Desde muy pequeña mi sueño siempre fue ir a Escocia por eso cuando por fin pude cumplirlo, me sentía como en el paraíso. Daba igual que fuera en invierno y daba igual que hiciera un frío de mil demonios ¡Porque estaba en Escocia!
Edimburgo es una ciudad maravillosa y amable, te sientes enseguida como si estuvieras en casa y no solo por la cantidad de españoles que hay y que te cruzas a cada paso que das… Son sus casas que te hacen viajar en el tiempo, sus closer o callejones, sus leyendas y es sobre todo, esa aura de cuento de hadas que envuelve a toda la ciudad.
Próximamente prometo poner una entrada con una ruta para descubrir Edimburgo de forma rápida y eficiente, pero ahora vamos a centrarnos en el tour guiado por las Highlands.
Como siempre pasa, al principio cuando llegas a uno de estar tours, te tienes que enfrentar a la aterradora idea de sociabilizar con los otros participantes, ya que la opción de ir por tu cuenta y marginarte, es algo que debes descartar desde el principio (solo por si se os había pasado por la cabeza ¡que seguro que no!). Si tienes un buen guía como el que tuvimos nosotros, desde el principio ayudará a formar un grupo sólido y compacto y al final, os prometo que para cuando terminéis el tour, no querréis decir adiós a esas personas que sin darte cuenta se han convertido en tus compinches de fechorías e incluso en amigos.
Nuestro grupo se formó enseguida y ya casi como una piña iniciamos nuestro recorrido hacia las Highlands. Mientras salíamos de Edimburgo nos fueron explicando algunas curiosidades de la ciudad y pusimos rumbo a Stirling que se ve de pasada.
Una pena no poder dedicarle más tiempo a la ciudad por excelencia de William Wallace… Lo mismo pasó con otras joyas escocesas que no pudimos ver, como el Castillo de Duone, actualmente famoso por ser escenario del Castillo de Leoch y donde se rodó parte de la primera temporada de Outlander.
Dejando Stirling atrás, nos adentramos en las mágicas tierras altas, cruzando Callander que es la entrada a la cordillera de las Trossachs, tierras de hadas y salvajes guerreros. Con el bus nos desplazamos por entra las montañas, llegando hasta el paso de Glencoe y las Tres Hermanas.
Si leísteis el libro de Outlander, os pasaría como a mí y tendríais muchísimas ganas de llegar a Fort William, una de las plazas más míticas de la saga… Si bien el pueblo es pequeño y con encanto, la decepción fue mayúscula pues no era nada de lo que yo había imaginado. Quizás fue este mi peor recuerdo del viaje.
Tras comer continuamos la ruta hasta Eilean Donan, quizás el castillo más fotografiado de Escocia. Debido al horario de invierno no pudimos pasar a verlo y nos tuvimos que conformar con recorrerlo y disfrutarlo desde fuera. Desde ahí pudimos sacar las típicas fotos del puente que une la tierra con el castillo y si bien me pareció bonito, no me pareció tan espectacular como había imaginado. Volveré de todas formas a verlo en una época mejor y en la que esté abierto, pues es una cuenta pendiente con Escocia que tengo.
El día siguiente quizás fue el mejor en Escocia… Recorrer la isla de Skye fue una experiencia maravillosa. Sus castillos, sus islotes cercanos en los que solo viven 10 personas ¡y encima están enfadadas entre ellas! Si no fuera por los cientos de ovejas que hay, parecería que estuviéramos en tierras deshabitadas.
La siguiente parada programada era el impresionante Castillo de Dunvegan, que desgraciadamente no abre en invierno. Esto nos obligó a alterar un poco nuestra ruta y por lo tanto, por lo que por la mañana hicimos una parada en el arroyo de Sligachan y después cruzamos las impresionantes tierras del Clan MacLeod para llegar hasta el Castillo de Dunvegan, donde comimos a orillas del lago homónimo del castillo. Frente a este encontramos una curiosa isla llena de focas, que vienen del mar del norte y se refugian en las aguas del lago donde los depredadores como las orcas que las persiguen, no pueden entrar.
Pasada la comida, pusimos rumbo a Portree haciendo dos paradas obligatorias, Kilt Rock que es de sobra conocido por todo el mundo por ser una de las pocas cataratas de agua dulce que caen al mar.
Además, recibe ese nombre porque las montañas vistas desde el mirador, tienen la forma de una falda de tablas que recuerda a los kilts escoceses de los hombres. La siguiente parada imprescindible, fue para tomar el sendero que sube por la montaña y lleva a las Piscinas de las Hadas. Es una parada obligatoria por su belleza y también por las vistas que hay desde lo alto de la montaña, donde el aire sopla tan fuerte que parece que te va a empujar por el precipicio. Es una parada inolvidable y más aún si puedes realizar la ruta por un camino que solo es transitable con buen tiempo, algo que por suerte tuvimos durante todo el viaje.
Por la tarde nos dirigimos hacia Portree, un pueblo encantador en cuyo puerto las casas de colores forman una bonita estampa. Este pueblo es uno de los puertos pesqueros más importantes de las Highlands y también una de las sedes de los famosos Juegos Highlanders que recorren las localidades de las Highlands en la primavera.
Saliendo de Portree hicimos una parada exprés y muy divertida en un pequeño pueblo desde donde hay un islote que se puede visitar. No recuerdo el nombre del pueblo ni del islote, pero se me quedará grabado en la memoria para siempre el remojón que nos tuvimos que dar en pleno invierno en la helada agua del mar del norte, cuando sin darnos cuenta la marea subió y cubrió el camino que unía el islote con la playa. Creo que todavía no he recuperado del todo la sensibilidad en los pies desde ese día… Aun así fue un día muy interesante y divertido… Uno que nos permitió recorrer la isla más hermosa de las Highlands, aquella de la que habla el famoso poema de Robert Louis Stevenson “Sing me a Song of a Lad that is Gone”
Sing me a song of a lad that is gone,
Say, could that lad be I?
Merry of soul he sailed on a day
Over the sea to Skye.
El último día estaba destinado a las dos cosas más importantes de un viaje a Escocia
- Visitar el lago Ness
- ¡Sacarse una foto con las famosas vacas peludas de las Highlands! Jajaja
El punto número 2, que a ojos de muchos puede parecer una tontería, era uno de los puntos obligados del viaje, quizás por ser una de las cosas más divertidas que ofrecen las Highlands y que es apta para todos los públicos. Eso sí, siempre con cuidado, pues aunque son mansas, sus enormes cuernos pueden dejarte sin un ojo sin querer, si una mosca inoportuna decide molestar a la vaca en el mismo momento que te estás sacando un selfie con ella.
Pero ahora volviendo a lo serio… El Lago Ness. Este enorme lago en que tiene 56,4 km² y que se extiende a lo largo de casi 40 km es famoso por la leyenda del monstruo y por la famosa fotografía que tomó Wetherell y que años más tarde, su yerno en su lecho de muerte, confesó que todo había sido un montaje con un muñeco de arcilla pegado a un pequeño submarino. Pero incluso a día de hoy y después de esa confesión, todavía sigue habiendo dudas sobre la veracidad o falsedad de la foto.
En si el Lago Ness es impresionante, con monstruo o no, es una maravilla de la naturaleza y su joya más preciada son las ruinas del castillo de Urquhart que se puede visitar bajándote del barco que te recorre el lago. Este castillo fue un grave quebradero de cabeza para los ingleses y escoceses que lo conquistaban y lo perdían, pasando así de un clan a otro hasta que los ingleses finalmente lo destruyeron en 1692 para evitar que fuera conquistado por los seguidores de la causa jacobita.
Tras la visita al lago, continuamos hacia la capital de las Highlands, la impresionante Inverness… Una pequeña Edimburgo en medio de las tierras altas y que conquista el corazón de todos los que la visitan. Quizás una de las tiendas que más llamó mi atención y que recomiendo encarecidamente visitar es la famosa House of Fraser. Una impresionante tienda escocesa del clan Fraser (los seguidores de Outlander ya están anotando todos a donde deben ir el próximo verano) que ofrece multitud de accesorios y recuerdos de todos los clanes escoceses. Es el sueño de todo amante de la cultura escocesa.
La visita a Inverness se hizo demasiado breve, pues la ciudad tiene demasiado que ofrecer como para verla en dos horas… Pero había que continuar para poder regresar a Edimburgo a tiempo, sin dejar de ver el Castillo de Blair, que hoy en día está habitado y que ha recibido a la reina de Inglaterra en varias de sus visitas a Escocia. Otra parada que no podía faltar fue el famoso bosque de MacBeth y su castillo. Lo curioso es que realmente existió un rey llamado MacBeth en la cultura escocesa y lejos de ser un tirano, fue un rey maravilloso y adorado por su pueblo.
No podía faltar hacer una última parada en Pitlochry, el pueblo de la reina victoria. Hasta esta monarca, este pueblo era uno más de Escocia, pero la reina se enamoró de este pueblecito y Pitlochry empezó a florecer bajo su protección, hasta convertirse en uno de los destinos veraniegos favoritos de la alta sociedad inglesa.
Cerca de Pitlochry hay un pequeño bosque muy especial para los amantes del senderismo, donde se encuentran algunos de los árboles más altos de Escocia. Este bosquecillo llamado Faskally y que está dentro de los límites del Tay Forest Park, se dice que es un bosque encantado y lleno de hadas. Y si bien nosotros no vimos ningún hada, sí que nos quedamos maravillados por la belleza de su cascada, de sus puentes de piedra o de su mirador en la sala de los espejos a la que solo los verdaderos enamorados pueden entrar.
Esa fue nuestra última parada, tras la cual comenzamos el largo camino de regreso a Edimburgo, siendo puestos a prueba nuestros conocimientos sobre la cultura escocesa, su historia y por supuesto el gaélico.
Fue un viaje inolvidable, la mejor forma para conocer las Highlands si vas sola o si no te atreves a conducir por tu cuenta. Si bien es un viaje perfecto para una primera toma de contacto, no es suficiente para saciar las ganas de conocer Escocia por lo que es necesario volver y yo ya no tengo dudas de que cuando vuelva será entre Junio y Septiembre, armada con un enorme bote de repelente para los mosquitos de Skye y con coche y mapa, para vivir Escocia de verdad. Aun así no me puedo quejar, pues no habría aprendido tantas leyendas interesantes ni habría conocido todas las historias si lo hubiera hecho por mi cuenta, por lo que lo recomiendo totalmente y os animo a uniros a alguno de los muchos circuitos que hay ahora mismo en el mercado para recorrer la mágica Escocia.