Rawlsianismo o el arte de ocultar la historia

Publicado el 19 marzo 2015 por Hugo
El liberalismo como legitimación de un presente injusto
No hay nada que calme más al liberal que hacer borrón y cuenta nueva con la historia. El camino ha podido estar plagado de injusticias, los medios han podido ser abominables, pensará, pero si tenemos en cuenta los logros conseguidos, habrá valido la pena. Visto así, los crímenes del pasado ya no duelen tanto. ¿Acaso fueron culpa nuestra? Lo que importa ahora es mirar hacia adelante, tratar de olvidar. Pero cuidado: lo que nos ha traído hasta aquí, sigue aquí, y seguirá aunque decidamos mirar para otro lado. Si lo pasado carece de importancia, si lo ocurrido no ocupa un lugar central en nuestra memoria, entonces lo actual, al no tener ya relación causal con el pasado, apenas va a ser cuestionado, y el presente se eternizará. ¿Que el capitalismo y el Estado se fraguaron con sangre, sudor y máquinas? Eso ya no importa. El cómo hemos llegado hasta aquí no es lo relevante, se dirá, sino qué hacer a partir de ahora desde el capitalismo y desde el Estado. Pero olvidar lo sucedido ayer es olvidar el verdadero origen de los problemas de hoy, lo cual, a su vez, conlleva aplicar falsas soluciones el día de mañana, puesto que para arreglar una cosa primero hay que saber cómo se ha roto. Ignorar qué instituciones y qué agentes sociales produjeron la desigualdad equivale a perpetuarla. Si desconocemos el origen injusto de la riqueza y del poder político, si no juzgamos lo que nuestros antepasados hicieron y padecieron, si no prestamos atención a las relaciones causales, ¿por qué íbamos a cuestionar seriamente la riqueza, el Estado o el patriarcado? El presente sería nuestro único referente. Sin perspectiva y sin memoria, la legitimación del orden establecido sería pan comido. 
La lucha contra el desorden existente, las desigualdades sociales, la pobreza, la miseria, era (...) la motivación de partida de Rawls y de Habermas. La pregunta es: ¿por qué pierden ese punto de vista cuando se ponen manos a la obra? ¿Por qué, para elaborar una teoría de lo justo, hay que hacer abstracción de la miserable situación real e imaginarse un estado originario de bienaventurados que no existe? Esa operación de abstracción que tiene lugar en el experimento es de la mayor importancia. Se pide a todo el mundo que no se fije en lo que le pasa. Se pide al rico y al poderoso que no hagan valer su situación de privilegio y, al pobre, que no se lamente de sus miserias. Altura de miras. Pero esa abstracción es una trampa: para el rico es garantía de que no se va a cuestionar su riqueza; para el pobre, de que no va a poder hacer valer las causas de su miseria. Pero ¿por qué hacer abstracción de la realidad en vez de atenerse a ella? (...) Rawls no puede hablar de injusticias, ni puede tomarse en serio las experiencias de injusticia (...). ¿Por qué? Pues porque (...) habría que reconocer que hubiera alguien al que pedir cuentas porque tiene que ver con el origen de los hechos y que hubiera algo de lo que dar cuenta porque son sus hechos o ha heredado sus consecuencias. (...) Para neutralizar la capacidad interpelante de los hechos, declara las desigualdades existentes cosa de la fortuna. Las desigualdades no son injusticias porque son fruto del azar. (...) La consideración de las desigualdades existentes como caprichos de la fortuna es un momento fundamental de la teoría rawlsiana. Eso le permite desentenderse del origen de las desigualdades ya que lo que haga la naturaleza «no es justo ni injusto». El moralista nada tiene que decir sobre cómo se han creado las desigualdades. El problema empieza a la hora de ver qué hacemos con ellas. Con esta interpretación de las desigualdades Rawls toma una decisión que es clave para toda su construcción teórica. Si las desigualdades no son injusticias porque nada tienen que ver con la libertad del ser humano, su tratamiento de la justicia tendrá más que ver con la generosidad de los que tienen que con los derechos de los que no tienen. (...) No hay responsabilidad histórica. No hay que tocar la fortuna de los ricos, basta con imponerles un impuesto. Dos dólares por barril de crudo dice la justicia global amnésica.
Reyes Mate, 2013.