Recomiendo los postres y dulces tradicionales manchegos

Por Irmina88

Si visitas Toledo o Castilla la Mancha no podrás sucumbir a los encantos de los dulces que elaboran con la almendra, ese mazapán tan famoso porque es el que lo representa.

Yo soy una gran enamorada de la almendra.


En cualquier rincón te puedes encontrar una pastelería, un obrador, una panadería donde estos manjares te los sirven para que los disfrutes y no solo en la época de Navidad sino todo el año.

Uno de los dulces más típicos es la Anguila de Mazapán. Una serpiente de mazapán enrollada y decorada con frutas escarchadas. Como su nombre indica es un dulce en forma de anguila hecho de mazapán. Pero también se rellena de yema confitada y cabello de ángel y se suele decorar con clara de huevo montada y fruta confitada. Por su tamaño y forma, se hace manualmente por maestros artesanos, por lo que no hay dos iguales.

El origen de este dulce está relacionado con el agua que se bebía en Toledo. En el Casco se conservaba el agua en aljibes (depósitos), en los que se echaban anguilas para remover el agua, producir burbujas de aire y así, mantener el agua fresca y potable. Por eso los reposteros toledanos homenajearon a la anguila con este dulce.

Hay una gran variedad de dulces manchegos que enriquece la gastronomía de Castilla, a cual más rico, a mí me cuesta elegir, ya que todos están elaborados con materia prima de primera calidad. Los más típicos son: almendrados, amarguillos, torrijas, pestiños, suspiros, el pan de Calatrava y cómo no, las ricas flores fritas. Las flores manchegas.

Con la importancia que se le da a la almendra en Castilla la Mancha, no podían faltar los mantecados de almendra que se hacen con la receta de siempre, mimando los ingredientes de la comarca.

La ciudad de Cuenca nos muestra su dulce por excelencia, el alajú, está hecho a base de almendras tostadas y miel que está entre dos obleas.

También podemos encontrar los deliciosos bollitos o rosquillas de aceite, que lo elaboran de forma artesanal en un pueblo pequeño de Toledo, horneados en un horno de leña, muy lentamente y llevan vino, azúcar, naranja y limón.

En tierras manchegas es un dulce muy popular que la receta se heredó de nuestros abuelos, guardando ese sabor a tahona.