Recuerdoagradecido y esperanzado de mi amigo alfredo aguilar (+ 2020)

Por Joseantoniobenito

RECUERDO AGRADECIDO Y ESPERANZADO DE MI AMIGO ALFREDO AGUILAR

Con gran dolor comparto el quizá último artículo escrito por el gran amigo Dr. Alfredo Aguilar, fundador de CORPAIDOS, quien falleció víctima de la COVID-19 el pasado 22 de julio y que me había enviado este precioso testimonio de su vivencia de los Ejercicios Espirituales en una de las últimas tandas dirigidas por Abelardo de Armas.

Discípulo del Dr. Hno. Jaime Estruch, en la UCSM, doctor en educación por la Universidad de Salamanca, fundó CORPAIDOS y trabajó denodadamente al servicio de la educación en el Perú.

Como homenaje a cuantos han partido en este 2020 inolvidable convirtiéndose en auténticas "cruces vivas" que se nos han adelantado a preparar la morada celestial como renovada pascua de Navidad. Dios vino, viene y vendrá.

En la foto de 1998 apoyando en una ponencia en el "Aula Universitaria Misionera"

LAS CRUCES VIVAS

Soy uno de los miles de peruanos que cruzó el charco hace un cuarto de siglo y se instaló en Salamanca, propiamente en su universidad. Los casi cinco años  de vida universitaria  vividos a plenitud en esa atalaya de la cultura sin duda marcaron mi existencia.

Por esas extrañas ocurrencias de la vida un día estando en Valladolid conocí a José Antonio Benito y a través de él a su hermano Juan Luis. Nuestra común pasión por la solidaridad con los más vulnerables del Perú hizo entrañable esa trilogía de amistad, la que se mantiene hasta hoy. Amistad que se ha convertido en hermandad.

Precisamente, en una pausa de las vacaciones universitarias Juan Luis me invitó a Madrid para hacer un retiro espiritual, invitación que acepté- lo confieso- con relativo entusiasmo. Nunca había hecho un retiro de tantos días, excepto de un día cuando terminaba la secundaria y de la que tengo poca memoria.

Lo primero que recuerdo de Abelardo a quien no conocía,  es su seriedad. Seríamos unos 15 jóvenes, yo el único extranjero que escuchamos la primera charla. La imagen inicial se fue transformando en interés y admiración por un maestro de la palabra. Sencillo y pausado al hablar pero una enciclopedia de sabiduría.

No necesitaba levantar la voz o lanzar miradas inquisitivas para mantener la atención, todos los participantes seguíamos con interés  sus relatos.

De todos los días que duraron los Ejercicios con el método ignaciano, hay tres detalles que hasta ahora recuerdo y revivo con alguna frecuencia.

El primero, las Cruces vivas.  Al terminar toda jornada ignaciana la mayoría de participantes acudíamos a la capilla a orar. Quedé impactado en la forma que mis compañeros de retiro oraban.  Con los brazos extendidos y el puño cerrado representaban una cruz. Yo también lo intenté, pero a los pocos minutos sentía algún calambre, pero me animaba a seguir al ver a mis compañeros que ni si siquiera pestañeaban.

El segundo, Abelardo al final de las sesiones se acercaba a conversar con los asistentes o accedía jovialmente a atender a quien lo abordaba por alguna duda. No recuerdo si fue la víspera del final del retiro que nos cruzamos en el patio  y sin más me hizo una pregunta que no puedo precisar en este momento pero sí la intención.

- ¿Los ejercicios te están ayudando a encontrar respuestas a tu vida?

-Muchísimo, es una experiencia que ha cuestionado mis convicciones sobre Dios y la Virgen María.  De verdad estoy agradecido por esta oportunidad.

Y tercera, sus ejemplos. A cada alocución la revestía de un caso real o cercano a la realidad logrando mantener la atención de principio a fin.

Era, pues, todo un festín espiritual escuchar a Abelardo, porque transmitía no sólo una manera de ser sino también de hacer.

Parafraseando a Edgar Morin, ("Los siete saberes de la educación", 1997), notable filósofo francés consultado por UNESCO en varias oportunidades: "Escucharle era música celestial para los oídos y alimento para el espíritu".

Alfredo Aguilar Medina

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, por la Universidad Civil de Salamanca.

Artículo publicado póstumamente; falleció el 22 de julio del 2020. Revista ESTAR, Madrid, nº 325, diciembre 2020, p.39, víctima de la covid-19