Recuerdos de Oaxaca

Publicado el 25 marzo 2013 por Isidro Lopez Arcos @1Sorokin

La primera vez que estuve en Oaxaca, queridos lectores, fue hace años, cuando vuestro bloguero predilecto y seguro servidor vivía en Veracruz. Y ya ha llovido desde eso, vamos, si contamos todo lo que ha caido en Bruselas desde entonces, seguro que podríamos regar el desierto del Sahara durante años. Ya sé que me vais a decir... pero ¡Sorokin! y a qué viene esto ahora, contándonos tus batallitas de hace tiempo. Pues veréis, es que los recuerdos se me agolparon, me asaltaron mis pocas neuronas activas y no alzheimerianas, cuando leí un magnífico post -como todos- de Carmen Mendoza en su blog "saborearte entusiasma" sobre Oaxaca. No he podido resistirme a contar mis vivencias, así es que ya me estáis disculpando. ¿Vale?.
Para empezar, una nota para mis compatriotas españoles, gachupines o no: Oaxaca se pronuncia "Uaháca", con hache aspirada, como México se pronuncia "Méhico". Ya sé, ya sé, a mí tambien me costó, al principio de mi vida en Veracruz, decir que yo vivía en la Avenida "Hicoténcal", cuando en los letreros decía Xicotencatl.
Pero a lo que voy, que me distraigo. Decía que la primera vez que fuí a Oaxaca. fui desde Veracruz, en coche y por carretera (en coche estaría cabrón ir por el aire, claro).


Hay que atravesar casi todo el istmo de Tehuantepec (en otra ocasión lo atravesé, pero eso es otra historia), como veis en el mapa. Si bien es cierto que el camino más corto es por Tuxtepec, toda la bolilla (pandilla) veracruzana me aconsejó ir por Tehuacán. Es más largo, pero se supone que es un camino mejor para atravesar la sierra. Supongo que sí, pero la contrapartida es que hay que atravesar las cumbres de Maltrata, entre Orizaba y Tehuacán. Queridos amigotes: suponed que termináis de trabajar un viernes, os montáis en el Nissan y ¡hala! a la carretera de las cumbres. Bien pues eso hizo Sorokin. Hay gente que dice que es una de las carreteras más peligrosas del mundo, pero, en fin, no quiero exagerar. El problema es que la ruta asciende rápidamente, entre precipicios infernales, con curvas más cerradas que el sepulcro del Cid. Y para acabar de fregarla, la niebla que baja de las montañas. Como indicación, os diré que hay curvas que hay que tomarlas por la izquierda, para que los grandes camiones puedan girar. Se ve en la foto siguiente (que no es mía, rediez, que yo bastante hacía con temblar y poner cien ojos en la carretera). Y todo eso, de noche y con niebla. Pero bueno, el que sería vuestro futuro bloguero y sus compañeros de expedición, sobrevivieron.

Tras pasar la noche en Tehuacán, seguimos a Oaxaca, ya sin incidencias mayores. Parando de vez en cuando, como en este bar de carretera, donde el perro de la foto estaba un poco mustio. Le preguntamos a la mujer que estaba a cargo que qué le pasaba. Dijo que estaba enfermo. ¿Y eso? -es que no come, respondió.

Aparte de eso, la carretera no presentó más problemas hasta Oaxaca. La decoración había cambiado radicalmente desde la lujuriosa (¿a que queda fino eso de "lujuriosa"?) vegetación tropical del Golfo de México hasta la típica de altura de la sierra mesoamericana, con sus cactus candelabro y sus matojos.

Y nada más. Estuvimos en Oaxaca todo el fin de semana, justo para ir a visitar Monte Albán, uno de los sitios arqueológicos más interesantes de México. Plaza fuerte de los zapotecas, hasta que los conquistaron los aztecas. Sin querer entrar en polémicas (válame dios, no), la historia de Mesoamérica está llena de conquistas y violencias entre etnias desde mucho antes que apareciera por allí Hernán Cortés. Es un hecho histórico que los aztecas dominaron y aplastaron a un montón de gente de otras etnias. Esa es una de las razones que se dan para explicar el triunfo de Cortés. Todo el personal estaba tan harto de los aztecas que cuando vieron a los barbudos a caballo se aliaron inmediatamente con ellos. Que luego les fuera igual de mal, o peor, con los españoles, es otra historia.


En cualquier caso, Monte Albán es uno de los sitios más impresionantes que yo he visitado (y he visitado bastantes).
Por supuesto, tambien fuimos a ver el árbol del Tule, un ahuehuete milenario que es una de las atracciones principales de Oaxaca:

Otro punto que hay que visitar es la catedral, que es de un barroco colonial impresionante. A mí es una de las que más me gustan de México:


 Interior de la catedral
Culinariamente, oh queridos amigotes, lo que más huella me dejó fue la costumbre de comer saltamontes tostados (chapulines). Normalemente, los venden en cucuruchos de papel en el Zócalo, pero no me atreví. Sin embargo, mis amigos me arrastraron hasta un restaurante al lado, "la casa de la abuela", donde te los preparan con una salsita de cebolla y unos chiles. Y bien, pues ahí no pude resistirme. Como se ve, en el plato no hay mucha cantidad, pero, en fin, se comen con tortillas de maiz, se forma un taco, le pones salsa y hala, para dentro. El único problema es que te encuentras alguna patita entre los dientes, pero te la sacas con un palillo y a otra cosa.

Como recuerdo del viaje, me llevé una muñeca Zapoteca, que todavía adorna uno de los ricones de mi casa de Bruselas:

Volví a Oaxaca años mas tarde. Esta vez, en avión, desde México DF, en unas vacaciones cuando vivía en Luxemburgo. Estuvimos en el hotel San Felipe Mision y fuimos otra vez a ver Monte Albán (aunque siempre hay algún turista que estropea la foto):

Como suplemento al viaje anterior estuve en Mitla y, por supuesto, otra vez en el árbol del Tule, a ver si no se había secado:

Noté que había más gente vendiendo artesanías que la vez anterior. Supongo que es por un aumento del turismo:

De restaurantes no voy a decir nada, porque no me acuerdo, qué rayos. Eso sí, comí unos tacos de verdolagas y flor de calabaza delciosos, pero no me acuerdo donde y, además, ni lo anoté ni le hice foto. Rayos, Sorokin, puedo auto maldecirme por eso.
Bueno, como había ido en avión no tuve que pasar las cumbres de Maltrata, así que me las prometía muy felices, hasta que mi pareja me dijo que quería conocer Huatulco, en la costa del Pacífico. Sorokin, que es un tío complaciente, alquiló un coche y nos lanzamos a la ruta. Terrible ruta, atravesando la sierra Madre. Hasta Miauatlan, todo va bien. Luego, aparece  una primera rama de cordillera, con pinos y tal, a la que le sigue una segunda rama. Mil curvas y todas llenas de camiones que transportan troncos. Subimos, bajamos, hasta San José Pacífico (y dices “ya está cerca el mar” por eso del nombre: ja ja) y subes otra vez enormes montañas y bajas otra vez, y otra. Corrimientos de tierra y deslaves y llegas a Pochutla y.. ¿se siente el mar?... narices, todavía 50 Km entre sierra, esta vez ya, tropical  y al fin, Huatulco. Muy bien Huatulco, pero pasamos dos días pensando todo el tiempo en el camino de vuelta. Como dijo el empleado de una gasolinera cuando le preguntamos cómo estaba la ruta (pensando en las inundaciones y los corrimientos de tierra): -" pues eeeste, no sé, últimamente no hay muchos asaltos"
Pero en fin, volvimos sanos y salvos aunque en  Chacalapa, la carretera estaba casi cortada por los deslaves… pero pasamos.

Bueno, ya os he dado bastante la brasa con mis recuerdos, amigotes. Hasta otro día. Un besote