Rebobinar 2: de la muerte y otras coartadas

Publicado el 23 diciembre 2013 por Javiersoriaj

REBOBINAR 2: DE LA MUERTE Y OTRAS COARTADAS.

 Diciembre del 2013.

“Uno sabe que ha muerto cuando las
cosas que lo rodean han dejado de
morir.”

Elías Contreras.
Profesión: Comisión de Investigación del EZLN.
Estado Civil: Difunto.
Edad: 521 años y contando.

Es madrugada, y si a mí me preguntaran, que no lo han hecho, diría que el problema con los muertos son los vivos.

Porque luego suele aparecer esa disputa absurda, ociosa e indignante por su ausencia.

El “yo los conocí-vi-me dijeron” es sólo una coartada que oculta el “yo soy el administrador de esa vida porque administro su muerte”.

Algo así como el “copyright” de la muerte, entonces convertida en mercancía que se posee, se intercambia, circula y es consumida.  Vaya, hasta hay establecimientos para ello: libros de historiografía, biografías, museos, efemérides, tesis, periódicos, revistas y coloquios.

Y está esa trampa de la edición de la historia propia para limar errores.

Se usan entonces a los muertos para sobre de ellos levantarse un monumento.

Pero, según mi humilde opinión, el problema con los muertos es sobrevivirlos.

O se muere uno con ellos, un poco o un mucho cada vez.

O se adjudica uno mismo el título de vocero de ellos.  Al fin y al cabo no pueden hablar, y no es su historia, la de ellos, la que se cuenta, sino que se justifica la propia.

O se puede también usarlos para pontificar con el aburrido “yo a tu/su edad”.  Cuando la única forma honesta de completar ese chantaje barato y nada original (casi siempre dirigido a jóvenes e infantes), sería rematar con un “había cometido más errores que tú/usted”.

Y, detrás del secuestro de esos muertos, está el culto por la historiografía, tan de arriba, tan incoherente, tan inútil.  Eso de que la historia que vale y cuenta es la que está en un libro, una tesis, un museo, un monumento, y en los equivalentes actuales y futuros, que no son sino una forma pueril de domesticar la historia de abajo.

Porque están quienes viven a costa de la muerte de otros, y sobre su ausencia construyen tesis, ensayos, escritos, libros, películas, corridos, canciones, y otras formas más o menos estilizadas de justificar la inacción propia… o la acción estéril.

El “no has muerto” puede no ser más que una consigna, si nadie sigue caminando.  Porque en nuestro modesto y no académico punto de vista, lo que importa es el camino no el caminante.

Y, aprovechando que estoy rebobinando esta cinta de días, meses, años, décadas ya, pregunto, por ejemplo:

Del SubPedro, del señor Ik, de la comandanta Ramona ¿valen sus árboles genealógicos? ¿Sus ADN? ¿Sus actas de nacimiento con nombre y apellidos?

¿O lo que vale es el camino que con los sin nombre y sin rostro –es decir, sin linaje familiar y/o escudo heráldico- anduvieron?

De SubPedro ¿vale su nombre real, su rostro, su modo, recogidos en una tesis, una biografía –es decir, en una mentira documentada a conveniencia-?

¿O vale la memoria que de él hay en los pueblos que organizó?  Seguro que los fanáticos de la religión lo hubieran acusado, juzgado y condenado por ser ateo, y los fanáticos de la raza también, pero por ser mestizo y no tener la piel del color de la tierra, en ese racismo inverso que se pretende “indígena”.

Pero la decisión de luchar de SubPedro, del Comandante Hugo, de la Comandanta Ramona, de los insurgentes Álvaro, Fredy, Rafael, ¿vale porque alguien le pone nombre, calendario, geografía?  ¿O porque esa decisión es colectiva y hay quien sigue?

Cuando alguien vive y muere luchando, ¿nos dice en su ausencia “recuérdenme”, “hónrenme”, “cárguenme”?  ¿O nos impone “sigan”, “no se rindan”, “no claudiquen”, “no se vendan”?

Quiero decir, yo siento (y hablando con otros compas sé que no es sólo mi sentimiento) que la cuenta que tengo que darle a nuestros muertos es qué se ha hecho, qué falta y qué se está haciendo para completar lo que motivó esa lucha.

Probablemente esté equivocado, y alguien me diga que el sentido de toda lucha es perdurar en la historiografía, la historia escrita o hablada, porque es el ejemplo de los muertos, su biografía administrada, la que motiva a los pueblos a luchar, y no las condiciones de injusticia, de esclavitud (que es el nombre real para la falta de libertad), de autoritarismo.

He platicado con algunas compañeras, compañeros, zapatistas del EZLN.  Cierto, no con tod@s, pero sí con quienes todavía puedo ver, con quienes puedo estar.

Hubo tabaco, café, palabras, silencios, acuerdos.

No fue el ansia de perdurar, sino el sentido del deber lo que nos colocó aquí, para bien o para mal.  La necesidad de algo hacer frente a la injusticia milenaria, esa indignación que sentimos como la característica más contundente de “humanidad”.  No pretendemos lugar alguno en museos, tesis, biografías, libros.

Así que, en el aliento postrero, una zapatista, un zapatista, nos preguntamos “¿me recordarán?”  O nos preguntamos “¿se dio un paso en el camino?”, “¿hay quién lo sigue andando?

Nosotras, nosotros, cuando vamos a la tumba de Pedro, ¿le decimos lo que hemos hecho para que lo recuerden o le contamos lo que se ha hecho en la lucha, lo que hace falta (siempre falta lo que falta), lo pequeños que somos aún?

¿Le damos buenas cuentas si tomamos el “Poder” y si le levantamos una estatua?

¿O si le podemos decir “Oí Pedrín, aquí seguimos, no nos vendimos, no claudicamos, no nos rendimos”?

Y, bueno, ya en esto de cuestionar…

Esto de tomar otro nombre y ocultar el rostro, ¿es para escondernos del enemigo o para desafiar su escalafón de mausoleo, su nomenclatura jerárquica, sus ofertas de compra-venta así sea disfrazadas de puestos burocráticos, premios, loas y alabanzas, clubes grandes o pequeños de seguidores?

/sí mi buen, los tiempos cambian, antes al maestro o maestra –o al equivalente de mandarín del conocimiento- se le cortejaba cargándole los libros, lisonjeando sus palabras, mirándol@ con arrobamiento.  Ahora se postea en sus escritos, se dan “likes” en sus páginas web, se suma en el número de seguidores que trinan desordenados…/

Quiero decir, ¿nos importa quiénes somos?  ¿O nos importa lo que hacemos?

La evaluación que nos interesa y afecta, ¿es la de afuera o la de la realidad?

¿La medida de nuestro éxito o fracaso está en lo que de nosotros aparezca en los medios de paga, en las tesis, en los comentarios, en los “pulgares arriba”, en los libros de historia, en los museos?

¿O en lo logrado, lo fallado, lo acertado, lo pendiente?

Y rebobinando más…

De la Chapis, ¿importa que era creyente y una cristiana consecuente, o importa que vivió y luchó, con y en su ser cristiana, por quienes nunca la conocieron?   Seguro que los fanáticos del ateísmo la hubieran acusado, juzgado y condenado por no profesar la religión de los ismos que pretende monopolizar la explicación y dirección de todas las luchas.

Alguna vez, después de leer “El Evangelio según Jesucristo” de José Saramago, la Chapis buscó al literato y compañero para decirle no sólo que no le gustaba su libro, también que ella iba a escribir su propia versión del tema.  ¿Importa si llegó a encontrarse con Saramago, si le dijo eso, si escribió su versión?  ¿O importa su decisión de hacerlo?

Y del Tata Don Juan, ¿vale sólo por sus apellidos “Chávez Alonso”, su sangre purépecha, el sombrero que más lo cubría y lo mostraba, como si un pasamontañas portara?  ¿O vale también por los caminos que se honraron con su paso originario en varios continentes?

Las niñas y los niños asesinados en la Guardería ABC, en Hermosillo, Sonora, México, que apenas alcanzaron unas letras de biografía, ¿valen por las líneas y minutos que alcanzaron en los medios de comunicación?  ¿O valen por la sangre que sangre y vida les dio, y ahora se empeña en una digna terquedad que busca justicia?  Porque esos niños y niñas valen también ahora, aunque ausentes, por los padres y madres que con su muerte parieron.

Porque la justicia, amigos y enemigos, es también evitar que se repita la injusticia, o que cambie de nombre, de rostro, de bandera, de coartada ideológica, política, racial, de género.

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  Quiero decir, nosotros (y otr@s como nosotros, muchos, muchas, tod@s) luchamos por ser mejores, y aceptamos cuando la realidad nos dice que no lo hemos logrado, pero no por eso dejamos de seguir luchando.

Porque no es que acá no honremos a nuestros muertos.  Lo hacemos, sí.  Pero es que luchando lo hacemos.  Todos los días, a todas horas.  Y así hasta que miremos el suelo, primero al mismo nivel, luego hacia arriba, cubriéndonos con el paso compañero.

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  En fin, se alargan las cuartillas y con ellas crece también la certeza de que todo esto no le importa a nadie, que no es trascendente, que no es lo que la-Nación-el-momento-histórico-la-coyuntura demanda, que es mejor contar un cuento… o hacer una biografía… o levantar un monumento.

Y de las 3 cosas, estoy firmemente convencido de que la única que vale la pena es la primera.

Así que les contaré, tal y como me la refirió Durito, la historia del Gato-Perro (ojo: ahora sí leer “rebobinar 3”).

Vale.  Salud y, de los muertos, mirad sobre todo el camino que su paso anduvo, que aún necesita pasos que lo caminen.

El Sup acomodándose el pasamontañas con macabra coquetería.

P.D. QUE TOMA PARTIDO EN UN DEBATE REALMENTE DE ACTUALIDAD.- “Los videojuegos son la continuación de la guerra por otros medios”, sentencia Durito.  Y agrega: “En la milenaria lucha entre los fanáticos del PS y el Xbox sólo puede haber un perdedor: el usuario”.  No me atreví a preguntarle a qué venía eso, pero supongo que más de un@ entenderá.

P.D. DEMASIADO EXTENSA PARA CABER EN UN “TUIT” (debe ser por lo abultado de la factura).- El autodenominado “gobernador” de Chiapas, México, ha declarado solemnemente que su administración “se ha apretado el cinturón” con un programa de austeridad.  Como muestra de su decisión, se ha gastado más de 10 millones de dólares en una campaña publicitaria nacional que no por masiva y costosa es menos ridícula… e ilegal.  Pero como algunos medios se llevan su tajada, el “imberbe”, “inexperto” e “inmaduro” empleado de un negocio que ni es partido, ni es verde, ni es ecologista, ni es de México (bueno, ni él es gobernador, así que para qué detenerse en detalles) es ahora, en las páginas y segmentos de la misma prensa que lo atacaba por “niñato”, un “hombre de Estado” que no gasta en su promoción personal, sino “en atraer turismo a Chiapas”.  Sí mi buen, ya las agencias turísticas lanzan el turipaquete “Conozca al Güero Velasco”, en plan “all included” que viene con un “kit” con anteojeras para no ver a los grupos paramilitares, ni la miseria y el crimen que pululan en las principales ciudades chiapanecas (Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de las Casas, Comitán, Tapachula, Palenque), en una entidad donde se supone que los indígenas sean los pobres, no los mestizos.  Si el gran ladrón, Juan Sabines Guerrero, pagó millonadas a los medios para simular gobierno donde sólo hubo despojo, el actual “junior” de la política local paga más porque ha aprendido, del actual titular del Ejecutivo Federal (creo que se llama Enrique Manlio Emilio… ¿no? ¿ya ven lo malo de no tener cuenta en tuiter?), que se puede pasar de una averiguación judicial a una lista de candidatos presidenciales para el 2018, con sólo algunas decenas de millones de dólares, un buen Photoshop y una telenovela rosa.

P.D. DE COYUNTURA REITERADA.-  Permítame usted, dama, caballero, señor, señora, señorita, niño, niña, otroa.  Permítame que, impertinente al fin, no le deje cerrar la puerta y quedarse solo, sola, rumiando su frustración y buscándole responsables, que es así como rabian quienes tienen un altar fijo y un ídolo cambiante.  Y si no pongo el pie para evitar que cierre usted la puerta y quede a salvo en su castillo de dogmas, y, en cambio, meto las narices donde no me toca, acháquelo usted a mi nariz, ya de por sí impertinente en tamaño y forma.  Ande, permita que interrumpa su odio amortiguado, seco, estéril, inútil.

Venga, sosiéguese, tome asiento, respire hondo.  Sea fuerte y compórtese con estudiada sensatez, como esas parejas que se separan “como personas maduras” aunque se mueran de ganas por romperle la cabeza al susodicho… o susodicha (no olvidar la equidad de género).

¿De modo que, cuando ustedes obtienen algo es por su solo esfuerzo?  Ah, pero cuando cosechan una derrota, ahí sí democratizan la responsabilidad… y se autoexcluyen.  “Los foros son una farsa”, sentenciaron.  “No se aceptan encapuchados”, decretaron (y ni pensar en poner una reclamación en la CONAPRED por discriminar la forma de vestir).  “Sólo nosotros solos triunfaremos y la Nación nos estará eternamente agradecida, estarán nuestros nombres en libros de texto, congresos, estatuas, museos”, se alegraron de antemano.

Luego pasó lo que pasó y, como antes, ahora voltean a ver a quién culpar del fracaso de esa lucha arriba.  “Faltó la unidad”, dicen, pero piensan “faltó que se subordinaran a nuestra dirección”.

El despojo disfrazado de reforma constitucional no inició en este gobierno.  Empezó a formalizarse con Carlos Salinas de Gortari y su reforma al artículo 27.  El despojo agrario fue entonces “cubierto” por las mismas mentiras que ahora envuelven las mal llamadas reformas: ahora el campo mexicano está completamente destrozado, como si un paquete de bombas atómicas lo hubiera arrasado.  Y pasa ya con el total de las reformas.  La gasolina, la energía eléctrica, la educación, la justicia, todo será más caro, de peor calidad, más escaso.

Antes de eso y aún antes de las actuales reformas, los pueblos originarios eran y son despojados de sus territorios, que lo son también de la Nación.  El oro líquido moderno, el agua y no el petróleo, ha sido hurtado sin que eso llame la atención de los grandes medios.  El hurto del subsuelo, tan claramente denunciado en la cátedra Tata Juan Chávez Alonso por el Congreso Nacional Indígena, apenas recibió unas cuantas líneas desganadas en la prensa de paga que hoy lamenta que EL PUEBLO, esa entelequia tan a modo político mediático, no haga nada para frenar el robo legal e ilegítimo que se titula “reforma energética”.  El despojo es todos los días y en todas partes.  Pero es hasta ahora que se dice que la Patria fue traicionada.

Y ahora usted, que fue sordo, se indigna porque no lo escuchan ni siguen.

Y dice que no se hace nada porque no ve nada.  Dice y se dice: “vale lo que YO hago o lo que bajo mi tutela, en mi calendario y en mi geografía se hace.  Lo demás, no existe porque no lo veo”.

¿Y cómo podría ver algo si usa las anteojeras que el Poder le regala?

¿Ahora descubre que el Estado no sólo renuncia a ser un amortiguador en el vendaval de despojos que es el Neoliberalismo, sino que, además, acude presuroso a disputarse las migajas que el verdadero Poder le arroja?

Mire usted, lo que pasa es que el mundo es redondo, da vueltas, cambia.  Y de poco o nada le puede servir ese catálogo de evidencias duales: izquierda y derecha, reaccionario y progresista, antiguo y moderno, y sinónimos y antónimos tan de moda en la política de arriba.

Mire, lo que ocurre es, simple y sencillamente, que su pensamiento está decrépito.

Y empezó a vencerse en el momento mismo en que decidió abrazar al de arriba (usando el viejo truco –que ahora se les revierte- de derecha-izquierda-progresista-reaccionario, inventándose coartadas y vistiéndolas de las mismas palabras que hoy le entrampan), olvidando que los de arriba no aceptan abrazos sino genuflexiones.

No, no es que usted no tenga ideas y banderas.  Es sólo que están desvencijadas.  No importa cuánta modernidad las vista, ni cuántas palabras altisonantes se digan en torno a ellas, ni cuántos tuits las repitan, ni cuántos “likes” y comentarios convoquen.

Usted, que esperaba una proclama, la sangre anónima derramada, el clarín con su bélico acento, las ocho columnas, las imágenes con sangre ofrendada en el altar de la Patria que, faltaba más, ustedes, y sólo ustedes, habrán de redimir.

 / No mi buen, si le digo que el zapatismo ya no es lo que era antes, ¿se acuerda cómo hace casi 20 años nos emocionábamos con las imágenes de los muertos tan anónimos que ni rostro ni nombre alcanzaban, tan lejanos, tan indígenas, tan chiapanecos? / Por cierto, ¿Ocosingo queda en Medio Oriente? / Ah, y sus iniciativas, tan brillantes cuando había un templete para nosotr@s. / Por otro lado, ¿quién puede tomar en serio a quien declina inscribirse en la movilización o movimiento (ojo: no es lo mismo, ya aprendan a diferenciar) de moda?  ¿O a analizarla, clasificarla, juzgarla, archivarla? / Lo dicho, están acabados, ya ni a la prensa invitan a sus celebraciones, ¿qué pueden celebrar como no sea nuestra absolución o condena? / Ah, pero lo que nunca les perdonaremos a estos zapatones, no es sólo que no se hayan muerto todos –y con ello nos hubieran negado el derecho a administrar sus muertes en el largo laberinto de los mausoleos, los corridos, los “no has muerto camarada, tu muerte será administrada”-, sino que también a sus muertes las hayan hecho tan… tan… tan rebeldes /.

Y nada, que en lugar de eso… ¡posdatas!

Ya sé que no le importa, pero para las encapuchadas y encapuchados de acá, la lucha que vale no es la que se ha ganado o perdido.  Es la que sigue, y para ella se preparan los calendarios y las geografías.

No hay batallas definitivas, ni para vencedores ni para vencidos.  La lucha seguirá, y quienes ahora se regodean en el triunfo verán derrumbarse su mundo.

Por lo demás, no se preocupe.  Usted no ha perdido nada porque por nada ha luchado realmente.  Lo único que ha hecho es delegar en otro el conseguirle el monopolio de una victoria que no llegará.

El de arriba caerá, sin duda.  Pero su derrumbe no será producto de una lucha monopolizada, excluyente y fanática de sí misma.

Si gusta, siga usted tirando de arriba, celebrará cada pequeño movimiento del monolito, pero la cuerda se reventará una y otra vez.

Las estatuas y los autoritarismos se tumban desde abajo, de modo que no quede el basamento para que un nuevo busto supla al anterior.

Mientras tanto, y es mi humilde opinión, lo único que vale la pena hacer allá arriba es lo que hacen las aves: cagarse.

Vale de helado de nuez, manque haga frío.

El Sup preparándose para…