miedo los está matando a ellos, hay sólo que ver sus caras, detrás de cada gesto desafiante, de cada grito y de cada ofensa el miedo se les ve clarísimo…

Pero nosotros nos reímos del miedo y lo desafiamos todo. Y delante de sus propias narices sacamos el periodiquito nuestro…, así le decía la vieja: “el periodiquito”… Y el periodiquito fue un éxito, la gente lo leía, los muchachos nuestros y muchos otros, y al menos sabían que no nos habíamos quedados callados con lo del golpe… Y luego apareció Fidel, yo creo que nos vino a ver por eso, porque supo que nosotros sí estábamos haciendo algo de verdad… Fidel… ¡coño, ojalá esté vivo!, porque entonces la revolución esta viva… No importa si nos matan. Será más culpa y fango para el tirano…

Ay vieja, cómo te vas a poner mi viejita linda cuando sepas lo que ha pasado, no me lo vas a perdonar, aunque tú sabías… tú sabías o intuías casi todo… Y cuando Boris Luis me fue a buscar hace como tres noches le preguntaste de sopetón si él también era de la pandilla ¡já! ¡Ay mi viejita!, yo creo que lo veías más como un juego de muchachos, y yo me percataba cómo destendías mi cama todas aquellas noches cuando no fui a dormir, para que las muchachitas no se dieran cuenta… menos mal que tienes a mis hermanas, y a César que ha tenido que echarse en los hombros la familia… más que hermano mayor, ha sido el padre que mi memoria de niño borró… ¡Vieja perdóname!, tú sabes que yo no podía más… ¡Dios mío ayúdala a soportar el dolor! Ojalá que Bienvenido cumpla y le haga llegar al menos mi notica a La Habana…

Aquí vienen dos guardias, caras irracionales, de locos, son bestias mal uniformadas… De nuevo los gritos, me escupen, las patadas por mis costillas, me lanzan contra un banco, si es un banco y… ¡las muchachas! Melba y Haydee, creo que me han reconocido… Sí soy yo, Raúl… Gómez García… Miren lo que me han hecho, pero no se preocupen, estoy vivo, no he hablado, y ya no puedo hablar, pero miren mis ojos, lean lo que dicen mis ojos y no mi cuerpo… Ahora… discúlpenme, creo que volveré a desmayarme…

… ¿Qué hora será? Todavía es la mañana porque el sol entra por las rendijas. ¿Dolor?… Ya no siento… ¿Qué significa no sentir tu propio cuerpo?… ¿Qué soy por fuera, que me queda por dentro? A quién le importa, ya vencí a estos hijos de su madre, esbirros de mierda… No me importan los golpes, ya no los oigo gritar sus ofensas, sus humillaciones, ya no escucho el gemido de lo que va quedando de todos nosotros, los únicos vencedores…

Raúl Gómez García fue vilmente asesinado después de las acciones del 26 de julio de 1953. Su camisa intacta delata el crimen cometido por las fuerzas batistianas. Foto: Archivo del Autor/Cubadebate

Tal vez no salga de esta, pero si me dan el chance me voy corriendo para la loma, yo sé que en la Granjita dejamos armas, se dónde están, yo sé donde están, y conozco los planes de seguir para la Sierra, pero no me van a sacar una palabra; yo no voy a traicionar a nadie, menos a Fidel… Y si Fidel ya se fue para allá, entonces me voy directo a la Sierra… Aquí viene otro guardia, para qué me gritas hijo de puta si yo no oigo nada, yo no digo nada…

… De nuevo el dolor y la pesadumbre. Dicen que al final se olvidan los malos momentos… ¿pasé trabajo, hambre en esta vida? Qué importa eso ahora. En mi mente están Güines, el voleibol, el Mayabeque, el kayak que nos inventamos… Qué rico, me iba a nadar y a comer naranjas con Moreira y los demás muchachos… Lindas las niñas de la escuela, algunas deben guardar todavía aquellos primeros poemas míos… Hermosos los encuentros en la logia y mis libretos de radio, que la gente del pueblo escuchaba, me escuchaban todos los domingos… Y cuando Lavernia me botó del Instituto por todas las verdades que publiqué en su contra, pensó que me había vencido con su super poder de director y déspota, pero yo en el fondo me sentía feliz, y mi hermano César le ganó con aquella jugada genial de mi traslado para La Habana… Lavernia fue entonces mi Batista, pero yo recuerdo mucho más a mi Mendive, al maestro Valentín Cuesta, mi padre espiritual, el hombre que me hizo martiano para siempre…

Yo no quiero morir como un traidor… Martí, maestro… apóstol venerado de toda mi vida: Hay mil gemidos juntos clamándote en silencio, porque es solo tu alma quien nos puede salvar… Aquí vinimos a Santiago, a morir junto a ti, a morir como tú, luchando por la libertad de Cuba… para que tus ideas sigan vivas en el año de tu centenario… Así lo escribí en el manifiesto que me encomendó Fidel, cómo me alegré cuando mandó a buscarme para darme la tarea, yo sabía que podía hacer mucho más por el movimiento y no sentí tener mi oportunidad hasta ese momento… Esa noche dejé a Edita vestida para una fiesta, creo que fui egoísta, al final el que se fue de fiesta fui yo. Estos días han sido como de fiesta en mi interior. Creo que todos sentíamos lo mismo, en la Granjita se notaba el ambiente festivo… No sé a cuántos de los muchachos les leí mi poema anoche… Ahora me parece premonitorio, un poema sin final, lo dejé así, no porque no tuve tiempo, sino porque quise que el final fuese el resultado de nuestra acción… Me duele el fracaso, me duele el alma… Por qué no me dejan morir de cara al sol… Desalmados, brutos que no deben haber leído nunca a Martí… Nos han puesto a morir en lo oscuro…

Yo hubiera querido cumplir los 25… me hubiese casado con Edita, ya andábamos en esos trajines… Edita me va a extrañar, pero yo sé que ella va a reconstruir su vida, es una mujer bella y muy inteligente. Y yo he sido injusto con ella, tal vez no la merecía, porque yo todavía pienso en Liliam y la pasión que nos unió, la misma que nos desunió finalmente, porque los dos somos orgullosos y egoístas y soñadores y el pensamiento nuestro y nuestro pudor y nuestros sueños nos lanzan siempre a actitudes irreales… Liliam sí no va a olvidarme nunca…

¿Una luz? ¿Ya estoy en el cielo?… No… son mis ojos que se abren lentamente… Me tiraron como un bulto en otro lado… Las paredes ensangrentadas… No es el paraíso sino el infierno en este cuartel de donde tal vez no salga más. Siento que las fuerzas del mal están triunfando… pero estoy seguro que no vencerán más. El sacrificio no es inútil, aunque tal vez sea intangible. ¡Pobre del hombre que no sepa construir… sembrar…¡Está vacío; Prefiero estar muerto a estar vacío de ideal. Prefiero “verme muerto a verme vil”…

Creo que volví a desmayarme… volvieron a golpearme, ya no sé si me queda algún hueso sano, soy apenas un pegoste de mi propia sangre, la siento en el paladar todo el tiempo. Se me agotan las fuerzas… ¿Está más oscuro ahora? Sólo veo sangre y cuerpos rotos por doquier…

No… no son cuerpos, son banderas cubanas que flotan al viento, el sol está saliendo… Estoy en Güines, en el río, la vieja me está dando una naranja, Liliam descansa recostada en mi hombro, leemos juntos un poema en el Malecón… Ya no me duele nada, creo que estoy sonriendo…

Por eso yo no he muerto… Yo no he muerto aún por eso… Porque aún quedan poemas que sueñan y que aman…! Porque aquí dentro tengo, desde el abismo incierto, los gritos estentóreos que ansían y reclaman…