Rebelión. Capítulo 2.

Publicado el 20 junio 2019 por Carlosgu82

Pocos años más tarde.

Oxana era el tipo persona que veía allá a donde iba el lado bueno de las cosas, pero sin pecar de ingenua. Desde muy pequeña había aprendido a sobrevivir gracias a su propio esfuerzo, a su propio sudor, por eso no era de extrañar que cuando quería algo luchaba por obtenerlo a pesar de las consecuencias que esto acarrearan, porque luchaba como una fiera si así lo necesitaba.

Su infancia fue amarga, para que nos íbamos a mentir, desde muy temprana edad se dio cuenta de que la vida no era como lo contaban los cuentos, y mucho menos cuando naces dentro de la gran torre, creada para terroristas mejorados o vulgarmente llamados «Mutantes». Porque a pesar de su aspecto frágil, ella había nacido con una peculiaridad y ya con eso en la sangre había sido acérrima candidata para quedarse allí sin ver la luz del sol hasta que muriera.

Pero años después de eso, con unos quinces años, alguien llegó al edificio para llevársela. Nunca dijo su nombre, simplemente la dejó en una casa de las pocas casas de acogidas que aún seguían abiertas por aquel entonces.

No fueron los mejores años de su vida, de eso estaba segura, pero los prefería a estar encerrada en aquel manicomio lleno de monstruos, porque eso eran, y los más cercanos se habían encargado de recordárselo, de hacerle ver que ella no pertenecía a ese mundo.

Ya con unos 22 años encima, Oxana había logrado entraren la carrera de robótica, donde había entrado gracias a su extraña habilidad con la que había conseguido una de las mejores notas, pero como debía pagar la plaza a su vez empezó a trabajar por las noches, al principio como recepcionista hasta acabar en el «Black Roses» un burdel del barrio rojo de Nueva York.

Allí cada noche se la pasaba bailando sobretodo o incluso a veces ayudaba a las camareras. Era verdad que no era el mejor trabajo del mundo, pero ganaba incluso el triple allí que en sus anteriores trabajos, por lo que decidió quedarse.

Y allí se encontraba, a pocas horas de cerrar el local y en otra de las actuaciones de aquella noche, vistiendo provocativa con unas braguitas y sujetados de encaje negro, bailando al sol de la canción Cheap Thrills de SIA, moviendo su cuerpo entero con cada nota que salía de los altavoces que habían a cada lado de la plataforma.

Oxana trabajaba allí hacía ya un par de años, después de que ella misma se despidiera de la empresa en la que había estado de secretaria, pues no consentía que nadie la mangoneara o al menos no sin pagar más. A pesar de que aquel lugar no era el típico lugar donde ella se encontraría en una situación normal, ya consideraba aquel lugar como su segundo hogar, al menos tenía un «horario razonable» y si conseguías una buena cantidad de dinero el jefe consideraba dar días libres, así que no se quejaba de aquella vida.

A pesar de donde provenía, cosa que a nadie contó, y aquel trabajo cualquiera que viera a la castaña diría que era una chica normal, eso si no veían el color de ojos con el que había nacido, por ello cada vez que salía al escenario debía hacerlo con el antifaz, por si las lentillas que solía usar desaparecían, haciéndola ver incluso más atractiva mientras bailaba, llamando la atención de todo aquel que la viera sobre la tarima.

El verdadero problema llegaría si descubrieran lo que era o eso le habían dicho desde que tenía uso de razón. Niña, no dejes que nunca vean tu ojos o verán que desciendes de esos monstruos encerrados en la Gran Torre…¿Y no querrás volver, no? Esas fueron las primera palabras que escuchó en cuanto aquel hombre la sacó de aquel hoyo lleno de podredumbre y no, no volvería ni loca, así que haría lo que le había dicho a raja tabla.

Y aque domingo por la noche no sería diferente al resto, pensaba mientras volvía a descansar tras aquella actuación, pero pronto volvería y conseguiría dinero suficiente para que el jefe no la pusiera con las otras y podría pedirle algo de tiempo libre para relajarse de todo aquello, que aunque fuera extraño seguía siento monótono para ella.

Así pasaron las horas, entre miradas lascivas, al ritmo de sus caderas mientras bailaba en el escenario.

Cada rostro de los allí presentes reflejaban el placer que les daba ver a alguien tan joven bailar de aquella manera tan sensual, que para aquellas horas aún habían suficientes clientes queriendo recibir atención que les brindaban las prostitutas que trabajaban en el burdel.

A pesar de lo que hacían, ella las admiraba por la motivación que las había traído a aquel lugar perdido bajo las luces de las farolas, como madres desesperadas para alimentar a sus hijos, mujeres que huían de un pasado como ella misma y que cada noche pese a tener sus problemas, dejaban estos tras las cortinas y salían con sus sonrisas deslumbrantes a encandilar a todo aquel que se les cruzara por el camino.

Por fin acabó su última representación bajo los focos, notando aún lo animado que se encontraba el local aquella noche, antes de que empezara una nueva semana. Por lo que al terminar se despidió del público que se encontraba aún observándola y marchó tras la cortina, sin saber aún que allí había alguien con un especial interés en ella.