La realidad del toro es la que es y, por mucho que intenten camuflarla, como si fuese un camaleón, el aficionado, desde el más cabal hasta el más verbenero la lleva marcada a fuego en la frente. Unos la camuflan, que son los segundos; mientras los primeros la denuncian. Pero no creo que haya una criatura en los tendidos que no tenga conciencia del mal que se le está haciendo a la Fiesta y quienes son los malhechores que la maltratan. Esta semana Enrique Ponce ha vuelto a quedarse fuera de San Isidro, la feria de la primera plaza del mundo, por decisión propia. Hace ya un tiempo que desertó como torero, dedicándose a dar sablazos por esos pueblos de Dios, sin ninguna afición ni compromiso. No sabemos a ciencia cierta que es lo que lleva a este torero a seguir año tras año dándose y dándonos coba. Aunque imaginamos que la grave crisis del sector del aceite de oliva, en el que invirtió gran dinero, tiene algo que ver. Aunque, para repartidores industriales de coba, algunos plumillas del toro, que se montan su propia historia de la tauromaquia en la cabeza, que suele coincidir con la historia de los que les llenan el bolsillo.
Hace poco, escribía Vicente Sobrino, periodista de la Cadena SER en Valencia, un artículo titulado "Ponce, la raíz más directa de Gallito"
...En otra acera menos espiritual pero más real, Gallito y su escuela. Una combinación de cabeza, tronco y extremidades. Y siempre por la vía de lo clásico. Su influencia, incontestable: Manuel Granero, Marcial Lalanda, Vicente Barrera, Armillita, Manolo Bienvenida, Domingo Ortega, Luis Miguel Dominguín, Julio Aparicio, Paco Camino, El Viti, Manzanares, Capea, Esplá, Espartaco, Enrique Ponce, El Juli…Maticen si quieren, pero todos, absolutamente todos, parten de la misma raíz: Gallito.
De estos últimos, la secuencia más exacta a la de Gallito es Enrique Ponce: su heredero más directo y universal. Nadie como Ponce tiene más tauromaquia del torero de Gelves. Este banderilleaba, Ponce, no. Matiz de escaso valor transcendente. Todo lo demás es coincidencia absoluta. En forma y fondo, en concepto y en norma, salvadas las distancias de dos épocas tan diferentes.
La inteligencia, el clasicismo, el arte, en fin, puestos al servicio de la tauromaquia. Que el concepto arte es mucho más amplio del que a veces se utiliza. Arte, no estética. Aunque parezcan la misma cosa, no lo son. El arte nace como consecuencia natural; la estética es más idea de laboratorio. Gallito y Ponce, son arte como respuesta consecuente. ¿O es que el dominio no es arte? Y de nada fácil expresión, por cierto...
Ahora es Paco Mora, en Aplausos, el que se deshace en elogios hacía el torero valenciano, justo en la semana de la presentación isidril, que el hombre además de buen revistoso tiene el don de la oportunidad. El Brujo de Chiva, se llama su alegoría poncística, que dice así:
“La Santa Inquisición lo habría perseguido por brujo”. Es la mejor definición que he oído sobre Enrique Ponce. La frase es de un taurino que fue matador de toros y ahora es apoderado de fuste. Y tiene toda la razón, porque más de veinte años sin que nadie le mueva el trono, imponiendo su ley al noventa por ciento de los toros que ha matado y manteniéndose entre los primeros del escalafón, después de matar más de cien corridas por temporada durante diez años seguidos, lo convierte en un caso único en la historia del toreo. Si añadimos que todavía se podría poner si quisiera el vestido de la alternativa, y que cuando le sale un “pregonao” por la puerta de toriles es capaz de pelearse con él como el más valiente, poderle con holgura y salir de la plaza con la ropa limpia como una patena y sin despeinarse, es como para anunciarlo en los carteles como “El brujo de Chiva”.
A algunos les irrita su difícil facilidad y, además, cuando los toreros se hacen muy ricos, hay también quienes los miran con la inquina que producen los capitalistas a los que estamos tiesos. Pero aparte de que en el fondo aquí todos somos aspirantes a ricos, hay que distinguir entre los que han ganado su dinero sus fincas y sus cortijos jugándose la femoral, la aponeurosis y el tejido celular, y los que abren un tugurio, lo rotulan como “Banco” y se sientan en la puerta de su mancebía, como la piculina de la canción, cantándonos: “Serrano, si tú me traes tu pasta yo te doy este clavel”, y sin jugarse un alamar, a base de darnos una miseria por prestársela para que negocien con ella, se hacen asquerosamente millonarios.
Tipos avariciosos que en el pecado llevan la penitencia, porque nadie hablará de ellos cuando estén muertos si no es para acordarse de sus señoras madres. Mientras, los elegidos de los dioses como Ponce pasan a la Historia.