- Dicen que las investigaciones producen sus efectos y que antes o después aparecen los resultados. Dicen que los árboles no se plantan, ni se cuidan solos y que después con paciencia recogen sus frutos.
Es precisamente como los castañicultores esperan hasta recoger kilos y kilos del ansiado rendimiento que tantos usos alimenticios posee puesto que se puede comer cruda, asada, hacerla pasta, harina, pastel, y hay hasta licor e incluso miel de castañas.
A pesar de que los resultados palpables de las investigaciones de la Justicia lleguen tarde, muy tarde; cuando aparecen nos aportan un hálito de esperanza. De confiar en la diosa de la venda en los ojos y que antes, o después, muchos que se lo merecen morderán el polvo que se genera entre las rejas.
Y no me refiero a los “robagallinas” a los que parece ser estuvo básicamente dedicado tanto la Ley de Enjuiciamiento Criminal como los Códigos Penales que ha habido desde sus comienzos. Tampoco me refiero a cualquier ciudadano que por alguna situación kafkiana más o menos imprevista acabe en algún proceso ingresando en prisión, sino a los que han campado a sus anchas con tarjeta o gasto de representación adueñándose a gran escala de lo ajeno con total impunidad.
Cuando tenemos que acudir a nuestros vecinos europeos del norte para que obliguen a nuestros gobernantes a ejecutar lo que ellos no se atreven (como tantas y tantas sentencias de David contra Goliath frente a la triada capitolina de Constructores-Políticos-Bancarios)... Cuando los del sur nos piden ayuda a gritos en forma de intentos masivos de entrada... Cuando los de al lado se han quedado sin nada y lo único que nos importa es no acabar como ellos...
Lo que parece funcionar es el trabajo lento e impasible de la hormiga que trabaja para la Justicia.
Más de diez veces la Tierra dando una vuelta completa al sol, desde que empezó a instruirse el caso Fabra en la Comunidad Valenciana y, que si no llega el indulto va a acabar con el presunto (hasta que no haya sentencia firme sigue siendo presunto) culpable en la cárcel. Tantos y tantos casos de corrupción ya era hora de que llegara la recogida de las castañas. Que parece… por fin va a llegar. Porque hasta ahora ¿Cuántos señoritos y señoritas han sido condenados por altos casos de corrupción? ¿Y de éstos, cuántos han entrado de forma real en la cárcel? Muy pocos en comparación con los sucesos acaecidos.
Y es que, aunque “castaña” sea una palabra bastante polisémica en nuestro lenguaje, va desde, recibir un cachete, cogerse una borrachera, hasta darse un leñazo como un piano, o ser una persona tremendamente aburrida. Pues bien, tantos y tantos consejeros de las entonces Cajas de Ahorros y Monte de Piedad, que han dilapidado con la ayuda y aquiescencia de los políticos profesionales que los pusieron en sus cargos, los ahorros de millones y millones de personas bien pueden recibir el apelativo de “castañas” y ahora en este tiempo llega su recogida.
Con mucho tesón y con una falta de medios y de sueldo acordes a los resultados que acaecen a la sociedad entera. Pues el resultado de su labor ahorra muchísimos millones a las arcas públicas y privadas. Y sin embargo, nadie parece darse cuenta, ni valorar, ni aportar en los presupuestos las partidas necesarias para modernizar y dotar de pleno significado a cuantos luchan por acabar con la corrupción y las soflamas de las que tanto adolece la sociedad. Ya lo decían en The Wire, la serie televisiva de culto norteamericana, hay que seguir el rastro del dinero y ver donde acaba…
Sin embargo, tanto aquí como allí, se enfrentan a un sinfín de trabas, que sortean entre decisiones políticas y zascandiles recolocados a dedo para meter palos entre las ruedas, es muy difícil que el carro de Ben-hur pueda ni siquiera acabar la carrera. Pero en ocasiones acaba socavando desde dentro un gran árbol de la familia de las fagáceas. De tronco ancho, copa espesa, color verde intenso, y por fruto una nuez parda, escondida en un estuche con pinchos, del que se saca un fruto blanco que durante largas y numerosas generaciones (si hacemos caso a las palabras de Estrabón más de 2000 años) se ha recogido de forma tradicional por este tiempo. Verde y blanco como Bankia, negro como sus tarjetas y ojalá preferentistas y ahorradores puedan recuperar parte de lo “amasado”, de lo conquistado “al hurgue”, de lo afanado sin reparo.
Eso sí, ese fruto siempre cuando se come deja un regusto amargo si comes poco y si comes mucho un largo ardor de estómago. Y es que las castañas, aparte de difíciles de coger directamente del árbol (o con las manos en la masa), también les ocurre que al igual que le pasaba al caballo de Atila por donde pisaba no volvía a crecer la hierba, pues aquí salvo que llegue algún Goirogolzarri de turno, ocurre lo mismo.
Entre finales de octubre y primeros de noviembre hay muchos lugares de la península donde se recogen castañas. Fiestas con solera, magostus, castañadas, recogidas y asadas se celebran juntándose ante una lumbre y compartiendo historias, música o esa cultura popular que tanto posee de cultura y que tan poco valorada es a veces por los repeinados de trajes caros y coches de empresa, por los súbditos del dinero ajeno, por aquellos que siguen haciéndonos creer que son casos puntuales y excepciones que confirman la regla de la honradez de la política y sus relaciones con la banca y la empresa. ¡Sigamos con la tradición recogiendo castañas!
Mientras no se haga responsable a los partidos políticos, como responsables subsidiarios de las decisiones tomadas por algunos de sus miembros y tengan que acarrear multas y resarcimientos a los estafados por semejantes robos y tropelías con patrimonio de los propios partidos políticos y por supuesto de sus responsables e incluso de sus militantes si procediera...
Mientras no se pongan medios reales para combatir semejantes casos, ni inspectores suficientes, ni medios humanos y materiales para destaponar la justicia, en vez de marear la perdiz con debates más morales que éticos, que nos dividan de manera diametralmente opuesta, para mantener abobados a los ciudadanos-corderos de forma interesada para aumentar la polémica y dejar a un lado estos verdaderos problemas endémicos de nuestra Administración de Justicia, no se pondrá remedio.
Mientras el Notario Mayor del Reino no sea de forma verdadera y auténtica el Defensor del Pueblo (o a éste se le tenga atado de pies y manos), habrá que convertir en héroes y reconocer semejante gesta (casi tan grande como la del Cid para entendernos) a aquellos que se juegan su vida sin llegar a mil euros al mes para ver tantas y tantas carpetas apiladas de situaciones humanas que esperan a que se dirima su caso.
Tendremos que escuchar cada día como se ríen en nuestra cara de “ciudadanos” puesto que ya no pueden llamarnos “súbditos” aunque en algunas cuestiones poco ha cambiado desde aquellas situaciones que generaron e inspiraron la Marsellesa el himno de nuestros gabachos vecinos. Aquella marcha desde Marsella hasta París en 1789 para luchar contra los privilegios de unos pocos que amasaban grandes fortunas y no permitían apenas una comida caliente a los hijos de los demás, puesto que en el coto de los ciervos sólo podía cazar la familia real o sus consentidos. Entonces consiguieron que se acabara con los “súbditos”, sin embargo, hoy pocos son los “ciudadanos” honrados y muchas las castañas que esperan en los árboles a ser recogidas.
Cuaderno de Chema
De la serie, "La curiosidad hizo sabio al gato".