Al día siguiente de convertirse en el dueño absoluto del récord de salvamentos, Mariano Rivera retornó a su rutina habitual, siempre temprano en el vestuario de los Yanquis de Nueva York y atento a la disciplina de los preparativos para cada partido.
Acaba de alcanzar los 602 salvamentos, pero piensa en otro número en la recta final de la temporada, el seis. Es la cifra de títulos de la Serie Mundial que quiere lograr.
"Ya todo esto pasó y ahora tenemos que enfocarnos en terminar la temporada y conseguir un puesto en la postemporada y seguir adelante", afirmó el derecho panameño el martes.
Aparte de cumplir con el rigor de estampar su firma en pelotas y otros objetos, estuvo con todos sus compañeros al sacarse la foto del equipo.
Le llegaron mensajes de felicitaciones de todas partes, desde una conversación telefónica con el presidente de su país, Ricardo Martinelli, hasta un mensaje de texto de Trevor Hoffman, quien era el dueño del récord.
También respondió preguntas de medios hispanos previo a un juego contra los Rays de Tampa Bay.
Sobre el histórico salvamento, admitió que la magnitud del momento fue única y abrumadora cuando salió a lanzar ante su propia afición en el Yankee Stadium.
"Por primera vez, no sabía dónde iban a caer los dos primeros pitcheos", confesó. Pero la pregunta más insistente se centró en su futuro. Rivera cumplirá 42 años en noviembre y su contrato con los Yanquis, el único equipo con el que ha jugado desde que debutó en 1995, expira tras la campaña de 2012.
"No sabemos lo que va a pasar", afirmó al advertir que será una medida en la que influirán sus seres más cercanos. "Tengo que tomar decisiones con mi familia", aseguró.
Después de batir el récord el lunes, Rivera estuvo acompañado por sus tres hijos varones y apuntó al más joven, Jaziel, de ocho años, diciendo que éste no quería que fuera a los entrenamientos más recientes de primavera.
También está la posibilidad de seguir activo para superar la barrera de los 700 rescates, a fin de que su récord sea más irrompible de lo que ya es.
¿Abultar marca? Ese es el último aliciente que precisa para continuar, replicó. Y lo mejor es tomarle la palabra.
"Yo soy un pelotero que no busca méritos personales o récords... Han pasado porque Dios los ha permitido, han pasado solos", indicó. "Si sigo jugando, es por mi pasión por el deporte, por conseguir un campeonato, no por una mera marca", agregó.
Lo que avizora cuando se retire, en el caso que siga involucrado en el béisbol, es convertirse en un asesor en las ligas menores, algo "en lo que no tenga que viajar mucho", y trabajar directamente con prospectos latinoamericanos.
De momento, Rivera se mantiene dispuesto a responder al llamado de los Yanquis para sacar los últimos outs, una misión que ha cumplido a cabalidad desde que el 17 de mayo de 1996 obtuvo su primer salvamento. La cuestión es que algún día no podrá ser llamado desde el bullpen.
Rivera cree que los Yanquis van a encontrar a un sucesor con garantías y hasta identificó un candidato en David Robertson: "ha demostrado bastante casta". También apuntó a Rafael Soriano: "ha sabido hacer el trabajo".
Su forma de ser, con una modestia extrema, no cambia en nada al hacer oídos sordos ante las copiosas menciones que lo consideran el mejor cerrador de todos los tiempos y un futuro miembro al Salón de la Fama que deberá entrar con voto unánime.
"Yo no creo que la persona, para tener valor, tiene que hablar de su misma persona, sino los demás", manifestó Rivera. "Prefiero que los demás hablen de mi persona", sostuvo.
Y finalizó: "Así siempre ha sido mi carrera. Yo no doy mucho de qué hablar. Trato de mantenerme tranquilo como le hecho hasta el día de hoy".