"Recuerdo de un sueño" - Danila Stoyánova

Por Marapsara

Buscaba un libro muy especial: quería sorprender a alguien que lee mucho, agasajar a esa persona y también, por qué no, marcarme un tanto encontrando una joya inesperada. Lo que no estaba en el plan inicial es que la destinataria de ese regalo también sería yo misma. Pero tras unos momentos de desconcierto me alegré muchísimo, porque habría sido difícil desprenderse de Danila Stoyánova tras haber hecho una lectura tan rápida la tarde antes de viajar: así, tendría todo el tiempo del mundo para leerla con calma.

Danila Stoyánova nació en 1961 en Sofía, Bulgaria. Con trece años fue diagnosticada con una leucemia fatal y poco después, en 1984, murió con tan solo veintitrés años. A través de un par de pinceladas biográficas leo que creció en un ambiente culto y literario, lo que, independientemente de la enfermedad, habría fomentado igualmente sus escritos tan precoces. Quizá no los temas, un tanto oscuros para esa edad pero los caminos de la intensidad son inescrutables, sobre todo en la adolescencia. La conciencia de su propia mortalidad, tan precoz a la fuerza, sin duda influyó en sus reflexiones naturales y espirituales. Y en esa madurez prematura que subraya cada verso con una solemnidad para nada pretenciosa.

Hay una despersonificación latente en su mirada a lo largo de todas las páginas: la autora parece elevarse y flotar sobre todas las cosas mientras juega con la vida o la muerte de pequeños animales, se disocia de sí misma para devenir diosa y ver el mundo desde arriba. Observa el paso del tiempo y juega con él, contrayéndolo, expandiéndolo, mirándolo todo a su antojo, mirando todo lo que le han arrebatado.

(pág. 127) Pero al final me sentaré

a la orilla del mundo,

las pesadillas pasajeras

del pasado

diluiré con una ramita,

—como las irisaciones nocturnas de un río,

despacio—

en diminutas esquirlas sin sentido

con la mirada inerte

en una sonrisa.

La naturaleza tiene un fuerte impacto en sus estados de ánimo y forma parte del relato en casi todas las descripciones: como en un haiku, Stoyánova incorpora pinceladas referentes a las estaciones o al paisaje de modo que sirvan de marco y detalle de aquello de lo que se está hablando. A veces, la naturaleza lo invade todo de modo que cobra más protagonismo que el sentimiento al que aparentemente solo está dando color:

(pág. 157) Te anhelaba como la humedad,

como a los sonidos de la tormenta

que desatan el miedo

y barren el entumecimiento;

en el silencio —relámpago lejano

con el que penetran lluvia y fresco viento—

quisiera estar mojada, destrozada,

ser la fuerza de la armonía

y del caos.

Te mezclaste con las nubes suspendidas,

viniste

y pasaste tan sólo

con unas pesadas, grávidas gotas

que cayeron dispersas y

dejaron suspendidas la esperanza,

ahogaron el polvo y

levantaron ahogo;

de nuevo respiro agobio y sofocante calima,

tormenta sin descargar.

Los poemas vienen acompañados de los textos originales en alfabeto cirílico, por lo que soy incapaz de transcribirlos. Es la primera vez que la voz de esta poeta se traduce al castellano: aunque el libro es de 2019, lo estoy descubriendo ahora y ha resultado perfecto para estas extrañas vacaciones de verano, donde las manifestaciones naturales no han resultado tan protagonistas pero sí las voces, como en ecos, procedentes del pasado.