Trece de enero del dos mil dieciséis
Los días de verano para mí, tiene un significado: aburrimiento. En este año no estoy disponiendo mis horas libres a algo provechoso. Antes, en la secundaria, que cada verano estaba en una academia para fortalecer cierto tipo de conocimiento y nivelarme para afrontar a los docentes con sus clases.
O también, en algún tipo de deporte como fútbol o natación. Debo incluir también, los paseos por la capital, o algún lugar al interior del país en familia, con recuerdos inolvidables.
Ahora solo tengo recuerdo de las duchas que debo tomar en cada momento, con el calor insoportable que estoy recibiendo.
Sumado a los innumerables mosquitos que recortan mis horas de sueños, por estar luchando contra ellos. Mi sangre la protejo.
Espero que algo emocionante suceda para romper la rutina de verano común: sentado y espera que se haga de noche…
Catorce de enero del dos mil dieciséis
Recibí muy temprano una invitación por parte de la Parroquia donde frecuento para mis actuaciones piadosas: Me llevarán a la capital a recibir unas charlas.
Me parece interesante pues me harán salir de esta cárcel. Me vienen muchas preguntas en la mente, ya que no he tenido hasta ahora una experiencia de este tipo.
Compartir con mujeres no me parece descabellado, pues ya asimilé su presencia en el centro de estudios que, dicho sea de paso, somos minoría.
No he tenido tiempo de contarle tal dicha a mi enamorada. Quizás llegue a enojarse por no decirle. Pero se que me entenderá y asunto arreglado.
Aunque no creo que se sienta del todo bien al enterarse que habrá chicas de diversa edades con nosotros…