No sabría deciros en qué grupo estoy yo, si me paro a pensarlo, podría decirse que he pasado por todos ellos. Bueno, no creo haber tratado de enterrarlos, pero eso no puedo saberlo, de haberlo hecho, ya no me pertenecen y al final, ese es el objetivo. No puedo decir que tenga vívido el recuerdo de mi regreso a Valencia, y a penas tengo un par de buenos recuerdos de cuando estaba en Valladolid, como el sabor del mosto en un bar al que me llevaba alguien imposible de recordar, ni siquiera es posible saber qué parentesco tendría conmigo, o si lo había. Recuerdo una chaqueta verde de cuadros que me dieron, de esas que se traspasan de mayores a menores. Estábamos en una cocina, éramos bastantes, cinco o seis personas. Una mujer me puso la chaqueta y le hablaba a mi madre, presupongo que hablarían de lo bien que me quedaba, yo sé que estaba contento con la chaqueta de cuadros verde, y creo que en aquellos años mi madre estaba bien, aunque también es imposible saberlo. La llegada a Valencia ya la presté a un personaje para una de mis obras de cajón, no recuerdo mucho entusiasmo, no creo que estuviese feliz con el cambio, pero los cambios, da igual la edad que tengas, vienen, y vienen para quedarse y condicionar el resto de tu vida. Sí recuerdo brevemente el hastío de las horas en tren y el apeo, recuerdo el olor a rancio de mi abuela y sus besos ensalivados con más olor a rancio. Y de ahí, a la Plata. Ahora quiero que vuelvan el máximo de recuerdos posibles, necesito comprender quién soy realmente y por qué, es lo que me promete 2021, un viaje personal y espiritual. Un año para lanzar miradas retrospectivas, y si me veo capaz, escribirlas y recuperar este espacio junto a mis recuerdos. Podría decirse, con derecho a equivocarme, que con este breve texto voy a iniciar algo en lo que he pensado infinidad de veces, y nunca he sabido o me ha faltado coraje. No es fácil, esa es la verdad, no es fácil sobretodo cuando lo que no quieres es surfear por los recuerdos, sino meditarlos y bucear en ellos.
Nadie es especial por lo recuerda ni por sus recuerdos, en todo caso, alguien es especial por cómo han afectado esos recuerdos al resto de su vida. Hay quien prefiere enterrarlos para no sentir la molestia del dolor que pueden generar; hay quien simplemente los aparta, les echa un ojo de vez en cuando, pero vuelven a dejarlos en el rincón lo antes posible; hay quien, sin saberlo, viven en el recuerdo casi de modo perpetuo; hay quien manipula el recuerdo, porque no puede enterrarlo, y cuando le echa un ojo no le gusta lo que ve, y lo moldea a su parecer; y cómo no, hay quien recuerda, simplemente.
No sabría deciros en qué grupo estoy yo, si me paro a pensarlo, podría decirse que he pasado por todos ellos. Bueno, no creo haber tratado de enterrarlos, pero eso no puedo saberlo, de haberlo hecho, ya no me pertenecen y al final, ese es el objetivo. No puedo decir que tenga vívido el recuerdo de mi regreso a Valencia, y a penas tengo un par de buenos recuerdos de cuando estaba en Valladolid, como el sabor del mosto en un bar al que me llevaba alguien imposible de recordar, ni siquiera es posible saber qué parentesco tendría conmigo, o si lo había. Recuerdo una chaqueta verde de cuadros que me dieron, de esas que se traspasan de mayores a menores. Estábamos en una cocina, éramos bastantes, cinco o seis personas. Una mujer me puso la chaqueta y le hablaba a mi madre, presupongo que hablarían de lo bien que me quedaba, yo sé que estaba contento con la chaqueta de cuadros verde, y creo que en aquellos años mi madre estaba bien, aunque también es imposible saberlo. La llegada a Valencia ya la presté a un personaje para una de mis obras de cajón, no recuerdo mucho entusiasmo, no creo que estuviese feliz con el cambio, pero los cambios, da igual la edad que tengas, vienen, y vienen para quedarse y condicionar el resto de tu vida. Sí recuerdo brevemente el hastío de las horas en tren y el apeo, recuerdo el olor a rancio de mi abuela y sus besos ensalivados con más olor a rancio. Y de ahí, a la Plata. Ahora quiero que vuelvan el máximo de recuerdos posibles, necesito comprender quién soy realmente y por qué, es lo que me promete 2021, un viaje personal y espiritual. Un año para lanzar miradas retrospectivas, y si me veo capaz, escribirlas y recuperar este espacio junto a mis recuerdos. Podría decirse, con derecho a equivocarme, que con este breve texto voy a iniciar algo en lo que he pensado infinidad de veces, y nunca he sabido o me ha faltado coraje. No es fácil, esa es la verdad, no es fácil sobretodo cuando lo que no quieres es surfear por los recuerdos, sino meditarlos y bucear en ellos.
No sabría deciros en qué grupo estoy yo, si me paro a pensarlo, podría decirse que he pasado por todos ellos. Bueno, no creo haber tratado de enterrarlos, pero eso no puedo saberlo, de haberlo hecho, ya no me pertenecen y al final, ese es el objetivo. No puedo decir que tenga vívido el recuerdo de mi regreso a Valencia, y a penas tengo un par de buenos recuerdos de cuando estaba en Valladolid, como el sabor del mosto en un bar al que me llevaba alguien imposible de recordar, ni siquiera es posible saber qué parentesco tendría conmigo, o si lo había. Recuerdo una chaqueta verde de cuadros que me dieron, de esas que se traspasan de mayores a menores. Estábamos en una cocina, éramos bastantes, cinco o seis personas. Una mujer me puso la chaqueta y le hablaba a mi madre, presupongo que hablarían de lo bien que me quedaba, yo sé que estaba contento con la chaqueta de cuadros verde, y creo que en aquellos años mi madre estaba bien, aunque también es imposible saberlo. La llegada a Valencia ya la presté a un personaje para una de mis obras de cajón, no recuerdo mucho entusiasmo, no creo que estuviese feliz con el cambio, pero los cambios, da igual la edad que tengas, vienen, y vienen para quedarse y condicionar el resto de tu vida. Sí recuerdo brevemente el hastío de las horas en tren y el apeo, recuerdo el olor a rancio de mi abuela y sus besos ensalivados con más olor a rancio. Y de ahí, a la Plata. Ahora quiero que vuelvan el máximo de recuerdos posibles, necesito comprender quién soy realmente y por qué, es lo que me promete 2021, un viaje personal y espiritual. Un año para lanzar miradas retrospectivas, y si me veo capaz, escribirlas y recuperar este espacio junto a mis recuerdos. Podría decirse, con derecho a equivocarme, que con este breve texto voy a iniciar algo en lo que he pensado infinidad de veces, y nunca he sabido o me ha faltado coraje. No es fácil, esa es la verdad, no es fácil sobretodo cuando lo que no quieres es surfear por los recuerdos, sino meditarlos y bucear en ellos.