El viaje fue duro, Madrid-Amsterdam-Panamá-San Salvador. Lo peor no son las horas de vuelo, que al fin y al cabo las pasas sentado, bebiendo, comiendo y durmiendo; el problema son las esperas en las terminales de aeropuerto. Horas y horas incómodamente sentado pendiente del equipaje de mano que te impide la libertad de movimiento, tratando de conectarte a un wifi que nunca funciona, mirando cada cinco minutos la pantalla de tu puerta de embarque para ver si avanza ese maldito reloj, y observando el ir y venir de gente del mundo, preguntándote de dónde vienen y hacia dónde van.
Llego a San Salvador, todo bien, me recogen Marcos y su amigo Javi, malagueño que también trabaja en UNES. Trajeron un coche, menos mal, porque el aeropuerto queda a más de 40 km de la ciudad. Nos adentramos y me doy cuenta de que esto es bastante diferente a la latinoamérica que yo conocía; casitas bajas, palmeras, jardines, gasolineras Texacos, restaurantes Wendys, y cosas por el estilo, muchos carteles luminosos que me recuerdan en parte a los Estados Unidos en los que nunca he estado. La diferencia la notas cuando miras las tapias de las casas, esas alambradas carcelarias me recuerdan que no estoy tan al norte del continente, guardias de seguridad, escopetas y pistolas, un mundo completamente distinto al que vemos en las películas.
Me estoy alojando en una casita que lleva una mujer llamada Ana, europea, aún desconozco su nacionalidad; también vive allí una salvadoreña llamada Dalia. No pude conversar mucho con ellas porque cuando llegué ya era muy tarde y se acostaron pronto. Mi habitación está en un altillo con balcón, se escuchan los pájaros y me da la sombra de un naranjo en el ventanal. Es bastante bonito el vecindario y la casa en general. No tengo internet allí, pero haré lo posible por hacerme con un USB de esos que sirven para conectarse a la red. De momento solo he dormido en la habitación y he salido temprano en la mañana para ir a una reunión para charlar sobre la aprobación de la ley de ordenación del territorio.
Ahora me encuentro en la oficina de UNES, que será el lugar donde trabajaré día a día. De momento todo marcha de maravilla. El calor no es tan asfixiante como me imaginaba y poco a poco iré familiarizándome con todo esto. Iré dando noticias sobre mi vida.