AFRONTAR UNA ADVERSIDAD En el CUADERNO DEL DOMINGO nos hemos planteado el reto de enumerar y desentrañar las razones íntimas que animan la vida privada de la gente. ¿Qué es lo que nos pone contentos?. ¿Cuáles son los placeres que dan sentido a nuestra existencia?. Muchos personajes conocidos se han animado a revelar su lista de motivos para ser felices. En ese coro, la voz de los que han tenido que afrontar una importante adversidad tiene especial relevancia. Si hay alguien que ha sabido encontrar sentido a la vida son los que alguna vez sintieron que lo perdían todo. ¿A qué se aferra uno en esa situación?. ¿Cuál es el clavo ardiendo al que agarrarse cuando la existencia abrasa?. «No existe una fórmula universal, pero la motivación última tiene que ver con sentir unas profundas ganas de vivir, y estas solo aparecen cuando has llegado a lo más hondo y has aceptado tu nueva la realidad», cuenta Isidre Esteve.
LA DERROTA DEL DESALIENTO En su adaptación a la nueva situación, cree que fue crucial la disciplina de deportista a la que estaba habituado. Se aferró a eso, y a todas las tareas con las que ahora es tan feliz como antes lo era con otras: compite en carreras de coches adaptados -con uno de ellos incluso volvió a correr el Dakar-, da conferencias sobre motivación, colabora con una fundación que investiga técnicas de regeneración de la médula espinal y disfruta «subiendo a la montaña» y sentándose «en una terraza a comer con familiares y amigos. Son mis nuevos placeres de la vida», cuenta.
EL HUMOR COMO SALVAVIDAS La última novela de Albert Espinosa, Si tú me dices ven lo dejo todo, pero dime ven, comienza con esta frase: «Cuando crees haber encontrado todas las respuestas, viene el Universo y te cambia todas las preguntas». ¿Cómo encontrar entonces sentido a la existencia? «A mí me dieron un 2% de posibilidades de sobrevivir. Cuando pasas por eso, le pierdes el miedo a la muerte y te concentras en hacer lo que te da felicidad. Mi mayor placer es nadar, es la reunión más importante que tengo cada día. Pero también le da sentido a mi vida ver películas, practicar thai-boxing, inventar historias y conocer gente. Me encanta la gente, se cuentan unas historias muy potentes», explica el titular de esta potente historia. Espinosa asegura que el humor le ha ayudado a sobrevivir. «Ese elemento está presente en todas las personas que han tenido que hacer frente a un contratiempo importante y han sabido darle la vuelta», señala Anna Forés, pedagoga experta en resiliencia. Esta palabra no es nueva en el diccionario, pero sí su uso masivo. En los últimos años, debido en parte al ambiente depresivo que ha extendido la crisis, se ha popularizado el término, que alude a la capacidad para convertir una adversidad en auténtico viento a favor, relectura del clásico «lo que no te mata te hace más fuerte». «Todo el mundo puede ser resiliente, porque todos tenemos fortalezas que desconocemos. Solo cuando nos enfrentamos a la adversidad nos damos cuenta de lo que somos capaces de hacer», señala Forés. En su opinión, en todo proceso resiliente es clave «buscarle pequeños sentidos a la vida, mejor que grandes, y tenerlos muy presentes en el día a día». De resiliencia saben mucho las personas que han tenido que mirar de frente al cáncer. El cirujano Vicente García Fons, especializado en intervenciones de mama, ha conocido a unas cuantas y ha observado en ellas reacciones que contradicen a la lógica. «He visto a mujeres aparentemente pusilánimes sacar de su interior una fuerza que ellas mismas desconocían», destaca. El mecanismo suele repetirse: «Ante la noticia, lo habitual es que haya un desfallecimiento anímico, pero una semana más tarde, en la siguiente consulta, llegan con ganas de encarar la situación», cuenta el médico. ¿Qué ha pasado en esa semana?. «Hay una especie de reseteo psicológico. Los valores de la persona que se enfrenta a un cáncer cambian, y lo que antes la preocupaba, ahora no. Normalmente acaban saliendo fortalecidas», explica García Fons, quien reunió en el libro Nuestra lucha contra la adversidad la experiencia de muchas de esas mujeres de las que dice haber aprendido «puras lecciones de vida». Lo grave es tener que pasar por una situación crítica para que la recolocación de valores llegue. ¿Por qué esos motivos para vivir no se ven en el día a día? «Porque estamos programados para sentirnos insatisfechos», responde el filósofo José Antonio Marina. En su libro Las arquitecturas del deseo: una investigación sobre los placeres del espíritu, desmonta los mecanismos que mueven a las personas a la búsqueda de bienes exteriores y detecta un error de planteamiento. «Vivimos en una cultura que nos impele a desear objetos que no tenemos pero, al conseguirlos, automáticamente se devalúan. Se estimula la necesidad de desear, no el placer de sentirnos satisfechos» . Más partidario de los placeres espirituales y perdurables que de los materiales y caducos, Marina cree que los niveles de felicidad de la sociedad crecerían si se educara a la gente en «la cultura de la satisfacción, no en la de la necesidad». Al final, como decía Ramón Gómez de la Serna, «esto de los placeres son habas contadas», concluye el filósofo.