Recuerdo de Ibn Hazm, autor de El collar de la paloma

Publicado el 21 mayo 2020 por Monpalentina @FFroi
Nació Abú Muhammad Alí Ibn Hazm en Córdoba, el 30 de Ramadán del año 384, que corresponde al 7 de noviembre del año 994 de nuestra era. Su infancia, dado que era hijo de un ministro, transcurrió entre las intrigas del harén y del serrallo, conociendo precozmente sus placeres. También dedicó sus primeros años a leer todo lo divino y lo humano que cayó en sus manos, y a los 26 años comenzó los estudios jurídicos. Perteneció a un grupo minoritario de poetas que defendían la belleza, y la legitimidad omeya, ideas que le convirtieron en desterrado y conspirador al desencadenarse la guerra civil en Córdoba. Después de un tiempo en cautividad se retiró a Játiva, y allí escribió “El collar de la paloma”, cuando tenía 28 años.
AUTORES DE NUESTRA HISTORIA| BEATRIZ QUINTANA JATO


En una primera época de su vida, hasta los treinta años, se dedicó preferentemente a la política y a la literatura; en la segunda etapa abandonó la política para entregarse al estudio de la Teología y el Derecho.
Asombra la obra que realizó, que abarca casi todos los temas, citándose la cifra de 80.000 folios escritos de su mano y que formaban 400 volúmenes.
Entre los temas destacan los temas históricos, filosóficos, jurídicos, teológicos, o puramente literarios, realizando este trabajo en medio de odios y recelos contra su persona, ya que Ibn Hazm era polemista incansable que exacerbaba a sus adversarios con sus palabras,  tan ásperas a veces como sabias.
Sus últimos años fueron tristes, dado el poco aprecio y las persecuciones que sufrió, y aunque se tienen pocos datos de esta época, se sabe que recorrió los reinos de Taifas en medio de grandes disputas, y se refugió en Mallorca en 1039.
Tuvo numerosos enfrentamientos debido a sus ideas, como ya mencioné, defendiendo a ultranza el pasado omeya; y al ser entregadas a la hoguera sus obras, compuso aquellos famosos versos:
“Aunque queméis el papel, no podréis quemar lo que encierra, porque lo llevo en mi pecho...”
Murió en Montija, en el campo de Huelva, a los 69 años, y su recuerdo quedó prácticamente olvidado por todas las escuelas; apenas fue tenido en cuenta por los traductores medievales, a pesar de ser una de las encarnaciones más auténticas del alma de aquella España musulmana.
“El collar de la paloma”  es su obra más conocida, y uno de los tratados sobre el amor más sublime y universal.
El eje central del libro es un análisis de la íntima relación entre el amor humano y el amor divino, siendo el primero sólo expresión del segundo. El autor empieza hablando de las trampas del amor humano, y de los numerosos obstáculos del camino amoroso: nos habla de una guerra santa interior (jihad), mediante la cual el amante verdadero adquiere la imagen de su amada, imagen que es, a su vez, arquetipo de Dios.
La obra, de 1022, está escrita en prosa aunque con muchos versos insertados en su interior, y con un arte literario extraordinario que revela la mano de un auténtico poeta. Aparecen a lo largo del libro, en un desfile constante, enamorados que hablan en voz alta de sus sentimientos, se escriben, se miran, se desean, se odian, o se olvidan... Se trata en cierto modo de la autobiografía del autor y del grupo al que pertenecía, y se diferencia y destaca precisamente esta poesía original de tinte ascético que escribe Ibn Hazm, de la la literatura artificiosa y cargada de sensualidad que se cultivaba entonces en Al Ándalus.
El fin que persigue el autor es “la ayuda” que ofrece a un amigo para que éste alcance la verdad: al principio el tema amoroso es un tema “liviano”, pero si el alma profundiza, el amor puede ser “usado” para hacer más llevadera nuestra existencia futura y más placentera nuestra eterna morada el día de la resurrección.
Estamos ante una visión idealizada del amor: es el llamado “amor platónico” que floreció durante un tiempo en Al Ándalus.
De todas las causas del amor, Ibn Hazm destaca la belleza física, que conmociona las almas al contemplarla de forma irresistible (también aquí encontramos un eco de las ideas platónicas, pues la belleza no es el amor mismo, sino que éste consiste en la identidad de las almas que estuvieron unidas en un mundo superior, y que se buscan en este mundo con verdadera ansiedad). Encontramos una cierta similitud con la poesía trovadoresca posterior, en cuanto que también presenta como deseable el tema del hombre sumiso a la voluntad de la amada. Este tema perduró en la literatura árabe, quedando patente en los versos de Al-Hákem I:
”La sumisión es hermosa en un hombre libre, cuando él es siervo del amor”.
El mismo título tiene un significado vinculado con la filosofía amorosa neoplatónica: aquello que entre los hombres normales se llama “ amor”, entre los iniciados se llama “pteros” o “paloma revoloteante”, un antiguo símbolo del dios alado que impulsa al alma a buscar lo que es divino dentro de ella misma.
La castidad era para él una “guerra santa”, dado que en el hombre existen dos fuerzas contrarias: el entendimiento y la concupiscencia. El verdadero amante, para él, es el que hace suyas las palabras de otro poeta (Ibn Farach):
“Ella es como una orquídea de donde yo sólo tomo la Belleza y el Perfume, porque yo no soy como las bestias del campo, para quienes un jardín es sólo un lugar de comida”.
A pesar de ello, concibe las relaciones sexuales moderadas como remedio para curar la melancolía. Los imitadores árabes de Ibn Hazm se sintieron cohibidos por la maestría de su maestro, y el libro fue poco conocido hasta siglos posteriores. Será la poesía del siglo XV, y sobre todo la poesía renacentista, la que valorará la exquisitez y el idealismo que encerraba aquel tratado sobre el amor y los amantes.
En la imagen, El collar de la paloma. Manuscrito de la biblioteca de Leiden.

Sección para "Curiosón" de Beatriz Quintana Jato.