Primero, cuando surja la crítica, mantenga un espíritu tranquilo y refrene cualquier arrebato. Algunas personas utilizarán la excusa: “Es que pierdo los estribos con facilidad. Así me hizo Dios”.Esta es una pobre justificación. No podemos culpar al Señor cuando no somos capaces de controlar nuestro mal carácter. Esa reacción no ayuda, y es dañina e inaceptable.
Segundo, no debemos tratar de defendernos de inmediato. No son la genuina honestidad y la reflexión las que usualmente motivan esta respuesta, sino el orgullo. Siempre que sea posible, es sabio dejar que pase algún tiempo para que pase la irritación antes de presentar cualquier defensa o decir algo al respecto.
Tercero —y esto es difícil— debemos pedirle al Espíritu Santo que nos muestre si el problema fue por culpa nuestra. ¿Son ciertas las acusaciones? ¿Es posible que un amigo fuera dirigido por Dios para mostrarnos algo en cuanto a nosotros? No nos gusta pensar que estamos equivocados; sin embargo, sabemos que, como seres pecaminosos, no podemos estar en lo cierto todo el tiempo. Por esta razón, cuando las personas se preocupan lo suficiente por nosotros para confrontarnos de esa manera, debemos ser tolerantes y tener en cuenta lo que ellas piensan.
Muchas veces, el Señor nos habla por medio de otras personas. Si Él está tratando de comunicarle algo por medio de un hermano en Cristo, esté abierto al mensaje del Señor, aunque le duela.
(En Contacto)