Razones para viajar a Zagreb

Publicado el 27 septiembre 2020 por Rafael @merkabici

Zagreb

Todo el mundo conoce o ha oído hablar de las costas y las islas de Croacia, se queda maravillado con la perfección medieval de Dubrovnik o con los parques nacionales del país, como el de los Lagos de Plitvice o Paklenica. Pero todavía no hay muchos que se animen a visitar Zagreb, probablemente, solo por desconocimiento.

La capital croata es una de las más agradables ciudades centroeuropeas; no demasiado grande y perfecta para una escapada de pocos días o para ser incluida en un viaje más amplio por la región de los Balcanes. Museos, música, diseño, arquitectura, gastronomía y, sobre todo, una animada vida al aire libre. Incluso en invierno, los zagrebinos se las ingenian para tomar café en caldeadas terrazas y disfrutar viendo pasar la vida, como solo ellos saben hacer.

Lo primero que te dicen cuando llegas a Zagreb es que se la conoce como la pequeña Viena. Realmente es una exageración, pero lo cierto es que todo tiene un inconfundible aire de imperio austrohúngaro. Los cafés, los pasajes comerciales acristalados, sus avenidas en forma de anillo enlazando varios parques, los tranvías, e incluso la gastronomía tiene un estilo que nos recordará a Viena, Budapest o ciudades más cercanas, como Belgrado.

Un café en Zagreb

Para comenzar, un café. En Zagreb se disfruta de una auténtica cultura del café en cualquiera de las muchísimas terrazas que hay en cualquier rincón, ya sea verano o invierno. Los habitantes de la capital croata pasan horas observando a la gente, cotilleando y meditando, sin que los camareros metan prisas. Podemos, por ejemplo, elegir alguna mesa en la peatonal y adoquinada calle Tkalciceva, en la que se suceden los cafés con terraza. También tendremos dónde escoger entre Rrg Petra Preradovica y Bogoviceva, el centro del centro urbano, donde se alinéan media docena de locales especialmente animados en verano.

Entre los cafés más clásicos, el Palainovska, al estilo vienés, se jacta de ser el más antiguo de Zagreb -abierto en 1846- y sirve deliciosos cafés, infusiones y pasteles bajo unos bonitos techos decorados con frescos. Otra opción es acercarnos a un antiguo cine, el Kino Europa, original de los años 20 del siglo pasado, que acoge un café acristalado, un bar de vinos y una grappería. El cine proyecta películas y a veces organiza fiestas de baile.

Zagreb tiene uno de los museos más originales y románticos del mundo: el Museo de las Relaciones Rotas. Lo primero que uno piensa es a quién se le pudo ocurrir tal idea y, en segundo lugar, cómo puede resultar interesante conocer historias de desamor. Pues lo consigue. El centro ha recibido premios al más museo más innovador de Europa y ciertamente lo es. La colección recorrió el mundo entero hasta que finalmente se estableció aquí, en el elegante palacio barroco de Kulmer. Es un ejemplo de espacio colaborativo, que reune donaciones llegadas de todos los rincones del mundo y las expone en una sucesión de salas de un blanco inmaculado con techos abovedados. En la muestra podemos encontrar desde una lata de incienso de amor de Indiana -que no funciona- hasta una plancha noruega utilizada sobre un vestido de boda. Uno entra sin ninguna pretención, pero si se detiene a leer las historias (traducidas a muchos idiomas) termina enganchándose a la exposición, como si de una buena obra literaria se tratase, llevándote de un capítulo a otro. Una experiencia diferente que culmina (cómo no) en un acogedor café con mesas a pie de calle.


La parte alta de Zagreb es la más antigua de la ciudad y concentra las iglesias y los edificios más emblemáticos, entre escaleras pintorescas, callejones, jardines, plazuelas e incluso funiculares. Además de Museo de las Relaciones Rotas, convertido ahora en visita imprescindible, lo mejor es darse un paseo por estas calles con aire señorial y bastante solitarias; en algunos rincones todavía conserva la elegancia que debió de tener en tiempos anteriores al socialismo yugoslavo. El epicentro es la plaza Markov, presidida por la Iglesia de San Marcos, del siglo XIII, uno de los edificios más emblemáticos con un portal gótico de figuras en hornacinas y un colorido tejado que representa los escudos medievales del país y la ciudad; nos recordará (esta vez sí) a la mismísima catedral de San Esteban de Viena. Solo se puede visitar la antesala y la iglesia durante las misas. Aquí es además donde cada sábado y domingo al mediodía (de abril a octubre) tiene lugar la ceremonia del cambio de guardia.