Imagen: taringa
El 28 de agosto de 2014, Alice Gross, de 14 años, desapareció en el oeste de Londres.
Para buscarla, se desplegó un equipo de 600 agentes de ocho diferentes cuerpos. Éste incluía a 10 miembros de la Policía Metropolitana que pretendían poner a prueba su particular habilidad por primera vez de manera formal.
Los llamaban los “súper-reconocedores”.
Este grupo de élite había visto miles de horas de la grabación granulada y de mala calidad de las cámaras de seguridad, y en cuestión de días identificó tanto a la víctima como al sospechoso.
También fueron capaces de trazar sus movimientos de una forma tan precisa como para dibujar una línea del tiempo y así ayudar a esclarecer el caso.
¿No se te olvida una cara?
El link de abajo te llevará a una página de la Universidad de Greenwich con una prueba para identificar súper reconocedores.
Está en inglés, pero todo lo que tienes que hacer es avanzar con las flechas, mirar una fotografía y después identificar el rostro que viste en otra serie de fotos que te serán provistas.
Si obtienes una puntuación superior a 10 puntos sobre un total de 14, ¡eres un súper reconocedor!
HAZ AQUÍ EL LLAMADO TEST DE DAVIS
¿Pero cuál era su destreza especial?
La habilidad sobrehumana para reconocer al instante rostros que apenas conocen.
Los científicos apenas están empezando a entender por qué algunas personas tienen esa capacidad y cómo funciona.
Están avanzando en la identificación de quiénes la poseen, y hay incluso una encuesta en internet que cualquiera puede completar para saber si es uno de los elegidos.
De prosopagnosia a súper reconocimiento
“Si tienes experiencia en reconocer a gente fuera de contexto, ese es un indicador. Si es más probable que tú reconozcas a alguien que esa personas te reconozca a ti, esa es otra de las señales”, dice Richard Russell, del Gettysburg College de Philadelphia, en Estados Unidos.
El psicólogo fue el primero en acuñar el término “súper-reconocedor” en un estudio que publicó en 2009.Russell comenzó a interesarse por estos individuos en 2006, cuando estudiaba la prosopagnosia, la incapacidad de reconocer los rostros, en la Universidad de Harvard, en EE.UU.
Descubrió que era una afección mucho más común de lo que esperaba.
Alrededor del 2% de los voluntarios con los que había llevado a cabo las pruebas se ubicaban en el extremo inferior del espectro.
“Así que pensé que la conclusión sugería que también debía haber individuos en el otro extremo de la escala, los que tenían una habilidad extraordinaria”, dice.
Cuando empezó a buscar, encontró varios súper-reconocedores a lo largo y ancho de EE.UU.
Al otro lado del Atlántico
Mientras tanto, en Londres, el detective Neville, un hombre de hombros anchos, pocas palabras y frases afiladas comenzó a notar que unos cuantos agentes de la policía de la capital identificaba criminales de forma correcta una y otra vez.
“Quería que un psicólogo pusiera a prueba sus habilidades e identificara sus límites, así como la forma en la que sus mentes trabajan mejor”, explica.
Así que se alió con Josh Davis, un psicólogo de la Universidad de Greenwich, en Reino Unido.En un principio Davis se mostró escéptico. “Mi tesis doctoral sugería que las personas que ofrecían evidencias en los tribunales solían ser generalmente terribles a la hora de identificar rostros, así que tenía muchas dudas”, cuenta.
“Pero al final accedí a someterlos a unos exámenes”.
Las pruebas que diseñó especialmente para la ocasión incluía el conocido test de los rostros, basado en imágenes tomadas a famosos hace 12 años y distorsionadas de forma que parecieran negativos en blanco y negro.
Asimismo, dio a los policías unos pocos minutos para memorizar seis caras y después les pidió que las identificaran de entre 100 imágenes colocadas en varias filas, cada una de ellas con fotografías cada vez más pixeladas.
“Hasta ahora he realizado las pruebas con 250 policías y ocho de ellos han logrado una puntuación excepcionalmente alta”, dice Davis. Y decenas obtuvieron una puntuación superior a la media.
Un talento
El mayor talento de la Policía Metropolitana, Gary Collins, es un oficial sin pretensiones, de buenos modales, de la Unidad de Pandillas de Londres.
“Siempre me gustó el arte y solía trabajar de diseñador gráfico antes de ser policía”, recuerda.
“Así que podría tener algo que ver con la atención al detalle y al reconocimiento de patrones. Quién sabe”.Su caso más memorable, cuenta, consistió en identificar a un hombre llamado Stephen Prince, quien durante los disturbios de Londres de 2011 saqueó tiendas, robó cámaras a los reporteros y bicicletas, lanzó bombas de petróleo a policías y prendió fuego a coches.
En las imágenes grabadas durante los incidentes Prince aparecía con la cara cubierta con un pañuelo rojo y tenía un gorro de lana encajado hasta las cejas. Todo lo que se podía ver de él eran sus ojos.
Collins y varios agentes más pasaron los días tratando de identificar al hombre en las grabaciones, a la espera del momento en el que se quitara el pañuelo de la cara.
Pero no hubo tomas mejores, y aun así Collins lo terminó reconociendo.
“La última vez que lo había visto fue seis años antes, pero tenía fe. Supe de inmediato que eran sus ojos. Así que terminó en los tribunales”, dice Collins.
Prince fue hallado culpable y condenado a seis años de cárcel, una de las penas más largas en relación a los disturbios.
Sigue siendo un misterio
Los científicos aún no tienen claro lo que ocurre en la cabeza de aquellos con las habilidades de Collins.
Sin embargo, sí saben qué parte del cerebro se ocupa del reconocimiento facial: en el giro fusiforme, un área alargada y estrecha situada en los lóbulos temporal y occipital que también procesa el color.Las anomalías de esta región están asociadas a la incapacidad de reconocer rostros y a las alucinaciones faciales.
Los psicólogos evolucionistas están particularmente intrigados con los súper-reconocedores, ya que los rostros proveen de claves sociales más allá de la identidad y están relacionados con la manera en la que el individuo entiende el mundo.
En noviembre de 2011 Ash Jansari, un psicólogo de la Universidad del Este de Londres, condujo uno de los mayores estudios sobre los súper-reconocedores que se ha llevado a cabo hasta la fecha.
Para ello reclutó a más de 700 visitantes del Museo de la Ciencia, de entre 6 y 74 años.
Utilizó las mismas pruebas que Russell en su investigación para la Universidad de Harvard, el Test de Memoria Facial de Cambridge.
Solo siete de los voluntarios mostraron dos desviaciones por encima de la media –el criterio para el “súper-reconocimiento”-, lo que sugirió que solo el 1% de la población podría tener esa habilidad.
Y las investigaciones también concluyeron que los súper-reconocedores no son mejores que la media cuando se trata de identificar cosas que no son caras, como flores y sillas, por ejemplo.“Esto sugiere que el cerebro utiliza un nivel más alto de procesamiento para la memoria facial que para otras tareas”, explica Jansari.
Mente y máquina
La investigación también demostró que todos los seres humanos procesan los rostros de la misma manera, como una unidad integral, en lugar de como una colección de características individuales.
Davis también está trabajando en el programa Large Scale Information Exploitation of Forensic Data (Explotación de datos forenses a gran escala, LASIE), junto con un grupo internacional de investigadores, policías y empresas como Huawei, una compañía china de creación de redes y de equipos de telecomunicaciones.
Pretenden crear un sistema informático centralizado que automatice el análisis inicial de las evidencias forenses, incluyendo imágenes, audio y videos.
El objetivo de esto es diseñar algoritmos que puedan filtrar la información captada por los circuitos cerrados de televisión, teléfonos móviles y redes sociales, para que sea más fácil llegar a las pruebas.
“Así que si alguien lleva una camiseta distintiva con un logotipo en un fotograma, el algoritmo podría buscar ese signo en el resto de la grabación”, dice Davis.¿Debería preocuparnos que procesos como estos sean cada vez más automáticos, sin lugar para la empatía y la moral?
Kelly Gates, de la Universidad de California, en San Diego, EE.UU., quien estudió el reconocimiento facial automatizado de las investigaciones policiales, dice que no.
Gates cree que deberíamos ser tan cautos con los súper-reconocedores humanos como con los robóticos.
“No creo que nos debería preocupar menos que ese trabajo lo hicieran las computadoras, o al revés”, opina. “Es a esa integración de humanos y ordenadores para incentivar las prácticas de vigilancia a lo que debemos prestar atención”.
Beneficios inesperados
Y es que el súper-reconocimiento podría tener consecuencias inesperadas y muy útiles.
Por ejemplo, los testimonios de los testigos oculares no son muy fiables, pero con un súper reconocedor se podría asignar puntuación al testimonio para darle peso.
También podría ayudar a los científicos a saber más sobre las personas con incapacidad para distinguir caras.
Y no sólo sería bueno para la ciencia. También podría ayudarte a amar tu vida.
Así lo dice Jarett, una neoyorquina súper-reconocedora.
“Participé en citas por internet e intercambié correos electrónicos con un tipo al que nunca conocí”, cuenta.“Y un par de años después, me lo encontré en la calle y me preguntó por una dirección”.
Cuando llegó a casa buscó su último email y le contestó, diciendo que lo había reconocido gracias a su particular habilidad.
“Terminamos quedando un par de veces y le habló a sus amigos de mí”, ríe.
“Quizá pensó que sería una bonita historia, pero no funcionó”.
Mientras tanto, la policía espera utilizar a cada vez más reconocedores para identificar a los sospechosos de crímenes, allí donde la tecnología se queda corta.
“Queremos saber quiénes son. Ese es nuestro objetivo. Encontrarlos y usarlos efectivamente”.
Fuente: BBC