Pues todos eso fue lo que nos dejó hace más de dos décadas la saga de Karate Kid, una de las más exitosas y queridas franquicias de los 80, ahora reactualizada con algunas importantes variaciones, pero conservando la esencia de la trama original.
Dirigida por John G. Avildsen, todo comenzó en 1984 con el estreno de Karate Kid, un film ante el cual el público y la crítica se rindieron y que le valió al gran Pat Morita una nominación al Óscar como Mejor Actor Secundario por su papel del Sr. Kesuke Miyagi. Y es que la inspiradora historia de superación de un muchacho enclenque y perdedor, con las artes marciales como eje central, el infaltable ingrediente romántico y el tremendo carisma de un pequeño actor de ascendencia nipona, fue una fórmula infalible para cautivar a grandes y chicos, a tal punto que el largometraje contribuyó a popularizar el Karate entre los jóvenes de Estados Unidos y muchos otros países del mundo.
Luego vendría Karate Kid III, una tercera entrega que no consiguió estar ni remotamente a la altura de los logros de los dos primeros episodios. La estupenda química entre los dos protagonistas parecía haberse agotado, al igual que la calidad de sus actuaciones, por lo que los cinéfilos le dieron la espalda a esta aburrida producción. Y peor aún le fue a la tardía e innecesaria cuarta parte de los años 90 llamada El Nuevo Karate Kid, ya sin el flacuchento Ralph Macchio como protagonista, y con una en ese entonces joven y casi desconocida Hilary Swank tomando la posta.