Rebusque. 12 días de retorno

Por Marikaheiki

Una habitación de dos camas: tocamos a cincuenta pulgas por cabeza. La niña tiene nueve años y su padre vive del rebusque (la profesión más común en Colombia, que consiste básicamente en vender cualquier cosa imaginable en la calle, reciclar basura, o todo lo que la creatividad dé de sí).

Este padre vende café: sale a las siete con su termo hasta arriba y vuelve hacia el mediodía con el termo a la mitad. Mal negocio, se lamenta. Entonces bebemos un tintico todos en la casa. Nos rascamos las picaduras de pulga (nota al pie: mi reino por una cama A SOLAS).

El padre:

—Yo solo pienso en que cuando me muera, mis niños se vengan conmigo. Eso le pido a Jesusito to’ los días. Porque de qué van a vivir…Cuando yo me muera, ¡paila! Que se vengan conmigo al cielo estos pobrecitos de Dios.

Tomamos café y no hacemos un solo gesto de sorpresa. Nos repartimos unos cigarrillos. Cada cual con sus deseos. Aquí no se juzga.

Un rebuscador sí sabe lo dura que es la vida. A mí, en cambio, siempre me pareció suave.

Esperemos que Jesusito no le siga la corriente y mejor le dé a la niña y sus hermanos muchas ganas de inventarse una vida feliz.

Pulgas, mientras tanto, corriéndome de arriba a abajo.

Benditos regresos.


Este texto forma parte del desafío 27 días de retorno. 

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