Me gustaría poder conversar con la cubanoamericana Yadira Escobar. La foto en su blog me indica que es joven, y la información que da de sí, que emigró muy pequeña. He leído cuánto le gustaría a Yadira regresar a Cuba y he leído además cuál es su Cuba soñada.
Yadira se declara amante de la libertad. Ni el colectivismo marxista ni el individualismo capitalista se avienen a su idea de lo que desean los cubanos; se equivoca sin embargo al incitar a nuestros académicos, universitarios y especialistas de todo tipo a poner en hora su reloj para definir el camino nacional. Le aseguro a la joven Yadira que hay una intelectualidad desde muchas partes y desde muchas tendencias pensando a Cuba, solo que su huella no siempre se puede encontrar en los medios oficiales, hay que buscarla también en sitios alternativos, y en varios casos, es hostigada, silenciada y demonizada. El anhelo de que esta joven se hace eco debería ser presencia permanente en los medios de difusión y en cuanto espacio de pensamiento y debate exista o quiera surgir en nuestro país, no solo virtual sino físico también.
No sé qué optimismo que escapa a mi comprensión le hace pensar a Yadira que el nacionalismo podría conciliar. Según lo veo, la sobredosis de nacionalismo mal digerido ha sido fuente de ruptura social y nos dividió en comunistas o apátridas, integrados o apáticos, de derecha o de izquierda, revolucionarios o gusanos y otras comparaciones siempre antagónicas. Es el nacionalismo una de las bazas que ha usado la propaganda del gobierno cubano para tratar de convencer al mundo de que todo pensamiento diferente al oficial, es antipatriótico. La patria es otra cosa, es algo intangible que va con uno y se manifiesta en cada cual de forma distinta, es una emoción y es a veces un olor, y es, sobre todo, una taxonomía imposible.
En efecto, un alto por ciento de la población votó por un socialismo eterno. Yo que veo cómo la gente vota y luego se justifica, que conozco la forma en que se controla desde el sistema electoral hasta las decisiones personales –íntimas incluso- me permito dudar de la sinceridad de las cifras y de la sinceridad de los votantes.
No puedo dejar de comentar la visión de Yadira sobre la tragedia del trasbordador 13 de marzo. Muy pequeña era ella cuando los terribles sucesos, pero con un poco de información sobre aquella fatídica noche, nadie podría hablar de accidente. Un accidente implica una acción involuntaria; Yadira parece desconocer la versión de los sobrevivientes, en cambio acepta como válida la versión que se diera en el periódico Granma. Los niños ahogados NO cayeron del barco como en el poco feliz símil que utiliza. El barco fue embestido; con poderosos chorros de agua fue inundado y se fue a pique, los detalles del horror los dejo a su indagación. Tal acto no puede ser calificado más que de criminal. Ante eso, la responsabilidad de los adultos de someter a menores a un viaje riesgoso queda completamente relegada.
Vivir en Cuba me da un poco más de visión del país. La gente no huye por el rigor del Embargo, la gente huye porque la economía ruinosa no permite oportunidades de prosperidad, porque a 55 años de gobierno se sigue hablando de experimentos económicos. En la mala administración, la corrupción y el despilfarro, el efecto del Embargo ha sido mínimo. Invito a Yadira a observar que en los lineamientos de la política económica trazados en el último congreso del Partido, no aparecen las palabras embargo o bloqueo. Y si la motivación de abandonar el país a primera vista parece económica, las decisiones políticas nos han puesto donde estamos.
Si la soberanía popular fuera sagrada, hace rato las etiquetas de cubanos de Cuba o cubanos de Miami habrían desaparecido; no me atrevo a imaginar cómo hubiéramos sido, pero estoy segura de que los cubanos que trabajen, gobiernen y opinen, y entre los que imagino estará también Yadira, serán capaces de hacerlo mejor que en los últimos 55 años. Y sin apelar a la generosa y desinteresada ayuda de ninguna potencia –que ya sabemos lo interesada que fue y las prebendas de que gozó en nombre de la soberanía–, porque la búsqueda de la democracia es un problema entre cubanos.