Revista Cultura y Ocio

Rebelión en la granja, por George Orwell

Publicado el 25 octubre 2009 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg

Debe ser la séptima u octava vez que leo este libro. Casi cada año, durante los últimos seis, he repetido la operación. Se lo mando leer a mis alumnos de Economía de 1º de bachiller, relacionándolo con el tema de los sistemas económicos. Hablando en lenguaje técnico pedagógico: esta lectura es mi tema trasversal para la asignatura.
La primera vez que leí Rebelión en la granja, tenía trece años y estaba al comienzo del octavo curso de la EGB. Mi padre lo compró y yo sabía que la profesora de Historia nos iba a hacer leerlo meses después, según avanzásemos con los temas del siglo XX. Me adelanté al programa, y lo leí antes de las navidades. Recuerdo la honda impresión que me causó el libro, cómo su sencilla fábula moral penetró en la sensibilidad del alevín de lector que era yo entonces.
Supongo que para un adolescente es difícil olvidar la nobleza de sentimientos del caballo Boxer, el escepticismo de Benjamín, la estupidez de las ovejas o patos, y la maldad de los cerdos, con Napoleón –el gran dictador- a la cabeza.
Con los años he seguido disfrutando de su lenguaje sencillo pero incisivo, de su ironía inteligente, sangrante.
Quizás la lectura de este libro sea uno de mis mejores recuerdos de la EGB; y, en cierto modo, como homenaje a mi profesora de Historia y a los profesores que tuve en mi colegio público de Móstoles, me gusta continuar la cadena y comentar el libro con mis alumnos.
Me llama la atención cómo ellos se sorprenden ante hechos causales de la novela que les parecen absurdos: cómo algunos animales confiesan crímenes que no han cometido y son asesinados en consecuencia. Aunque, claro mis alumnos no han leído Un día en la vida de Iván Denisovich de Aleksandr Solzhenitsyn, para ver cómo los soldados rusos que cayeron prisioneros de los alemanes, al acabar la Segunda Guerra Mundial y regresar a sus casas, eran acusados de espías y enviados a Siberia. Tampoco han leído El libro de la risa y el olvido de Milan Kundera, para percatarse de cómo las figuras molestas eran borradas de las fotos oficiales. Ni se han acercado, seguramente, a los Diarios de Victor Klemperer, el judío alemán de Dresde que leía los periódicos de la Alemania nazi de los años 30 y 40, y la perfidia o la bondad de Rusia e Inglaterra variaban según Hitler negociaba con unos o con otros. Es decir, no saben lo fácilmente manipulable que puede ser una población bajo un régimen totalitario, sometida a purgas, a persecuciones, a progroms; presionada bajo tortura o coacciones.
Rebelión en la granja es toda una metáfora sobre la condición humana. Me gustó también de Orwell 1984. Quien controla el significado de las palabras controla la realidad, la guerra es la paz…, decía Orwell en 1948. Basta estar atento a cualquier explicación sobre las recientes guerras y las labores de los ejércitos para percatarse de que esa frase no ha perdido nada de su vigencia.
Lo más reciente de Orwell que he leído fue Homenaje a Cataluña. Una lúcida visión de la Guerra Civil Española.
Creo que me falta de él al menos Sin un duro en París y Londres.

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