RECICLAR, es un buen negocio para TOD@S

Por Maje


El trato con las basuras siempre fue garantía de marginación, pero hoy en día los colectivos desfavorecidos hallan su puesto de trabajo en las cada vez más rentables empresas de recuperación. Por Rafael Carrasco

Dicen del abad Pierre que era la persona más respetada de Francia y la única que se atrevía a criticar a la cara al mismísimo presidente de la República. Su gran obra, para asombro de muchos, tiene que ver con las basuras y con la gente pobre. En 1949, fundó la primera comunidad Emaús en los basureros del extrarradio parisino para ayudar a los mendigos y, a su muerte, hace justamente tres años, había creado más de 200 comunidades en 60 países. Su objetivo, mucho antes de que se convirtiera en lema de los ecologistas, era llevar a la práctica lo de recuperar, reutilizar y reciclar”.
A nuestro país, las comunidades de Emaús llegaron en 1979, concretamente a Pamplona, y en los últimos años han dado un gran salto, con la creación de los EkoCenter en las ciudades de San Sebastián e Irún, todo un modelo de economía sostenible y solidaria alrededor de los desechos. O mejor dicho, de lo que otros consideran desechos y que gracias al trabajo de estos centros no llegan a serlo.
Los responsables del EkoCenter-Donosti, abierto desde el año 2005, están cuadrando sus balances de 2009. Los datos del pasado año ya eran buenos y en éste que acaba se espera que los superen con creces. En 2008, el último año con datos completos, se reutilizaron 157.425 artículos, de los cuales, 8.697 eran muebles; 1.998, aparatos eléctricos y electrónicos; 7.170, piezas o componentes de equipos; 56.679, artículos de bazar; 28.998, libros y 53.563, prendas de vestir. El importe de las ventas ascendió a unos 600.000 euros, lo que ha permitido mantener 53 puestos de trabajo, ocupados, preferentemente, por personas pertenecientes a colectivos desfavorecidos o en riesgo de exclusión social.
La media mensual de clientes del EkoCenter fue en 2008 de 4.650; 55.800 en todo el año. Y durante la primera mitad de 2009, la media ha subido a 5.055 personas, un 20% más que en 2007 y un 8,5% más que en 2008. “En general –explica Begoña Cabaleiro, del Área de Educación para la Sostenibilidad de Emaús Fundación Social– el número de clientes que acuden a EkoCenter de Belartza se ha incrementado de manera aún más significativa en estos últimos meses.”

Inserción laboral
Los objetos recuperados se revisan en la zona de recepción, se reparan cuando es preciso y se venden después. Incluso se ha creado Sindesperdicio, una marca de bolsos y complementos cuyos materiales, en un 95%, son lonas publicitarias desechadas.
La experiencia está funcionando tan bien que el pasado verano abrió sus puertas el segundo EkoCenter de Emaús, ubicado en las antiguas instalaciones irundarras de Renault –como para explicar “menos coches y más reciclaje”– y, en septiembre, un tercero en Avilés.
En el EkoCenter de Irún se han especializado en productos procedentes de grandes stocks de primera o segunda mano, como el mobiliario de hoteles o los productos de las empresas que han cerrado en la zona a causa de la crisis. Todo esto garantiza los ocho puestos de trabajo que ya hacían funcionar el almacén de Emaús en el barrio de Anaka y permitirá crear 20 más durante los próximos dos años entre operarios, encargados, vendedores, conductores y especialistas.
Emaús Fundación Social es una de las 31 entidades agrupadas en la Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria (AERESS), una plataforma hacia la inserción laboral de personas marginadas o en riesgo de exclusión que centra su actividad en la recuperación, la reutilización y el reciclado de materias desechadas. La página web de la asociación ofrece abundante información de las entidades que la componen y de las tiendas de objetos de segunda mano más próximas. Actualmente, hay entidades asociadas y tiendas en 13 de las 17 comunidades autónomas.
Recuperación textil
La última campaña de AERESS se llama Tira del hilo y pretende popularizar la venta de ropa recuperada, una actividad a la que se dedica la mayoría de la treintenta larga de entidades agrupadas en esta plataforma. La campaña nos recuerda el enorme despilfarro y las desigualdades que propicia el uso fugaz de una mercancía sometida como ninguna otra a la dictadura de la moda. Cada persona en España consume entre ocho y nueve kilos de ropa al año, lo que deja en los vertederos casi 400.000 toneladas de residuos textiles por temporada. Además, es notable el coste energético de una mercancía particularmente viajera –la mayor parte del textil mundial se produce en Asia– y que en los países productores sólo sirve para dar un trabajo extenuante y mal pagado a hombres, mujeres y niños. Romper con todo esto empieza por alargar la vida de unos productos que aguantan tres o cuatro veces más tiempo del que les damos habitualmente.
Otra de las entidades que ha apostado de forma clara por esta vía del textil sostenible es Ecolínea, una empresa de inserción que nació en 2005 promovida por la asociación madrileña Los Molinos, concretamente por dos de sus entidades (Emas y Candelita). En estos cuatro años, Ecolínea ha dado trabajo a 20 personas que recogen lonas publicitarias y confeccionan con ellas carpetas, alfombrillas de ratón, bolsos de todo tipo, carteras, delantales o disfraces infantiles. “Materia prima nunca falta –explica Soledad Gallego, responsable de Desarrollo Comunitario de la asociación Candelitas– porque hay mucho y no se puede hacer gran cosa con él.”
En su taller de Collado-Villalba, en la Sierra de Madrid, han recibido desde los carteles de la productora El Deseo, de los hermanos Almodóvar, hasta la inmensa bandera olímpica que en el año 2005 cubrió gran parte del paseo de la Castellana para promocionar la candidatura de Madrid a los Juegos de 2012. Cuatro años después, por cierto, todavía queda bandera para hacer bolsas de tela, un segmento que está creciendo últimamente gracias a la eliminación de las bolsas de plástico en las tiendas y supermercados.
“Aun así –matiza la responsable asociativa–, los productos que fabricamos cuesta venderlos por la competencia de Asia, porque aquí trabajamos con horarios de España y con sueldos de España.” En los últimos tiempos, se están especializando en carpetas y materiales para congresos, ferias y eventos similares que, además de necesitar estos objetos para sus clientes, quieren demostrar su compromiso con la sostenibilidad ambiental dando salida a la producción de una empresa social. “A veces nos donan el material para que nosotros fabriquemos cosas con él –añade Lola Bernal, jefa del taller– y otras nos dan el material para que fabriquemos objetos que nos compran y que ellos luego distribuyen.”
Ecolínea tiene contratadas en este momento a tres personas: la jefa del taller y dos trabajadoras cualificadas, Sofía y Ofelia. Esta última, colombiana, comenzó a trabajar aquí hace justamente un año, en parte gracias a la intermediación de los servicios sociales de Colmenarejo, un pueblo cercano a donde ella vive. “Estaba sin trabajo y los servicios sociales del ayuntamiento me pusieron en contacto con los responsables del taller. Sabía coser, hice una prueba y, como hacía falta alguien que supiese diseñar y manejar las máquinas, tuve suerte y me eligieron a mí”, explica Ofelia.
Formación
Además de ocuparse de la recuperación de residuos, en Ecolínea, Emaús y otras entidades sociales se imparten talleres de formación para enseñar a fabricar carteras de textiles desechados o cursillos sobre mecánica de los electrodomésticos. Entre los asistentes se encuentran tanto personas que quieren ganarse la vida con estas actividades como otras que simplemente desean aprender a coser o a arreglar ellas mismas sus aparatos averiados. En los EkoCenter de Emaús se ha creado Reparamanía, un taller donde se enseña bricolaje, pero en el que también se asesora sobre mecánica o electrónica casera, además de ofrecer espacio o herramientas a quienes los necesiten.

Sensibilidad social
Por toda España están apareciendo empresas de inserción, cooperativas laborales y otras formas de empresa social dedicadas a tareas ambientales. Esta proliferación es consecuencia de la crisis económica, por un lado, pero también del boom de la Responsabilidad Social Empresarial. Los convenios de colaboración entre grandes empresas y pequeñas firmas de trabajo social son una forma típica de RSE, aunque también hay que destacar una mayor sensibilidad social de los ayuntamientos, las diputaciones provinciales y otras administraciones que, con frecuencia, subcontratan a esas empresas sociales para tareas como la recogida y gestión de algunos residuos.
RqueR, por ejemplo, es una cooperativa de trabajo asociado de Albacete que recoge y gestiona, sobre todo, residuos urbanos mediante contratos con la Administración o empresas privadas. Hoy disponen de una nave de 2.000 metros cuadrados, una tienda de unos 600 m2 cedida por el Ayuntamiento, dos camiones, tres furgonetas, maquinaria y herramienta variada. En la página web de esta asociación leemos: “Tenemos un rastro de venta de muebles y objetos usados. Somos 12 socios-trabajadores y cinco trabajadores, funcionamos mediante coordinadores de áreas de trabajo concreta, reuniones de coordinadores y asambleas mensuales, y tenemos todos el mismo salario.”
La Fundación Trinijove es otra entidad veterana en estas lides. Ha creado una empresa de inserción en la que trabajan personas discapacitadas o que provienen de la exclusión social y, entre otras muchas actividades, colabora con el gigante alumínico Arpal para recuperar envases usados que se convierten en materia prima para fabricar nuevo aluminio. Además, realiza toda la recogida selectiva de desechos en el aeropuerto de Barcelona y tienen firmados acuerdos similares con Port de Barcelona, Aeropuerto de Málaga y diversas cadenas de hoteles en la Ciudad Condal. Aunque la joya de la corona de esta fundación nacida en el año 1985 en el modesto barrio de la Trinidad Vieja es el contrato con el renovado aeropuerto barcelonés. “Es un proyecto pionero –explica Iñaki Segurado, vicepresidente de la fundación– de recogida selectiva puerta a puerta en los bares, restaurantes y demás. Recuperamos envases ligeros, vidrio, papel, cartón y materia orgánica y así conseguimos que el aeropuerto de Barcelona sea el primero de España y uno de los primeros de Europa que cumplimenta toda la recogida selectiva de residuos (…) Nuestra metodología es integrar vía salario, con un trabajo, un sueldo y una buena formación que ayuden a la persona, sobre todo a jóvenes y mujeres, a salir del bache.”

Gestión de residuos
Los residuos eléctricos y electrónicos son otro filón para lanzarse a la aventura de una empresa social. Los aparatos reparados son puestos a la venta para su reutilización y los que no son aptos para la reparación se descontaminan y envían a las plantas de tratamiento especializadas. En el EkoCenter de Emaús en Irún, por ejemplo, se gestionan todos los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos merced a un convenio con el Ayuntamiento. Y el sistema ideado para estos residuos (ECOTIC) colabora en toda España con empresas sociales y ONGs que participan en su sistema integrado de gestión.
La empresa de inserción Berziklatu, dedicada al procesamiento integral de los residuos voluminosos de Vizcaya, trató el pasado año 5.800 toneladas procedentes de una veintena de pequeños y medianos municipios. Berziklatu está constituida por la Diputación foral a través de la empresa Garbiker y por las cooperativas de iniciativa social Rezikleta y Meaux. En su primer año, ha dado trabajo a 14 personas en riesgo de exclusión social. Por último, en Galicia, la empresa social Recolleóleo recoge aceite de freír usado en supermercados, locales de asociaciones y restaurantes, una labor que ha permitido crear los primeros cuatro puestos de trabajo para personas amenazadas por la marginación. El aceite recogido es, posteriormente, filtrado y enviado a una planta de reciclaje para fabricar biodiésel.