Esta temporada he estrenado abono del Córdoba Club de Fútbol, es lo que tiene tener un hijo que en su noveno cumpleaños pide de regalo el carnet del equipo de su Ciudad. Y ahí estoy yo, que no me vuelve loco el fútbol, de espectador en El Arcángel. Y lo peor de todo, (lo digo ahora que nadie me lee), es que le pillas el gustillo y te lo pasas hasta bien…
En El Arcángel uno se lo pasa bien, hay un gran ambiente, la gente anima a su equipo y entre los aficionados se respira cordialidad, bueno, bien del todo no se respira, porque como tengas la mala suerte de que alguien cercano fume y el aire lleve el humo hasta tu localidad…, pero esa es otra historia, porque en mi opinión deberían prohibir fumar en los estadios de fútbol, por muy al aire libre que estén.
El caso es que como decía, viendo jugar al Córdoba me lo paso bien, además es divertido los buenos ratos que estoy pasando con mi hijo, ratos que aprovecho para inculcarle los valores del deporte y enseñarle lo que considero se debe y no se debe hacer o decir en un partido de fútbol. Pero todo cambia cuando acaba el partido.
Sí, todo cambia, y lo que ocurre me ha llamado mucho la atención, pues los que hemos asistido al partido, los que hemos cantado, animado, aplaudido y gritado al unísono nos transformamos y empezamos a competir, a competir por salir el primero. Lógicamente estoy generalizando, pues todos no actúan de igual forma, pero son (o somos) muchos los que en la salida de los aparcamientos en la cercanía del estadio no cedemos el paso a otros vehículos, que miran hacia delante como si no se percataran de que otro que ha estado a su lado animando a su equipo lleva un rato esperando para salir, o que se molestan porque el policía de turno está dando mucho tiempo de espera a peatones o vehículos… No sé, a lo mejor estoy exagerando, pero esa actitud de la gente no me gusta nada. Yo a partir de ahora, a la salida de los partidos intentaré ser más paciente y pensaré que el que tengo al lado ha estado junto a mí animado al Córdoba. Pondré mi granito de arena, o evitaré coger el coche e iré andando al Arcángel, para no acabar discutiendo con un compañero de grada, porque la fraternidad ha de continuar fuera del Arcángel.